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Perspectiva

El ataque de EE.UU. y Reino Unido contra Yemen y el estallido global de la guerra imperialista

El portaaviones USS Dwight D. Eisenhower y el buque de apoyo rápido en combate USNS Supply cruzan el estrecho de Ormuz, 14 de diciembre de 2023 [Photo: Navy Petty Officer 2nd Class Keith Nowak]

El World Socialist Web Site condena inequívocamente el ataque llevado a cabo el jueves por Estados Unidos y Reino Unido contra Yemen. Sin ningún mandato popular, ni autorización legislativa o parlamentaria, ni siquiera un intento de dar una explicación seria, los Gobiernos de Biden en Estados Unidos y de Sunak en Reino Unido han librado un acto ilegal de guerra contra una nación empobrecida.

El ataque a Yemen constituye una escalada importante de la guerra que se está desarrollando en Oriente Próximo. Desde el comienzo del genocidio de Israel en Gaza, los EE.UU. y sus aliados imperialistas de la OTAN han supervisado una militarización masiva de la región, dirigida contra Irán. Estas maniobras forman parte de una guerra global cada vez mayor, que incluye la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y el conflicto económico y militar en desarrollo contra China.

El presidente estadounidense Joe Biden ni siquiera consideró oportuno salir en la televisión nacional para explicar el lanzamiento de una nueva guerra, en condiciones en las que existe una abrumadora oposición popular a la expansión de la guerra en Oriente Próximo. Mientras el Pentágono planeaba atacar Yemen, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, fue ingresado en la unidad de cuidados intensivos del hospital Walter Reed, algo de lo que fue informado el jefe del Estado Mayor Conjunto pero no e presidente. Este extraño episodio puso de relieve la realidad de que la campaña militar estadounidense está en piloto automático, cada vez más al margen de cualquier pretensión de supervisión civil.

Como siempre, las razones aducidas para justificar la guerra son una sarta de mentiras. Biden declaró que los ataques con misiles eran “defensivos” y “una respuesta directa a los ataques hutíes sin precedentes”. Los medios de comunicación estadounidenses, con la misma cobertura sin tregua que ha acompañado todas las operaciones militares estadounidenses, proclaman que un país con un producto interior bruto 700 veces menor que el de Estados Unidos está llevando a cabo acciones “intolerables”, contra las que el ejército estadounidense se ve “obligado” a defenderse. De la noche a la mañana, los hutíes de Yemen se han convertido en un nuevo coco, que hay que combatir mediante una acción militar urgente sin discusión ni explicación alguna.

En coordinación con el genocidio israelí en Gaza, Estados Unidos ha enviado a Oriente Próximo una armada masiva, compuesta por dos grupos de combate de portaaviones, varios destructores de misiles guiados, un número desconocido de submarinos y docenas de aviones de guerra. Estas fuerzas han proporcionado logística, reconocimiento y selección de objetivos a Israel, en un intento deliberado de provocar represalias por parte de Irán y sus fuerzas aliadas, como los hutíes.

Sin embargo, supuestamente es Yemen el “agresor”, llevando a cabo “ataques sin precedentes” contra las fuerzas militares estadounidenses desplegadas en el mar Rojo, a miles de kilómetros de la frontera estadounidense. El imperialismo estadounidense, que tiene un ejército mayor que el de los 10 países siguientes juntos, afirma estar librando una guerra “defensiva” al otro lado del mundo contra un país pequeño, oprimido y empobrecido.

“No estamos interesados en una guerra con Yemen”, afirmó el Pentágono el viernes, “no estamos interesados en un conflicto de ningún tipo”. No se explica por qué los autoproclamados pacifistas de Washington han invadido, bombardeado o desestabilizado más de la mitad de los países del mundo, masacrando a millones de personas solo en el siglo XXI.

El relato de Estados Unidos y Reino Unido, junto con sus medios de comunicación afines, ignora por completo toda la historia de la guerra de Estados Unidos y Arabia Saudita contra la población yemení y las décadas de brutales guerras en todo Oriente Próximo.

Durante casi una década, los hutíes de Yemen han sido objeto de una matanza despiadada, librada por Arabia Saudita pero armada y financiada por Estados Unidos. Según Naciones Unidas, 377.000 personas han sido asesinadas en una campaña genocida que ha involucrado bloqueos que han provocado una hambruna y epidemias masivas. Primero bajo Obama y luego bajo Trump, Estados Unidos financió este asalto con más de 54.000 millones de dólares en equipamiento militar, ayudado e instigado por sus aliados imperialistas, incluido Reino Unido.

