La conquista de Siria por parte de la milicia Hayat Tahrir al-Shan (HTS), vinculada a Al Qaeda, ha provocado celebraciones eufóricas en el entorno internacional de los partidos de clase media pablistas y corruptos. Estas organizaciones, que provienen de o estuvieron aliadas con la tendencia liderada por Michel Pablo y Ernest Mandel que rompió con el trotskismo en 1953, operan como voceros del imperialismo. Están continuando su promoción de la guerra de 14 años librada por EE.UU. y la OTAN en Siria como una revolución democrática.
Lo que está ocurriendo en Siria no es una revolución, sino una división reaccionaria del país dirigida por el imperialismo. El Estado sirio, que ha estado sometido a un asalto implacable durante más de una década, ha dejado de existir. Estados Unidos, Israel y Turquía persiguen despiadadamente sus intereses en su territorio. Washington y el ejército israelí han lanzado una campaña de bombardeos masivos para destruir las bases militares sirias. Los escuadrones de la muerte islamistas suníes de HTS publican vídeos de sus asesinatos de la minoría chií alauí.
Pero mientras el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu examina el genocidio de Gaza y el reparto de Siria presumiendo que “estamos cambiando la faz de Oriente Próximo”, la pseudoizquierda y los partidos pablistas están exultantes.
“El fin de la dinastía Asad ha de permitir los derechos de los pueblos y las minorías de Siria, la democracia y la justicia social”, escribió el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) pablista francés, añadiendo: “Nos alegramos del fin de su reinado”.
La tendencia morenista de la Liga Internacional de Trabajadores-Cuarta Internacional (LIT-CI) declaró: “La revolución siria ha derrotado a la dictadura tras 13 años de lucha”. Su rival Unidad Internacional de los Trabajadores-Cuarta Internacional (UIT-CI) declaró: “Apoyamos y declaramos nuestra solidaridad con el pueblo sirio y con este primer triunfo revolucionario”.
Corey Oakley, del partido australiano Alternativa Socialista, ha declarado: “De la noche a la mañana, Siria ha pasado de ser el Estado más despótico de Oriente Próximo al más libre. HTS se separó de Al Qaeda y se reestableció con su nombre actual en 2017. Durante muchos años, y especialmente en el transcurso de este levantamiento, ha hecho hincapié en la tolerancia hacia otros grupos religiosos y minorías...”.
Los partidos e individuos que emiten tales declaraciones, mientras los vídeos de los asesinatos de alauíes a manos de HTS se difunden en línea, están en una alianza de facto con Al Qaeda, Israel y el imperialismo estadounidense.
Los aviones de combate estadounidenses llevaron a cabo 75 ataques aéreos y los israelíes más de 400, con el objetivo de destruir la infraestructura militar de Siria, alistando al país para ser repartido entre los aliados de Estados Unidos. El Ejército Libre Sirio (ELS), apoyado por Turquía, está atacando a las fuerzas nacionalistas kurdas en el norte, con el objetivo de apoderarse de territorio y bloquear la formación de un Estado kurdo en la región. Israel se ha apoderado de la totalidad de los Altos del Golán y se ha comprometido a establecer una zona “estéril” entre el territorio sirio controlado por Israel y Damasco, la capital de Siria.
Lo que está ocurriendo hoy en Siria es el amargo fruto de más de una década de mentiras de los partidos proimperialistas de la pseudoizquierda. Durante casi 14 años, desde que los levantamientos de la clase obrera derrocaron a los regímenes egipcio y tunecino en 2011, han apoyado a las milicias terroristas islamistas suníes reaccionarias, respaldadas por el imperialismo, en una guerra de cambio de régimen en Siria, con el pretexto fraudulento de que se trataba de una revolución democrática.
“La revolución siria de 2011 fue la de mayor alcance de todas las revueltas árabes”, afirma Oakley, pero “la despiadada estrategia de Bashar al Asad para mantener su régimen —de masacrar a medio millón de personas, arrasar ciudades, encarcelar y torturar a decenas de miles, obligar a millones a exiliarse— llegó a encarnar el aplastamiento de todos los sueños de democracia y libertad que animaron la revolución árabe en sus primeros meses”.
Oakley, que en 2011 acuñó el término “antiimperialismo irreflexivo” para denunciar a quienes se oponían a la intervención imperialista en Siria desde la izquierda, atribuye la guerra en Siria a la negativa de Washington a suministrar suficientes armas a los islamistas:
Estados Unidos se negó a proporcionar el armamento que pedían los rebeldes, que les habría permitido derrotar al régimen. También impidió que otros Estados proporcionaran esas armas. Esta traición no impidió que la revolución siria fuera calumniada por muchos de los llamados antiimperialistas de la izquierda occidental, que desestimaron vergonzosamente las aspiraciones sirias de liberarse de la dictadura como poco más que un complot de la CIA y el Mosad...
