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Helen Halyard (1950-2023), un homenaje a una vida dedicada a la victoria del socialismo mundial

Estamos publicando el homenaje de David North para Helen Halyard, una miembro destacada del Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional por más de medio siglo, que falleció repentinamente a la edad de 73 el 28 de noviembre. Las declaraciones de North iniciaron el memorial para Helen celebrado el domingo, 3 de diciembre.

Helen Halyard (1950-2023), un homenaje a una vida dedicada a la victoria del socialismo mundial

Camaradas, hoy rendimos homenaje a la camarada Helen Halyard. La muerte del camarada Halyard el 28 de noviembre de 2023 ha puesto fin a una vida de inmensa trascendencia personal, política y social. Helen dedicó 52 de los 73 años de su vida a la construcción del movimiento trotskista mundial, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. En su discurso para la fundación de la Cuarta Internacional en 1938, Trotsky dijo que cada cuadro lleva sobre sus espaldas “una partícula del destino de la humanidad”. Con respecto a Helen, es apropiado enmendar esa observación: llevaba mucho más que una sola partícula.

Como marxistas, acostumbrados a evaluar el trabajo y el progreso del movimiento socialista en términos de toda una época revolucionaria, tendemos a ver y hablar de años e incluso décadas como si fueran meros “momentos” en el vasto extensión de la historia. Esta subestimación, por justificada que sea al evaluar la evolución de la sociedad, en realidad contradice la experiencia personal de un individuo sobre el paso del tiempo, las diferentes etapas de su vida y el proceso de envejecimiento humano. A menudo no podemos dejar de preguntarnos “adónde se han ido todos los años”. Sin embargo, entendemos como materialistas históricos que el proceso revolucionario y el ritmo de los acontecimientos no están determinados ni pueden medirse por el lapso de nuestras vidas individuales.

La causa a la que hemos dedicado nuestras vidas comenzó antes de que llegamos al mundo y continuará después de que lo hayamos dejado. Construimos sobre los cimientos creados por nuestros predecesores y, durante los años que tengamos de vida, hacemos todo lo posible para asegurar la victoria del socialismo y la marcha hacia adelante de la humanidad.

La capacidad de ubicar nuestra vida en un contexto histórico más amplio es un elemento esencial del trabajo revolucionario serio, evitando tanto el desaliento frente a contratiempos como la euforia injustificada cuando nuestros esfuerzos son recompensados. No hay nada fatalista sobre este enfoque. Pero aprendemos de la experiencia de que es más sabio ver los contratiempos y los éxitos en su relación dialéctica, como manifestaciones contradictorias e interconectadas de una situación objetiva compleja dentro de la cual trabajamos y que buscamos influir a través de nuestra práctica. Además, lo que al principio pueda parecer un revés puede llegar a ser visto posteriormente como la primera etapa de un avance futuro.

Hoy nuestro foco no es el proceso histórico en un sentido general, sino su refracción a través de la vida de un miembro particularmente destacado de nuestro partido. Dentro de este marco más específico, es imposible no reconocer la gran parte de la historia del movimiento trotskista ligada a la vida de Helen Halyard. Hemos estado conmemorando durante los últimos dos meses el centenario de la fundación de la Oposición de Izquierda en octubre de 1923, que condujo 15 años después a la fundación de la Cuarta Internacional. También estamos celebrando el septuagésimo aniversario del Comité Internacional, que se estableció en respuesta a la publicación de la Carta Abierta de James P. Cannon en noviembre de 1953.

El trabajo político de Helen abarcó más de la mitad de toda la historia del movimiento trotskista. Su decisión de unirse a la Workers League (predecesora del Partido Socialista por la Igualdad) en diciembre de 1971 ocurrió solo cinco años después de su fundación en noviembre de 1966 y solo 18 años después de la publicación de la Carta Abierta.

Durante su larga carrera política, Helen fue testigo de cambios fundamentales en la estructura social, económica, tecnológica, geopolítica y política del mundo. ¿Cómo se puede explicar, en medio de todos estos cambios, su compromiso inquebrantable con los ideales de su juventud, su hostilidad irreconciliable al orden social existente y, a pesar de un entorno político reaccionario y una degradación cultural, su máxima confianza en el programa y la perspectiva de la Cuarta Internacional y la victoria de la Revolución Socialista Mundial?

