La siguiente conferencia fue impartida por Joseph Kishore, secretario nacional del Partido Socialista por la Igualdad (SEP, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos a la escuela internacional de verano del SEP (EE.UU.), celebrada entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 2023. Todas las conferencias están disponibles aquí.
Introducción
El próximo mes de noviembre se cumplirán 70 años desde la fundación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI), que se creó el 23 de noviembre de 1953 sobre la base política de “La carta abierta al movimiento trotskista mundial” de James P. Cannon. También estamos celebrando 100 años desde la fundación de la Oposición de Izquierda y 25 años desde la creación del World Socialist Web Site. Es decir, una cuarta parte de la historia del movimiento trotskista ha tenido lugar desde el lanzamiento del WSWS y casi tres cuartas partes bajo la dirección del Comité Internacional.
El CICI se estableció para defender el movimiento trotskista del pablismo, una forma de revisionismo y oportunismo conocida con el nombre de su principal líder y difusor, Michel Pablo. “Lo que estaba en juego”, escribimos en Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad, “no solo era la defensa de los principios fundamentales sobre los cuales se basó la creación de la Cuarta Internacional, sino también su supervivencia como organización revolucionaria independiente”.[1]
El pablismo tomó diferentes formas en diferentes países. Una característica central era una adaptación al estalinismo y al nacionalismo burgués, aunque en los Estados Unidos los partidarios de Pablo utilizaron sus concepciones para justificar su subordinación al aparato sindical anticomunista. En su esencia, como explica David North en The Heritage We Defend (La herencia que defendemos), “El pablismo fue (y es) liquidacionismo en toda la línea: es decir, el rechazo de la hegemonía del proletariado en la revolución socialista y la existencia genuinamente independiente de la Cuarta Internacional como expresión consciente del papel histórico de la clase trabajadora...”.[2]
Como indica la cita, no estamos lidiando solo con corrientes políticas del pasado. Las corrientes pablistas y sus descendientes, en muchos casos amalgamados con las organizaciones “capitalistas de Estado” que remontan sus orígenes a la escisión de 1939-1940 dentro del Socialist Workers Party (SWP, Partido de los Trabajadores Socialistas), funcionan hoy como los partidarios más feroces de la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia e instrumentos fundamentales del dominio capitalista, o en algunos casos apoyan el nacionalismo reaccionario de Putin.
Repasaré en esta conferencia los orígenes y el desarrollo del pablismo, que culminó con la fundación del CICI. En la categorización de las etapas en la historia de la Cuarta Internacional esbozadas en la escuela de verano del SEP (EE.UU.) en 2019, corresponde con la conclusión de lo que denominamos la segunda etapa, que comenzó con la fundación de la Cuarta Internacional en 1938, y el inicio de la tercera etapa, que empezó con la publicación de la Carta Abierta y la creación del CICI.
Antes de revisar esta historia, sin embargo, quiero hacer un comentario sobre la fuente primaria en la que voy a basarme, The Heritage We Defend (La herencia que defendemos), que es el análisis más completo del pablismo producido por nuestro movimiento o en cualquier otro lugar. The Heritage fue escrito por el camarada North en forma de 35 entregas que aparecieron en el Bulletin, la publicación de la Workers League (Liga Obrera), predecesora del Partido Socialista por la Igualdad, entre abril de 1986 y febrero de 1987.
The Heritage fue publicado inmediatamente después de la ruptura con los oportunistas nacionales en el Workers Revolutionary Party (WRP; Partido Revolucionario de los Trabajadores) y en respuesta al documento producido por uno de los líderes del WRP, Michael Banda, titulado “27 razones por las que se debería enterrar inmediatamente el Comité Internacional y construir la Cuarta Internacional”. El documento de Banda, publicado por primera vez el 7 de febrero de 1986, fue respaldado por el “Octavo Congreso” del WRP celebrado al día siguiente. Banda y Slaughter, con la ayuda de la policía londinense, prohibieron la entrada de todos los partidarios del CICI dentro del WRP al congreso.
Gran parte de The Heritage está dedicada a la lucha contra el pablismo. Esto incluye los siete capítulos que van desde “La Cuarta Internacional y la Revolución yugoslava” hasta la “Carta Abierta de James P. Cannon”, seguidos por los 11 capítulos desde “Después de la división” hasta “La traición histórica en Ceilán”, que se centran en la degeneración política del SWP de Estados Unidos, que culminó en el Congreso de reunificación del SWP con los pablistas en 1963 y la entrada del LSSP en un Gobierno burgués en Ceilán (Sri Lanka). Juntos, estos capítulos comprenden más de la mitad de The Heritage.
El fuerte enfoque de The Heritage en el pablismo puede explicarse por el hecho de que lo que estaba en juego en el conflicto con el WRP era la defensa de toda la herencia teórica y política del movimiento marxista-trotskista. La crítica del camarada North a la “práctica de la cognición” de Healy, de hecho, se remonta a los orígenes mismos del marxismo. Sin embargo, tuvo particular importancia la defensa tanto de la autoridad política del Comité Internacional como de la dirección del movimiento trotskista mundial y sus fundamentos políticos esenciales.
Lo primero se expresó en la resolución del 25 de octubre de 1985, que pedía la “reinscripción de los miembros del WRP sobre la base de un reconocimiento explícito de la autoridad política del CICI”. La negativa de la dirección del WRP a aceptar la autoridad del movimiento internacional estaba inextricablemente conectada con su política nacional-oportunista y su giro, como escribió el camarada North en su carta a Mike Banda el 23 de enero de 1984, “hacia posiciones bastante similares, tanto en conclusiones como en metodología, a las que históricamente hemos asociado con el pablismo”.[3]
Por lo tanto, en el curso de dar respuesta a Banda y reafirmar los fundamentos políticos del CICI, era necesario examinar en detalle la historia de la lucha contra el pablismo. Un elemento significativo en la evolución del conflicto dentro del CICI entre 1982 y 1986 fue el hecho de que la dirección de la Workers League había estudiado la lucha contra el pablismo como parte de su formación. Los camaradas que iban a dirigir el partido después de la deserción de Wohlforth en 1974 habían sido ganados al partido sobre la base del combate contra el pablismo y un estudio exhaustivo de los documentos de esa lucha. De hecho, esto explica por qué Wohlforth no pudo ganar ningún apoyo para su subjetivismo desenfrenado y su huida a los brazos del líder del SWP, Joseph Hansen.
Hay otro elemento importante del enfoque de The Heritage en los orígenes del pablismo que está relacionado con la intensificación de la crisis de los regímenes estalinistas en Europa del Este y en la propia Unión Soviética durante la década de 1980. Como señaló el camarada North en la conferencia introductoria, la escisión en noviembre de 1953 fue precipitada por la muerte de Stalin ocho meses antes y la crisis que propició dentro del estalinismo. La ruptura con el WRP tres décadas más tarde ocurrió en vísperas de la etapa terminal en la degeneración del aparato estalinista y solo cinco años antes de la disolución final de la URSS.
La posición del pablismo tal como se desarrolló en la década de 1950 fue que el estalinismo podría desempeñar un papel progresista. Banda declaró poco antes de la ruptura con el CICI que la existencia de la Unión Soviética era una “cuestión resuelta”. Menos de un año después de escribir sus “27 razones”, en las que afirmaba estar defendiendo la herencia de la Cuarta Internacional contra el CICI, Banda repudió el trotskismo y abrazó abiertamente el estalinismo. Como analizan los últimos tres capítulos de The Heritage, Banda insistió en que cualquier liquidación de las relaciones de propiedad estatal era imposible porque violaría la ley dialéctica del “desarrollo de lo inferior a lo superior”.[4]
El análisis detallado en The Heritage de las posiciones pablistas sobre los Estados de Europa del Este y el estalinismo preparó a los cuadros del CICI para comprender y responder a los convulsos acontecimientos políticos que siguieron a la ruptura con el WRP. Las fantasías neoestalinistas del pablismo se estrellaron contra la realidad política y fueron decisivamente refutadas por los acontecimientos. Como hemos subrayado muchas veces, la victoria del CICI frente a los nacional-oportunistas en el WRP estuvo teórica y políticamente alineada con profundos procesos objetivos, creando las condiciones para un renacimiento del trotskismo después de la ruptura con el WRP.
Los precursores del pablismo: conflictos dentro de la Cuarta Internacional durante la Segunda Guerra Mundial
Esta no es una conferencia sobre los conflictos políticos que surgieron en los años posteriores a la formación de la Cuarta Internacional en 1938. Sin embargo, quiero referirme a las cuestiones políticas que surgieron en el conflicto con la oposición pequeñoburguesa dentro del SWP en 1939-1940, antes del asesinato de Trotsky, y la lucha contra los retrogresionistas y la facción Morrow-Goldman del SWP en los años que siguieron a la muerte de Trotsky, particularmente en relación con el conflicto posterior con el pablismo.
