Las elecciones presidenciales estadounidenses de 2024 se están desarrollando en condiciones de crisis sin precedentes y un colapso social. Hay un sentido generalizado de que el sistema político es disfuncional, incapaz de responder a las necesidades del pueblo y se dirige a un conflicto violento en el país.
A solo 72 horas del día de las elecciones, el clima político está plagado de rumores conspirativos. Se espera que el resultado de las elecciones no será concluyente y, cualquiera que sea el total de votos, Trump y sus conspiradores fascistas no aceptarán un resultado desfavorable. El nivel de incertidumbre y amenaza que rodea el proceso electoral refleja el alcance del colapso de la democracia estadounidense.
Es evidente que la cultura política de los Estados Unidos ha tocado fondo. El flujo de consciencia semicoherente de inmundicia chovinista de Trump se orienta a todo lo degradante y reaccionario en la sociedad estadounidense. Kamala Harris personifica el cinismo y la hipocresía de un partido que recurre a los lugares comunes, clichés y tropos de la política de identidades para encubrir los intereses de la élite empresarial-financiera y las conspiraciones de las agencias de inteligencia. Su defensa del imperialismo estadounidense, principalmente su apoyo al genocidio en Gaza, la desenmascara como representante de una oligarquía capitalista criminal.
La idea de un “mal menor” en este contexto es un absurdo. Mientras un candidato promueve el fascismo, la otra candidata presenta una plataforma que incluye el apoyo a la guerra y el genocidio. En estas condiciones, no hay un mal mayor o menor en estas elecciones, sino dos caminos hacia la catástrofe. A pesar de todo el embrollo, las divisiones entre Trump y Harris son insignificantes en comparación con el abismo entre ambos partidos y la clase trabajadora.
Los problemas profundos que afectan la vida de millones de personas son sistemáticamente ignorados en esta campaña. Esto se debe a que todos comparten la misma causa fundamental, defendida incondicionalmente por toda la élite política: el sistema capitalista de ganancias. Además, ninguno de los problemas que enfrentan los trabajadores en los Estados Unidos puede abordarse fuera de un movimiento global de la clase trabajadora. Las elecciones de 2024 plantean claramente dos alternativas: la barbarie capitalista o la reconstrucción de la sociedad sobre bases socialistas.
1. La escalada hacia una guerra nuclear
Las elecciones se están desarrollando cuando se intensifica la guerra global en curso. A puerta cerrada, hay discusiones sobre su expansión masiva, quienquiera que esté en la Casa Blanca. Miembros prominentes de la oligarquía, como el director ejecutivo de JP Morgan Chase, Jamie Dimon, declaran que “la Tercera Guerra Mundial ya comenzó”. Estados Unidos está invirtiendo una cantidad sin precedentes de 1,7 billones de dólares en la modernización de su arsenal nuclear, un compromiso bipartidista que continuará independientemente del resultado de las elecciones.
La prioridad de los cuatro años de Biden ha sido la guerra: en primer lugar, la instigación de la guerra contra Rusia en Ucrania y, en segundo lugar, el genocidio en Gaza, ambos totalmente respaldados por Harris. Dado el envío ilimitado de armas estadounidenses a Israel con el pleno apoyo tanto de los demócratas como de los republicanos, son cómplices de la masacre de decenas de miles en Gaza y Cisjordania. Una gran escalada de la guerra contra Irán podría producirse incluso en las semanas entre las elecciones y el día de la toma de posesión en enero. El Pentágono anunció el viernes que la Casa Blanca ha ordenado el despliegue de fuerzas militares estadounidenses adicionales en Oriente Próximo, incluyendo bombarderos B-52, aviones de combate y destructores de la Marina.
No es nada menos que ridículo que Trump, quien ha pedido la “destrucción” de Irán y que Israel “termine el trabajo” en Gaza, se presente como un oponente de la guerra.
