Ante la expiración de los contratos de 170.000 trabajadores automotores en Estados Unidos y Canadá, es urgente hacer una advertencia: lo que se prepara no es meramente un contrato, sino una sentencia de muerte para cientos de miles de empleos en la industria automotriz en Norteamérica y millones más en todo el mundo. Para oponerse, los trabajadores deben conocer todos los hechos y desarrollar una estrategia para defender sus empleos y niveles de vida.
La mayoría de los trabajadores ha escuchado sobre la transición a los vehículos eléctricos, pero pocos entienden lo que esto involucrará. La burocracia del sindicato United Auto Workers (UAW) se refiere vagamente a una “transición justa” pero está ocultando a sus miembros la gravedad de la situación: esta es una transición industrial que sucede una vez cada siglo y amenaza con eliminar la mitad o más de todos los empleos en la industria automotriz en Estados Unidos en los próximos 10 años, según los reportes industriales y las investigaciones de expertos.
Las empresas ya han comenzado a elaborar listas de fábricas que cerrarán y muchos trabajadores ya están fichados sin saberlo.
En una entrevista en la planta de ensamble de Louisville, Kentucky, el 28 de agosto, el presidente del UAW, Shawn Fain admitió que “no sabemos lo que les espera” a muchas plantas, “cuyo futuro es inseguro, inestable”. Sin embargo, no respondió una pregunta sobre los planes para garantizar que se proteja el empleo, más allá de afirmar que “eso lo conseguiremos en las negociaciones colectivas”.
Los trabajadores automotores de las Tres Grandes de Detroit —GM, Ford y Stellantis— y de los proveedores de componentes quieren saber: ¿cuáles plantas están marcadas para cierres? ¿Ya se tomó la decisión de eliminar mi puesto?
Los trabajadores deben entender los hechos para preparar una batalla en torno al futuro de la industria global de automóviles.
La inminente transformación de la industria automotriz
Para 2040, se proyecta que los vehículos eléctricos comprenderán más de la mitad del mercado global de automóviles. Su venta a nivel mundial por poco se cuadruplica en apenas dos años, de 3 millones en 2020 a más de 10 millones en 2022. La Agencia Internacional de la Energía predice que las ventas globales se tripliquen con creces a más de 35 millones para 2030. Es estima que las ventas estadounidenses aumenten de 300.000 en 2020 a 1,7 millones en 2023.
Si las empresas se salen con la suya, este cambio se producirá a expensas de los trabajadores que fabrican coches y vehículos con motor de combustión interna. Dado que los vehículos eléctricos requieren mucho menos tiempo de trabajo que los vehículos con motor de combustión interna, la dirección de las empresas planea llevar a cabo esta transición recortando cientos de miles de puestos de trabajo en Estados Unidos y Canadá y millones de puestos de trabajo en todo el mundo.
El exdirector ejecutivo de Ford, Jim Hackett, dijo en 2017 que “los vehículos eléctricos significarán que las fábricas automotrices podrán reducir su área en ensamblaje a la mitad, requiriendo la mitad de las inversiones de capital y 30 por ciento menos horas de trabajo por coche”. El actual jefe Jim Farley dijo a inicios del año, “Absolutamente tenemos a demasiadas personas en algunos lugares; no cabe ninguna duda”.
Según Reuters, “el máximo representante laboral de Volkswagen, Bernd Osterloh, dijo que las cadenas cinemáticas de los vehículos eléctricos solo tienen una sexta parte de los componentes de aquellas con motor de combustión”. Citando a Osterloh, Reuters escribió: “Una fábrica de baterías requiere solo una quinta parte de la mano de obra en comparación con una planta de motores”.