En su ensayo, “La URSS en guerra”, publicado en septiembre de 1939 en medio del conflicto con la facción de Burnham-Shachtman-Abern en el SWP, Trotsky abordó la posición de aquellos que insistían en que el pacto de Stalin y Hitler, adoptado el mes anterior, requería una revisión fundamental del carácter de clase de la Unión Soviética. Argumentaban que ya no podía llamarse un “Estado obrero”. Se requería un nuevo término: “capitalismo de Estado”, como defendía el “comunista de izquierda” alemán Hugo Urbahns, o “colectivismo burocrático”, propuesto por el “comunista de izquierda” italiano Bruno Rizzi y James Burnham. Detrás de estas diferencias terminológicas, explicó Trotsky, había una alteración básica de la naturaleza de la época y el papel de la clase obrera. Escribió:
Científica y políticamente –y no solo terminológicamente—, la cuestión central es: ¿es la burocracia un tumor temporal en un organismo social o se ha transformado ya en un órgano históricamente indispensable? Las excrecencias sociales pueden ser el producto de un conjunto “accidental” (por tanto, temporal y extraordinario) de circunstancias históricas. Un órgano social (y las clases, incluidas las clases dominantes, caen en esta categoría) solo puede comprenderse como el resultado necesario del desarrollo de las necesidades intrínsecas de la producción. Si no respondemos a esta pregunta, la discusión se convertirá en un mero juego de palabras.[5]
Es decir, la cuestión de la definición de la URSS estaba relacionada con la cuestión más fundamental de si la burocracia estalinista era un “tumor temporal”, una “excrecencia”, que allanaría el camino para la reintroducción de las relaciones de propiedad capitalistas o sería derrocado en una revolución política dirigida por la clase obrera, o si estaba anclada en las “necesidades intrínsecas de la producción” y por lo tanto tenía un papel histórico progresista. Esta cuestión estaba ligada a una evaluación de la naturaleza de la época, el papel revolucionario de la clase obrera y el papel de la Cuarta Internacional como la dirección de esta fuerza objetiva.
“La cuestión de la URSS”, enfatizó Trotsky en una carta a Cannon el 12 de septiembre de 1939, “no puede aislarse, como un caso aparte, del proceso histórico de nuestro tiempo en su conjunto. O bien el Estado de Stalin es una formación transitoria, la deformación de un Estado obrero en un país atrasado y aislado, o bien el ‘colectivismo burocrático’ (Bruno R., La Bureaucratisation du Monde, París, 1939) es una formación social nueva que está reemplazando al capitalismo en todo el mundo (estalinismo, fascismo, New Deal, etc.). Los experimentos terminológicos (Estado obrero o no; clase o no, etc.) solo adquieren un sentido desde esta perspectiva histórica. Aquel que elige la segunda alternativa admite, abierta o tácitamente , que están agotadas todas las potencialidades revolucionarias del proletariado mundial, que el movimiento socialista es un callejón sin salida , y que el viejo capitalismo está transformándose en 'colectivismo burocrático' con una nueva clase explotadora”[6] (subrayado nuestro).
Las diversas formas de “capitalismo de Estado”, si bien estaban enraizadas en una adaptación al imperialismo al rechazar la definición de la Unión Soviética como un Estado obrero, compartían con el pablismo tal como surgiría en la década de 1950 la posición básica de que la burocracia misma tenía un papel independiente. Detrás de las innovaciones terminológicas de Shachtman, Burnham, Abern y otros había un pesimismo que reflejaba la desmoralización de capas de la intelectualidad de clase media en respuesta a las derrotas políticas de la década de 1930.
En el curso del conflicto con la facción Shachtman-Burnham-Abern, también fue necesario hacer una evaluación de las nacionalizaciones que fueron llevadas a cabo por el aparato estalinista en territorios que quedaron bajo su control en las primeras etapas de la Segunda Guerra Mundial. El análisis de Trotsky de estas medidas colocó las acciones burocráticas del régimen estalinista en el contexto del papel contrarrevolucionario internacional del estalinismo en su conjunto. Escribió en “La URSS en guerra”:
Esta medida [las nacionalizaciones en Polonia], de carácter revolucionario –“la expropiación de los expropiadores”— será llevada a cabo por métodos burocrático-militares. La llamada a la actividad independiente de las masas en los nuevos territorios –y sin esta llamada, aunque se formule con gran cuidado, es imposible construir un nuevo régimen— será reprimida por medidas policiales despiadadas para asegurar la preponderancia de la burocracia sobre las masas revolucionarias que recién despiertan. Esta es una cara del asunto. Pero hay otra. Para conseguir la posibilidad de ocupar militarmente Polonia mediante un acuerdo con Hitler, el Kremlin ha engañado desde hace mucho y otra vez a las masas de la URSS y del mundo entero, y ha conseguido la total desorganización de su propia Internacional Comunista. Nuestro criterio político primordial no es el cambio de las relaciones de propiedad en tal o cual área, por muy importante que sea, sino el cambio en la conciencia y organización del proletariado mundial, el afianzamiento de su capacidad para defender sus conquistas y proponerse otras nuevas. Desde este punto de vista, el único definitorio, la política de Moscú, en su conjunto, constituye el principal obstáculo para la revolución mundial.[7]
La evolución de Shachtman y Burnham reivindicó el análisis de Trotsky y la posición de la mayoría del SWP, dirigida por James P. Cannon. Shachtman y Burnham colaboraron en la formación del “Workers Party” (Partido de los Trabajadores) después de su separación del SWP en abril de 1940. Al cabo de un mes, Burnham abandonaría el Workers Party, declarando que ya no se consideraba marxista y que “no tiene sentido decir que 'el socialismo es inevitable' y falso que el socialismo 'es la única alternativa al capitalismo'”. En la década de 1950, Burnham se convirtió en líder ideológico del movimiento conservador y fue galardonado con la Medalla de la Libertad por el presidente Ronald Reagan en 1983.
Shachtman formó la International Socialist League (ISL; Liga Socialista Independiente) en 1949. Durante la década de 1950, la ISL se trasladó bruscamente hacia la derecha, apoyando las operaciones del imperialismo estadounidense e integrándose en la burocracia sindical. En 1958, se disolvió dentro y asumió la dirección del Partido Socialista, que funcionaba como un apoyo del ala reaccionaria del Partido Demócrata durante la guerra fría.
A raíz del asesinato de Trotsky en agosto de 1940 a manos de un agente de la GPU, surgieron varias corrientes de oposición dentro del SWP y la Cuarta Internacional que adoptaron, en diferentes formas, la perspectiva básica de la oposición pequeñoburguesa. Esto incluyó el grupo de las “Tres Tesis” (los “retrogresionistas”), dirigido por Joseph Weber de la Internationale Kommunisten Deutschlands (IKD) y la facción de Morrow-Goldman dentro del SWP entre 1944 y 1946. La fuente esencial para estudiar la política de estas corrientes es nuevamente The Heritage We Defend, particularmente los capítulos 8 (“Las tres tesis de los retrogresionistas“) y 9 (“La facción de Morrow-Goldman”), así como el prefacio a la edición del 30º aniversario, en el que se abordan las posiciones de ambas corrientes en el contexto de una polémica contra Daniel Gaido y Velia Luparello.
Basándose en la posición de que el fascismo había triunfado en Europa, los retrogresionistas concluyeron a principios de la década de 1940 que la revolución socialista se había pospuesto hasta algún momento muy lejano en el futuro. “Como sea que uno lo vea”, escribieron, “la transición del fascismo al socialismo sigue siendo una utopía sin una etapa intermedia, que es básicamente equivalente a una revolución democrática”.[8] Esta posición fue elaborada en “Barbarie capitalista o socialismo” publicado en 1943: “El problema político más apremiante es el problema centenario de la primavera del capitalismo industrial y del socialismo científico: la conquista de la libertad política, el establecimiento de la democracia (también para Rusia) como condición previa indispensable para la liberación nacional y la fundación del movimiento obrero”.[9] En otras palabras, ya no podía considerarse la época de la revolución socialista internacional, sino más bien una reversión (retrogresión) a un período de revolución nacional democrático-burguesa.
La facción de Morrow-Goldman utilizó estas posiciones a mediados de la década de 1940 y concluyó que la “ausencia de un partido revolucionario” imposibilitaba la revolución socialista. “En lugar de decir: 'Solo falta el partido revolucionario'”, escribió Morrow en 1946, “debemos decir, al menos a nosotros mismos, 'La ausencia del partido revolucionario transforma las condiciones que de otro modo serían revolucionarias en condiciones en las que hay que luchar, en lo que a agitación se refiere, por las reivindicaciones más elementales'”.[10]
Si bien variaban en sus justificaciones y orientaciones políticas, las formas anteriores de revisionismo (Burnham-Shachtman, las Tres Tesis y Morrow-Goldman) tenían mucho en común con el pablismo tal como se desarrolló a principios de los años cincuenta. Como escribe el camarada North en el prefacio de la edición del 30º aniversario de The Heritage We Defend, la conexión política esencial que los unía a todos era “el rechazo del potencial revolucionario de la clase trabajadora”.
