El New York Times publicó ayer una columna de Paul Krugman que desestima el papel de los fascistas ucranianos en el asesinato masivo de judíos y ciudadanos soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial y minimiza como meras “sombras” su lugar prominente en la guerra por delegación actual de OTAN contra Rusia.
El comentario de Krugman, “Los ojos del mundo se reposan sobre Ucrania”, es una apología totalmente deshonesta y cínica al fascismo ucraniano, en el pasado y el presente.
La columna se publicó un día después de la aparición destacada del artículo “Los símbolos nazis en el frente ucraniano subrayan varios asuntos históricos incómodos”. En este artículo, los editores del Times intentaron, como señaló el presidente del Consejo Editorial Internacional del WSWS, David North, presentar “los profundos vínculos históricos y actuales del nacionalismo ucraniano con el nazismo y el genocidio” como un simple “problema de relaciones públicas para los propagandistas de la prensa que intentan vender la guerra por delegación de la OTAN como una lucha por la democracia”.
El artículo del Times generó un gran malestar, en parte porque destapa el apoyo de la ideología nazi por parte del ejército ucraniano y en parte porque reconoce que el Times y otros medios han estado censurando imágenes de soldados ucranianos con “símbolos famosos en la Alemania nazi y que se han vuelto desde entonces parte de la iconografía de grupos de odio de extrema derecha”.
Krugman, quien usualmente escribe comentarios excesivamente optimistas sobre la economía, fue llamado a apagar el incendio. Lastimosamente para el Times, Krugman es completamente ignorante sobre la historia.
Como pretexto para el artículo de opinión, se utilizó el 79º aniversario de la invasión aliada de Normandía en el “Día D”, el 6 de junio de 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. Krugman anuncia absurdamente que la ofensiva ucraniana que acaba de empezar contra Rusia en el Dombás y el sur de Ucrania representa el “equivalente moral” de la batalla en la guerra contra la Alemania nazi. Según el economista nobel, ambos se tratan del “bien contra el mal”.
Para Krugman, Ucrania es igual a las “grandes democracias” que combatieron la Alemania nazi. Igual que EE.UU. en los años cuarenta, Ucrania tiene sus “defectos”, incluso un “lado oscuro” que consiste de “corrupción” y “un movimiento ultraderechista, incluyendo grupos paramilitares que han participado en la guerra” y en los que “la iconografía nazi sigue siendo alarmantemente generalizada”. Pero, ¿qué importa un poco de fascismo entre amigos? Los paramilitares nazis y la ideología supremacista blanca son apenas “sombras” de una “democracia imperfecta pero real”, les asegura Krugman a los lectores del Times .
En realidad, no hay una “democracia real” en Ucrania. Kiev ha ilegalizado los partidos de oposición y todas las críticas de la guerra. Los individuos acusados de “colaboración” son cazados y enjuiciados. Aquellos que agiten a favor de poner fin a la matanza han sido arrestados, torturados y desaparecidos. Como Rusia y los otros Estados exsoviéticos, el país se encuentra gobernado por una cleptocracia que salió de la vieja burocracia estalinista. La oligarquía ucraniana protege su riqueza mal habida con la ayuda de las leyes laborales más represivas de Europa, en una de las sociedades más pobres del continente incluso antes de la guerra. En cuanto a la “libertad nacional”, Kiev está librando una campaña viciosa contra el idioma ruso, que habla un gran porcentaje del país. Asimismo, está reprimiendo los idiomas y las culturas de otras minorías, como los húngaros, polacos y romaníes.
Krugman por supuesto no menciona nada de esto. Solo admite lo que ya no puede negarse: el apoyo del nazismo por parte del ejército ucraniano. Para Krugman, este lamentable hecho solo se debe a que la élite ucraniana no ha alcanzado los supuestos ideales democráticos a los que ha aspirado por mucho tiempo.
Ocurre lo contrario. Su complicidad en el Holocausto y en la invasión de la Unión Soviética como parte de la Operación Barbarroja de la Alemania Nazi son el aspecto principal y definitivo del nacionalismo ucraniano.
Con tal de mentir sobre el presente, el Times debe falsificar el pasado. Por ende, debe esterilizar a los progenitores de los fascistas ucranianos en la actualidad, Stepan Bandera y la OUN (Organización de Ucranianos Nacionalistas), que fue una de las más viles y racistas en sentido homicida de una red de organizaciones similares que brotaron en Europa en las décadas de 1920 y 1930.
Según Krugman, todo lo que la OUN hizo en la Segunda Guerra Mundial fue una respuesta comprensible de los defensores de la libertad ucraniana contra la opresión soviética. Escribe:
El país sufrió terriblemente bajo Stalin, incluyendo la muerte de millones en una hambruna deliberadamente planificada; como resultado, algunos ucranianos inicialmente dieron la bienvenida a los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial (hasta que descubrieron que también los consideraban a ellos menos que humanos) y la iconografía nazi sigue siendo alarmantemente generalizada.
Esta declaración forma parte de una serie de mentiras indignantes que reviven las falsificaciones históricas de los apologistas derechistas del nazismo alemán. En primer lugar, la hambruna que golpeó a la URSS a inicios de la década de 1930 devastó tanto las áreas ucranianas como no ucranianas del país y fue el resultado de la imprudente campaña de colectivización de Stalin. Ningún historiador creíble apoya el mito de la ultraderecha ucraniana de que fue “deliberadamente planificada” de una manera remotamente comparable a la aniquilación sistemática e industrial de los judíos europeos a manos de la Alemania nazi y apoyada explícitamente por los líderes de la OUN.