La devastación de Yemen se enmarca en más de 30 años de guerras interminables y cada vez más amplias, encabezadas por el imperialismo estadounidense, tras la disolución de la Unión Soviética en 1990-91. Esto incluyó la primera guerra del golfo Pérsico en 1990; el desmantelamiento de Yugoslavia, que culminó en la guerra contra Serbia en 1999; la invasión de Afganistán en 2001; la segunda guerra contra Irak en 2003; la guerra contra Libia en 2011; y la guerra civil en Siria respaldada por la CIA que comenzó ese mismo año.

Todas y cada una de las Administraciones desde Bill Clinton han autorizado operaciones militares, ataques aéreos y acciones de desestabilización en Somalia, que se encuentra separado de Yemen por el golfo de Adén. El objetivo del Gobierno estadounidense ha sido controlar la vía fluvial crítica que conduce al canal de Suez.

Los ataques militares contra Yemen marcan una nueva etapa en la creciente ofensiva militar imperialista en todo Oriente Próximo y más allá. EE.UU. y sus aliados imperialistas están librando una guerra de facto contra Irán, al dedicarse a eliminar a los aliados militares de Irán en toda la región. Los ataques contra Yemen están dirigidos a cercar a Irán y provocarlo para que tome represalias contra las fuerzas estadounidenses, lo que podría utilizarse para justificar una guerra a gran escala contra Teherán.

El antecedente inmediato de la escalada bélica en Oriente Próximo, de la que forma parte el genocidio de Gaza, fue el colapso de la “ofensiva de primavera” de Ucrania. Pero las potencias imperialistas están redoblando la apuesta. “Apoyar a Ucrania es clave para la seguridad de Occidente”, declara The Economist, mientras que Foreign Affairs afirma que “La victoria es el único camino verdadero de Ucrania hacia la paz”

Lo que subyace a todo esto es el impulso de Estados Unidos para contrarrestar el desafío que supone China a su hegemonía mundial, que amenaza con desencadenar una guerra a tiros en el Pacífico. En los medios de comunicación y los círculos políticos estadounidenses se habla cada vez más de un nuevo “eje del mal” compuesto por Irán, China y Rusia.

Ninguno de estos conflictos puede entenderse de forma aislada. El bombardeo de Yemen forma parte de una contrarrevolución mundial, en que las potencias imperialistas pretenden restablecer el control directo sobre sus antiguas colonias

Los países que llevan a cabo esta agenda son las viejas potencias imperialistas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania. La clase gobernante británica, incapaz de llevar a cabo sus políticas de forma independiente, trata de sacar partido de su llamada relación especial, es decir, del papel británico como principal aliado del imperialismo estadounidense, para promover sus propios intereses en el escenario mundial.

Todas las guerras lanzadas por EE.UU. y sus aliados imperialistas han terminado en un desastre sangriento tras otro, cobrándose millones de vidas. Pero cada desastre no hace sino reforzar la determinación del imperialismo estadounidense de utilizar la guerra como medio para asegurar su hegemonía mundial.

El imperialismo estadounidense, parafraseando las palabras de León Trotsky, está “deslizándose como en un tobogán hacia el desastre con los ojos cerrados”

En los últimos tres meses, millones de personas de todo el mundo se han manifestado contra el genocidio israelí en Gaza, respaldado por Estados Unidos. Los ataques estadounidenses contra Yemen se produjeron el mismo día en que la Corte Internacional de Justicia escuchaba pruebas devastadoras de que Israel y, por ende, Estados Unidos, eran responsables de un genocidio en Gaza.

La respuesta del imperialismo estadounidense a estas protestas populares masivas y a la denuncia de sus crímenes de guerra ha sido acelerar sus planes de guerra. Esto se debe a que el estallido de la guerra, el genocidio y la represión política no son ninguna aberración. El imperialismo, como explicó Lenin, no es simplemente una política, sino más bien una etapa histórica específica del desarrollo capitalista. La oposición al imperialismo es, por lo tanto, una cuestión revolucionaria.

No se trata de hacer llamados a los Gobiernos capitalistas responsables de estos crímenes para que cambien de rumbo, sino de movilizar a la clase obrera, fusionando la lucha contra la guerra con las luchas en desarrollo de los trabajadores de todo el mundo contra la desigualdad y la explotación. La lógica de estas luchas exige la conquista del poder político por parte de los trabajadores de todo el mundo, la expropiación de los oligarcas capitalistas y de los criminales de guerra, y la reorganización socialista de la vida económica a escala mundial.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 13 de enero de 2024)

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