Un estudio publicado este año llamado “Dinámicas humanas y de la naturaleza: El modelado de la desigualdad y del uso de recursos frente al colapso o a la sostenibilidad de las sociedades” ("Human and Nature Dynamics (HANDY): Modeling Inequality and Use of Resources in the Collapse or Sustainability of Societies", en ingles), abreviado como HANDY, intenta modelar los factores que intervienen en el colapso social, abarcando toda la gama de sociedades humanas, desde grupos simples e igualitarios a civilizaciones complejas, incluyendo al capitalismo contemporáneo.
El estudio, publicado en el diario Ecological Economics, considera que las civilizaciones caracterizadas por una gran desigualdad son especialmente inestables y propensas a una caída catastrófica, pero que un "equilibrio" puede ser alcanzado si es que se adoptan las adecuadas medidas "racionales" en relación a la desigualdad social y la explotación ambiental.
La publicación del modelo HANDY ha llevado a un amplio debate entre científicos sociales por todo el mundo en el que han surgido afirmaciones sobre el inevitable colapso de la sociedad moderna. Los autores rápidamente han respondido de que no es éste necesariamente el caso y de que se puede alcanzar un "equilibrio" si es que las políticas "racionales" son implementadas. Examinaremos luego esta afirmación.
La historia y arqueología registrada demuestran que varias complejas y estatizadas sociedades, conocidas también como civilizaciones y con ejemplos en todos los continentes habitados (como la antigua Grecia y Roma, Egipto, Mesopotamia, China, India, el Sudeste Asiático y el Norte y Sur de América) experimentaron repetidos ciclos de florecimiento y colapso catastrófico. En casos extremos dichos colapsos pueden ser tan exhaustivos (sugiriendo un dramático descenso poblacional y/o una devastadora degradación ambiental) como para requerir siglos antes de que pueda empezar la recuperación. Muchas investigaciones se han dedicado a registrar y analizar las causas de estos ciclos. Énfasis tempranos en puramente explicaciones políticas o históricamente idiosincrásicas han sido en años recientes suplantadas cada vez más por interpretaciones económicas y ambientales.
Este reciente estudio, incluyendo sus elementos financiados por un subsidio de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de Estados Unidos (NASA en inglés), aunque no endosados por la agencia, busca identificar aspectos en común y variables predecibles en el colapso de las sociedades que puedan ser aplicable para comprender a todo este tipo de fenómenos, sin importar el contexto histórico específico.
Este desinterés por la historia resulta ser un fatal (e incorregible) error, ya que el esfuerzo para encontrar una explicación sencilla y universal del fracaso de las sociedades, una que pueda ser expresada en un modelo matemático capaz de funcionar en una simulación de computadora, simplifica demasiado la realidad, particularmente en el caso del capitalismo mundial moderno, una sociedad que abarca a más de siete mil millones de personas.
El modelo, conocido por el acrónimo "HANDY" (Human and Nature Dynamics, Dinámicas humanas y de la naturaleza), fue desarrollado por tres investigadores: Safa Motesharrei de la Escuela de Políticas Públicas y Departamento de Matemáticas, Universidad de Maryland y del Centro de Síntesis Socio-Ambiental Nacional (SESYNC, siglas en inglés); Jorge Rivas, Departamento de Ciencia Políticas, Universidad de Minnesota y del Instituto de Ambiente Global y Sociedad (IGES, siglas en inglés); y Eugenia Kalnay, Departamento de Ciencias Atmosféricas y Oceánicas, Universidad de Maryland.
El modelo HANDY fue creado en base a esfuerzos previos: unos basados en simples modelos de presa versus depredador; otros derivados de la ecología; y uno basado en dos variables, el tamaño de la población y el ambiente de la naturaleza, este último fue desarrollado para estudiar el colapso de la sociedad polinesia de la Isla de Pascua. HANDY es más complejo (incorpora variables adicionales, principalmente el papel de la desigualdad social y de la productividad del trabajo en relación a la capacidad de carga del medio ambiente).
