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Perspectiva

La ovación del Parlamento canadiense a un criminal de guerra nazi desenmascara la guerra de la OTAN contra Rusia

El Parlamento canadiense aplaude a Yaroslav Hunka, exmiembro de las Waffen-SS. El jefe del Estado Mayor canadiense, el general Wayne Eyre, se encuentra al extremo izquierdo.

La ovación de pie de todos el Parlamento canadiense el viernes a un miembro de las Waffen-SS de Adolf Hitler ha demostrado a todo el mundo la naturaleza de la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia en Ucrania.

La escena del primer ministro Justin Trudeau y todos los parlamentarios, sin ninguna excepción, levantándose para aplaudir a Yaroslav Hunka, un miembro de la División Galitzia de las Waffen-SS demuestra que Estados Unidos y la OTAN están librando una guerra con Rusia aliados con las fuerzas políticas más reaccionarias del mundo.

El hecho de que este criminal de guerra bañado en la sangre de decenas de millones de víctimas de la Alemania nazi fuera invitado como símbolo de la guerra de la OTAN contra Rusia es completamente acorde con sus objetivos predatorios.

Esta es una guerra que las potencias imperialistas, incluyendo Canadá, están librando en colaboración con los descendientes políticos de los criminales de guerra como Hunka y el régimen nazi para el que combatieron, a fin de subyugar Rusia al estatus de semicolonia.

La élite gobernante canadiense, apoyada por la prensa nacional e internacional, se ha concentrado en controlar el daño y encubrir esta realidad. La renuncia del presidente de la Cámara de los Comunes, Anthony Rota, el martes, se utilizó para insistir en la absurda explicación que fue únicamente su decisión aclamar a Hunka durante la visita de alto perfil del presidente ucraniano Volodímir Zelenski pero que no conocía su pasado político completo. La profesora Lori Turnbull dijo al New York Times que habría sido “inapropiado e inusual” que Rota le informara al Gobierno sobre sus invitados al Parlamento debido a la “independencia” del presidente parlamentario.

Esto es absurdo. El evento del viernes no constituyó una sesión parlamentaria de rutina, sino la visita del jefe de Estado ucraniano, que Ottawa ha apoyado incondicionalmente con más de $9 mil millones en asistencia militar y financiera para la guerra contra Rusia. Todos los aspectos del evento habrían sido cuidadosamente planeados y redactados de antemano. Sugerir lo contrario es tomar por imbéciles a sus lectores.

Cuando presentó a Hunka, Rota declaró: “Tenemos hoy en la cámara a un veterano de guerra ucraniano de la Segunda Guerra Mundial que luchó por la independencia de Ucrania contra los rusos y sigue apoyando a las tropas hoy, incluso a sus 98 años. Se llama Yaroslav Hunka, pero estoy muy orgulloso de decir que es de North Bay y de mi circunscripción de Nipissing-Timiskaming. Es un héroe ucraniano, un héroe canadiense, y le agradecemos todos sus servicios”.

Incluso sin ninguna advertencia previa, estos comentarios tendrían que haber dejado claro a todos, salvo a los analfabetos políticos, que Hunka era un nazi. Esto es especialmente cierto en Canadá, donde es un hecho bien documentado que decenas de miles de fascistas ucranianos y hasta 2.000 miembros de las Waffen-SS fueron acogidos en el país después de la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, todos los parlamentarios, sin una sola excepción, el jefe de las fuerzas armadas canadienses, el general Wayne Eyre, Trudeau y Zelenski se pusieron en pie y aplaudieron. Detrás del primer ministro y del presidente ucraniano estaba la vice primera ministra Chrystia Freeland, cuyo abuelo materno Mykhailo Tschomiak fue editor del periódico fascista en lengua ucraniana Krakivski visti, que celebró la creación de la División Galitzia e instigó al antisemitismo durante toda la Segunda Guerra Mundial.

Karina Gould, líder oficialista en la Cámara de los Comunes, se reunió personalmente con Hunka. Más tarde declaró al Times que “ni en un millón de años se habría puesto de pie y aplaudido a alguien que ayudó a los nazis”. Pero lo cierto es que lo hizo. Alegar ignorancia, como dice el refrán, no excusa un crimen.

Incluso el Globe and Mail, la voz de la burguesía canadiense, admitió en un editorial el miércoles que “todavía no ha sido explicado” cómo fue que Hunka fue invitado a hacer una reverencia durante la visita de Zelenski en el Parlamento. El Globe está nervioso porque la fachada propagandística de que se trata de una guerra por la “democracia” ucraniana fue tumbada. La ovación a Hunka sigue a una serie de eventos en Canadá y Estados Unidos que han tenido como protagonistas a los fascistas del Batallón Azov, como en un acto celebrado el 29 de junio en la Universidad de Stanford.

Los desesperados intentos de negar lo obvio –que la celebración de Hunka fue una provocación política deliberada que fracasó estrepitosamente— se deben al hecho de que la ovación de pie a un criminal de guerra nazi hace colapsar la propaganda utilizada para vender la guerra dirigida por Estados Unidos contra Rusia en Ucrania. Los políticos, medios de comunicación y académicos han inventado una narrativa completamente ahistórica para justificar la guerra basada en la negación de todo lo que ocurrió antes del 24 de febrero de 2022. Esto se resume en el incesante discurso de que es una “guerra de agresión de Putin”, contra la que hay que defender la “soberanía” y la “democracia” de Ucrania.

