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Perspectiva

Después de que Macron convocara elecciones anticipadas, ¿cuál es el camino para combatir el neofascismo y la guerra?

Cientos de miles marcharan hoy contra la extrema derecha en ciudades de toda Francia, después de que el presidente Emmanuel Macron reaccionara al incremento del voto a la extrema derecha en las elecciones europeas del 9 de junio disolviendo el Parlamento francés y convocando elecciones anticipadas el 7 de julio. Se está expandiendo el desconcierto entre los trabajadores y jóvenes ante el crecimiento de la Agrupación Nacional (RN, todas las siglas en francés) neofascista.

La líder de la ultraderecha francesa Marine Le Pen se pronuncia junto a Jordan Bardella, presidente de la Agrupación Nacional de extrema derecha, en el cuartel general del partido para la noche electoral.

Inmediatamente después de que se anunciara la elección, Jean-Luc Mélenchon, el líder de Francia Insumisa (LFI) anunció la creación de un “Nuevo Frente Popular”. Esta es una trampa política para aquellos que buscan detener el surgimiento de la ultraderecha y del militarismo propio de un Estado policial. Su objetivo es bloquear una lucha por el socialismo subordinando a los trabajadores a una alianza ruinosa con los partidos del régimen capitalista como el Partido Socialista burgués (PS), el Partido Comunista Francés (PCF), y los verdes. Estos partidos corruptos tan solo pueden conducir a sus seguidores a un desastre.

Hablando de su alianza con el PS y el PCF, Mélenchon dijo el 10 de junio:

Hablamos hoy para enfrentar la situación histórica del país después de los resultados de las elecciones europeas y la disolución de la Asamblea Nacional. Pedimos la constitución de un nuevo frente popular que reúna en una forma sin precedentes a todas las fuerzas humanistas, sindicales, no gubernamentales y ciudadanas de izquierdas.

Por primera vez desde la caída del régimen colaboracionista nazi de Vichy en 1944, la extrema derecha está a punto de formar un Gobierno en Francia. Se está acercando cada vez más al poder cuando las potencias de la OTAN respaldan un genocidio en Gaza y emprenden su primera guerra contra Rusia desde la guerra de aniquilación nazi contra la Unión Soviética.

Macron ha convocado estas elecciones justo después de las elecciones anticipadas del 4 de julio en Reino Unido y antes de una cumbre de guerra de la OTAN el 9 de julio en Washington. Esta cumbre discutirá los planes de Macron y otros funcionarios para intensificar la guerra de la OTAN con Rusia en Ucrania. A estos planes se opone el 70 por ciento de la población en Francia y el 80 por ciento en Alemania. Macron pretende utilizar las elecciones anticipadas para preparar a la élite política para librar una guerra contra la oposición de la clase trabajadora en el país, de modo que pueda librar una guerra imperialista en el extranjero.

Mélenchon promete que su coalición del Frente Popular ahora “avanzará un programa que hace una ruptura limpia, enumerando las medidas que se tomarán durante los primeros 100 días del Gobierno del Frente Popular. Nuestro objetivo es gobernar para responder a las emergencias democráticas, ecológicas y sociales y por la paz”.

Pero el Frente Popular de Mélenchon no es una fuerza de paz y democracia. Su perspectiva es la de un Gobierno que defiende las relaciones de propiedad capitalistas, haciendo valer los intereses del imperialismo francés. Vincula a los trabajadores y jóvenes con el PS, que apoya la austeridad y la guerra con Rusia bajo el pretexto de “ayudar a Ucrania”, y cuyo historial de vínculos con la extrema derecha se remonta al excolaboracionista nazi François Mitterrand que fundó el partido en 1971.

El término “Frente Popular” se asocia con las peores traiciones a la clase trabajadora. En la década de 1930, apoyó las calumnias estalinistas contra Trotsky en los Juicios de Moscú y bloqueó una lucha de la clase obrera por el poder y por el socialismo durante la huelga general francesa de 1936. Los parlamentarios liberales y socialdemócratas del Frente Popular francés votaron finalmente en su mayoría a favor de conceder poderes dictatoriales al líder del régimen de Vichy, Philippe Pétain, en 1940.

El primer desafío para luchar contra el resurgimiento de la extrema derecha es explicar cómo sucedió. ¿Cómo es que, en el que se consideraba por mucho tiempo uno de los países más izquierdistas de Europa, donde se desarrolló un movimiento masivo de resistencia armada contra el régimen de Vichy en la clase trabajadora, los herederos políticos de Vichy están a punto de tomar el poder?