La personalidad política de Helen fue moldeada por la interacción siempre compleja de la influencia activa del entorno social y cultural, que se ha formado históricamente, los eventos objetivos y las experiencias personales. Helen nació en Brooklyn, Nueva York, después de la Segunda Guerra Mundial, un período que se caracterizó por un creciente movimiento de la clase trabajadora. El elemento más militante de ese movimiento en los Estados Unidos, a pesar de las limitaciones de su dirección burguesa y pequeñoburguesa, fue la lucha de masas por los derechos civiles de la clase obrera afroamericana y amplios sectores de la juventud. Confirmando el punto que ya hemos señalado sobre el carácter prolongado del proceso histórico, ese movimiento fue impulsado en gran medida por una conciencia profunda de que los ideales proclamados por las revoluciones estadounidenses de los siglos XVIII y XIX no se habían cumplido.

Helen habla con una joven en una mesa con literatura durante una Feria de Primavera de los Young Socialists en Detroit, década de 1980

Helen, desde una edad temprana, absorbió el espíritu militante y la cultura del movimiento de derechos civiles. Leyó las obras de Langston Hughes, Richard Wright, Ralph Ellison, James Baldwin, y se sintió profundamente conmovida por A Raisin in the Sun de Lorraine Hansberry, y, hay que añadir, una novela escrita por un autor blanco, To Kill a Mockingbird de Harper Lee. Helen también amaba las canciones de George Gershwin, especialmente las interpretadas por Ella Fitzgerald, y la ópera de este gran compositor Porgy and Bess.

A finales de los años cincuenta y en los sesenta, los estudiantes de primaria de la ciudad de Nueva York eran llevados ocasionalmente a los ensayos de la tarde en la casa de ópera Metropolitan. Una introducción a la música clásica todavía se consideraba una parte esencial de la educación de un joven. Las barreras raciales que habían privado a los artistas negros del acceso a las grandes instituciones culturales estaban siendo barridas. La soprano negra de Laurel, Mississippi, Leontyne Price, quien, ante la insistencia de Ira Gershwin, recreó el papel de Bess en Porgy and Bess a principios de la década de 1950, finalmente hizo su debut en el Metropolitan en 1961 y conquistó los teatros de ópera del mundo.

Helen fue influenciada e inspirada por estas tendencias culturales progresistas. Más adelante en su vida, cuando visitó Berlín por trabajo político, no perdía la oportunidad de asistir a la ópera alemana.

Sin embargo, fue el entorno político el que ejerció la mayor influencia en la conciencia social de Helen. Su adolescencia coincidió con el carácter cada vez más violento de la lucha por los derechos civiles. Los sermones pacifistas del reverendo Martin Luther King, combinados con llamamientos al Partido Demócrata, no pudieron contener las contradicciones explosivas de la sociedad estadounidense y la ira de la clase trabajadora.

Los movimientos nacionalistas negros y sus portavoces, especialmente Malcolm X, encontraron una audiencia creciente entre los jóvenes de las ciudades del norte. Las rebeliones urbanas entre 1964 y 1968, en Harlem, Watts, Newark, Detroit y otras ciudades, ciertamente contribuyeron a la radicalización política de Helen. Pero Helen no se sintió atraída por la retórica racial y el programa del nacionalismo negro. Su padre era un trabajador de saneamiento. Su madre, Ruby, era miembro del sindicato International Ladies Garment Workers Union (ILGWU). La sección Bedford-Stuyvesant de Brooklyn en la que creció era un barrio polígloto de clase trabajadora con poblaciones grandes de judíos, muchos de los cuales conservaban sus simpatías socialistas tradicionales, puertorriqueños, italianos y otras comunidades étnicas. Tendía a ver la sociedad a través del prisma de las clases, no de la raza.

Helen en una marcha de los Young Socialists en Detroit exigiendo la liberación de Gary Tyler

La guerra en Vietnam y las luchas antiimperialistas que se extendieron por todo el mundo habían contribuido a su conciencia del contexto y el carácter globales de los conflictos sociales que estallaron en los Estados Unidos. Para cuando Helen cumplió 20 años, se había convencido, como muchos de su generación, de que era necesario el derrocamiento del capitalismo y su reemplazo por el socialismo. Pero ¿cómo conseguirlo? ¿Cómo reunir y organizar las fuerzas necesarias para la realización de esta tarea colosal? ¿Existían tales fuerzas? ¿Había alguna fuerza mayor que la del capitalismo estadounidense y el complejo militar-industrial imperialista? Para estas preguntas, ni Helen ni otros de su generación idealista y enfadada tenían respuestas obvias y disponibles.