Éste construye complejas ecuaciones diseñadas para representar el "comportamiento" de tres formaciones sociales genéricas: 1) Igualitaria (en la que todos trabajan y reciben una proporción igual de la riqueza social); 2) Equitativa (en la que existen miembros que trabajan y que no trabajan de la sociedad, como administradores, estudiantes, los ancianos y enfermos, pero sin élites que obtengan una porción más grande de la riqueza per cápita); y 3) Desigual, una sociedad dividida en dos clases, "élite" y "plebeyos", con accesos diferenciales a la riqueza. Los respectivos modelos son operados repetidamente para observar cómo reaccionan a cambios en los valores de las diferentes variables a través del tiempo.
En una declaración posterior, destinada a clarificar algunos comentarios críticos hechos antes de la publicación del reporte, los autores describieron su trabajo como un "experimento mental" (consta de ecuaciones con símbolos que representan lo que se consideran las variables relevantes, pero los valores insertados en las ecuaciones son artificiales). Ningún caso histórico real es puesto a prueba.
Los resultados de los ensayos del modelo conducen a una serie de observaciones. Si bien las tres formaciones sociales pueden ser sometidas a crisis bajo ciertas circunstancias, las sociedades desiguales (esto es, estratificadas o clasistas) son las más inestables y proclives a un colapso catastrófico. Se identifican dos causas primordiales: la sobre-explotación de los plebeyos por la élite (léase: la desigualdad extrema) y la explotación excesiva del medio ambiente natural más allá de su capacidad para regenerarse.
Sin embargo, los autores del estudio concluyen de que las sociedades desiguales pueden alcanzar una estabilidad a largo plazo, siempre que ellas a) moderen la diferencial de riqueza entre la élite y los plebeyos y b) mantengan un nivel de explotación del medio ambiente por debajo de su máxima capacidad de carga, en otras palabras una tasa sostenible de uso de recursos que permita la regeneración.
El modelo HANDY es notable en que reconoce explícitamente la importancia central de la diferenciación de clases y la desigualdad en la dinámica social, e identifica la creciente desigualdad como un importante factor de desestabilización. De hecho, el modelo examina escenarios en los que la desigualdad social sólo puede conducir a un colapso social catastrófico. Por otra parte, los autores observan que el aislamiento económico de la élite (que tiende a ser temporalmente amortiguada de los efectos de una crisis debido a su acceso diferencial a la riqueza social, mientras que los plebeyos sufren una severa privación) lleva a la élite a ignorar o minimizar la gravedad de una crisis, a pesar de las advertencias ocasionales de los miembros más progresistas de la clase dominante, hasta que las medidas correctoras ya no puedan ser eficaz. No hay más que pensar en las aristocracias francesas y rusas antes de sus respectivas revoluciones para reconocer la validez de esta observación.
Estas observaciones han provocado naturalmente críticas de un carácter derechista, por parte de quienes niegan los peligros de la degradación ambiental o consideran el otorgar un peso importante a la diferenciación social y de clase como algo políticamente ilegítimo.
Dicho esto, el intento del modelo HANDY de representar todos los tiempos y lugares posibles significa que oculta más de lo que aclara; y conduce a conclusiones falsas y peligrosas. El método empiricista y ahistórico empleado para construir los resultados del modelo cae en generalizaciones que representan dinámicas sociales en forma mecánica y unilateral.
El modelo HANDY destaca algunas de las limitaciones de la ciencia social burguesa. A pesar de las afirmaciones de que ofrece nuevos conocimientos sobre las dinámicas sociales, las conclusiones finales no proporcionan más que generalizaciones crudas que son intituivamente obvias. El modelo nos dice que si una sociedad explota su medio ambiente hasta el punto de causar una degradación que afecte el acceso a los recursos naturales críticos o que si explota a sus clases trabajadores al punto de que sufran un aumento sustancial de mortalidad, la sociedad se enfrentará a una crisis y potencialmente un colapso catastrófico. Estos resultados no son especialmente sorprendentes. Ni tampoco ayudan a aclarar lo que está debajo de la superficie de la dinámica social.