Según un informe de 2021 de la Asociación Europea de Proveedores de la Industria Automotriz, 500.000 trabajadores del sector perderán su empleo en Europa de aquí a 2040, 121.000 de ellos en Alemania, 74.000 en Italia, 72.000 en España y 56.000 en Rumanía. Otro grupo consultor, el Instituto Ifo de Investigación Económica, predijo la pérdida de 215.000 puestos de trabajo en Alemania de aquí a 2030, lo que supone el 40 por ciento de los trabajadores automotores del país. La empresa de análisis Arthur D. Little Japan prevé el despido de 84.000 trabajadores de aquí a 2050, y un alto cargo sindical de la empresa surcoreana Hyundai pronostica que el 70 por ciento de todos los trabajadores del sector en ese país perderán pronto su empleo.
El impacto en Estados Unidos será devastador. Brett Smith, director de tecnología del Center for Automotive Research (Centro de Investigación de la Industria Automotriz), afirma: “La industria está atravesando una transición sin precedentes. Es muy probable que haya menos gente fabricando estos coches, menos gente fabricando las piezas de estos coches, y eso creará problemas en algunas comunidades dedicadas a los automóviles”.
“Menos” es un eufemismo. Un gran número de trabajadores automotores de EE.UU., independientemente de si trabajan para una de las Tres Grandes, son miembros del UAW o no, corren el riesgo de perder su empleo en un futuro inmediato.
Las predicciones van de mal en peor. Según un estudio “optimista” del Economic Policy Institute, en los próximos siete años podrían suprimirse 75.000 puestos de trabajo en el sector del automóvil en EE.UU., de los cuales 33.000 serían de ensamble y 41.000 de autopartes.
Pero si la producción de vehículos eléctricos requiere un 30 por ciento menos de horas de trabajo, y si la fabricación de una batería requiere solo el 20 por ciento del número de trabajadores que se necesitan para construir un motor, entonces es probable que la reducción de puestos de trabajo en EE.UU. se acerque a los 500.000 en los próximos años. En cualquier caso, los despidos masivos crearán una carrera al fondo para competir por puestos de trabajo en las fábricas de vehículos eléctricos. El aumento del desempleo presionará a la baja los salarios tanto en el sector automotor como en toda la economía, que es precisamente el objetivo de la clase dominante estadounidense.
Por otra parte, los ataques a los puestos de trabajo se combinarán con recortes brutales de los costes laborales, a medida que las Tres Grandes tratan de competir con las empresas más nuevas de vehículos eléctricos en los EE.UU., como Tesla, donde los salarios y los beneficios son mucho menores.
¿Por qué no se ha advertido a los trabajadores?
El UAW ha sabido por años que esto se avecinaba, y ahora está ocultándoles a los trabajadores el peligro apremiante que corren sus empleos y medios de subsistencia.
La directora de investigación del UAW, Jennifer Kelly, lo dijo sin rodeos en 2018: “Los trabajadores que están fabricando motores y transmisiones hoy, sus puestos de trabajo serán eliminados cuando hagamos una transición a los vehículos eléctricos. Nos enfrentamos a una pérdida neta de empleos considerable solo en esa transición tecnológica”.
Según el Libro blanco del UAW sobre vehículos eléctricos de 2020, los trabajadores de las plantas de motores y transmisiones serán los primeros en ser eliminados. “El cambio a las cadenas cinemáticas de los vehículos eléctricos también supone un desafío para los puestos de los trabajadores que actualmente fabrican los motores, transmisiones, sistemas de escape y sistemas de combustible de los vehículos de combustión interna”, afirma el libro blanco, y añade: “Un estudio encargado por UBS sobre el Chevy Bolt reveló que la cadena cinemática de los vehículos eléctricos tenía más de un 80 por ciento menos de piezas móviles que una cadena cinemática de combustión interna comparable, y la optimización de la tecnología y el diseño permitirá una mayor integración de la cadena cinemática de los vehículos eléctricos, lo que reducirá aún más el número de componentes”.
Si es así, ¿por qué la burocracia del UAW ha permitido que las empresas cierren plantas como la de motores en Romeo, Michigan, y de ensamble en Belvidere, Illinois?
La burocracia del UAW ha dejado claro que no combatirá el cierre de fábricas. Durante décadas, la burocracia consintió el cierre de una planta tras otra, y ahora se van a producir más cierres en toda la industria.