Las revisiones de Pablo y Mandel, que comenzaron a finales de la década de 1940, encubrieron su abandono del trotskismo con una retórica superficialmente izquierdista. Pero desde su perspectiva, la fuerza líder en el establecimiento del socialismo era la burocracia estalinista, no la clase trabajadora. La teoría pablista fue una peculiar inversión de la teoría shachtmanista. Mientras que los shachtmanistas denunciaron al régimen estalinista como el progenitor de una nueva forma de sociedad explotadora “colectivista burocrática”, la corriente pablista proclamó que los regímenes burocráticos estalinistas establecidos en Europa del Este después de la Segunda Guerra Mundial eran la forma necesaria de la transición histórica del capitalismo al socialismo. Todas estas corrientes, cada una a su manera, basaron su perspectiva política en el papel no revolucionario de la clase trabajadora. Dejaba de ser una fuerza activa, y mucho menos decisiva, en el proceso histórico[11] (subrayado nuestro).
La Cuarta Internacional después de la guerra y los orígenes del pablismo
El surgimiento del pablismo dentro de la Cuarta Internacional debe verse en relación con el ambiente político contradictorio imperante en el período de posguerra. Este se caracterizó, por un lado, por una reestabilización económica posible gracias a las traiciones y crímenes del estalinismo y, por el otro, por un auge del movimiento de masas anticolonial.
El marco del sistema de “posguerra” comenzó a aparecer durante los últimos años de la propia guerra, incluyendo el Acuerdo de Bretton Woods de julio de 1944, que creó el Fondo Monetario Internacional y estableció un régimen monetario internacional basado en el dólar estadounidense, que estaba vinculado al oro. Luego, en la Conferencia de Yalta en febrero de 1945, antes de la derrota final del régimen nazi y su rendición incondicional en mayo, y en la Conferencia de Potsdam en julio-agosto de 1945, Stalin llegó a un acuerdo con las principales potencias imperialistas sobre la división de Europa y la represión de los levantamientos revolucionarios que se produjeron con el fin de la guerra.
El régimen estalinista temía la revolución socialista en Europa, sobre todo porque alentaría a la clase trabajadora soviética y pondría en peligro el Gobierno estalinista en la Unión Soviética. Las conferencias de Yalta y Potsdam crearon el contexto para que el Kremlin estableciera el control sobre una serie de “Estados tapón” en Europa del Este. A cambio, los partidos estalinistas apoyaron la defensa del régimen capitalista en Europa occidental y Grecia. Actuando como agentes de la contrarrevolución, los estalinistas se dedicaron a desarmar a los movimientos de masas que se desarrollaron en Italia y Francia y se unieron a los Gobiernos burgueses, en condiciones en las que los Gobiernos capitalistas habían sido destrozados tras la derrota del fascismo. En Japón, el Partido Comunista afirmó, tras el lanzamiento de dos bombas atómicas y la rendición del Imperio japonés, que las fuerzas de ocupación estadounidenses dirigidas por el general Douglas MacArthur estaban llevando a cabo la “revolución democrática”, que debía ser apoyada como una primera etapa necesaria de una revolución en dos etapas.
Las traiciones de los estalinistas crearon las condiciones para una estabilización de Europa occidental liderada por Estados Unidos, dentro del marco del Plan Marshall, promulgado en 1948, bajo el cual el capitalismo estadounidense transfirió 13.300 millones de dólares para reconstruir las economías europeas devastadas por la guerra.
En medio de esta reestabilización general, el período de posguerra vio un inmenso resurgimiento de la clase trabajadora internacional y de las masas oprimidas de los antiguos países coloniales, que los estalinistas se esforzaron por descarrilar. En 1947, la India colonial fue dividida en una India predominantemente hindú y un Pakistán predominantemente musulmán, una monstruosa traición a la lucha antiimperialista llevada a cabo por el burgués Partido del Congreso de Gandhi y Nehru, con el apoyo del Partido Comunista y su teoría de las “dos etapas”.
En octubre de 1949, el Partido Comunista Chino llegó al poder bajo las condiciones de un levantamiento revolucionario de las masas, que tenía menos que ver con la política estalinista de Mao que con las condiciones creadas en el país por el colapso del Imperio japonés. Menos de un año después, las revueltas poscoloniales encontraron su expresión más explosiva con el estallido de la Guerra de Corea, en junio de 1950. En Europa del Este, se produjo la llegada al poder de Tito y el Partido Comunista en Yugoslavia y la escisión Tito-Stalin de 1948, que se analiza en el capítulo 12 de The Heritage.
Al mismo tiempo, la reestabilización general del capitalismo mundial, como escribimos en Las bases históricas e internacionales del Partido Socialista por la Igualdad “expandió enormemente el campo de actividades de los movimientos nacionalistas burgueses, de los estalinistas, de los burócratas sindicalistas y de las varias tendencias pequeñoburguesas que terminaron por dirigir esas luchas. De una manera u otra, la función objetiva de esas organizaciones fue promover y conseguir una base de apoyo en capas mayores de la clase trabajadora y de las masas oprimidas y así proteger el sistema capitalista mundial”.[12]
No puedo revisar en detalle cada una de estas complejas experiencias. Sin embargo, el marco general del período de posguerra confirmó completamente la evaluación de Trotsky del papel contrarrevolucionario del estalinismo y, en particular, la evaluación hecha en “La URSS en guerra”, es decir, que cualquier cambio en las relaciones de propiedad que tuvieran lugar en uno u otro país que cayera bajo el control del aparato, seguiría siendo “el principal obstáculo en el camino hacia la revolución mundial”.
La respuesta inicial de la Cuarta Internacional se basó en esta perspectiva. Una declaración publicada por la Cuarta Internacional en noviembre de 1946 explicó, en relación con los acontecimientos en Europa del Este:
A cambio de un mísero botín, a cambio de las pocas monedas que las reparaciones de guerra ofrecían —sumas completamente insignificantes para resolver los problemas económicos de la URSS— el Kremlin erigió una muralla de odio en su contra por toda Europa del Este y el mundo entero. A cambio de ejercer control militar sobre los países empobrecidos y en bancarrota de los Balcanes, el Kremlin ha ayudado a los imperialistas ingleses y estadounidenses a aplastar la revolución y brindado su asistencia para sostener el capitalismo en estado de putrefacción.[13]
En abril de 1949, el Séptimo Pleno del Comité Ejecutivo Internacional (CEI) de la Cuarta Internacional insistió en que “No se puede criticar al estalinismo con base en los resultados locales de su política. Más bien la crítica debe proceder de la totalidad de sus acciones a nivel mundial. Cuando consideramos el estado de putrefacción que el capitalismo muestra aún hoy día cuatro años después de acabarse la guerra, y cuando consideramos la situación concreta de 1943 a 1945, no hay duda de que el estalinismo a nivel mundial apareció como el factor decisivo en prevenir un repentino y simultáneo colapso del orden capitalista en Europa y Asia”.[14]
A partir del otoño de 1949, sin embargo, Pablo y sus partidarios comenzaron a avanzar una interpretación muy diferente de los acontecimientos en Europa del Este y, enlazado con esto, del papel del estalinismo a nivel internacional.
En septiembre de 1949, Pablo planteó por primera vez la teoría de que los Estados obreros “deformados” dominarían durante décadas, incluso siglos, en la transición del capitalismo al socialismo. En “Sobre la naturaleza de clase de Yugoslavia”, Pablo escribió:
El socialismo, como movimiento ideológico y político del proletariado, así como sistema social, es por naturaleza internacional e indivisible.… Pero teniendo esto en cuenta, sigue siendo cierto que, en todo el período histórico de la transición del capitalismo al socialismo, un período que puede extenderse durante siglos, encontraremos un desarrollo mucho más tortuoso y complicado de la revolución de lo que nuestros maestros previeron, y Estados obreros que no son normales sino necesariamente muy deformados.[15]
¿Cuáles son las implicaciones de esas posiciones? El estalinismo deja de ser una “excrecencia” o un “tumor temporal” histórico, como Trotsky había analizado en La revolución traicionada y en la lucha contra la oposición pequeñoburguesa, y se convierte en una formación social independiente y de hecho “necesaria”. Si el dilatado “período de transición”, extendiéndose durante siglos, se caracterizaba por “Estados obreros” que estaban “necesariamente muy deformados”, es decir, dirigidos por partidos estalinistas, esto solo podría significar que, en un sentido histórico profundo, el estalinismo tenía un papel progresista. En respuesta a la pregunta de Trotsky, “¿La burocracia representa un tumor temporal en un organismo social, o este tumor ya se ha transformado en un órgano históricamente indispensable?”, Pablo respondía: “Es un órgano históricamente indispensable”.
En el mismo artículo, Pablo comenzó a avanzar formulaciones que revisaban el papel de la propia Cuarta Internacional. “En nuestra época”, escribió, “el poder proletario establecido en un solo país se burocratizará inevitable y rápidamente ... Para combatir este peligro no hay otro remedio más que hacer valer el peso de la organización mundial, la Internacional. Solo ella es capaz de contrarrestar la influencia corruptora del aislamiento nacional sobre el partido en el poder”. [16] Es decir, el papel de la Cuarta Internacional es servir de “contrapeso” a la “inevitable y rápida” tendencia de “el partido en el poder,” es decir, un partido distinto de la Cuarta Internacional, para burocratizarse en uno u otro país. Solo “a largo plazo” la “importancia y eficacia” de la Cuarta Internacional “se manifestaría” a través de “la conquista del poder en otros países”.