Cuando se producían las convulsiones sociales y políticas de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial en los Estados Unidos e internacionalmente, y mientras Helen y su generación pasaban por la experiencia crítica de su juventud, otra lucha, más allá de la esfera de su conciencia política, se estaba librando dentro de la Cuarta Internacional. Este conflicto prácticamente no se informó en la prensa burguesa, que ignoró arrogantemente las “disputas” entre los pequeños grupos trotskistas, al igual que la prensa burguesa había ignorado las disputas sobre el programa y la perspectiva que siguieron al congreso de 1903 del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, que terminaron en una división entre bolcheviques y mencheviques. Y, sin embargo, el conflicto en el Comité Internacional —que trataba de cuestiones fundamentales como el destino de la Revolución de Octubre de 1917, los fundamentos materialistas dialécticos de la teoría marxista, la estrategia socialista y la práctica revolucionaria— tenía una importancia histórica infinitamente mayor que las peleas diarias de gallos entre políticos burgueses.

La escisión de 1953 en la Cuarta Internacional, encabezada por la lucha dirigida por James P. Cannon, el líder del Socialist Workers Party (SWP; Partido de los Trabajadores Socialistas) en los Estados Unidos, contra el revisionismo antitrotskista de la tendencia pablista, resultó ser solo la primera ronda de una lucha prolongada del Comité Internacional, que abarcó décadas, para defender la perspectiva y el programa revolucionarios internacionales sobre los que se había fundado la Cuarta Internacional. La tendencia pablista, apoyada por sectores izquierdistas emergentes de la clase media, repudió todos los principios programáticos fundamentales del trotskismo. Rechazó la insistencia de Trotsky, declarada en la oración inicial del Programa de transición, el documento fundacional de la Cuarta Internacional, de que “La situación política mundial en su conjunto se caracteriza principalmente por una crisis histórica de la dirección del proletariado”.

El resultado del revisionismo pablista fue la negación total de la necesidad de la Cuarta Internacional como factor esencial de la dirección marxista consciente en la clase trabajadora; del papel central y dirigente de la clase trabajadora en la lucha por el derrocamiento del sistema capitalista a escala mundial; y, por lo tanto, de la conquista del poder estatal por parte de la clase trabajadora, la dictadura del proletariado, como la etapa necesaria en la transición a una sociedad socialista.

El repudio pablista de la perspectiva histórica mundial de la revolución socialista mundial desembocó en su rechazo de todos los demás elementos críticos del programa trotskista. La burocracia estalinista en la Unión Soviética y sus regímenes y partidos satélites en todo el mundo no debían ser denunciados, opuestos ni derrocados como agencias contrarrevolucionarias del imperialismo mundial, como había insistido Trotsky. Más bien, atribuyendo a las burocracias estatales y partidarias un potencial revolucionario, los pablistas buscaron la liquidación de la Cuarta Internacional como fuerza política independiente. Abogaban por disolver sus cuadros en las organizaciones estalinistas de masas, donde funcionarían como asesores de izquierda de sus direcciones burocráticas, instándolas gentilmente a responder a la presión de las masas.

Helen habla con estudiantes de la Universidad de Colombo en Sri Lanka durante la última parte de su campaña presidencial de 1992.

El rechazo de los pablistas de la insistencia trotskista en el papel contrarrevolucionario del estalinismo fue solo un elemento de su programa liquidacionista. Las secciones de la Cuarta Internacional que permanecieron bajo control pablista después de la división de 1953 recibieron instrucciones de postrarse ante cualquier tendencia política, ya sea estalinista, socialdemócrata, nacionalista burguesa o incluso populista de derecha, que ejerciera una influencia significativa sobre los movimientos de masas en un país u otro.

