Setenta y siete años después de la rendición incondicional de la Wehrmacht durante la Segunda Guerra Mundial, el canciller alemán Olaf Scholz (Partido Socialdemócrata) utilizó el aniversario para justificar un rearme sin precedentes del ejército alemán (la Bundeswehr) y una masiva expansión de la guerra por delegación contra Rusia. Para ello, trivializó y relativizó los crímenes del régimen nazi de una forma incalificable y acudió a las peores tradiciones de la política de gran potencia alemana.
Scholz acusó al presidente ruso Vladímir Putin de querer “subyugar Ucrania y destruir su cultura e identidad” a través de su “ataque barbárico”. De este modo, según Scholz, Putin hizo que “la guerra, el genocidio y la tiranía” regresaran a Europa. “Defendemos el estado de derecho y la libertad junto a los atacados. Apoyamos a Ucrania en la lucha contra el agresor. No hacerlo significaría rendirse a la violencia bruta y sería envalentonar al agresor”.
Consecuentemente, Alemania no aceptará “una paz dictada por los rusos”, proclamó Scholz, admitiendo indirectamente que se considera un participante en el conflicto. En esta línea, anunció que suministraría a Ucrania más armas pesadas para derrotar a Rusia militarmente.
La decisión histórica de permitir que los tanques alemanes se utilicen nuevamente contra Rusia no se debe a “la seguridad y la paz”, ni mucho menos a la protección de la población ucraniana. En cambio, Alemania y las otras potencias de la OTAN provocaron sistemáticamente a Rusia para que llevara a cabo su reaccionaria invasión y poder así librar una guerra por delegación contra Rusia a costa de la población ucraniana.
Tan temprano como 2014, el Gobierno alemán apoyó el golpe de Estado contra el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich para integrar al país en su esfera de influencia y de oposición a Rusia. El golpe de Estado se basó en paramilitares de extrema derecha como el Sector Derecho, quienes fueron utilizados para controlar la política cada vez más en los años siguientes.
En los meses previos a la invasión rusa, el Gobierno ucraniano, con un apoyo masivo de EE.UU. y Alemania, estaba preparando la toma militar de los territorios controlados por los separatistas prorrusos en el este del país. También preparaban una guerra contra Rusia en Crimea.
El régimen de Putin reaccionó a esta agresión con un nacionalismo tóxico y su ataque reaccionario a Ucrania. Esto fue aprovechado por Alemania como un pretexto para implementar el mayor programa de rearme desde la Segunda Guerra Mundial. Todas las limitaciones impuestas a Alemania después de la guerra se van a eliminar y se reconstruirá la Bundeswehr para que sea el mayor ejército europeo.
Dado que Scholz declara que Alemania no aceptará una “paz dictada” y está luchando por la derrota militar de Rusia, la lógica va en dirección de un enfrentamiento directo con Rusia, que a su vez conduciría a una guerra mundial con armas nucleares. Mencionó esta preocupación brevemente y solo antes de afirmar de una manera displicente, “El miedo no debe paralizarnos”.
El Gobierno alemán ya entregó tanques a Ucrania de las reservas de la antigua Alemania Oriental y anunció más envíos de armamento pesado. Esto incluye tanques antiaéreos y obuses autopropulsados que son capaces de infligir gran destrucción. Alemania y la OTAN están listos para dejar Ucrania en ruinas con tal de derrotar a Rusia.
Como en las primeras dos guerras mundiales, esta campaña va de la mano de una propaganda ensordecedora a favor de la guerra, así como chauvinismo y racismo antirrusos. Por ejemplo, el Frankfurter Allgemeine Zeitung utilizó el titular “Todos los rusos son nuestros enemigos ahora” para una entrevista con el embajador ucraniano Andrij Melnyk, quien es un partidario ferviente del colaborador ucraniano con los nazis Stepán Bandera.
Con sus armas pesadas, Alemania está equipando al Batallón Azov y otras unidades neonazis. Estos grupos son los descendientes políticos de la Organización de Ucranianos Nacionalistas de Bandera que fue responsable de asesinar a miles de judíos ucranianos.
La mención de “la libertad y la seguridad de Europa” por parte de Scholz es igual de creíble que el discurso de Hitler ante el pueblo alemán el 22 de junio de 1941, el día de la invasión alemana de la Unión Soviética. Hitler también justificó su guerra refiriéndose a los ataques de la Unión Soviética contra Finlandia y Rumanía y declaró: “Pero si las circunstancias me han obligado a guardar silencio una y otra vez, el momento ha llegado en que seguir esperando no solo sería un pecado de omisión, sino un crimen contra el pueblo alemán, así es, contra Europa en su conjunto”.