La cuestión de cómo designar correctamente a Yugoslavia y los Estados tapón en Europa del Este fue objeto de una intensa discusión dentro de la Cuarta Internacional, en la que se analizaron las implicaciones para la perspectiva de la Cuarta Internacional, así como cuestiones metodológicas críticas. Las posiciones esenciales avanzadas por diferentes líderes dentro de la Cuarta Internacional y dentro del SWP se resumen en el capítulo 13 de The Heritage We Defend, “Los orígenes del pablismo”, y en el capítulo 14, “La metafísica de la propiedad nacionalizada”.
Cannon, Morris Stein y John G. Wright en el SWP, e inicialmente Ernest Mandel en el Secretariado Internacional, argumentaron en contra de la conclusión simplista de que la nacionalización de las relaciones de propiedad equivalía automáticamente a la existencia de un Estado obrero, mientras que Joseph Hansen y Bert Cochran en el SWP se pusieron del lado de la posición de Pablo.
Mandel, quien más tarde sería un íntimo colaborador de Pablo, defendió en octubre de 1949 que aquellos que insistían en una designación inmediata de Yugoslavia y los Estados tapón como “Estados obreros” –no nombraba a Pablo, pero claramente estaba insinuado— estaban haciendo “una abstracción de factores decisivos en la estimación del carácter de estas nacionalizaciones: quién las instituyó, cuándo, en beneficio de quién y en qué condiciones. Aíslan un factor histórico de su contexto y reducen lo que debería ser un análisis histórico profundo a un simple silogismo, de hecho, a una tautología y a presuponer la conclusión”.[17]
En febrero de 1950, en una sesión plenaria del Comité Nacional del SWP, Stein argumentó en contra de la posición de Hansen, quien en esta etapa temprana ya planteaba que la estatificación de la producción es equivalente a un Estado obrero. Stein puso especial énfasis en el origen histórico de un Estado dado para determinar su carácter de clase. “Los criterios puramente económicos para establecer la existencia o no existencia de un Estado obrero han figurado en nuestro movimiento solo al discutir la degeneración de un Estado obrero previamente establecido por una revolución proletaria”, argumentó.
Stein enfatizó que,
[E]l elemento más importante en la revolución social es la conciencia y la acción propia de la clase trabajadora tal como se expresa en la política de su partido de vanguardia.
El enfoque simplificado que se reduce en esencia a la proposición: nacionalización es igual a Estado obrero, solo puede desorientar a nuestro movimiento. Es una caricatura del marxismo. Sustituye los decretos de nacionalización burocrática por un análisis real de las fuerzas de clase vivas y su posición relativa dentro de la sociedad. Semejante enfoque no puede servirnos ni como guía para comprender los acontecimientos que suceden en los países tapón ni como ayuda para dar forma a nuestra política hacia ellos.[18]
La Cuarta Internacional tomó la decisión, en el Octavo Pleno del CEI en abril de 1950, de designar a Yugoslavia como un “Estado obrero deformado”, que más tarde se aplicó también a los Estados tapón en Europa del Este.
The Heritage We Defend resume de manera concisa los temas involucrados en la discusión, y vale la pena citar extensamente el capítulo extremadamente importante sobre “La metafísica de la propiedad nacionalizada”.
La importancia de los argumentos de Mandel y Stein fue que pusieron correctamente el énfasis central en la perspectiva histórica de la revolución proletaria contra una creciente corriente de adaptación oportunista a la burocracia soviética y sus efímeros “éxitos”. Esto no significa, sin embargo, que la decisión final de reconocer la existencia de Estados obreros “deformados” en Yugoslavia y el resto de Europa del Este fuera errónea. Cuando se entiende y se utiliza correctamente, esta nueva definición cumple una función teórica y política necesaria. Pero como con todos los conceptos dialécticos, el de un “Estado obrero deformado” es aceptable y conserva su validez solo dentro de una determinada “tolerancia” histórica y política.
Es decir, como un medio para definir los Estados “híbridos” que surgieron bajo las condiciones específicas y peculiares del período de posguerra, y para enfatizar el carácter distorsionado y anormal de sus orígenes, el concepto de un Estado obrero deformado establece la base de principios sobre la cual el movimiento trotskista afirma la necesidad de defender a estos Estados contra las intervenciones imperialistas, mientras que al mismo tiempo indica claramente las tareas políticas que enfrenta la clase obrera dentro de estos países.
El uso del término deformado pone la atención principal en la diferencia histórica crucial entre el derrocamiento del Estado capitalista en octubre de 1917 y los cambios que ocurrieron a fines de la década de 1940 en Europa del Este: es decir, la ausencia de órganos de masas del poder proletario —los sóviets— dirigidos por un partido de tipo bolchevique. Además, el término en sí implica la existencia meramente transitoria de estos regímenes estatales de dudosa viabilidad histórica, cuyas acciones en todos los ámbitos políticos y económicos llevan el sello del carácter distorsionado y anormal de su nacimiento.
Por lo tanto, lejos de asociar tales regímenes con nuevas perspectivas históricas, la designación de deformado subraya la bancarrota histórica del estalinismo y apunta imperiosamente a la necesidad de la construcción de una dirección marxista genuina, la movilización de la clase obrera contra la burocracia gobernante en una revolución política, la creación de órganos genuinos de poder obrero y la destrucción de los innumerables vestigios de las viejas relaciones capitalistas dentro de la estructura estatal y la economía.[19]
Sin embargo, los partidarios de Pablo aprovecharon la definición de “Estados obreros deformados”, tratando el término “deformado”, en las palabras del camarada North, “como si no fuera más que una especie de ocurrencia de último momento”. Como Pablo ya había indicado en su ensayo anterior sobre Yugoslavia, estaba promoviendo la concepción de que tales Estados “deformados” serían los medios necesarios a través de los cuales se lograría el socialismo. Esto fue acompañado de un gran desprecio hacia aquellos dentro de la Cuarta Internacional que se oponían a estas concepciones por supuestamente estar enamorados de la “forma pura” en lugar de aceptar la realidad.
El liquidacionismo y objetivismo pablistas
Si bien la discusión sobre la caracterización de Yugoslavia y los Estados tapón era importante, subyacente a ella había cuestiones de perspectiva más fundamentales. ¿Cuál era la naturaleza de la época? ¿Por qué medios se realizaría el socialismo? ¿Cuál era el papel de la Cuarta Internacional?
Durante los siguientes dos años, el rasgo esencial del pablismo se volvió evidente, como cité anteriormente:
El pablismo fue (y es) liquidacionismo en toda la línea: es decir, el rechazo de la hegemonía del proletariado en la revolución socialista y la existencia genuinamente independiente de la Cuarta Internacional como expresión consciente del papel histórico de la clase trabajadora...[20]
El capítulo 15 de The Heritage (“La naturaleza del oportunismo pablista”) describe la evolución del pablismo en el curso de 1951, el año del Tercer Congreso Mundial, celebrado en agosto-septiembre. Una vez más, solo puedo referirme a varios de los puntos más importantes analizados en el libro.
En enero de 1951, Pablo escribió su ensayo, “¿A dónde vamos?”, preparado después del Noveno Pleno del CEI y antes del Tercer Congreso Mundial, en el que reiteró y amplió la posición avanzada en el ensayo sobre Yugoslavia. Aquellos que “desesperan por el destino de la humanidad, debido a que el estalinismo todavía resiste y consigue victorias” escribió Pablo, están motivados por el deseo subjetivo de que el socialismo se “realice dentro del lapso de sus breves vidas”. En cambio, insistió, “esta transformación probablemente llevará un período histórico completo de varios siglos, y mientras tanto se llenará de formas y regímenes transicionales entre el capitalismo y el socialismo, desviados necesariamente de las formas “puras” y de las normas”[21] (subrayado nuestro).
Bajo el pretexto de considerar los “nuevos desarrollos en la realidad objetiva”, Pablo comenzó a introducir alteraciones fundamentales en la comprensión del movimiento trotskista de la naturaleza de la época y su propio papel dentro de ella. Era necesario, escribió Pablo, reconocer que desde el final de la Segunda Guerra Mundial “hemos entrado en un período esencialmente diferente de cualquiera de los conocidos en el pasado,” requiriendo por parte del movimiento la superación de “todo dogmatismo y de cualquier forma de pensamiento incapaz de abarcar, analizar y comprender el contenido infinitamente rico de la nueva realidad en pleno florecimiento”.[22]
¿Qué era esta “nueva realidad”, en su “contenido infinitamente rico”? Pablo lo resumió de la siguiente manera:
Para nuestro movimiento, la realidad social objetiva está compuesta esencialmente por el régimen capitalista y el mundo estalinista. Además, nos guste o no, estos dos elementos en gran medida constituyen la realidad objetiva social, dado que la abrumadora mayoría de las fuerzas que se oponen al capitalismo están, en estos momentos, dirigidas o influenciadas por la burocracia soviética.