Los propios autores y sus seguidores han proclamado que tan sólo la conclusión del modelo, de que la crisis de la sociedad puede resultar de una extrema desigualdad (esto es, la sobreexplotación de las clases bajas por la élite) es de alguna manera una gran revelación. Esto es algo nuevo sólo para aquellos que son ingenuos sobre la existencia de los intereses de clase o que han sido cegados a esta fundamental realidad histórica.
La falla en el método empiricista de los creadores del modelo no es simplemente que puedan o no haber seleccionado a las variables más revelantes del modelo de la dinámica de la sociedad, sino de que ven a estas variables como autónomas, "variables independientes", como cosas en sí mismas. Tales entidades pueden variar cuantitativamente pero no afectan a otras cualitativamente. No hay una interacción recíproca o co-determinación. En otras palabras, se relacionan mecánicamente, no dialécticamente.
Esto es completamente irreal. Los cambios en la dinámica de las interacciones económicas pueden tener consecuencias importantes en la esfera política y viceversa, por poner un ejemplo. El modelo no reconoce nunca a la lucha de clases. El hecho de que varios segmentos de la población de una sociedad luchen por sus propios intereses en conflicto dentro de contextos históricos específicos, dando resultados que crean complejidades mayores, conduciendo potencialmente a una posible variedad de resultados, literalmente no entra en las ecuaciones. Por lo tanto ese método sólo genera superficialidades.
Uno de los problemas más serios con el modelo HANDY es que trata explícitamente a las relaciones de clase con un modelo depredador-presa, lo cual es totalmente inapropiado para poder entender a las dinámicas de la sociedad capitalista. El modelo depredador-presa implica que la élite (el depredador) simplemente toma la riqueza de la presa (los "plebeyos" o los trabajadores) a la fuerza. Como Marx demostró con tanta eficacia en el Capital, el principal modo de apropiación de la plusvalía de la clase trabajadora por parte de la burguesía bajo el capitalismo no se basa en el simple robo. Más bien, es parte de un conjunto fundamental de relaciones socialmente sancionados en las que cada parte parece estar participando de una transacción racional y equitativa: el capitalista compra fuerzas de trabajo, que es vendido libremente por el trabajador, y entonces lo pone a trabajar.
Históricamente, cada formación social (el comunismo tribal [igualitario de cazadores y recolectores], los estados antiguos, el feudalismo, el capitalismo moderno) ha tenido un conjunto de relaciones sociales que manejan las interacciones económicas entre los diferentes miembros de cada grupo y, entre diferentes grupos. En el surgimiento de cualquier nueva formación social, nuevos conjuntos de relaciones sustituyen a las anteriores y necesariamente superan, al menos relativamente, las sociedades anteriores A medida que las inherentes contradicciones de cualquier formación social se desarrollan a través del tiempo, las transacciones entre las clases pueden llegar a ser cada vez menos equitativas, pero la evolución de una crisis en el orden social no puede ser entendida solamente como una intensificación del robo de la riqueza por la clase dominante, aunque así le gustase al modelo HANDY. De lo contrario, las variadas historias de diferentes civilizaciones serían inexplicables.
Por otra parte, si la acumulación diferencial de la riqueza por parte de una élite se basa meramente en el robo, entonces el consentimiento de los "plebeyos" numéricamente superiores a tal pillaje sistemático se vuelve inexplicable. ¿Por qué la mayoría continuaría siendo esquilmada por una pequeña minoría? El modelo HANDY toma a la estratificación de clase como un hecho, sin ninguna explicación de por qué deberían sociedades igualitarias relativamente estables transformarse en formaciones sociales inherentemente más inestables.