La guerra mundial requiere la subordinación de todos los recursos de la sociedad a ella. El artículo principal en el número más reciente de Foreign Affairs, una publicación líder de la estrategia geopolítica de los Estados Unidos, aparece bajo el título “El retorno de la guerra total”. La autora, Mara Karlin del think tank Brookings Institution, escribe:
Tanto en Ucrania como en Oriente Próximo, lo que ha quedado claro es que el alcance relativamente moderado que definió la guerra durante la era posterior al 11 de septiembre se ha ampliado drásticamente. La era de guerras limitadas ha terminado; ha comenzado una era de conflicto integral. De hecho, lo que el mundo está presenciando hoy es similar a lo que los teóricos en el pasado han llamado “guerra total”, en la que los combatientes recurren a vastos recursos, movilizan sus sociedades, priorizan la guerra sobre todas las demás actividades estatales, atacan una amplia variedad de objetivos y reconfiguran sus economías y las de otros países.
La “priorización de la guerra sobre todas las demás actividades estatales” significa el sometimiento despiadado de la clase trabajadora a la guerra. Todo ha de ser sacrificado ante el altar de la guerra y los vastos recursos necesarios para librarla.
2. La crisis económica, la desigualdad social y la oligarquía
Un factor clave en las operaciones cada vez más despiadadas del imperialismo es la intensificación de la crisis del capitalismo estadounidense. La deuda estadounidense se ha disparado a casi 36 billones de dólares. El precio del oro alcanzó niveles récord, lo que refleja intensas presiones sobre el dólar.
La clase dominante ha tratado de contener la crisis económica a través de una serie de rescates masivos de los bancos, como en 2008 y en 2020, el primer año de la pandemia. Esto solo ha reproducido la crisis a un nivel superior, al tiempo que ha contribuido a un enorme aumento de la desigualdad social.
La concentración de la riqueza en los Estados Unidos ha alcanzado niveles grotescos. Una pequeña élite controla más riqueza que la mitad más pobre de la población. La riqueza de los milmillonarios estadounidenses es ahora de más de 5,5 billones de dólares, un aumento de casi el 90 por ciento desde el comienzo de la pandemia. La extrema concentración de la riqueza es defendida por ambos partidos, y las campañas electorales de Harris y Trump reciben sumas de dinero sin precedentes de los ricos.
La inflación ha erosionado los salarios reales, haciendo que los bienes esenciales, desde los alimentos hasta la vivienda, sean inasequibles para millones. Cerca de un tercio de todos los hogares y la mitad de los hogares de inquilinos gastan más del 30 por ciento de sus ingresos en vivienda. La deuda total de los consumidores asciende a casi $18 billones, un récord, incluyendo $1.75 billones en deuda de préstamos estudiantiles.
La clase trabajadora se enfrenta a una crisis social masiva que incluye despidos, cierres de escuelas y un sistema de salud al borde del colapso. En materia de educación, la reciente expiración de los fondos de emergencia ha provocado el despido de educadores y el cierre de escuelas, lo que ha afectado a millones de estudiantes.
3. El fascismo y la amenaza de un a dictadura militar-policial
A través de la campaña de Trump, el Partido Republicano está desarrollando un movimiento político que está adquiriendo un carácter más abiertamente fascista. En la política estadounidense, se están normalizando el genocidio, la guerra nuclear y el fascismo.
De hecho, la jornada electoral del 5 de noviembre marcará solo un momento en una crisis cada vez más profunda de todo el sistema político. Trump ya está promoviendo la narrativa de una “elección robada”. Está incitando a la violencia y conspirando para rechazar, a través de casos legales y acciones de los gobiernos estatales y locales, cualquier resultado que no conduzca a su victoria. Si es elegido, Trump ha amenazado con desplegar el ejército contra “el enemigo interno” y organizar la deportación de decenas de millones de inmigrantes.
En las últimas semanas, Harris se refirió ocasionalmente a Trump como un “fascista”, pero esto se abandonó rápidamente. El foco de los demócratas, como lo expresó Harris en su “ argumento final” esta semana, es mantener la “unidad” con los republicanos para reprimir la oposición en el país y librar la guerra en el extranjero. Su preocupación principal no es el crecimiento de la derecha fascista, sino el colapso de todo el sistema político y el peligro de un movimiento desde abajo.