“La realidad social objetiva”, dice Pablo, “está compuesta esencialmente por el régimen capitalista y el mundo estalinista”. Fue tan insistente en este punto que lo dijo dos veces. “Además, nos guste o no, estos dos elementos en gran medida constituyen la realidad social objetiva”. El “además” aquí es falso, ya que Pablo simplemente repite lo que acababa de decir, con la única adición de “nos guste o no”. Es decir, independientemente de lo que la Cuarta Internacional quiera o haga, independientemente de cualquier cosa que sus cuadros puedan desear subjetivamente, la “realidad social objetiva” consiste en el mundo estalinista y el régimen capitalista. ¿Por qué? Porque “las fuerzas que se oponen al capitalismo están, en estos momentos, dirigidas o influenciadas por la burocracia soviética” (subrayado nuestro).
Suponiendo que esta última afirmación fuera cierta, que las aspiraciones anticapitalistas de la clase obrera estaban “en estos momentos” bajo la dirección o influencia de la burocracia soviética, esto para el movimiento trotskista solo subrayaría el problema esencial de la dirección revolucionaria, a saber, cómo romper la influencia política del estalinismo sobre la clase obrera. Además, la afirmación de que la “realidad social objetiva” consistía en el “régimen estalinista” y el “mundo capitalista” atribuía la constelación existente de fuerzas políticas a algo fundamental en la estructura de la sociedad misma, dotando nuevamente al “régimen estalinista” de una función social históricamente necesaria, en lugar de considerarlo como una “excrecencia” política temporal.” Decir que el “régimen estalinista” estaba arraigado en la “realidad social objetiva” era, en cierto sentido, adoptar la posición de los capitalistas de Estado de que el estalinismo era una nueva clase social, poniendo esa posición patas arriba.
Esta línea liquidacionista estaba conectada con la teoría de Pablo de la “guerra-revolución”, que reemplazó el desarrollo de la lucha de clases, dentro del cual la Cuarta Internacional lucharía por la dirección política, con una guerra mundial catastrófica como mecanismo para realizar el socialismo. “Semejante guerra,” escribió Pablo, “tomaría, desde sus comienzos, el carácter de una guerra civil internacional, especialmente en Europa y Asia, que pasarían rápidamente a estar bajo el control de la burocracia soviética, de los partidos comunistas, o de las masas revolucionarias…”.
Estas dos concepciones de revolución y guerra, lejos de oponerse o diferenciarse como dos etapas de desarrollo significativamente diferentes, se están acercando cada vez más entre sí y están tan interconectadas que son casi indistinguibles en ciertas circunstancias y en ciertos momentos. En su lugar, es la concepción de revolución-guerra, de guerra-revolución la que está concretándose y sobre la cual deben descansar las perspectivas y la orientación de los marxistas revolucionarios en nuestra época.[23]
La teoría de Pablo de la “guerra-revolución”, más tarde llevada aún más lejos por el partidario de Pablo en América Latina, Juan Posadas, puso patas arriba la concepción marxista tradicional de la guerra. En lugar de que el movimiento revolucionario de la clase obrera fuera la base objetiva para derrocar al capitalismo y poner fin a la guerra imperialista, la guerra imperialista se convirtió en la partera de la revolución. En las fantasías “revolucionarias” de Pablo, tal guerra llevaría “rápidamente” a los partidos estalinistas a tomar el control de toda Europa y Asia, dotando a la burocracia de un papel progresista en el derrocamiento de las relaciones de propiedad capitalistas en gran parte del mundo e ignorando el papel que cumplió el estalinismo menos de una década antes al sofocar la revolución en Europa y Asia a instancias del imperialismo, durante e inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial.
Volveré al tema de la guerra-revolución, pero primero me gustaría citar nuevamente un extenso pasaje de The Heritage sobre una cuestión metodológica involucrada en la revisión de Pablo del trotskismo, que tienen una relevancia duradera para la comprensión de nuestra propia actividad política. Y esa es la cuestión del objetivismo.
“A medida que se adaptaban al imperialismo y a sus agentes estalinistas”, escribe el camarada North, “y dejaron de creer en la capacidad de los trotskistas para ganar la dirección de la clase obrera, Pablo y sus aliados adoptaron un método objetivista que se adaptaba perfectamente a una perspectiva política que entregaba toda iniciativa histórica a fuerzas externas a la clase obrera y a corrientes políticas distintas de la Cuarta Internacional”.
El punto de vista del objetivismo es la contemplación en vez de la actividad práctica revolucionaria, la observación en vez de la lucha; justifica lo que está sucediendo en lugar de explicar lo que debe hacerse. Este método proporcionó los fundamentos teóricos para una perspectiva en la que el trotskismo ya no era visto como la doctrina que guiaba la actividad práctica de un partido decidido a conquistar el poder y cambiar el curso de la historia, sino más bien como una interpretación general de un proceso histórico en el que el socialismo se realizaría en última instancia bajo la dirección de fuerzas no proletarias hostiles a la Cuarta Internacional. En la medida en que se le atribuía al trotskismo algún papel directo en el curso de los acontecimientos, era simplemente el de una especie de proceso mental subliminal que guiaba inconscientemente las actividades de los estalinistas, neoestalinistas, semiestalinistas y, por supuesto, nacionalistas pequeñoburgueses de un tipo u otro.
El pablismo, en este sentido, fue mucho más allá de un conjunto de evaluaciones incorrectas, pronósticos falsos y revisiones programáticas. Atacó todos los fundamentos del socialismo científico y repudió las lecciones centrales abstraídas por los marxistas de un siglo de la lucha de clases. La mayor conquista de la teoría marxista en el siglo XX, la concepción leninista del partido, fue socavada, ya que Pablo cuestionó la necesidad del elemento consciente en la lucha del proletariado y la realización histórica de la dictadura del proletariado. Para Pablo y sus seguidores, no había necesidad de educar teóricamente a la clase obrera y hacerla consciente de sus tareas históricas. No era necesario librar una lucha por el marxismo contra la dominación de la ideología burguesa sobre el movimiento espontáneo de la clase obrera.
Así, el marxismo dejó de ser un arma política y teórica activa a través de la cual la vanguardia de la clase obrera establecía su autoridad entre las masas y las entrenaba y organizaba para la revolución socialista. Más bien, el marxismo simplemente era “confirmado” por una abstracción llamada el “proceso histórico”, el cual operaba casi automáticamente a través de cualquier corriente política que estuviera a mano, independientemente de las fuerzas de clase sobre las que se basaban objetivamente y sin importar cuán notorio fuera su pasado o reaccionario su programa.[24]
La lucha contra el objetivismo tiene una larga historia en el movimiento marxista. The Heritage cita un ensayo temprano de Lenin, “El contenido económico del populismo”, donde aborda esta cuestión. Uno de los últimos ensayos de Trotsky, “Clase, partido y dirección”, está dedicado a desenmascarar a quienes atribuyen a la clase trabajadora y a “causas objetivas” la responsabilidad de las derrotas causadas por la traición de los líderes de la clase obrera. “La dirección política en los momentos cruciales de los giros históricos puede convertirse en un factor tan decisivo como lo es el papel del comandante en jefe durante los momentos críticos de la guerra”. escribió Trotsky. “La historia no es un proceso automático. De lo contrario, ¿por qué hay líderes? ¿por qué hay partidos? ¿por qué hay programas? ¿por qué hay luchas teóricas?”. La Socialist Labour League (Liga Obrera Socialista), cuando se opuso a la reunificación, abordó el objetivismo de Hansen y el SWP a principios de la década de 1960, como se presentará en la próxima conferencia.
En particular, señalaría a los camaradas que estudien el ensayo “Marxismo, historia y conciencia socialista”, que contiene el libro The Frankfurt School, Postmodernism and the Politics of the Pseudo-Left (La Escuela de Fráncfort, el postmodernismo y la política pseudoizquierdista). Ahí se elabora una comprensión correcta del objetivismo en oposición a la falsa presentación del tema por parte de Steiner y Brenner (particularmente las secciones 6 y 15). El objetivismo no significa entender que la historia es un proceso regido por leyes, algo en lo que insistimos y que Steiner y Brenner rechazaron. Más bien, es la posición de que el desarrollo objetivo de las contradicciones del capitalismo resolverá el problema fundamental de la dirección revolucionaria, el “factor subjetivo”.
