El martes tuvo lugar un espectáculo degradado en la Explanada Nacional de Washington D.C. La “Marcha por Israel” quedará registrada en la historia como una concentración a favor de la limpieza étnica y el genocidio.
Los líderes demócratas y republicanos declararon su apoyo a la guerra de Israel contra el pueblo de Gaza, que ya se ha cobrado la vida de al menos 11.000 personas, entre ellas más de 4.000 niños. Apenas unas horas después, en una acción aparentemente coordinada con la manifestación, los tanques y excavadoras israelíes atacaron el Hospital Al-Shifa en el último flagrante crimen de guerra.
En estas condiciones, el cántico más popular de la manifestación, “¡No al alto al fuego! ¡No al alto al fuego!” hubiera sido más apropiadamente, “¡Genocidio, genocidio, más genocidio!”.
La manifestación fue un intento desesperado de la clase dominante de fabricar un apoyo popular a sus acciones que no existe. Contó con el respaldo de toda la élite política, incluyendo a los líderes demócratas y republicanos del Senado y la Cámara de Representantes como destacados oradores. La Administración de Biden envió como representante a su “enviada especial para vigilar y combatir el antisemitismo”, Deborah Lipstadt.
Se dedicaron importantes fondos para transportar en avión a participantes de todo el país y para financiar su asistencia. Sin embargo, en su punto álgido, la manifestación apenas atrajo a 10.000 personas, una pequeña fracción de las que participaron en la manifestación masiva de 300.000 personas en Washington D.C. hace 10 días.
Los medios de comunicación, como era de esperar, anunciaron a bombo y platillo el evento como una avalancha masiva de apoyo a Israel. El New York Times, el Washington Post y otras publicaciones lo reportaron destacadamente el martes por la noche, mientras los noticieros lo cubrieron en vivo —los mismos medios de comunicación que han bloqueado la cobertura de las manifestaciones mucho más grandes contra el genocidio—. Publicaron cifras sumamente exageradas junto a imágenes recortadas, alegando que la participación fue diez veces mayor a la realidad.
Si bien los oradores alegaron que la concentración representaba al pueblo judío, han participado muchos judíos más en las manifestaciones contra las acciones de Israel de los que viajaron a D.C. el martes. El día anterior, cientos de manifestantes, encabezados por Voz Judía por la Paz llevaron a cabo una ocupación del edificio federal en Oakland, California, muchos de los cuales fueron arrestados.
Los demócratas y los republicanos se tomaron de la mano, literalmente, para proclamar su apoyo absoluto e incondicional al régimen de Netanyahu en Israel.
El líder de la mayoría demócrata, Charles Schumer, encabezó a la multitud con cánticos de “¡Estamos con Israel!” y prometió que el Congreso no descansaría hasta que el Gobierno israelí obtuviera la ayuda militar que necesita. Tras su proclamación de que “Estados Unidos siempre ha estado con Israel, y haremos todo lo posible para que eso nunca, nunca cambie”, Schumer dirigió a la multitud en el grito “¡USA! ¡USA!”.
El recién elegido presidente republicano de la Cámara de Representantes, Michael Johnson, un fascista cristiano, se hizo eco de las declaraciones de Netanyahu y otros ministros israelíes utilizadas para justificar el genocidio. “Esta es una lucha entre la luz y la oscuridad, entre la civilización y la barbarie. Los llamamientos al alto el fuego son indignantes”.
Johnson concluyó sus declaraciones con una amenaza a quienes se oponen dentro de Estados Unidos a las acciones de Israel. “Mi esperanza”, dijo, “[es] que esta concentración de hoy sirva de recordatorio al mundo entero, pero también a los que están dentro de nuestras propias fronteras, de que Estados Unidos está orgullosamente con Israel (énfasis añadido)”.
El líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, declaró: “Apoyo la petición bipartidista de financiación de Biden para Ucrania e Israel”, invocando la “relación especial” entre Estados Unidos e Israel, “que está arraigada en valores compartidos y en un interés estratégico compartido”.