No es que hayan surgido organizaciones paramilitares fascistas de masas como las camisas pardas nazis o la Milicia Francesa. Pero a diferencia de los líderes fascistas de la época de Hitler, que tuvieron que luchar contra los Partidos Comunistas de masas en la clase trabajadora, la extrema derecha hoy en día no necesita tales milicias para crecer. Se fortalece, en primer lugar, de la implacable defensa de la guerra, la austeridad y la desigualdad social por parte de la burguesía imperialista, que los neofascistas encarnan de la manera más decidida.

Además, los neofascistas se alimentan de la amargura y la confusión producidas entre los trabajadores y la clase media por décadas de traiciones de la socialdemocracia, el estalinismo y los descendientes de los renegados del trotskismo.

La afirmación de Mélenchon de que las políticas de su Frente Popular son nuevas es quizás su mayor mentira de todas: está repitiendo lo que Mélenchon ha hecho durante medio siglo. Comenzó en la Organización Comunista Internacionalista (OCI) de Pierre Lambert cuando la OCI rompió con el Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), la dirección del movimiento trotskista mundial. La OCI rechazó el trotskismo para apoyar la “Unión de la Izquierda” entre el PCF y el PS. El propio Mélenchon se unió al PS en 1976.

Después de que Mitterrand asumiera el poder en 1981 y abandonara rápidamente sus promesas electorales y en su lugar impuso austeridad, Mélenchon se convirtió en senador. Trabajó en estrecha colaboración con Mitterrand cuando el Gobierno del PS se unió a la guerra liderada por Estados Unidos en Irak en 1990-1991 y ayudó a formar la Unión Europea proempresarial. Después de la muerte de Mitterrand, Mélenchon fue ministro del PS en el Gobierno austero de la “Izquierda Plural” en 1997-2002.

En el siglo XXI, después de la desintegración la base de masas del PCF en la clase obrera, en medio de la disolución estalinista de la Unión Soviética, se convirtió en un destacado promotor de las teorías populistas de los antimarxistas de clase media. En su libro La era del pueblo publicado en 2014, escribió que “el pueblo ocupa el lugar que una vez ocupó la ‘clase obrera revolucionaria' en la política de la izquierda”. Llamando a “ir más allá del socialismo”, abogó por una “revolución popular, que no es la vieja revolución socialista”.

Estos argumentos antiobreros, antisocialistas y antitrotskistas deben ser rechazados. Las amenazas de guerra por parte de un Gobierno neofascista muestran irrefutablemente que el capitalismo se encuentra en una crisis mortal. El camino a seguir es que la clase obrera europea e internacional reviva sus conexiones con la herencia de la Revolución de Octubre. Los trabajadores deben tomar el control de la economía y la industria mundial de la aristocracia capitalista, que se abalanza desquiciadamente hacia la guerra, antes de que se produzca una escalada militar que podría desencadenar una conflagración nuclear.

El ascenso de la extrema derecha no refleja la imposibilidad, sino la urgencia de la lucha por el socialismo. Trotsky hizo este punto sobre el peligro del crecimiento del apoyo al fascismo en el campesinado de masas de Francia en la década de 1930.

En ¿A dónde va Francia?, mientras luchaba por fundar la Cuarta Internacional contra el Frente Popular entre estalinistas, socialdemócratas y liberales, escribió:

Es falso, tres veces falso, afirmar que en la actualidad la pequeña burguesía se rehúsa a orientarse hacia los partidos obreros porque teme a las medidas extremas. Al contrario. La pequeña burguesía más pobre, sus grandes masas, solo ven en los partidos obreros máquinas parlamentarias. No creen en su fuerza, ni en su capacidad de lucha, ni en su disposición para llevar la lucha hasta el final en esta instancia.

El creciente voto para la extrema derecha, principalmente entre los trabajadores rurales y los trabajadores en áreas desindustrializadas por los sucesivos Gobiernos del PS, no significa que estos trabajadores se opongan a la lucha de clases. Muchos han participado en movimientos explosivos como las protestas de los “chalecos amarillos” de 2018-2019 contra la desigualdad social. Sin embargo, solo es posible ganarlos ante la extrema derecha basándose en una lucha decidida y trotskista contra la OTAN, Macron y las burocracias corruptas del Frente Popular actual.

El Parti de l'égalité socialiste (PES; Partido Socialista por la Igualdad), la sección francesa del CICI, aboga por las protestas y huelgas más amplias contra el fascismo y la guerra imperialista. La escalada militar y la austeridad desembocarán en una colisión entre Macron y la OTAN con los trabajadores en Francia e internacionalmente. Pero para llevar a cabo esta lucha será necesario construir organizaciones de lucha de las bases obreras, oponiéndose al fascismo y la guerra como parte de un movimiento internacional por el socialismo.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de junio de 2024)

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