Para los marxistas, la lucha por la conciencia socialista no consiste en convencer a las masas obreras que luchen contra el capitalismo. Más bien, partiendo de un reconocimiento de la inevitabilidad de tales luchas, que surgen del proceso objetivamente explotador de extracción de plusvalía, intensificado por la profundización de la crisis económica y social del sistema capitalista, el movimiento marxista se esfuerza por desarrollar, dentro de los sectores avanzados de la clase obrera, una comprensión científica de la historia como un proceso gobernado por leyes, un conocimiento del modo de producción capitalista y de las relaciones sociales a las que da lugar, y una comprensión de la naturaleza real de la crisis actual y sus implicaciones históricas y mundiales. Se trata de transformar un proceso histórico inconsciente en un movimiento político consciente, de anticipar y prepararse para las consecuencias de la intensificación de la crisis capitalista mundial, de poner al descubierto la lógica de los acontecimientos y formular, estratégica y tácticamente, la respuesta política adecuada.[25]
O como Lenin lo expresó en una frase más tarde distorsionada y falsificada por Healy, “La máxima tarea de la humanidad es comprender esta lógica objetiva de la evolución económica (de la evolución del ser social) en sus trazos generales y fundamentales, para adaptar a ella, tan clara y netamente como le sea posible y con el mayor espíritu crítico, su conciencia social y la conciencia de las clases avanzadas de todos los países capitalistas”.[26]
Volviendo al pablismo, la teoría de la “guerra-revolución” en realidad adoptó la posición que Trotsky había atacado explícitamente en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, que tiene relevancia para nuestro propio análisis de la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia y que el camarada North citó en la introducción. En su testimonio ante la Comisión Dewey en 1937, Trotsky se refirió a la “teoría fantástica que es puesta en circulación por los amigos de la GPU” de que, dado que “las guerras a menudo producen revoluciones”, el movimiento trotskista está a favor de acelerar la guerra.
“De hecho, las guerras a menudo han acelerado el estallido de revoluciones”, explicó Trotsky.
Pero precisamente por esta razón a menudo han producido fracasos. La guerra agudiza las contradicciones sociales y el descontento de las masas. Pero eso es insuficiente para el triunfo de la revolución proletaria. Sin un partido revolucionario arraigado en las masas, la situación revolucionaria lleva a las más crueles derrotas. La tarea no es “acelerar” el advenimiento de la guerra. Lamentablemente, a esto se están dedicando los imperialistas de todos los países, y lo hacen con éxito. La tarea es utilizar el tiempo que los imperialistas todavía dejan a las masas para construir un partido revolucionario y sindicatos revolucionarios...
Las guerras y las revoluciones son los fenómenos más graves y trágicos de la historia humana. No se las puede tomar a la ligera. No toleran el diletantismo. Debemos comprender claramente la interrelación de la guerra y la revolución. Debemos entender, con la misma claridad, la interrelación de los factores revolucionarios objetivos, que no pueden ser inducidos a voluntad, y el factor subjetivo de la revolución, la vanguardia consciente del proletariado, su partido. Es necesario preparar este partido con la mayor energía.[27]
Pablo puso patas arriba esta interpretación. En lugar de la necesidad de resolver el “factor subjetivo de la revolución” para aumentar las “posibilidades de que la revolución ocurra antes de la guerra y tal vez haga imposible la guerra misma”, para Pablo la guerra se convirtió en el mecanismo para realizar la revolución sin resolver el factor subjetivo. Con la ayuda de la guerra, el fin de las relaciones de propiedad capitalistas ocurriría “rápidamente” y bajo la dirección de la burocracia estalinista contrarrevolucionaria.
En este contexto, el papel de la Cuarta Internacional quedaba reducido prácticamente a cero. En “¿A dónde vamos?” Pablo escribió que, “para una correcta orientación de los marxistas-revolucionarios, sin embargo, no solo es necesario tener en cuenta que el proceso objetivo es, en última instancia, el único factor determinante, superando todos los obstáculos de orden subjetivo, sino también que el propio estalinismo es, por un lado, un fenómeno de contradicciones, y por otra parte es un fenómeno contradictorio” (subrayado nuestro).
Pero si el “proceso objetivo” es “el único factor determinante”, ¿cuál es el papel del partido? Esta declaración iba en contra de todo lo que Trotsky escribió sobre la dinámica de la revolución y el papel decisivo del partido, de la dirección. Este factor se vuelve más relevante, no menos, en un período de revolución. “Pero cuando las premisas objetivas están maduras, la clave de todo el proceso histórico pasa a manos del factor subjetivo, es decir, del partido”, escribió Trotsky en 1928. “El oportunismo, que vive consciente o inconscientemente bajo la sugestión de la época pasada [es decir, el período anterior a la Primera Guerra Mundial], se inclina siempre a menospreciar el rol del factor subjetivo, es decir, la importancia del partido revolucionario y de su dirección”.[28]
Las resoluciones preparadas para el Tercer Congreso Mundial y el informe de Pablo al Congreso (“El camino a las masas”) desarrollaron, sobre la base de las concepciones liquidacionistas que se estaban avanzando, la perspectiva de la “integración real” en los movimientos de masas dondequiera que existieran y en cualquier forma que tomaran.
“Por primera vez en la historia de nuestro movimiento”, dijo Pablo en su informe, “particularmente desde el Segundo Congreso Mundial, la madurez de nuestros cuadros se evidencia por la exploración obstinada y sistemática del camino que el movimiento real de las masas ha tomado en cada país y las formas y organizaciones que lo expresan mejor y por nuestros pasos concretos y prácticos en este camino”.
El “camino a las masas” de Pablo se basaba en consideraciones nacionales, en lugar de una perspectiva global para la revolución socialista. “Comprender el movimiento real de las masas significa, ante todo, poder analizar correctamente la situación política en cada país, sus peculiaridades, su dinamismo, y definir las tácticas más adecuadas para llegar a las masas”.
Pablo transformó lo que en el movimiento marxista tradicionalmente se han considerado cuestiones tácticas –cómo hay que relacionarse con los trabajadores y ganarlos de las direcciones existentes— en una cuestión suprema de perspectiva política, cuya centralidad nunca se había comprendido. “Lo que hemos entendido por primera vez en la historia de nuestro movimiento y del movimiento obrero en general, por primera vez de una manera tan completa y a una escala tan grande, es que debemos ser capaces de encontrar nuestro lugar en el movimiento de masas tal como es, dondequiera que se exprese, y ayudarlo a elevarse a través de su propia experiencia a niveles más altos...”.
No existe ni una sola organización trotskista hoy que, en su totalidad o en parte, no comprenda seria, profunda y concretamente la necesidad de subordinar todas las consideraciones organizativas, de independencia formal o de otro tipo, a la integración real en el movimiento de masas dondequiera que se exprese en cada país, o a la integración en una corriente importante de este movimiento que pueda ser influenciada.[29]
El Congreso adoptó una resolución específica sobre la situación política en América Latina, incluyendo un llamamiento al movimiento trotskista en Bolivia a orientarse hacia el MNR pequeñoburgués. Este fue el comienzo de una política liquidacionista en el continente que tendría consecuencias catastróficas para la clase obrera, que serán abordadas en la próxima conferencia.
Cannon emprende la lucha contra el pablismo, la publicación de la Carta Abierta
A partir de 1952, Cannon emprendió una lucha contra el pablismo, que culminó con la publicación de la Carta Abierta en noviembre de 1953. En los capítulos 16 y 17 de The Heritage We Defend, que resumen esta historia, el camarada North al mismo tiempo desenmascara y rebate la mentira presentada por Banda en sus “27 razones” de que Cannon (así como Healy, según Banda) emprendieron una maniobra pragmática o algo peor cuando se opusieron al pablismo y fundaron el Comité Internacional. Según Banda, la división en 1953 fue un conflicto entre “aquellos que en Reino Unido y los Estados Unidos (por ejemplo, Cannon y Healy) se orientaban rápidamente hacia las burocracias sindicales y reformistas y al Estado y aquellos en Europa occidental que se estaban adaptando a la presión de las burocracias estalinistas dominantes en Italia y Francia”.[30]
Como señala el camarada North, si esta interpretación de 1953 fuera cierta, entonces los trotskistas auténticos de la época se habrían visto obligados a apoyar críticamente a Pablo, ya que la fundación del CICI se habría basado en una adaptación al imperialismo estadounidense y europeo. Como lo demuestran exhaustivamente The Heritage, el “análisis” de Banda era una ficción absoluta.
Los ataques al papel de Cannon en 1953 (que Banda extendió a Healy también) derivaban de las posiciones anteriores del WRP, que en el curso de su degeneración nacionalista comenzó a promover la línea de que la ruptura de Cannon con Pablo fue simplemente una maniobra sin principios. El prólogo de Trotskismo vs. revisionismo, Volumen 1, publicado en 1974, argumentaba que “muchas personas nuevas en el movimiento pueden verse tentadas a sacar la conclusión de que el SWP representaba un punto de vista antirrevisionista y marxista en la discusión y que su actual posición traidora [en la década de 1970] es una especie de aberración divorciada de la 'ortodoxia' de los años cincuenta”. Por el contrario, según el prólogo, el CICI elaboró su perspectiva en oposición a ambos, el pablismo y “el pragmatismo y el determinismo mecánico de la tendencia de Cannon-Dobbs-Hansen”. Añade además que “Cannon y la mayoría de la dirección del SWP no pudieron luchar políticamente contra Pablo porque compartían el mismo método positivista”.[31]
En su obituario de Healy, el camarada North señala que esta disminución del papel de Cannon, que de hecho comenzó a finales de la década de 1960, se avanzó “para minimizar ... la importancia del movimiento internacional y su papel decisivo en el desarrollo del movimiento trotskista en Reino Unido”.