La senadora republicana de cuarto mayor rango, Jodi Ernst, cerró los discursos de los líderes del Congreso con una perorata belicista. “¡Los monstruos de Hamás no merecen otra cosa que la destrucción total y completa!”.
Los comentarios de los cuatro congresistas, junto con los de todos los oradores, se basaron en el fraude de que el mundo se ha visto sumido bajo una ola de antisemitismo masivo. Los oradores denunciaron a los manifestantes, incluidos los estudiantes universitarios, exigiendo que los administradores de las universidades adoptaran medidas de censura más agresivas. Se escudaron en el asesinato masivo de judíos por parte de los nazis para justificar su propio apoyo a acciones genocidas.
El presentador de CNN y operativo del Partido Demócrata, Van Jones, cuyas declaraciones fueron más significativas en el sentido de que su piadoso deseo de poner fin a toda violencia y discriminación fue recibido con abucheos y cánticos de “¡No al alto al fuego!”, hizo referencia a un informe de la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) en el que se afirmaba que los incidentes antisemitas en EE.UU. se habían disparado en un 400 por ciento desde el 7 de octubre.
La ADL, según detalló Alan McCleod de Mint Press News, sostuvo que los 153 mítines y manifestaciones celebrados en apoyo de Palestina desde el 7 de octubre fueron en realidad “en apoyo del terrorismo” y proporcionaron “un fuerte apoyo explícito o implícito para Hamás”.
Si algo alimentará el antisemitismo es la mentira, promovida por todos los que intervinieron ayer, de que el Gobierno de Netanyahu actúa en interés de todo el pueblo judío al emprender sus acciones criminales.
A lo absurdo de esta acusación se añade el hecho de que en la manifestación participaron fundamentalistas cristianos de extrema derecha y antisemitas. Entre los oradores estaba el supremacista blanco y jefe antisemita de Cristianos Unidos por Israel (CUFI, por sus siglas en inglés), el pastor evangélico John Hagee.
Entre sus numerosas declaraciones antisemitas figura la que aparece en su libro Jerusalem Countdown: A Warning to The World, que Hitler era un “judío mestizo”, que fue enviado por Dios como “cazador” para conducir a los judíos europeos al “único hogar que Dios quiso que tuvieran los judíos: Israel”.
Planteando la campaña de limpieza étnica de Israel como una misión divina, Hagee proclamó en el mitin que “Israel no es simplemente un Estado, Israel es la niña de los ojos de Dios”. Oponiéndose a cualquier restricción a los crímenes de guerra israelíes, Hagee declaró: “¡Ustedes, los líderes de Israel, deben decidir cómo se lleva a cabo esta guerra, ustedes y nadie más!”.
No es un secreto que los fascistas cristianos como Hagee (y el presidente de la Cámara de Representantes, Johnson) comparten la opinión de que todos los judíos deben regresar a Israel para cumplir una profecía bíblica que dice que esto es necesario antes del fin de los tiempos, cuando todos, incluidos los judíos, tendrán que convertirse al cristianismo o ser exterminados.
Sin embargo, lo que unió a toda la élite política y al Estado en apoyo de la concentración del martes fue el compromiso compartido con los intereses estratégicos de la oligarquía financiera de apoyar el genocidio en Gaza como parte de las guerras más amplias del imperialismo estadounidense. El carácter patético y desaliñado del evento solo demostró lo aislados que están.
No obstante, también dejó claro que la burguesía estadounidense está unida en su determinación a utilizar cualquier medio necesario para afirmar sus intereses sociales tanto en el extranjero como en casa. Consecuentemente, la lucha contra el genocidio y la guerra deben avanzar como una lucha de la clase trabajadora contra toda la élite política en descomposición y bañada en sangre, incluyendo sus dos partidos, y el orden social capitalista que representa.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 14 de noviembre de 2023)