El uso del modelo HANDY de las analogías biológicas (la relación entre depredador y presa) es inapropiada por otra razón: Los seres humanos son tanto seres biológicos como sociales. La biología sola no puede explicar su comportamiento. El comportamiento social y económico depende de la actividad humana consciente; involucra pensamiento y planeamiento. Esto abre las puertas a la creación de sistemas que son cualitativamente diferentes a cualquiera de otras especies, con una complejidad varios niveles por encima de simples sistemas biológicos.
Por esas dos razones, el modelo HANDY es reduccionista (busca entender al comportamiento humano ignorando lo que diferencia a los humanos de las otras especies). Esto es el mismo tipo de error que se comete cuando uno trata de explicar sistemas biológicos solamente por la química. La química no es negada o rebajada por la biología; más bien es incorporada dialécticamente dentro de un sistema más complejo.
Otra falla importante en el modelo HANDY tiene que ver con su tratamiento de la explotación (producción) del ambiente natural en relación a la habilidad del medio ambiente para regenerarse; en otras palabras, ¿hasta qué punto es sostenible el uso por una sociedad de sus recursos naturales?
El modelo trata a la explotación de la naturaleza como un fenómeno unitario, el cual puede variar en cantidad, pero nunca en cualidad. El modelo presume que la sobreexplotación resulta en una degradación ambiental, resultando en la disminución de la riqueza de la sociedad en general, que a su vez será resuelta por una restricción en el consumo de los plebeyos. Si esto conduce a que los ingresos de los plebeyos caiga por debajo de una subsistencia básica se producirá hambruna, dando lugar a una disminución de la población trabajadora y una espiral descendente en la producción social en general. Si no es regulado, este declive conduciría eventualmente al colapso de la sociedad.
Bastante cierto. Sin embargo, ni se menciona el hecho que en una sociedad de clases el patrón de explotación de la naturaleza está dictado ante todo por la élite para sus propias ganancias inmediatas, independientemente de si este patrón puede ser perjudicial para la sociedad en conjunto a largo plazo. La actual explotación desenfrenada de los combustibles fósiles es un ejemplo claro. Los autores sugieren que decisiones diferentes y más "racionales" pueden ser posibles. Sin embargo, debido a que el modelo no toma en consideración los intereses opuestos de las diferentes clases sociales, la única solución a la sobreexplotación de la naturaleza que puede ser envisionada es recortar el consumo, o reducir el tamaño de la población o las dos cosas.
Los autores descartan la innovación tecnológica como un medio de enfrentar las consecuencias negativas de la insostenible explotación de los recursos naturales, declarando que tal incrementada eficiencia es siempre superada por el aumento del consumo. Esta es la falacia de Thomas Malthus, tan ridiculizada por Marx, y en repetidas ocasiones refutada durante los dos últimos siglos.
El modelo HANDY hace mal uso del concepto ecológico de la "capacidad de carga"; es decir: la habilidad de un medio ambiente determinado de sostener a la población de una especie en particular a cierto nivel sin degradar al sistema. El modelo trata a la capacidad de carga de cada sociedad como algo fijo, produciendo un límite a la explotación de recursos naturales que, de ser excedido, causa degradación ambiental y económica. Esto es inapropiado para la sociedad humana.
Como criaturas sociales, los seres humanos pertenecemos a la naturaleza y nos oponemos a ella al mismo tiempo. Poseemos la habilidad de alterar nuestro medio ambiente a un grado cualitativamente más alto que cualquier otra especie. Los seres humanos han pasado de una población mínima de quizás unas pocas decenas de miles de personas (menos durante el "cuello de botella genético") durante el Pleistoceno a los miles de millones de individuos que hay actualmente. Es obvio que la "carga de capacidad" es una variable altamente dependiente, sujeta a cambios en los medios de producción (tecnología) y la organización social de la producción y distribución.