Ciertamente es posible, en perspectiva, señalar los fallos de Cannon en los primeros años del surgimiento del pablismo, incluida la falta de comprensión de los problemas políticos involucrados en las maniobras burocráticas de Pablo contra la mayoría de la sección francesa, y entender el significado de largo alcance de las posiciones avanzadas en las resoluciones del Tercer Congreso Mundial. El propio Cannon reconoció estos fallos una vez que puso en marcha la batalla contra el pablismo. Pero concluir de esto que la batalla de Cannon contra Pablo fue simplemente una maniobra, y que Cannon fue “incapaz de luchar contra Pablo políticamente” era distorsionar el registro histórico. Equivalía a falsificar las posiciones avanzadas por el propio Cannon en la historia del movimiento trotskista, a pesar de su posterior degeneración política. Además, ya sea que Healy tuviera la intención de hacerlo o no en ese momento, socavaba los fundamentos políticos del propio CICI, el cual se basó en la Carta Abierta de Cannon.
La defensa que organizó Cannon primero contra la tendencia de Cochran-Clarke en el SWP y luego contra el pablismo en su conjunto tuvo una importancia especial para la historia del partido.
En los Estados Unidos, los partidarios de Pablo, liderados por Bert Cochran, se involucraron en un repudio total de las tradiciones históricas del movimiento, bajo la demanda de “desechar el viejo trotskismo”. Argumentando que el SWP debería dejar de referirse a sí mismo como “trotskista”, Cochran declaró en abril de 1951: “Tengo la sensación de que esta designación tiene la impresión en el estadounidense apolítico promedio –la persona que más nos interesa [¡!]– de que es un movimiento sectario, como seguidores de algún individuo, y además ruso”.[32]
Cochran estaba expresando un estado de ánimo, característico de todas las corrientes revisionistas, de hostilidad desenfrenada hacia la historia del partido. Declaró en julio-agosto de 1951 que “no podemos permitirnos vivir en el pasado, o en un mundo ficticio de nuestra propia creación”.
No podemos permitirnos ningún quijotismo. Si bien nuestro programa se basa y continuará basándose en las experiencias internacionales de la clase trabajadora.; y aunque Trotsky fue, en el sentido inmediato y más directo, el maestro y el líder de nuestro movimiento, no se deduce en absoluto de estas dos proposiciones que tendremos mucho éxito en unir a los trabajadores detrás de nuestra bandera tratando de aclararles los aciertos y errores de la lucha entre Stalin y Trotsky, pasó a ser historia, o que es nuestro deber revolucionario tratar de hacerlo.[33]
Esta es una declaración extraordinaria. La lucha “entre Stalin y Trotsky”, como si se tratara de un conflicto entre individuos, y no de cuestiones de vida o muerte para el movimiento socialista mundial, había “pasado a ser historia”. Esto fue manifestado en 1951, solo 11 años después del asesinato de Trotsky a manos de un agente de la GPU, el equivalente al período comprendido entre 2012 y hoy. Fue menos de 15 años después de las Grandes Purgas y el asesinato masivo de trotskistas y trabajadores socialistas en la Unión Soviética. Pero los “aciertos y errores” de este conflicto supuestamente habían retrocedido a un pasado lejano, bajo condiciones en las que Stalin todavía dirigía el aparato burocrático en la Unión Soviética.
Cannon entendió que la lucha contra Cochran y luego contra el pablismo como tendencia internacional tenía que ser llevada a los militantes y que ellos tenían que asumirla como propia.
Me gustaría reproducir un clip de un discurso pronunciado por Cannon el 24 de mayo de 1953, ante una reunión de militantes de la sección de Nueva York, una de los principales bastiones de la oposición. Da una idea de lo que Cannon representaba y de su enfoque en la historia del movimiento. Los camaradas sin duda reconocerán en él nuestras propias motivaciones para esta escuela.
En este discurso y otros de la época, Cannon vinculó las posiciones de la oposición con los cambios en la situación objetiva y las relaciones de clase en los años posteriores a la guerra. Dirigiéndose al grupo mayoritario del partido el 11 de mayo de 1953, explicó que el partido ya no podía ignorar la estratificación que estaba teniendo lugar dentro de los sindicatos y el surgimiento de una capa conservadora, cuyos estados de ánimo y concepciones se manifestaban dentro del partido.
En el transcurso de 1953, Cannon y sus partidarios llegaron a la comprensión de que las concepciones políticas de la corriente liderada por Cochran y Clark que enfrentaba el SWP [34] eran un reflejo nacional particular de la línea liquidacionista promovida por Pablo. Por lo tanto, solo podría abordarse al nivel de la internacional. Como Dobbs explicó en esta carta a Healy el 25 de octubre de 1953, “Creemos que el mejor servicio que podemos prestar al movimiento internacional es cortar toda la red de intrigas pablistas con un desafío abierto a su línea revisionista-liquidacionista. Creemos que ha llegado el momento de un llamamiento abierto a los trotskistas ortodoxos del mundo para que se unan para salvar la Cuarta Internacional y expulsar a esta camarilla revisionista usurpadora.
“La lucha a la que nos enfrentamos ahora no es menos vital y decisiva para el futuro que las grandes batallas libradas hace 25 años, en las que se reunieron los cuadros trotskistas originales. Frente a estos imperativos políticos, los pequeños escándalos y las maniobras organizativas palidecen en importancia. A través de un desafío político sin concesiones, rápidamente unirás tus fuerzas en una facción que se convertirá en el futuro movimiento en Inglaterra”.[35]
A principios de noviembre, tras la expulsión de Cochran, Clarke y otros que participaron en un boicot a un evento del partido que conmemoraba el 25º aniversario de la fundación del movimiento trotskista en Estados Unidos, Cannon pronunció un discurso ante un pleno del Congreso Nacional en el que describió la cuestión central en juego en la lucha contra el pablismo: la cuestión de la dirección revolucionaria y, ligada a esto, la comprensión de la naturaleza de la época:
Y si nuestra ruptura con el pablismo –como lo vemos ahora claramente— se reduce a un punto y se concentra en un punto, ese punto es: la cuestión del partido. Eso nos parece claro ahora, ya que hemos visto el desarrollo del pablismo en acción. La esencia del revisionismo pablista es la eliminación de esa parte del trotskismo que hoy es su parte más vital: la concepción de la crisis de la humanidad como la crisis de la dirección del movimiento obrero resumida en la cuestión del partido.[36]
La Carta Abierta de noviembre de 1953 resumió las cuestiones políticas y organizativas de principios involucradas en la lucha contra el pablismo. Sus apartados iniciales describían, bajo el título “El programa del trotskismo”, las bases fundamentales sobre las cuales se construyó el movimiento trotskista, una sección que se incorporó en su totalidad en la resolución fundacional del CICI.
Cito:
1. La agonía mortal del sistema capitalista amenaza con destruir la civilización humana mediante peores depresiones, guerras mundiales y manifestaciones de barbarie como el fascismo. La actual existencia de armas atómicas agudiza ese peligro de la peor manera posible.
2. Solo se puede evitar esa caída al abismo reemplazando el capitalismo con la economía planificada del socialismo a escala mundial y así reanudar la espiral de progreso que el capitalismo inició en sus comienzos.
3. Esto solo se puede lograr en una sociedad dirigida por la clase obrera. Pero la clase obrera misma encara una crisis de liderazgo aun cuando la relación entre las fuerzas sociales nunca había sido tan favorable para que la clase obrera se encaminara hacia la toma del poder.
4. Para organizar esa labor histórica-mundial, la clase obrera de todos los países debe construir un partido socialista revolucionario según los criterios desarrollados por Lenin; es decir, un partido de combate capaz de combinar dialécticamente la democracia y el centralismo —democracia para tomar decisiones, centralismo para llevarlas a cabo— una dirección bajo el control de las bases, bases capaces de marchar adelante disciplinadamente bajo fuego.
5. El obstáculo principal a esto es el estalinismo, el cual explota el prestigio de la Revolución rusa de 1917 para atraer a los obreros y luego traicionar su confianza, lanzándolos ya sea a los brazos de la socialdemocracia, de la apatía o a la renovación de las ilusiones en el capitalismo. Las consecuencias de estas traiciones las paga la clase obrera con la consolidación de las fuerzas fascistas o monárquicas y nuevas explosiones de guerras fomentadas y preparadas por el capitalismo. Desde sus inicios, la Cuarta Internacional se planteó la derrota revolucionaria del estalinismo dentro y fuera de la URSS como una de sus misiones principales.