Ambos partidos están profundamente implicados en el desmantelamiento de los derechos democráticos y el giro a la dictadura. El Gobierno de Biden-Harris ha supervisado una ola de arrestos y expulsiones de estudiantes que se han manifestado contra el genocidio israelí en Gaza. Ambos partidos apoyan la militarización del Estado para sofocar la disidencia, reprimiendo las protestas contra la guerra o movilizando a la policía contra trabajadores en huelga.
4. La pandemia de COVID-19 y el colapso ambiental
Han pasado casi cinco años desde el comienzo de la pandemia de COVID-19, la mayor crisis social y sanitaria de la era moderna. En las últimas elecciones de hace cuatro años, la pandemia de COVID-19 fue el tema central: el foco de la agitación fascista de los republicanos y las promesas de “seguir la ciencia” de los demócratas. En estas elecciones, la pandemia continua ha sido completamente ignorada y solo se menciona en tiempo pasado, incluso cuando cientos de personas mueren todos los días.
El número de muertos desde las últimas elecciones es asombroso: en el país más de 1,2 millones de estadounidenses han muerto por causas relacionadas con el COVID-19, incluyendo más de 400.000 muertes bajo Trump (hasta enero de 2021) y más de 800.000 bajo Biden. Esta cifra es parte de una cifra global de 24 millones de muertes en los últimos cuatro años. Decenas de millones de personas en los Estados Unidos, según cifras oficiales, padecen COVID persistente.
Este nivel colosal de mortalidad y morbilidad es la consecuencia directa de la política de la clase dominante. El Gobierno de Biden-Harris implementó completamente la política criminal de “inmunidad colectiva” de Trump, y en mayo de 2023 permitió la expiración de los fondos de emergencia por el COVID-19, dejando a los hospitales y clínicas abrumados, con poco personal y con fondos insuficientes.
Al mismo tiempo, el cambio climático está provocando desastres ecológicos sin precedentes, incluidos dos grandes huracanes que han golpeado los Estados Unidos en los últimos dos meses, produciendo inundaciones devastadoras. Los científicos advierten de una crisis creciente y existencial, pero ninguno de los dos partidos abordará el problema de manera seria, ya que cualquier respuesta auténtica al cambio climático amenazaría los intereses de las corporaciones que los financian. Los demócratas han abandonado incluso sus gestos simbólicos, mientras que los republicanos descartan abiertamente el cambio climático como un engaño.
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El sistema político en los Estados Unidos es completamente esclerótico y antidemocrático. Todos los aspectos de su estructura, desde las leyes de acceso a la boleta para partidos menores, hasta la dominación del dinero y el papel de los medios corporativos, están diseñados para excluir sistemáticamente cualquier expresión genuina de los intereses de la clase trabajadora.
Durante el último año, ha habido poderosas manifestaciones de ira y oposición social masiva. Millones han protestado por el genocidio israelí en Gaza respaldado por Estados Unidos. Los trabajadores han lanzado huelgas en industrias críticas, incluida la huelga en curso de 33.000 trabajadores de Boeing, una importante contratista militar y empresa aeroespacial, que el aparato sindical está buscando desesperadamente finalizar antes del día de las elecciones.
La cuestión más importante es la construcción de una dirección política socialista en la clase trabajadora. La crisis debe abordarse desde su raíz, y la raíz de la crisis es el sistema capitalista de ganancias. Y en una era de corporaciones transnacionales, una guerra imperialista global y una pandemia global, no hay soluciones nacionales. La clase obrera internacional es la fuerza más poderosa del planeta, pero debe estar armada con un programa político que articule sus intereses reales.
El Partido Socialista por la Igualdad, como parte del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, está encabezando la lucha por el establecimiento de la independencia política de la clase trabajadora sobre la base de un programa y políticas socialistas.
Insiste en que la única forma de avanzar es que la clase trabajadora rompa con el Partido Demócrata y el Partido Republicano y construya un movimiento político independiente, basado en un programa internacional, anticapitalista y socialista. La oposición a la desigualdad, la guerra y la dictadura requiere la conquista del poder político por parte de la clase trabajadora, en los Estados Unidos y en todo el mundo, y la reorganización completa de la sociedad.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 1 de noviembre de 2024)