Esta cínica operación no solo pasa por alto los ocho años de guerra en el este de Ucrania que siguieron al golpe de Estado de 2014 en Kiev, respaldado por Occidente y encabezado por fuerzas fascistas. También hace caso omiso a los treinta años de guerras ininterrumpidas libradas por el imperialismo estadounidense desde la disolución de la URSS por la burocracia estalinista y sus millones de víctimas mortales.

Embriagadas con su propia propaganda de guerra, las élites gobernantes quieren ahora que todo el mundo olvide los acontecimientos más horribles del siglo XX, sobre todo la guerra de aniquilación de los nazis contra la Unión Soviética y el exterminio de seis millones de judíos en el Holocausto. Como dijo Trudeau a los diputados de su grupo liberal el miércoles, según un informe de la CBC, “Deberían evitar hablar con la prensa sobre la invitación de Hunka y sus consecuencias, y que el frenesí mediático se disiparía si se mantenían herméticos”.

Trudeau ni siquiera se molestó en disculparse ante Rusia, cuyos ciudadanos constituyeron el grueso de los cerca de 40 millones de personas asesinadas como consecuencia de la guerra de aniquilación contra la Unión Soviética que planeó e instigó el régimen nazi por el que luchó Hunka. En su lugar, dirigió su disculpa pública del miércoles a Zelenski. De hecho, Zelenski, quien sabía perfectamente quién era Hunka, le aplaudió en el Parlamento canadiense porque ser un criminal de guerra nazi, no a pesar de ello. Las acciones de Zelenski han desenmascarado por completo a todos aquellos que han utilizado el origen judío del presidente ucraniano para negar sus conexiones con las fuerzas fascistas.

La invitación “accidental” y la ovación a Hunka tienen su origen en la necesidad histórica de la guerra. Los acontecimientos del viernes solo fueron posibles por el contexto de una dramática escalada de la guerra contra Rusia, por parte de las potencias imperialistas en alianza con los fascistas.

Hunka, por su parte, es un genuino representante del nacionalismo ucraniano, que ha estado empapado de fascismo y antisemitismo desde inicios del siglo XX. Durante las décadas de 1930 y 1940, los nacionalistas ucranianos se alinearon con el fascismo alemán cuando emprendió su “marcha hacia el este” en la Segunda Guerra Mundial para destruir la Unión Soviética. En la actualidad, apoyan al imperialismo estadounidense, alemán y canadiense en un conflicto que busca deponer el régimen de Putin, dividir Rusia y tomar control de sus recursos naturales. Esta estrategia cuenta con el apoyo unánime de la élite política canadiense y por eso le aplaudieron a Hunka.

La flagrante revelación de sus aliados fascistas proporcionada por la ovación a Hunka en el Parlamento de Canadá no podría haber llegado en peor momento para los imperialistas. El viaje de Zelenski a Canadá, después de su visita a Washington para reunirse con el presidente estadounidense Biden, tenía como objetivo sentar las bases para una drástica escalada de la guerra tras la desastrosa ofensiva de primavera/verano de Ucrania. Esto se ha visto subrayado por los ataques contra el cuartel general de la flota rusa del Mar Negro y otros objetivos en Crimea utilizando misiles de precisión de largo alcance proporcionados por Reino Unido, y el envío por parte de Estados Unidos del misil de largo alcance ATACMS, capaz de alcanzar objetivos a cientos de kilómetros al interior de Rusia.

La respuesta de los medios de comunicación de Estados Unidos y Europa a la ovación del viernes a un nazi es restarle importancia con informes superficiales. Las mismas publicaciones que celebran la demolición de estatuas de líderes revolucionarios de los siglos XVIII y XIX por su supuesta falta de empeño en abolir la esclavitud no tienen prácticamente nada que decir cuando un nazi implicado en el exterminio de los judíos europeos es aclamado en el Parlamento de una gran potencia occidental.

El repugnante espectáculo de que un veterano de una de las organizaciones más viles y despreciables de la historia de la humanidad –las Waffen-SS— reciba aplausos unánimes en el Parlamento de una de las principales “democracias” ha sido posible gracias a capas corruptas y cínicas de la clase media-alta acomodada, que se han tragado toda la propaganda de guerra de los imperialistas. La gran mayoría de los académicos, incluso aquellos involucrados en las investigaciones sobre el Holocausto, han mantenido un silencio escandaloso y vergonzoso sobre las flagrantes falsificaciones que han acompañado la guerra de EE.UU. y la OTAN con Rusia. Esto incluye el encubrimiento de las tradiciones fascistas del nacionalismo ucraniano y la relativización de los peores crímenes en la historia humana perpetrados por los nazis. Sin ningún compromiso con la verdad histórica, los académicos proguerra han cambiado las investigaciones serias por babosadas sobre los “derechos humanos” y “valores democráticos”, que siempre corresponden con los intereses geoestratégicos y económicos del imperialismo.

Ya es hora de que los miembros de la fraternidad académica que conservan una pizca de principios políticos reconsideren su posición y se pronuncien enérgicamente contra la propaganda de guerra pronazi como la evidenciada en el Parlamento de Canadá.

La clase obrera, sin embargo, no puede esperar por ellos. La ovación de pie de todo un Gobierno “democrático” a un criminal de guerra nazi es una advertencia para los trabajadores de todo el mundo. Las fuerzas sociales responsables de los mayores crímenes de la historia de la humanidad están siendo rehabilitadas junto con la escalada de una guerra cuyo número potencial de muertos es incalculable. ¡Hay que poner fin a la guerra de EE.UU. y la OTAN contra Rusia y a la promoción de fuerzas abiertamente fascistas que la acompaña!

(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de septiembre de 2023)

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