6. La necesidad de tácticas flexibles que enfrentan muchas secciones de la Cuarta Internacional, y partidos y grupos que simpatizan con su programa, hace más imperativo que sepan luchar contra el imperialismo y todas sus agencias pequeñoburguesas (tales como los grupos nacionalistas y las burocracias sindicales) sin capitular al estalinismo; y, a la inversa, que sepan cómo combatir el estalinismo (que, en última instancia, es una agencia pequeñoburguesa del imperialismo) sin capitular ante el imperialismo.[37]
El capítulo 18 de The Heritage detalla la forma en que la Carta Abierta expone en detalle el rechazo de Pablo a estas concepciones fundamentales confirmadas por acontecimientos políticos críticos. Esto incluye la respuesta a la muerte de Stalin en marzo de 1953. La facción pablista no presentó las concesiones de la burocracia como una maniobra, sino como un paso hacia “compartir el poder” con la clase obrera. En respuesta al levantamiento de los trabajadores en Alemania Oriental en junio de 1953, los pablistas disfrazaron la represión violenta contra los trabajadores por parte de las tropas estalinistas como parte del “camino hacia concesiones más amplias y genuinas”. En respuesta a la huelga general masiva en Francia en agosto, los pablistas encubrieron las traiciones de los estalinistas afirmando que el Partido Comunista “no tenía ninguna” política, en lugar de denunciar su política de reforzar el capitalismo francés.
La Carta Abierta concluye con un llamamiento a una ofensiva internacional contra el pablismo en todas sus formas:
La brecha que separa al revisionismo pablista del trotskismo ortodoxo es tan profunda que no existe la menor posibilidad de un acuerdo político u organizacional. La facción de Pablo ha mostrado que no permitirá que se llegue a decisiones democráticas que verdaderamente reflejen la opinión de la mayoría. Exige que ésta se doblegue totalmente a su política criminal. Está decidida a eliminar de la Cuarta Internacional a todos los trotskistas ortodoxos; a amordazarlos y esposarles… Pero se ha llegado al punto de un cambio cualitativo. Las diferencias políticas han superado las maniobras y la lucha es ahora un enfrentamiento abierto.
Conclusión
Quisiera concluir con tres puntos.
Primero, al formar el Comité Internacional, Cannon y sus partidarios, incluido Healy, defendían el movimiento trotskista de su liquidación. Sin esta lucha, la Cuarta Internacional habría dejado de existir como corriente revolucionaria. A pesar de su posterior degeneración, Cannon comprendió cuán urgente y necesaria era esta tarea. “Los cuadros de los 'viejos trotskistas'“, escribió en una carta a Leslie Goonewardene el 23 de febrero de 1954, “representan el capital acumulado durante la larga lucha”.
Ellos son los portadores de la doctrina; los únicos instrumentos humanos disponibles en la actualidad que pueden llevar nuestra doctrina, el elemento de la conciencia socialista, al movimiento de masas. La camarilla de Pablo se propuso deliberadamente desestabilizar a estos cuadros, uno por uno, en un país tras otro. Y nos propusimos, con más determinación y después de un retraso demasiado largo, defender a los cuadros contra este pérfido ataque. Nuestro sentido de responsabilidad hacia el movimiento internacional nos exigía imperativamente que lo hiciéramos. Los cuadros revolucionarios no son indestructibles. La trágica experiencia de la Internacional Comunista nos enseñó eso.[38]
La ruptura con el WRP tuvo un carácter similar. Fue una defensa de toda la historia del movimiento contra una corriente liquidacionista y oportunista que amenazaba con destruir la propia Cuarta Internacional. En diferentes condiciones, estamos incorporando estos conceptos al trabajo del partido. Actualmente no estamos involucrados en una batalla contra una corriente oportunista dentro del partido. Pero, sobre la base de una comprensión de las tareas planteadas por la situación objetiva, estamos tratando de educar a todo el partido en “el capital acumulado durante la larga lucha”. Solo sobre esta base seremos capaces de orientar al partido en una situación política extremadamente compleja y, a través de éste, de orientar y dirigir a la clase obrera en la revolución socialista.
En segundo lugar, los camaradas deben sacar como principal conclusión de esta presentación que deben leer cuidadosamente y en detalle los documentos de la ruptura con el WRP, incluido The Heritage We Defend. En el espacio de esta conferencia solo pude repasar los puntos más importantes de los orígenes y la evolución del pablismo y su significado. Al igual que con todas las conferencias de esta semana, pretende ser un punto de partida para que el partido y cada miembro estudien.
En tercer lugar, la lucha que llevó a la fundación del Comité Internacional de la Cuarta Internacional hace 70 años inició un período de 30 años que hemos descrito como una “guerra civil” dentro del movimiento trotskista, incluida la lucha dirigida por Healy y el SLL contra la reunificación sin principios. Este periodo, que culminó en la ruptura con el WRP, es lo que hemos llamado la tercera etapa en la historia del movimiento trotskista, el tema principal de las conferencias de esta semana.
En cuanto a las organizaciones que se pusieron del lado de Pablo en 1953 y luego participaron en la reunificación de 1963, hoy pertenecen, si es que existen, a la “pseudoizquierda”, es decir, a partidarios del imperialismo y defensores del aparato sindical. Algunos de los que pasaron por la escuela del pablismo han llegado incluso al nivel de primeros ministros y presidentes. Solo el CICI, en sus 70 años de historia y en su práctica actual, ha defendido la perspectiva del trotskismo. Es el Partido Mundial de la Revolución Socialista.
“La ‘Carta Abierta’ y la formación del Comité Internacional”, Historical and International Foundations of the Socialist Equality Party (US), 2008. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/foundations-us/17.html
David North, The Heritage We Defend: A Contribution to the History of the Fourth International (Oak Park, MI: Mehring Books, 2018), pág. 189.
“Carta de David North a Mike Banda, 23 de enero de 1984”, The ICFI Defends Trotskyism. URL: https://www.wsws.org/en/special/library/the-icfi-defends-trotskyism-1982-1986/05.html
North, The Heritage We Defend, pág. 486.
León Trotsky, “La URSS en guerra”, In Defense of Marxism (Londres: New Park Publications, 1971), pág. 7.
“Una carta a James P. Cannon, 12 de septiembre de 1939,” ibid., pág. 1.
“La URSS en guerra”, ibid., págs. 22-23.
Citado en The Heritage We Defend, pág. 99.
Citado en ibid., pág. 101.
Citado en ibid., pág. 109.
Ibid., pág. xxxvi.
Historical and International Foundations of the Socialist Equality Party, págs. 69-70.
Citado en ibid, pág. 71.
Citado en ibid., págs. 71-72.
Michel Pablo, “Sobre la naturaleza de clase de Yugoslavia”, Boletín de Información Internacional del SWP, diciembre de 1949.
Ibid.
Citado en The Heritage We Defend, págs. 170-71.
Citado en ibid., pág. 176.
David North, ibid., págs. 176-77.
David North, ibid., pág. 189.
Michel Pablo, “¿A dónde vamos?”, (enero de 1951), Boletín de Información Internacional del SWP, marzo de 1951.
Ibid.
Citado en The Heritage We Defend, pág. 185.
Ibid., pág. 187.
David North, “Marxismo, historia y consciencia socialista”, The Frankfurt School, Postmodernism and the Politics of the Pseudo-Left (Oak Park, MI: Mehring Books, 2015), pág. 91.
V.I. Lenin, “Cómo Bogdánov corrige y ‘desarrolla’ a Marx”, Materialism and Empirio-Criticism, Capítulo 6.2, URL: https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1908/mec/six2.htm
León Trotsky, “Nuestra posición sobre la guerra propiciando la revolución” Fourth International, No. 11, URL: https://www.marxists.org/history/etol/newspape/fi-is/no11/trotsky.htm
León Trotsky, “El proyecto de programa de la Internacional Comunista: una crítica desde los fundamentos”, The Third International After Lenin (Nueva York: Pathfinder Press, 1996), pág. 101.
Citado en The Heritage We Defend, págs. 191-192.
Citado en The Heritage We Defend, pág. 197.
Trotskyism vs. Revisionism, Volume One: The Fight Against Pabloism in the Fourth International (Londres: New Park Publications, 1974), págs. xii; xvi.
Citado en The Heritage We Defend, pág. 200.
Citado en The Heritage We Defend, pág. 203.
Bert Cochran y su principal partidario, George Clarke, formaron la Socialist Union of America (Unión Socialista de América), basada, como escribió Cochran en mayo de 1954, en la convicción de que “los partidos revolucionarios del mañana no serán trotskistas, en el sentido de aceptar necesariamente la tradición de nuestro movimiento, nuestra estimación del lugar de Trotsky en la jerarquía revolucionaria, o todas las evaluaciones y consignas específicas de Trotsky”. (“Nuestra Orientación”). La publicación de la organización (The American Socialist) anticipó las posiciones que desarrollaría el movimiento por una “Nueva Izquierda” en la década de 1960. “Si los años sesenta van a introducir una nueva década de tensión y lucha social, y muchas señales apuntan en esa dirección, es inútil imaginar que los grupúsculos radicales supervivientes puedan comenzar de nuevo donde lo dejaron hace veinte años. Esa jugada ha terminado. El liderazgo inevitablemente vendrá primero de fuentes que actualmente se sientan a horcajadas sobre los movimientos obrero, liberal y negro, y atraen la atención, si no la lealtad, de segmentos considerables de la nación. (“La próxima generación de radicales”, The American Socialist, junio de 1959).
Citado en The Heritage We Defend, pág. 224.
Citado en ibid., pág. 225.
Citado en ibid., págs. 229-30. La carta completa está disponible aquí: https://www.wsws.org/en/articles/2008/10/open-o21.html
Citado en ibid., pág. 243.