En cuanto a la “bienvenida” de los fascistas ucranianos a los nazis, incluyó docenas de pogromos, entre ellos uno en Lviv en el que fueron asesinados 6.000 judíos. Participaron en atrocidades como la infame masacre de Babi Yar, en la que murieron más de 33.000 judíos en solo dos días. Contrariamente a lo que afirma Krugman, el apoyo de la OUN a los nazis continuó durante toda la guerra e incluso después de ella a través de acciones terroristas en el extremo occidental del país.
Una vez que la OUN fue finalmente eliminada en Ucrania, los emigrados, muchos de los cuales acabaron en Canadá, continuaron con la antorcha fascista. Tras la restauración del capitalismo en la antigua Unión Soviética, los fascistas regresaron. Siempre al servicio de los imperialistas occidentales, fueron los neofascistas ucranianos, en colaboración con las agencias de espionaje estadounidenses y alemanas, quienes encabezaron las protestas del Maidán en 2014, que derrocaron el Gobierno de Yanukóvich, quien había intentado mantener el equilibrio entre la OTAN y Rusia.
Krugman finalmente llega a su verdadera preocupación al final del artículo. Escribe:
La Rusia de Vladímir Putin es una fuerza malévola, y los amigos de la libertad de todo el mundo tienen que esperar que sea derrotada completamente. Ojalá pudiera decir que los ciudadanos de las democracias occidentales, Estados Unidos en particular, están plenamente comprometidos con la victoria ucraniana y la derrota rusa. En realidad, aunque la mayoría de los estadounidenses apoyan la ayuda a Ucrania, solo una minoría está dispuesta a mantener esa ayuda todo el tiempo que haga falta.
Contemplando la guerra desde su apartamento multimillonario de Riverside Drive, Krugman es uno de los que “están dispuestos a mantener esa ayuda todo el tiempo que haga falta”, a luchar hasta el último ucraniano. El punto de vista es totalmente distinto para las masas de trabajadores que sufren la inflación y la austeridad social provocadas por la guerra.
Krugman lamenta que algunos de los que se oponen a la guerra lo hagan porque para ellos “siempre es 2003” y “recuerdan cómo se llevó a Estados Unidos a la guerra [en Irak] con falsos pretextos”. Le preocupa que quienes recuerdan la invasión ilegal de Irak “no puedan ver que esta situación es diferente”. Desea fervientemente que el público vea la última cruzada estadounidense por la “libertad” como algo distinto de todos los demás desmanes que han tenido lugar antes, y que vea a este hombre del saco en particular, Putin, como alguien mucho más malvado que Milosevic, Huseín, Gadafi, Asad, etcétera.
La “situación” en Ucrania no solo no es “diferente” de la de Irak. Ambos conflictos forman parte de una larga cadena de acontecimientos que se remontan a la restauración del capitalismo en la Unión Soviética. La clase dominante estadounidense consideró ese acontecimiento como el inicio de un “momento unipolar”. Lo que ha seguido es una serie interminable de guerras y provocaciones destinadas a estrechar el cerco en torno a la masa continental euroasiática, con Rusia y China en el centro.
Por eso, a pesar de las repetidas promesas de que la OTAN no se expandiría, las incorporaciones a esta alianza antirrusa tras la guerra fría se extienden ahora desde Finlandia en el norte hasta Bulgaria en el sur. De hecho, fue el miedo del Kremlin a la incorporación de Ucrania a la OTAN lo que provocó la desastrosa y reaccionaria invasión de Putin.
La lamentable ignorancia de Krugman sobre la historia no es la excepción, sino la norma. En la sala de redacción del Times, el pasado tiene un valor puramente propagandístico y utilitario. Lo que realmente ocurrió no tiene importancia y, de hecho, debe descartarse si entra en conflicto con los cálculos políticos inmediatos. Si la orden del día es crear una historia de “lucha del bien contra el mal”, como Krugman se propone en su columna, entonces el papel criminal de los fascistas ucranianos en la Segunda Guerra Mundial, incluido el asesinato en masa de los judíos de Ucrania, debe reducirse a meras “sombras”.
La gran ironía es que, mientras el Times “aboga por una postura tolerante hacia la prevalencia de la ideología nazi en Ucrania”, como dijo David North, el periódico no muestra tal clemencia hacia la Revolución estadounidense y la guerra civil. El propósito del enorme Proyecto 1619 del Times era desprestigiar y degradar estos acontecimientos que, independientemente de sus limitaciones, fueron auténticas revoluciones que enarbolaron la bandera de la igualdad humana. Mientras en Kiev se erigen estatuas del asesino de masas fascista Stepan Bandera con el apoyo del Times, en Estados Unidos se derriban estatuas de Jefferson, Washington y Lincoln, también con el apoyo del Times .
La mentira, dijo una vez Trotsky, es el cemento de la reacción política. Que el periódico insignia del liberalismo estadounidense ya no pueda decir la verdad sobre el pasado debe tomarse como una advertencia.
(Publicado originalmente en inglés el 6 de junio de 2023)