Sin embargo, a pesar de todo, y aparentemente contra toda esperanza, Asad se ha ido de repente. En menos de dos semanas, una ofensiva rebelde que comenzó en la ciudad norteña de Alepo se transformó en un extraordinario levantamiento nacional que derrotó al régimen.
Si Asad fue derrocado “de repente” y “contra toda esperanza” por HTS, es porque en realidad Alternativa Socialista y sus aliados sabían que la rebelión siria tenía una base popular muy limitada. Ellos mismos se vieron sorprendidos cuando, tras una ofensiva de dos semanas de HTS en el norte de Siria, el régimen de Asad se derrumbó y de repente le entregó el poder. La imagen que pintaron de Asad movilizando al ejército, la fuerza aérea y armas químicas para masacrar una revolución de millones de personas era un cuento de hadas político.
Hubo levantamientos de la clase trabajadora en Egipto y Túnez en 2011. La ola de huelgas y protestas, que movilizaron a trabajadores de todos los orígenes étnicos y religiosos, condujo a sangrientos enfrentamientos con la policía antidisturbios. A los trabajadores no se les ocurrió pedir armas al imperialismo estadounidense, porque Washington estaba armando a los regímenes egipcio y tunecino contra ellos. Sin embargo, los regímenes cayeron cuando el ejército no obedeció las órdenes de disparar contra el pueblo y cuando la economía se paralizó cuando millones de trabajadores se declararon en huelga.
La “rebelión” siria, organizada a raíz de la guerra de la OTAN para cambiar el régimen de Libia utilizando fuerzas islamistas, tuvo un carácter muy diferente. Estuvo dirigida primero por milicias islamistas sectarias, y más tarde también por milicias nacionalistas kurdas, atacaban y se fugaban o realizaban bombardeos terroristas y, en última instancia, invasiones desde bases en Estados vecinos aliados con Estados Unidos, como Turquía o Jordania.
La repugnante tarea de promover esto como una “revolución” quedó en manos de los pablistas y el resto de la pseudoizquierda. Al unirse a la causa de los “rebeldes” sirios, los pablistas, como siempre, falsificaron o ignoraron la cuestión de qué fuerzas de clase estaban implicadas y cuál era el programa político y la dirección del movimiento. En el transcurso de la guerra siria, los pablistas se integraron completamente en el entorno de la política exterior imperialista.
Esta integración fue demostrada en su forma consumada por Gilbert Achcar, del NPA. En 2011, se jactó de haberse reunido con dirigentes del Consejo Nacional Sirio, respaldado por la CIA, para asesorarles sobre la estrategia de la guerra. Ahora, como asesor a sueldo del ejército británico, Achcar aplaude la división de Siria al tiempo que advierte del peligro de que la oposición popular estalle también contra las fuerzas del HTS.
“Al observar los asombrosos acontecimientos históricos que se han desarrollado desde el pasado viernes, lo primero que me vino a la mente fue alivio y alegría”, escribió Achcar el 11 de diciembre, aunque añadió: “Los propios residentes de la región de Idlib se manifestaron hace solo ocho meses contra la tiranía de HTS, exigiendo el derrocamiento de al-Golani, la disolución de sus aparatos represivos y la liberación de los detenidos en sus prisiones”.
En realidad, los pablistas sirvieron durante toda la guerra como porristas de las fuerzas reaccionarias, promoviéndolas falsamente como revolucionarias. Negaron la política proimperialista de los “rebeldes”, presentaron al Ejército Sirio Libre (ESL) como una fuerza laica y afirmaron que los trabajadores estaban construyendo Comités Locales de Coordinación (CLC) revolucionarios. En realidad, los “rebeldes” sirios estaban financiados por los jeques del petróleo del golfo Pérsico y la CIA, a través de programas que más tarde se hicieron públicos, como la Operación Timber Sycamore.
La victoria de la “rebelión” siria hoy refuta definitivamente sus mentiras propagandísticas al respecto. No hubo ataques masivos. Los CLC no aparecieron por ninguna parte. El ELS se alió con el régimen islamista del presidente turco Recep Tayyip Erdogan para librar una guerra étnica contra los kurdos. Y el derrocamiento de Asad fue dirigido por Al Qaeda, en alianza con Washington y el régimen genocida de Israel. Los pablistas lo apoyan con base en esto.
El reparto de Siria es una confirmación mordaz de las advertencias que el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) hizo sobre la guerra siria y el papel de los partidos pablistas, que representan a capas proimperialistas de la clase media acomodada y que utilizan frases democráticas para promover los intereses materiales del 10 por ciento más rico de la sociedad.