A pesar del papel líder que había desempeñado en la lucha contra el pablismo y la formación del Comité Internacional, el SWP se alejó, bajo la presión del entorno de la guerra fría a lo largo de la década de 1950, de los principios que Cannon había plasmado claramente en la Carta Abierta. El eje político de su trabajo giró paulatinamente de la lucha por construir la dirección trotskista en la clase trabajadora hacia el establecimiento de alianzas con las tendencias de la clase media. Dentro de los Estados Unidos, la retirada política del SWP y la preparación para la reunificación con los pablistas se reflejaron más claramente en su adaptación cada vez mayor a los líderes burgueses reformistas y nacionalistas del movimiento de derechos civiles.

El giro del SWP hacia la derecha fue resistido por las secciones británica y francesa del Comité Internacional. La lucha llegó a un punto crítico entre 1961 y 1963. Elogiando el ascenso de Castro al poder en Cuba como prueba de que una revolución socialista no requería la dirección de la Cuarta Internacional, ni siquiera la existencia de un movimiento obrero políticamente independiente, ni mucho menos de órganos específicos de poder obrero, el SWP se separó en junio de 1963 del Comité Internacional y se reunificó con los pablistas, creando el Secretariado Unificado.

Nueve miembros del SWP, liderado por Tim Wohlforth y apoyado por Fred Mazelis, entre otros, se opusieron a esta reunificación sin principios. Un año después, en septiembre de 1964, fueron expulsados del SWP después de que exigieron una discusión sobre la entrada del Partido Lanka Sama Samaja, la sección ceilandesa del Secretariado Unificado, en el Gobierno de coalición burgués de madame Bandaranaike. Con base en la defensa de los principios trotskistas internacionales, los partidarios del Comité Internacional que fueron expulsados formaron el American Committee for the Fourth International (ACFI; Comité Estadounidense por la Cuarta Internacional). Dos años más tarde, la ACFI formó la Workers League, como partido en solidaridad política con el Comité Internacional.

Esta lucha crucial librada por el Comité Internacional ocurrió antes de que Helen y otros de su generación se volvieran políticamente activos. Pero sentó las bases y posibilitó su futura evolución como trotskistas. No habría ningún movimiento trotskista en los Estados Unidos, ni en ninguna otra parte del mundo, si el Comité Internacional no se hubiera opuesto y librado una guerra contra el revisionismo pablista.

No cabe duda de que una ruptura consciente con todas las formas de política nacionalista negra era un elemento crítico de la lucha por el marxismo y la construcción del movimiento trotskista en los Estados Unidos. El SWP hizo todo lo posible para evitar tal ruptura. Buscaba glorificar a los defensores del nacionalismo negro e incluso retratarlos, y a Malcolm X en particular, como el modelo político para la juventud. Por ejemplo, después del asesinato de Malcolm X en febrero de 1965, George Breitman, un antiguo líder del SWP, escribió:

Yo todavía era un hombre joven hace 25 años cuando otro gran revolucionario fue asesinado: León Trotsky. Tal vez no comprendí completamente que su liderazgo, consejo y sabiduría política harían falta... De todos modos, no lloré cuando mataron a Trotsky, y no pude evitar llorar cuando mataron a Malcolm.

Nadie discute el coraje de Malcolm X. Pero por trágico que sea lo ocurrido a Malcolm X, la colocación de este último en el mismo plano que Trotsky y la utilización cínica de Breitman del emocionalismo lacrimoso para sugerir que los asesinatos de Trotsky en 1940 (cuando Breitman tenía 25 años) y Malcolm X en 1965 fueron eventos de la misma magnitud histórica y política, demuestra los esfuerzos del SWP para desorientar a los jóvenes e impedir su desarrollo político.

Es instructivo comparar el tributo oportunista de Breitman con la respuesta de Michael Banda, entonces miembro destacado de la Socialist Labour League (SLL; Liga Socialista Obrera) en Reino Unido, a la muerte de Malcolm X. Banda denunció el asesinato como “totalmente asqueroso, bárbaro y criminal y refleja el odio básico de la clase dominante blanca y sus aliados negros contra los trabajadores negros y los pobres urbanos”. Sin embargo, Banda no concedió nada a la política nacionalista de Malcolm X ni, a pesar de su ruptura con Elijah Muhammad, su actitud ambivalente hacia los musulmanes negros. “No hay nada progresista en ellos”, escribió Banda. “Son completamente reaccionarios, de hecho contrarrevolucionarios”.

