El 4 de diciembre, Brian Thompson, director ejecutivo de la gigantesca aseguradora médica UnitedHealthcare (con US$273,7 millones en activos), fue matado a tiros en Midtown, Manhattan. El lunes, fue arrestada una “persona de fuerte interés” en el caso en Pennsylvania, alguien que según la policía local “tiene animadversión hacia el empresariado estadounidense”.
El asesinato de Thompson se ha convertido en un importante foco de atención social y político en los Estados Unidos. Ha sacado a la luz ciertas realidades sobre la vida estadounidense generalmente enterradas al interior de los medios de comunicación bajo una tonelada de autoengaños, mentiras y estupideces.
En primer lugar, la reacción popular al tiroteo ha revelado una ira generalizada contra el sistema privado de seguros de salud, en particular, y los gigantes corporativos, en general. Tomando prestado de lo que escribimos hace algunos años, el incidente “deja en claro ... cuán odiado es el capitalismo en Estados Unidos. ¿Y por qué no? ¿Quién está más íntimamente familiarizado con su funcionamiento que la población estadounidense? Por supuesto, solo un pequeño número es consciente de cuánto desconfía y desprecia el sistema social actual y ha pensado en sus implicaciones”.
Un artículo llamativo de primera plana en el Wall Street Journal esta semana, titulado “La cacería del asesino del director ejecutivo de UnitedHealthcare se encuentra con un obstáculo inesperado: simpatía por el atacante”, señaló que “las autoridades están lidiando con un desafío imprevisto: una efusión de simpatía popular por el asesino”.
Desde los foros en línea y redes sociales hasta las calles de Manhattan, la gente ha estado celebrando al sospechoso como un héroe cuasi popular que asestó un golpe contra una institución detestable: el sistema de salud con fines de lucro de la nación.
Los medios de comunicación están repentinamente llenos de artículos que no había considerado apropiado publicar anteriormente, relatando las historias de horror de aquellos cuyo tratamiento médico fue retrasado, negado o socavado de alguna manera por corporaciones como UnitedHealthcare. Ni una docena de perspectivas del WSWS bastaría para resumir los detalles. Las redes sociales también han estado inundadas de historias de pesadilla.
Una mujer informó haber combatido a una empresa de seguros cuando estaba embarazada de nueve meses y su hijo de un año estaba en el hospital con un tumor cerebral potencialmente mortal. Otra recibió una factura, porque mientras sufría un dolor insoportable, la habían enviado a un hospital “fuera de la red”, y “era más de lo que pagamos por la casa en la que vivimos, y probablemente nos iba a tomar, no sé, 20 a 30 años pagar esta factura del hospital”. La familia se declaró en bancarrota. Un tercero: “Hoy estoy pensando en el momento en que United Healthcare decidió repentinamente dejar de pagar mi quimioterapia y no se molestó en decírmelo, por lo que las enfermeras tuvieron que decírmelo cuando me registré en el centro oncológico para mi próximo tratamiento”. La lista de tragedias no tiene fin.
Según varios informes, las facturas médicas son la principal causa de las bancarrotas personales en los EE.UU. “Un estudio afirmó que el 62,1 por ciento de las bancarrotas fueron causadas por problemas médicos” (The Balance). Decenas de miles de personas mueren en los Estados Unidos cada año como resultado de la falta de un seguro médico. ¿Cuántas más mueren por los rechazos o retrasos de las compañías de seguros o por el estrés a largo plazo de tener que preocuparse por su salud?
La élite gobernante y sus medios de comunicación se han puesto nerviosos por el asesinato de Thompson y la reacción popular. Ha habido una cobertura ininterrumpida desde el miércoles pasado por la mañana. En parte, este es un intento de los medios de comunicación, como es su costumbre, de distraer de la guerra, la desigualdad social y el peligro del fascismo. Pero, lo que es más importante, refleja una ansiedad auténtica y profunda sobre la hostilidad e ira hacia los multimillonarios, a quienes se percibe como los dueños de todo, que manejan todo y que se roban todo.
La reacción de la élite refleja un sentimiento de culpa colectiva. Los ejecutivos de las corporaciones gigantescas, quienes están ocupados organizando nuevas medidas de seguridad y atrincherándose como nunca antes, saben que son despreciados. Deben anticipar cada vez más que serán objeto de ataques.
Es posible que los estados de ánimo terroristas crezcan en la situación política actual, especialmente entre los jóvenes. La campaña electoral y los resultados del voto fueron sombríos para los más vulnerables o impresionables. Hubo dos candidatos patronales a la cabeza de partidos de guerra, violencia y represión, y ahora el panorama de una horrible Administración de Trump. La política oficial es repugnante más allá de las palabras, al estar dominada por figuras viciosas, derechistas, militaristas y chovinistas, sin ningún remedio aparente en el horizonte.
Millones sienten que no tienen una salida para manifestar sus sentimientos e intereses, como lo indica la situación actual y la efusión de emociones. Un movimiento concertado y políticamente consciente de la clase trabajadora debe mostrarles una salida al estancamiento actual. Los actos individuales de violencia no cambiarán la situación en lo más mínimo y solo aumentarán la represión estatal.