En 2013, el World Socialist Web Site examinó una petición internacional a favor de la guerra siria redactada por la ahora disuelta Organización Socialista Internacional (ISO, por sus siglas en inglés) en el Foro Social Mundial de Túnez y firmada por sus partidarios académicos. Este foro, señalamos, “ofreció a los partidos pseudoizquierdistas de clase media la oportunidad de codearse, compartir tragos y discutir intereses y estrategias con decenas de agentes de inteligencia del Estado y políticos burgueses establecidos”.
En respuesta a la promesa de la petición de “recordarle al mundo” que la guerra en Siria fue “una revolución popular por la libertad y la dignidad”, escribimos:
Si el mundo necesita que se lo “recuerden”, es porque la sangrienta carnicería llevada a cabo en Siria por los mercenarios respaldados por el imperialismo durante los últimos dos años no se parece en nada a una “revolución popular” ni mucho menos a una por la “libertad y la dignidad”...
El propio Gobierno estadounidense ha informado que, en diciembre, Al Nusra [nombre anterior de HTS] había llevado a cabo casi 600 bombardeos terroristas que mataron a miles de civiles sirios. Las propias fuerzas de la oposición han declarado a los principales medios de comunicación que están saqueando y destruyendo fábricas, como plantas farmacéuticas y graneros en los alrededores de Alepo. Son responsables de masacres sectarias, como la de Houla hace un año...
No hay ningún gran misterio incomprensible sobre lo que está sucediendo en el Mediterráneo oriental y el Levante. La guerra siria es el último capítulo de los esfuerzos del imperialismo estadounidense, con el apoyo de sus clientes ultrarreaccionarios de los Estados del golfo Pérsico, para llevar a cabo violentamente una reestructuración de la política de Oriente Próximo y Asia central.
La entrega del poder por parte de Asad a las fuerzas de Al Qaeda también confirma la oposición irreconciliable del CICIA al nacionalismo burgués y al estalinismo. Expone la traición del régimen nacionalista baasista sirio y la bancarrota de los regímenes ruso e iraní, que durante un tiempo apoyaron militarmente a las fuerzas de Asad contra la embestida de las milicias islamistas respaldadas por las potencias de la OTAN y los Estados del golfo Pérsico. Conocían perfectamente las negociaciones de Asad con la Liga Árabe y con los responsables de la oposición siria que preparaban la entrega de Siria a Al Qaeda.
Tanto la clase obrera rusa como la iraní tienen un pasado revolucionario, en las revoluciones rusa de 1917 e iraní de 1979, y ambos regímenes son profundamente hostiles a estas revoluciones. El lema del presidente ruso Vladímir Putin, sentado en la cima de la cleptocracia capitalista surgida de la disolución de la Unión Soviética a manos de la burocracia estalinista en 1991, es: “¡Dios nos libre, ya tuvimos suficientes revoluciones en el siglo XX!”.
Por muy indudablemente reaccionario que fuera el régimen de Asad, el CICI asignó la tarea de su derrocamiento a la clase obrera siria, no a los regímenes capitalistas regionales reaccionarios aliados del imperialismo.
Las fuerzas pablistas que aclaman la división de Siria, por otra parte, son despreciables propagandistas del imperialismo. Incluso cuando admiten brevemente el carácter reaccionario de las fuerzas de Al Qaeda a las que apoyan para barnizar levemente su alineamiento con el imperialismo estadounidense, proceden a apoyar a estas fuerzas de todos modos.
Oakley admite que Siria está “marcada por profundas cicatrices y controlada por las milicias” y se enfrenta a “enormes problemas que resolver y obstáculos que superar”. Uno de ellos, admite de repente Oakley, es el carácter reaccionario y represivo de las fuerzas islamistas suníes que promueve: “HTS ha controlado durante años Idlib, en el noroeste. Durante ese tiempo, reprimió protestas, pero nada ni remotamente a la escala de lo que han sido culpables el régimen de Asad o el Estado Islámico”.
Se puede construir un movimiento que unifique a los trabajadores de diferentes orígenes étnicos y religiosos en Siria contra el imperialismo y la reacción capitalista. El inmenso poder de la clase obrera internacional, visto en los levantamientos en Egipto y Túnez de 2011, puede y debe movilizarse para detener el descenso hacia la guerra mundial y el genocidio.
Esto requiere, sin embargo, un ajuste de cuentas político con los charlatanes pablistas que desmoralizan las protestas contra el genocidio de Gaza y ahora aplauden la división de Siria. Se hacen pasar por opositores al genocidio pero apoyan al ejército israelí mientras dispara los mismos misiles y proyectiles contra la población indefensa de Siria. Los trabajadores y la juventud solo pueden detener la guerra imperialista movilizándose independientemente en una lucha basada en una perspectiva socialista, internacionalista y revolucionaria.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 11 de diciembre de 2024)