Concluyendo su evaluación de la vida de Malcolm X y la importancia política de su asesinato, Banda escribió:

Si hay una conclusión que sacar de este acto bárbaro es esta:

Solo la unidad de los trabajadores blancos y negros dentro y a través de un Partido Marxista revolucionario dedicado al derrocamiento del capitalismo puede lograr la emancipación completa del pueblo negro.

En este camino, el nacionalismo negro sigue siendo un obstáculo importante y una distracción peligrosa.

Aquellos que, como los líderes del SWP, proclaman que el nacionalismo negro es progresista... están engañando y traicionando conscientemente las luchas heroicas de los trabajadores negros. Están ayudando a perpetuar un fraude gigantesco.

La experiencia histórica ha reivindicado plenamente esta condena del nacionalismo negro y, de hecho, de todos los nacionalismos, que persisten hasta nuestros días como una ideología política y un programa que, en todo caso, es aún más reaccionario de lo que era hace sesenta años.

Las implicaciones políticas más amplias de la lucha del Comité Internacional contra los pablistas para la perspectiva del trotskismo en los Estados Unidos fueron expuestas claramente por Gerry Healy, quien fue el secretario nacional de la SLL y el principal líder del Comité Internacional, en sus saludos fraternales al congreso fundacional de la Workers League en noviembre de 1966:

La clase trabajadora en los Estados Unidos es la fuerza más poderosa del mundo y es dentro de esta clase que deben construir su partido.

Este es un principio básico del marxismo y que se aplica con particular urgencia a las condiciones existentes dentro de los Estados Unidos. No es ni el Poder Negro ni las docenas de movimientos por la paz y los derechos civiles por todo el país los que resolverán las cuestiones fundamentales de nuestro tiempo, sino la clase trabajadora dirigida por un partido revolucionario.

Es en este punto que nos separamos por completo de los revisionistas. Rechazamos enfáticamente su idea de que los negros por sí mismos, así como los movimientos de clase media, pueden ajustar cuentas con el imperialismo estadounidense. Cualquiera que sea el apoyo crítico que debamos dar de vez en cuando a tales movimientos, la esencia de nuestro apoyo debe basarse en dejar en claro nuestras críticas a sus deficiencias.

La posterior capitulación de Healy y Banda a la política pablista no resta lo más mínimo a la lucha que libraron en defensa del trotskismo en los años cincuenta y sesenta y su contribución crítica a la fundación de la Workers League, así como a la educación de los cuadros que ganaron al trotskismo a finales de los sesenta y principios de los setenta.

De hecho, nos suministraron las armas que usamos en la década de 1980 en la lucha contra la traición del trotskismo por parte del Workers Revolutionary Party británico (WRP; Partido de los Trabadores Revolucionarios).

Helen se encontraba entre aquellos ganados al trotskismo sobre la base de la lucha del Comité Internacional durante las dos décadas anteriores. Esa fue la base sobre la que se desarrolló todo el trabajo posterior del CICI y la Workers League/SEP en las décadas siguientes.

Helen habla con trabajadores de la Zona Libre de Katunayake, al norte de Colombo, la capital de Sri Lanka

Mi primer recuerdo de Helen fue en la conferencia fundacional de los Young Socialists (Juventudes Socialistas), el movimiento juvenil de la Workers League (y predecesor de los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social), el 18 de diciembre de 1971. Ambos nos unimos al personal de la Workers League en enero de 1972 y nos convertimos en miembros del Comité Político un año después. Nuestra colaboración diaria sistemática en la dirección de la Workers League solo fue posible después de la destitución de Wohlforth del cargo de secretario nacional en agosto de 1974 y su reemplazo por el camarada Fred Mazelis, quien restableció firmemente las relaciones y los métodos de trabajo basados en principios y la camaradería.

No es posible en el marco de esta reunión conmemorativa resumir adecuadamente la contribución de Helen a la construcción de la Workers League, el Partido Socialista por la Igualdad y el Comité Internacional de la Cuarta Internacional. Los que hablarán hoy recordarán uno u otro aspecto de su trabajo, diferentes elementos de su personalidad. Un resumen exhaustivo de su contribución requeriría una revisión del trabajo político del movimiento trotskista en las últimas cinco décadas. Su vida está profundamente arraigada en todos los aspectos de la historia de este movimiento. En el curso de innumerables intervenciones en la lucha de clases, Helen contribuyó significativamente a la educación de innumerables trabajadores, que respetaron y admiraron su intrépida devoción a la lucha contra un sistema de explotación injusto y brutal.