Sociedades particulares con sus tecnologías y organizaciones sociales dadas, sin duda, a veces, superan la capacidad de carga de sus entornos locales, lo que conduce a una crisis, sobre todo bajo el martillo del cambio climático (Ej. sociedades precontactadas del suroeste de América del Norte). Muchas sociedades resuelven tales desafíos con la innovación tecnológica (Ej., la transición de la tala y quema a formas más intensivas de agricultura, incluyendo la adopción de la irrigación). Colapsan aquellas sociedades que no pudieron hacerlo efectivamente (posiblemente la civilización Maya). Sin embargo, la inflexible aplicación de este concepto por el modelo HANDY tiende a distorsionar la complejidad de los ejemplos del mundo real y por lo tanto nos encarrila a interpretaciones incorrectas.
El patrón irracional de la explotación de recursos naturales y la mala asignación de la capacidad productiva se caracteriza en la sociedad contemporánea por el exceso de consumo por parte de una pequeña minoría y la disminución del consumo por parte de una creciente proporción de la población. Si bien el modelo reconoce las consecuencias negativas de esta desconexión, no analiza sus posibles causas o soluciones, con la excepción de proponer una disminución generalizada del consumo. En realidad, una disminución de la riqueza total no es lo que está impulsando la actual crisis del capitalismo, sino una asignación extremadamente inadecuada de esa riqueza.
A pesar de sus defectos irreparables, el modelo HANDY reconoce el hecho histórico de que las sociedades de clase, incluida la sociedad capitalista moderna, son evidentemente inestables y propensas a sufrir repetidas crisis y un posible colapso. De esta manera se pone en tela de juicio la explicación de las clases gobernantes y sus apologistas de que el capitalismo es la forma definitiva y mejor (o mejor posible) de la organización social humana.
El hecho de que tal modelo, con su admisión explícita de que la desigualdad y los antagonismos de clase son inherentes a las sociedades de clase, sea propuesto en el presente tiempo indica que ciertos sectores de la intelectualidad burguesa en las ciencias sociales reconocen que una gran crisis social está a la orden del día. Efectivamente, incluso antes de su publicación oficial, el artículo generó considerables críticas por sugerir que la actual sociedad se dirige hacia el colapse inevitable. Los autores respondieron de que el "equilibrio" puede ser alcanzado si se escogen opciones "racionales". En otras palabras, es posible introducir reformas.
La importancia del modelo HANDY es de esta manera tanto político como científico. Esta perspectiva sin clases, "en sí misma", de las variables sociales permite a los autores proponer la receta reformista liberal de que si sólo se adoptan medidas "racionales" adecuadas (léase, la manipulación aislada de las "variables independientes"), el equilibrio social puede lograrse.
Esta perspectiva se basa en el supuesto subyacente de que las dos clases (élite y plebeya) escogerían las mismas "opciones racionales". Sin embargo, como han demostrado Marx y otros, las sociedades capitalistas y precapitalistas (el feudalismo, y las antiguas sociedades esclavistas), los intereses en conflicto de varias clases derivan de la organización social de la producción y la distribución. Incluso cuando son ejecutados racionalmente, estos intereses crean contradicciones que son parte integral de sus respectivos sistemas. No son "opciones" que pueden ser modificadas a voluntad. Estas contradicciones conducen inevitablemente a tensiones y conflictos y comportamientos que son "irracionales", con respecto a la supervivencia social, económica o ambiental del sistema en su conjunto.
Las conclusiones reformistas del modelo acarrean una cierta línea política; la receta que los autores proponen para hacer frente la actual crisis mundial, basada en las lecciones que extraen de su modelo, es que "para alcanzar un equilibrio sostenible en una sociedad desigual, es necesario tener políticas que limiten la desigualdad y aseguren que las tasas de nacimiento permanezcan por debajo de niveles críticos"; esta es una perspectiva con la cual podría sentirse cómodo tanto un demócrata liberal como un fascista.