Automotive News explica que, si bien los trabajadores en las plantas de motores y ensamble son los que corren mayor riesgo de perder su empleo, los que fabrican muchos componentes críticos también serán objeto de despidos. “Los vehículos eléctricos son propulsados por [transmisiones electrificadas] e-axels, que constan de motores, inversores y otros componentes”, explica la publicación. “Como los e-axels tienen menos piezas que los motores, el auge de los vehículos eléctricos minimizará la importancia de las pirámides de la industria automovilística y reducirá la barrera de entrada de los recién llegados de otros sectores”.
El director general de Bosch dijo en 2021 que la transición a los vehículos eléctricos puede significar que nueve de cada 10 trabajadores que fabrican algunas piezas van a perder su empleo en todo el mundo. Según el medio japonés de noticias económicas Nikkei, “mientras que se necesitan 10 personas para fabricar una unidad de inyección de combustible para un motor, se necesita una sola persona para producir un motor [electrificado], dijo Volkmar Denner, director ejecutivo del proveedor alemán de autopartes Robert Bosch. Volkswagen y Daimler recortarán personal en sus fábricas como parte de su apuesta por los vehículos eléctricos”.
La realidad es que ningún trabajador automotor está a salvo de las rondas de despidos que se avecinan en los próximos meses y años.
La competencia mundial y la carrera al fondo
Para la élite política, la transición a los vehículos eléctricos es necesaria para aumentar las ganancias y superar a los rivales de las empresas estadounidenses en Europa, Japón, Corea del Sur y, sobre todo, China.
El Financial Times advirtió el 28 de agosto que las empresas chinas de baterías para vehículos eléctricos “han sacado ventaja a sus rivales de Corea del Sur y Japón, dejando a Estados Unidos y Europa contemplando cómo impulsar una industria de vehículos eléctricos sin depender de China para la pieza más importante y costosa del rompecabezas”.
Este afán por socavar a sus competidores mundiales y mantener sus enormes ganancias empuja a las empresas automotrices estadounidenses a intensificar drásticamente su explotación de los trabajadores.
Según un informe de julio de Bloomberg, en el contrato de este año, “Ford buscará margen de maniobra para implementar su plan de 50.000 millones de dólares para multiplicar por 15 la producción de vehículos eléctricos hasta alcanzar 2 millones de modelos al año a finales de 2026. La empresa quiere la capacidad para trasladar a los trabajadores a las fábricas que construyen los modelos más demandados, ya sean eléctricos o de combustión interna tradicional, según fuentes de Ford que pidieron el anonimato para hablar de asuntos internos. El actual contrato sindical restringe la capacidad de Ford para flexibilizar la producción, dijeron”.
Esto significa que las Tres Grandes no tienen intención de acabar con los escalafones salariales ni el trabajo temporal. En su lugar, están tratando de transformar toda la industria en una fuerza de trabajo flexible, tipo Uber, con poca o ninguna seguridad laboral, sujeta a ser trasladada de una cuidad a otra y de una planta a otra en función de lo que le genere más dinero a la empresa.
Los preparativos de guerra
El Gobierno estadounidense ha apoyado a las empresas en esta carrera hacia el fondo y la ha fomentado con miles de millones en préstamos gratuitos. Por ejemplo, la Administración de Biden prestó a Ford 9.200 millones de dólares para construir fábricas de baterías en el sur del país con la participación SK On, una empresa surcoreana.
El Gobierno de Biden ha presumido de su papel en la “aceleración de la transición hacia los vehículos eléctricos”, aprobando leyes que exigen que dos tercios de los coches nacionales sean eléctricos en 2040 y entregando dinero a las empresas que producen litio y otros minerales críticos necesarios para los vehículos eléctricos y los microchips. En octubre de 2022, Biden calificó la transición de “críticamente importante” porque “ahora mismo el 75 por ciento de la fabricación de baterías se hace en China”. Biden acusó a China de “socavar la fabricación estadounidense con sus subvenciones y prácticas comerciales injustas” y de apoderarse de “una parte significativa del mercado (de baterías)”.