Pero ni siquiera un registro detallado de sus actividades políticas transmitiría adecuadamente el alcance de su contribución al movimiento trotskista y sus cuadros. El partido revolucionario no existe solo como una sucesión de eventos políticos formales y rutinas organizativas. No habita en algún tipo de empíreo celestial suprahumano. Sus cuadros están conformados por personas reales, con pasiones y problemas, que realizan su trabajo en medio de las alegrías y las desgracias de la vida, “los mil ataques naturales herencia de la carne”. La persistencia del trabajo revolucionario durante años y décadas no sería posible sin la amistad de los compañeros, aquellos con quienes se puede confiar, y las amistades formadas en la lucha compartida por una gran causa son las más fuertes y duraderas.

Helen era la más verdadera de las amigas. Podría ser dura en sus juicios. Si uno quería una respuesta azucarada a un problema político o personal, era aconsejable mantenerse alejado de Helen. Era franca, al grano y siempre honesta. Pero esa honestidad expresaba genuina compasión y preocupación.

Helen habla con amigos en su 65º cumpleaños, 24 de noviembre de 2015

Los últimos años fueron difíciles para Helen debido a crecientes problemas de salud. Pero reconoció y obtuvo una gran satisfacción de la creciente marea de la lucha de clases y la creciente influencia del partido. Estaba bien equipada para medir el progreso de nuestro movimiento.

Helen se unió a la Workers League apenas cuatro meses después del colapso del sistema de Bretton Woods el 15 de agosto de 1971, que había funcionado como la base del sistema económico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Estaba arraigado en la convertibilidad del dólar en oro a una tasa de $35 por onza, que es más de $2.000 menos por onza de oro en la actualidad.

El mundo político de 1971 era muy diferente al de hoy. El régimen estalinista, o lo que se denominó “socialismo real existente”, todavía existía en la Unión Soviética, y los partidos basados en el estalinismo o una de sus variantes nacionales mantenían el poder desde el río Oder en Alemania Oriental hasta el Pacífico norte y el mar de China Meridional. Fuera del Comité Internacional, no existía un solo partido que siquiera imaginara la posibilidad de que en solo 20 años estos regímenes serían barridos del poder y que los partidos estalinistas de masas en Europa occidental dejarían de existir como fuerzas políticas significativas.

Los partidos socialdemócratas y los sindicatos con los que estaban aliados seguían contando con el apoyo activo de los militantes de la clase obrera. El castrismo y el peronismo fueron aclamados por los pablistas como auténticas alternativas revolucionarias al trotskismo. Salvador Allende estaba en el poder en Chile. En toda África y Oriente Próximo, los movimientos nacionalistas burgueses se vistieron con atuendos pseudorrevolucionarios y fueron celebrados por los pablistas como pioneros inconscientes de un nuevo camino nacional hacia el socialismo que refutaba la teoría de la Revolución Permanente. China, bajo Mao, todavía estaba en medio de la Revolución Cultural.

Solo el Comité Internacional basó su perspectiva en una comprensión de la crisis global del capitalismo, la obsolescencia histórica del sistema de Estados nación, el declive del imperialismo estadounidense y el poder revolucionario de la clase obrera estadounidense e internacional.

La suerte de todos los movimientos nacionalistas estalinistas, revisionistas y burgueses ha reivindicado la declaración de Trotsky: “Fuera de los cuadros de la Cuarta Internacional, no existe un partido revolucionario digno de ese nombre”. Helen vivió lo suficiente como para presenciar la confirmación de esa declaración.

La medida más verdadera del significado de una vida es lo que deja atrás, su efecto duradero en el mundo. Según este exigente estándar, la vida de Helen Halyard tiene un carácter duradero. Nunca será olvidada. El Comité Internacional de la Cuarta Internacional es su legado y continuará la lucha por la liberación de la clase trabajadora y la humanidad a la que Helen se dedicó en cuerpo y alma.

¡Viva la memoria de la camarada Helen Halyard!

¡Viva el Comité Internacional de la Cuarta Internacional!

¡Adelante hacia la revolución socialista internacional!

(Artículo publicado originalmente en inglés el 3 de diciembre de 2023)

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