El terrorismo, como argumentó Rosa Luxemburgo en 1905, refiriéndose a la situación en Rusia,
nació históricamente del pesimismo, de la pérdida de fe en la posibilidad de un movimiento político de masas... Básicamente se oponía a [la idea de] un movimiento de masas de la clase trabajadora.
El terrorismo, añadió,
estaba destinado a tener un efecto más soporífero y paralizante, en lugar de despertar la acción, a pesar de que podría evocar fuertes sentimientos de satisfacción moral en cada caso individual.
En efecto, continuó la gran revolucionaria polaca-alemana, los actos de venganza llevados a cabo por los terroristas
invariablemente despertaban esperanzas y expectativas ambiguas, especialmente entre los elementos más confundidos y vacilantes, de que podían confiar en el brazo invisible y milagroso de los “vengadores” terroristas.
El incidente con Thompson también ha revelado inmensas e insoportables paradojas en la sociedad estadounidense. ¡Qué horriblemente atrasado y primitivo es este país en muchos sentidos!
Existe una contradicción abrumadora entre la abundancia tecnológica y las terribles insuficiencias culturales e intelectuales.
Aquí estamos, tras un cuarto del siglo XXI, y una sociedad avanzada permite que las empresas y los individuos se aprovechen de los enfermos y los que sufren para lucrar de ellos y beneficiarse personalmente. Los directores ejecutivos de las seis mayores aseguradoras nacionales ganaron un total combinado de $122.970.614 en compensación total en 2023. El director de UnitedHealth Group, Andrew Witty, fue remunerado $23,5 millones el año pasado. ¡No es de extrañar que sus víctimas los vean como chupasangres!
La industria de la salud utiliza la inteligencia artificial para abusar y atormentar aún más a las personas. Se han introducido “tecnologías de automatización y predicción”, según un subcomité del Senado de los Estados Unidos el verano pasado, para aumentar las tasas de denegación de atención a las personas mayores.
La situación política en Estados Unidos es compleja y muchas personas están confundidas. Pero innumerables encuestas y sondeos demuestran que hay desconfianza, aversión e incluso odio hacia las compañías aseguradoras y farmacéuticas, los grandes bancos, Wall Street, los ricos, etc. Todo esto va en contra de la fantasía de que el pueblo estadounidense está enamorado de los multimillonarios, Musk, Bezos y el resto de sinvergüenzas.
Sin duda, muchos de los que ahora responden con hostilidad e incluso furia a las atroces actividades de las compañías de seguros y sus directores oligarcas votaron por Donald Trump hace poco más de un mes. Independientemente de lo que estos imbéciles reaccionarios superricos puedan pensar, van a provocar una tormenta de oposición y resistencia.
La crítica de Luxemburgo al terrorismo también es la nuestra. Explicó que tales acciones debilitan
la comprensión clara de la necesidad absoluta y la importancia excepcionalmente decisiva de un movimiento de masas populares, una revolución de masas del proletariado.
La clase dominante en Estados Unidos ha demostrado ser incapaz de proporcionar incluso la más mínima protección a la vida y la salud. Obamacare, redactado en estrecha consulta con las compañías de seguros y las farmacéuticas, fue un fraude, una bonanza para las aseguradoras médicas que no hicieron nada para detener el aumento de los costos de la atención médica y el desastre de salud pública en general.
Durante la pandemia de COVID, se ha permitido que más de 1 millón de personas mueran para mantener las ganancias corporativas y el mercado de valores a flote. La salud pública y la salud del público se encuentran en un estado terrible. La esperanza de vida disminuyó 2,4 años en los dos primeros años de la pandemia; todavía no se ha recuperado a los niveles anteriores al COVID-19. Una élite gobernante que permitiría la muerte innecesaria de masas de sus ciudadanos es capaz de cualquier cosa.
Como todo lo importante en la vida, la medicina y la salud están implacablemente marcadas por la estratificación social y los niveles de desigualdad de la riqueza.
Solo el socialismo, el gobierno de la clase trabajadora basado en los principios de la igualdad social, puede resolver los problemas actuales.
El pueblo estadounidense y todos los pueblos tienen derecho a una atención médica de alta calidad.
La respuesta a la crisis actual radica en poner fin a las corporaciones privadas de la salud, que obtienen casi $300 mil millones en ganancias anuales, y establecer un sistema de salud totalmente socializado. ¡El fin de los hospitales con fines de lucro, las aseguradoras médicas y las compañías farmacéuticas! Huelgan los recursos para proporcionar los servicios médicos de la mejor calidad, de forma gratuita y de fácil acceso para todos los seres humanos.
Al mismo tiempo, es necesario invertir decenas de miles de millones en las instalaciones existentes y nuevas y en la capacitación de nuevos médicos, enfermeros y otros proveedores de atención médica. Los derechos básicos de la población incluyen el derecho a la atención preventiva gratuita, a los medicamentos recetados, a atención en salud mental y a todas las pruebas y procedimientos avanzados, y el derecho al aborto, que crítico y uno de los derechos civiles, políticos y culturales más importantes de la mujer. La deuda personal existente y acumulada por gastos médicos exorbitantes e indignantes debe ser abolida.
Todo esto puede y debe ser logrado por una clase trabajadora políticamente consciente, poniendo fin al sistema capitalista y su subordinación irracional y destructiva de la vida humana al lucro.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de diciembre de 2024)