El Gobierno estadounidense considera que el esfuerzo por construir una línea de suministro nacional de vehículos eléctricos y garantizar el acceso a minerales críticos necesarios para la producción de microchips y semiconductores es una cuestión de necesidad militar, para no tener que depender de China para producir equipos militares y mantener una base industrial. La Ley de Autorización de la Defensa Nacional de 2021 aprobada por el Congreso tenía como objetivo socavar el dominio de China sobre los metales de tierras raras, los microchips y la producción de vehículos eléctricos.
En el capitalismo, el afán de la clase dominante por dominar los mercados mundiales y someter a sus competidores conduce inevitablemente a la guerra imperialista. Los preparativos para la guerra contra China están tan avanzados dentro del aparato militar y de inteligencia que el general de cuatro estrellas de la Fuerza Aérea Michael Minihan dijo en un memorando de enero de 2023 que creía que EE.UU. estaría involucrado en una guerra a gran escala con China en 2025. Una guerra de este tipo entre potencias con armas nucleares significaría probablemente el fin de la civilización humana.
El papel y el objetivo de la burocracia del UAW
La burocracia del UAW no aborda esta coyuntura crítica desde el punto de vista de cómo defender los puestos de trabajo de los trabajadores, sino desde el punto de vista de cómo defender sus propios privilegios, que obtiene del dinero de las cuotas de los trabajadores y de su íntima relación con la patronal. El UAW tiene más de 1.100 millones de dólares en activos que utiliza como fondo personal para pagar a cientos de burócratas salarios de seis cifras.
El UAW afirma que quiere que haya una “transición justa” a los vehículos eléctricos, pero esto no es posible bajo el capitalismo, que defiende el “derecho” de las empresas privadas a cerrar plantas, trasladar la producción y empobrecer a los trabajadores.
Fain no cuestiona este supuesto derecho, y la nueva conducción del UAW no hizo nada para desafiar el cierre de la planta de Belvidere. Como escribió la emisora de radio de Illinois WJBD en abril: “Al preguntarle si el cierre de la planta de Belvidere era una línea roja para el sindicato que provocaría una huelga, Fain dijo que no quería hablar de los planes del sindicato”.
Sin embargo, el UAW está interesado en acceder al dinero de las cuotas de los trabajadores y, en muchos casos, las empresas están dispuestas a utilizar el aparato del UAW para disciplinar a la plantilla. Por ejemplo, la empresa de baterías para coches eléctricos The Metals Company firmó un acuerdo de neutralidad con el UAW en septiembre de 2022, una medida que el UAW señaló que “reforzaría la cadena de suministro de minerales críticos y... sentaría las bases para la producción sostenible de baterías para coches eléctricos, al tiempo que allanaría el camino hacia mejor empleos sindicalizados en Estados Unidos”.
La burocracia del UAW también acordó excluir del contrato nacional las plantas de baterías de las Tres Grandes a cambio de un acuerdo provisional en la planta de Ultium Cells en Lordstown, Ohio. El “acuerdo provisional” del UAW con la empresa conjunta GM-LG Energy aceptó salarios de miseria que están muy por detrás de los salarios de la clausurada planta de ensamble de Lordstown, que empleaba a 4.500 trabajadores antes de su cierre en 2019.
Estas decisiones son alentadas por la Administración de Biden, que también considera que las burocracias sindicales son necesarias para evitar las huelgas y aumentar la productividad. El 28 de agosto, el Departamento del Tesoro publicó un informe que “describe cómo una política de fortalecimiento de los sindicatos” podría “apoyar un crecimiento económico más amplio” y conducir a un “aumento de la productividad”, al tiempo que aborda “la sensación generalizada de deterioro” de las condiciones de vida entre amplios sectores de la población.
¿En interés de quién se llevará a cabo la transición a los coches eléctricos?
De esta realidad se desprenden varias conclusiones críticas. Las bases se enfrentan a una masacre de empleos que destruirá ciudades enteras si se permite que ocurra.
