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Perspectiva

La cifra de muertes por COVID-19 alcanza un millón en EE.UU.

Esta noche, la cifra oficial de fallecidos en Estados Unidos superará el millón, según el rastreador Worldometer. Debido a la ausencia de datos uniformes, la cifra exacta de muertes por COVID-19 y el momento en que superará el millón en otros rastreadores de datos se desconoce. Para fines de abril, probablemente todos habrán cruzado este horrendo hito. Las estimaciones del exceso de mortalidad causadas directa o indirectamente por la pandemia colocan la cifra real de muertes en EE.UU. en más de 1,2 millones.

La catastrófica pérdida de vidas y los impactos sociales más amplios de la pandemia no tienen precedentes en la historia estadounidense. Familias enteras fueron borradas de la faz de la tierra. Una de cada 100 personas mayores de 65 años murió por COVID-19. Más de 200.000 niños perdieron a un padre o cuidador principal por la enfermedad.

En los últimos dos años, más estadounidenses han muerto por el COVID-19 que el total acumulado de muertes en todas las guerras combatidas por EE.UU. en el siglo veinte. En promedio, 2.735 estadounidenses han muerto de esta enfermedad prevenible cada dos días durante los últimos dos años, cerca de los 2.977 fallecidos en los atentados terroristas del 11 de septiembre.

En el primer año de la pandemia, la esperanza de vida en EE.UU. sufrió la asombrosa caída de 1,8 años, la más fuerte desde la Segunda Guerra Mundial. A este punto, la caída acumulada en la esperanza de vida probablemente se acerca a los cinco años.

Tubos de ventilación conectados a un paciente de COVID-19 en el Centro Médico Providence Holy Cross en la sección Mission Hills de Los Ángeles, el 19 de noviembre de 2020 [Crédito: AP Photo/Jae C. Hong]. [AP Photo/Jae C. Hong]

Las estadísticas de muertes masivas entrañan innumerables tragedias individuales. Padres, abuelos, tíos, hijos, hijas, ancianos, personas en la flor de la vida, jóvenes que apenas habían empezado a vivir, todos han sido abatidos por el COVID-19.

En respuesta a esta monumental catástrofe social y el hito del millón de muertos, en todas partes hay una masiva indiferencia institucional.

Uno podría imaginar que en los días y semanas previos a este hito se realizaría una serie de solemnes conmemoraciones, homenajes y debates serios sobre la pandemia. Nada de eso. La pandemia está siendo prácticamente ignorada por toda la élite política y los medios de comunicación corporativos, cuando una nueva ola potencial de la subvariante BA.2 de ómicron, que es más infecciosa, resistente a las vacunas y virulenta, se avecina y se agota por completo los fondos federales para la pandemia.

Si bien el millón de muertes innecesarias es el elemento más trágico de la pandemia, millones y posiblemente decenas de millones de estadounidenses sufren ahora de COVID largo como resultado de su enfermedad. Se trata de una gran cantidad de síntomas que pueden afectar casi todos los órganos del cuerpo, incluidos los pulmones, el cerebro, el corazón, los riñones y el sistema inmunitario.

Los estudios de seroprevalencia indican que probablemente más de 200 millones de estadounidenses se han infectado con COVID-19. Los estudios sobre el COVID largo estiman que al menos el 10 por ciento de las infecciones dan lugar a síntomas a largo plazo, con tasas comparables entre las infecciones de personas vacunadas y las no vacunadas, lo que significa que más de 20 millones de estadounidenses probablemente están experimentando algún tipo de ramificaciones a largo plazo.

Además, cada vez hay más pruebas que demuestran que las personas infectadas por el COVID-19 corren un mayor riesgo de sufrir daños cerebrales, enfermedades cardíacas, renales y diabetes, entre otras. El impacto social global a largo plazo es incalculable.

La inmensa mayoría de las infecciones y muertes por COVID-19 han afectado a la clase trabajadora y a la clase media-baja. Componiendo el 90 por ciento de los ingresos más bajos, se han visto obligados a volver a lugares de trabajo inseguros y a enviar a sus hijos a escuelas inseguras, que han sido los principales focos de transmisión viral.

En septiembre de 2021, los CDC estimaron que unos 25,8 millones de niños se habían infectado con el COVID-19 en Estados Unidos. La reapertura total de las escuelas desde ese momento probablemente empujó la cifra por encima de los 40 millones, con millones infectados o reinfectados con ómicron.

Para la clase gobernante capitalista, la pandemia ha sido una bonanza sin precedentes. Este domingo se cumplirán dos años desde que la Ley CARES fue firmada por Donald Trump tras ser aprobada con un apoyo bipartidista casi unánime. Con ella se inició la mayor transferencia de riqueza de la historia de Estados Unidos, en la que los milmillonarios estadounidenses acumularon la astronómica cifra de 2,1 billones de dólares hasta octubre de 2021.