En el discurso oficial televisado de Scholz para conmemorar el día de la rendición incondicional, no aparecieron los términos “Holocausto”, el exterminio industrial de 6 millones de judíos, ni “guerra de aniquilación”, la cual fue planeada hasta el último detalle por la Alemania nazi. Al comienzo de su discurso, tan solo arrojó algunas frases generales sobre los 60 millones de víctimas de la guerra y los millones asesinados en los frentes y en los campos de concentración.
Esto constituye una falsificación de la historia que trivializa y relativiza los crímenes del imperialismo alemán. La invasión rusa de Ucrania es políticamente reaccionaria y busca agitar el nacionalismo ruso, pero no puede ser comparada a la guerra de aniquilación de la Wehrmacht, ni hablar del Holocausto.
Las fuerzas desplegadas por el régimen de Putin contra Ucrania son minúsculas comparadas a la invasión de Hitler contra Rusia en 1941. El historiador Stephen G. Fritz describió la invasión de la siguiente manera:
Desplegando más de 3 millones de hombres, 3.600 tanque, 600.000 vehículos motorizados (así como 625.000 caballos), 7.000 piezas de artillería, y 2.500 aviones (un número que en realidad fue menor al empleado durante la invasión de Francia), los alemanes lanzaron la mayor operación militar en la historia [Ostkrieg: Hitler’s War of Extermination in the East].
La “Operación Barbarroja” de Alemania, continuó Fritz,
no solo fue la mayor campaña militar en la historia, sino también desató una campaña sin precedentes de violencia genocida, siendo el Holocausto el ejemplo mejor conocido. Este genocidio de judíos, sin embargo, no fue un acto aislado de asesinatos; en cambio, formó parte de un plan deliberado y exhaustivo de explotación, un complot utópico de reorganización racial e ingeniería demográfica de vastas proporciones.
Que un canciller alemán, quien conoce completamente esta historia, compare la invasión de Ucrania a la guerra de aniquilación nazi es una obscenidad política.
Es más, la campaña rusa ni siquiera se acerca a la brutalidad de las guerras encabezadas por EE.UU. y respaldadas por Alemania en Irak, Afganistán y Libia, países que fueron devastados y donde murieron millones. Incluso el New York Times tuvo que admitirlo en un artículo el 3 de mayo donde cita a oficiales del Gobierno estadounidense que indicaron que las fuerzas rusas han mostrado una “notable cautela” en la guerra.
El discurso del canciller alemán es parte de un esfuerzo más amplio para falsificar la historia. El Gobierno del estado de Berlín, encabezado por el Partido Socialdemócrata, Los Verdes y La Izquierda, prohibió que se usaran banderas soviéticas en los sitios conmemorativos del Ejército Rojo, mientras permitió que el grupo neonazi “El III Camino” se manifestara en la conmemoración del Holocausto para Ucrania.
Cuando el Gobierno alemán apoyó el golpe de Estado de 2014 y proclamó el “fin de las restricciones militares sobre Alemania”, esto fue acompañado por una trivialización de los crímenes nazis. En febrero de 2014, apareció un artículo en Der Spiegel que citó al ahora fallecido apologista nazi Ernst Nolte, afirmando “que la culpa de los polacos e ingleses [en el estallido de la Segunda Guerra Mundial] debe ser ponderado más fuertemente que lo usual”.
En el mismo artículo Jörg Baberowski, un profesor de la Universidad de Humboldt, declaró: “Nolte fue tratado injustamente. Hablando históricamente, tenía razón”. Luego, dio esta razón: “Hitler no era un psicópata, no era cruel. No quería hablar sobre el exterminio de los judíos en su mesa”. Además, comparó el Holocausto con los combates en la guerra civil rusa, comentando, “Esencialmente, fue la misma cosa: asesinato industrial”.
Baberowski fue celebrado por los representantes de todos los países. En la actualidad, sus posturas revanchistas son la política oficial del Gobierno. El intento de Scholz de utilizar la consigna “¡Nunca más guerra!” para justificar su política de guerra y la falsificación de la historia es particularmente repugnante. Argumentó que la contribución alemana a “la libertad y la seguridad” en la medida de lo posible encarna el significado contemporáneo del “¡Nunca más!”.
La consigna “¡Nunca más!” ganó popularidad después de la Primera Guerra Mundial y fue representada de forma inolvidable por la artista comunista Käthe Kollwitz. Después de los peores crímenes en la historia humana desatados por el imperialismo alemán en la Segunda Guerra Mundial, esta frase echó raíces en la consciencia de las masas alemanas y de todo el mundo.
Scholz y el Gobierno federal no podrán borrar esta convicción profunda apropiándose de esta consigna para promover su militarismo. Por el contrario, el carácter de la política militar alemana se está volviendo cada vez más evidente. Su principal oposición reside en la clase trabajadora.
Es imperativo convertir esta oposición en una resistencia consciente y armarla con una perspectiva internacionalista y socialista. Solo la intervención activa de los trabajadores rusos y ucranianos junto a los trabajadores de todos los países puede detener esta locura.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de mayo de 2022)