Las empresas y el Gobierno de Biden están trabajando juntos para aumentar las ganancias a costa de los trabajadores, mientras que la burocracia del UAW no está negociando con las empresas en nombre de los trabajadores, sino solo para asegurar sus propios intereses parasitarios y conseguir nuevas fuentes de dinero provenientes de las cuotas.
Los opositores republicanos a la transición a los vehículos eléctricos, incluido Trump y figuras cercanas al asesor fascista de Trump, Stephen Miller, no se oponen por su impacto negativo para los trabajadores, sino porque se oponen a cualquier restricción del “derecho” de las corporaciones a lucrar y explotar a la mano de obra. Estos agentes de las corporaciones restan importancia al cambio climático, que ha tenido un impacto devastador en la clase trabajadora y amenaza al mundo con fenómenos meteorológicos extremos y desastres para los que las comunidades de la clase trabajadora no están preparadas.
Trump y otros políticos republicanos, que son defensores implacables del sistema de lucro, no se preocupan en absoluto por los empleos y el bienestar de los trabajadores. Más bien, están tratando de captar la ira generalizada en la clase obrera por los recortes de empleo y desviarla en una dirección nacionalista de derechas.
No puede haber una “transición justa” a los vehículos eléctricos bajo el capitalismo. Lo que hace falta es que la industria automotriz deje de estar en manos de las corporaciones y pase a manos públicas y al control democrático de los trabajadores. Los trabajadores de base deben dirigir la industria sin los ejecutivos y accionistas, para garantizar que la producción mundial de vehículos se organice para satisfacer las necesidades humanas, no para generar lucro privado. Esto exige la unidad internacional de los trabajadores automotores de todo el mundo, que se enfrentan a los mismos enemigos, las transnacionales automotrices del mundo.
Todos los problemas de vida o muerte a los que se enfrentan los trabajadores –incluyendo la amenaza del desempleo masivo, las condiciones de trabajo de pesadilla, el daño irreversible al clima, una guerra mundial— son producto de la crisis global del sistema capitalista. Ninguno puede resolverse a escala nacional o sin enfrentarse directamente a la riqueza y los privilegios de la clase dominante. Ello exige que los trabajadores adopten una estrategia socialista e internacionalista.
No se puede permitir que la transición a los vehículos eléctricos se haga a costa de los trabajadores. La propiedad social y el control democrático de la industria automotriz a manos de los trabajadores son necesarios para que esta transición pueda llevarse a cabo mediante una mejora masiva del nivel de vida de los trabajadores y de las condiciones laborales en todo el mundo.
En el capitalismo, los avances en la inteligencia artificial, robótica y otras tecnologías que ahorran trabajo se utilizan para arrojar a los trabajadores al desempleo. Pero si son controlados por los propios trabajadores y gestionados de acuerdo con sus intereses, los avances en la capacidad productiva de la humanidad pueden utilizarse para disminuir el desgaste físico de los trabajadores, acortar la semana laboral y garantizar un alto nivel de vida para todos.
La Alianza Internacional Obrera de los Comités de Base exige:
- ¡Que se publique inmediatamente la lista de cierres de plantas previstos!
- ¡Ni un solo empleo perdido o cierre de planta en la transición a los vehículos eléctricos!
- ¡Si estos vehículos requieren menos tiempo de trabajo para su producción, que se reduzcan las horas y se aumenten los salarios!
- ¡Únanse más allá de las fronteras para evitar una carrera al fondo!
- ¡Coloquen la industria automotriz bajo propiedad social y el control democrático de los trabajadores!
Los trabajadores deben organizarse en cada planta y almacén para luchar por estas reivindicaciones. Formen comités de base, eduquen a sus compañeros de trabajo sobre lo que significa la transición a los vehículos eléctricos y por qué debe llevarse a cabo en beneficio de la clase obrera, no de la patronal, los accionistas ni los acaudalados burócratas del UAW.
(Publicado originalmente en inglés el 30 de agosto de 2023)
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