El CEO de Tesla, Elon Musk, que violó la ley del estado de California y obligó a sus empleados a volver al trabajo en mayo de 2020, quedó impune por los demócratas del estado y ha amasado más de $200 mil millones en los últimos dos años. El fundador de Amazon, Jeff Bezos, que ha supervisado infecciones masivas de COVID-19 y numerosas muertes en sus centros de trabajo, ha acumulado $75 mil millones desde marzo de 2020.

Tanto bajo las Administraciones de Trump como de Biden, y bajo las autoridades estatales y locales republicanas y demócratas, la salud pública ha sido continuamente subordinada a los intereses económicos, sociales y políticos de las corporaciones y la oligarquía financiera. La pretensión de Biden y de los demócratas de que “seguirían la ciencia” y mantendrían los esfuerzos para detener la pandemia, se desvaneció durante la ola de la variante ómicron.

El 15 de diciembre de 2021, cuando las infecciones de ómicron empezaron a dispararse, el coordinador de la respuesta al COVID-19 de la Casa Blanca, Jeff Zients (con un patrimonio neto de más de 90 millones de dólares), declaró: “Sabemos cómo mantener a nuestros niños en la escuela y nuestros negocios abiertos, y no vamos a cerrar nuestra economía de ninguna manera”. Esto marcó el tono de los tres meses siguientes, que se convirtieron en la segunda peor ola de la pandemia, cuando más de 170.000 estadounidenses murieron a causa del COVID-19.

Durante la ola de ómicron, los demócratas abrazaron la estrategia de “inmunidad colectiva” promovida por Trump, basada en la mentira de que el COVID-19 es ahora “endémico” y se ha alcanzado una “nueva normalidad”. El mismo proceso se desarrolló en Canadá, en toda Europa y a nivel internacional, con casi todos los Gobiernos excepto el chino abandonando todas las medidas de salud pública para frenar la propagación del virus.

En todo el mundo, la cifra oficial de muertos asciende ahora a más de 6,1 millones, mientras que el exceso de muertes se estima en unos 20,2 millones. Esta situación no hará más que agravarse en las próximas semanas y meses, a medida que la subvariante BA.2 de ómicron siga propagándose sin control por todo el mundo y a medida que evolucionen nuevas variantes.

Más que cualquier otro acontecimiento, la pandemia ha dejado en claro que las élites gobernantes capitalistas están dispuestas a aceptar cualquier nivel de muertes en la población. A la Administración de Biden no le preocupa cómo salvar vidas ante el COVID-19. Todo lo contrario. Ha viajado a Europa para participar en los consejos de guerra con otras potencias de la OTAN para azuzar el conflicto con Rusia sobre Ucrania. En vez de llamar al mundo a unirse en la batalla contra el COVID-19, Biden busca unir a la OTAN para oponerse a Rusia.

Si las potencias imperialistas de EE.UU. y la OTAN entraran en una confrontación directa con Rusia, esto podría salirse rápidamente de control y desencadenar una guerra nuclear que podría destruir permanentemente la civilización humana.

Todos los beligerantes en la guerra, incluyendo Rusia, Ucrania, Estados Unidos y todas las potencias de la OTAN, tienen en común que sus países han experimentado una pérdida masiva de vidas por la pandemia. Pero si se contrastan los recursos existentes con lo que se ha hecho para detener la propagación del COVID-19, Estados Unidos encabeza la lista por la pura indiferencia hacia su población.

La aceptación e incluso la promoción de la enfermedad y las muertes masivas a causa del COVID-19 indican que se ha traspasado una cierta barrera psicológica en los círculos dirigentes en relación con el recurso a la guerra nuclear. Si están dispuestos a sacrificar la vida de un millón de estadounidenses, ¿qué reparos tienen ante la muerte de millones en el extranjero?

Las políticas de Estados Unidos contra la pandemia aplicadas en los últimos dos años, al igual que las aplicadas en gran parte del mundo, constituyen una serie de monumentales crímenes sociales. La Investigación Global de los Trabajadores sobre la Pandemia de COVID-19, iniciada por el World Socialist Web Site, está descubriendo los impactos de la pandemia e identificando a todos los responsables de las muertes y el sufrimiento innecesarios.

El objetivo de la investigación es proporcionar a la clase trabajadora internacional una comprensión política e histórica de la pandemia, al tiempo que se dota a los trabajadores de una comprensión científica de la estrategia de Cero-Covid que debe aplicarse en todo el mundo para detener la pandemia y salvar millones de vidas. Incluso ahora, un cambio de política podría poner fin a la pandemia.

Las crisis entrecruzadas del capitalismo mundial, sobre todo la pandemia y el creciente peligro de una Tercera Guerra Mundial, solo pueden resolverse mediante la construcción de un poderoso movimiento de masas de la clase obrera internacional dirigido a la reconstrucción socialista de la sociedad.

(Publicado originalmente en inglés el 22 de marzo de 2022)

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