El impacto de la pandemia de COVID-19 en China habría sido 'desastroso' si el país hubiera seguido las políticas de 'inmunidad colectiva' y 'apertura' adoptadas por Estados Unidos y los países europeos, según un documento publicado por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de China la semana pasada.
El grupo de matemáticos que elaboró el informe concluyó: 'Incluso en un escenario de brote muy infravalorado bajo los supuestos más optimistas, una vez que China adopte las estrategias de control y prevención de algunos países occidentales típicos, el número de los nuevos casos diarios confirmados en China aumentaría probablemente hasta cientos de miles de casos, y entre ellos más de 10.000 presentarían síntomas graves'.
Por el contrario, el número de casos confirmados en China el sábado en el actual brote generalizado fue de sólo 23, frente a los 25 del día anterior.
El documento advertía que 'los casos graves superarían el número máximo en todo el país a principios de 2020 en uno o dos días, lo que tendría un impacto devastador en el sistema médico de China y causaría un gran desastre en la nación'.
La gran mayoría del total de 127.764 casos confirmados y 5.697 muertes en China se produjeron cuando las autoridades estaban luchando contra el brote de una enfermedad respiratoria grave desconocida en Wuhan en los primeros meses de 2020, que finalmente fue suprimida con éxito. Los brotes posteriores han sido todos consecuencia de la entrada de individuos infectados procedentes de fuera de China.
Para realizar sus estimaciones, los matemáticos utilizaron un conocido modelo epidemiológico para calcular el número de casos si China hubiera seguido la política de los países de referencia. Las estimaciones se basaron en supuestos conservadores: que las densidades de población, la cobertura de vacunación y la eficacia de las vacunas en China eran las mismas que en los demás países.
Las cifras calculadas son, por tanto, un 'límite inferior plausible'. La mayor densidad de población de China, la menor cobertura de vacunación y la menor eficacia de las vacunas inactivadas significan que el número de casos sería aún mayor.
Los resultados son asombrosos. Con Estados Unidos como país de referencia, China esperaría que el número de casos diarios superara los 637.000. Basándose en un análisis de la relación entre casos y casos graves en un reciente brote de COVID-19 en Yangzhou, el documento concluye que el número de casos graves diarios si China siguiera las políticas de EE.UU. sería de más de 22.000.
Los resultados de los demás países de referencia —el Reino Unido, Francia, España e Israel— fueron similares, con cifras enormes de casos diarios y casos graves. La estimación más baja para el Reino Unido seguía siendo de cientos de miles: 275.000 casos diarios con casi 10.000 casos graves diarios.
Los matemáticos concluyeron que China no debería adoptar la política de 'vivir con el virus' que han aplicado gobiernos de todo el mundo con resultados desastrosos. Las cifras no son sólo una advertencia de los peligros de que China abandone su estrategia de 'cero contagio', sino una acusación a las políticas asesinas adoptadas por prácticamente todos los demás gobiernos.
El número total de casos y muertes hasta la fecha, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el resto de países considerados en el estudio son los siguientes
Estados Unidos: 47.837.599 casos y 771.919 muertes
Reino Unido: 10.146.919 casos y 144.775 muertes
Francia: 7.388.196 casos y 116.427 muertes
España: 5.131.013 casos y 87.955 muertes
Israel: 1.342.439 casos y 8.189 muertes
Si los matemáticos hubieran hecho sus estimaciones a la inversa, es decir, si hubieran calculado los casos diarios y acumulados y los casos graves de todos los países de referencia si hubieran adoptado la política de cero-covid de China, la gran mayoría de los más de un millón de muertes en esos cinco países no se habrían producido.
Con una población total inferior a la mitad de la de China, sería ciertamente razonable esperar que el número acumulado de muertes de los cinco países fuera inferior al de China, actualmente 5.697-. Esa cifra se supera cada semana en Estados Unidos.
Sin duda, las consecuencias de la criminal política de 'inmunidad colectiva' se calcularon a puerta cerrada en Washington, Londres, París, Madrid y Tel Aviv, pero nunca se hicieron públicas. La prioridad de los gobiernos era 'abrirse' a las exigencias de las élites financieras y económicas, es decir, anteponer el beneficio a la vida y la salud de los trabajadores.
Ahora, los mismos gobiernos responden a la aparición de la nueva cepa ómicron, que parece ser más transmisible y mortal que la cepa delta, con la misma criminal indiferencia por el terrible número de muertos que provocará.
Además, los medios de comunicación occidentales están presionando para que China ponga fin a su estrategia de 'cero-covid'; en primer lugar, porque está perturbando las enormes industrias manufactureras de exportación de China de las que depende la economía mundial, y en segundo lugar, porque expone de forma demasiado gráfica la política homicida de 'vivir con el virus'.
Un creciente flujo de artículos y comentarios en los medios de comunicación estadounidenses e internacionales intenta desacreditar la política de cero-covid centrándose en los inconvenientes que suponen las pruebas masivas y el rastreo de contactos, las limitaciones en los viajes y las restricciones de salud pública. Aunque reconocen el amplio apoyo popular dentro de China a la política del gobierno, los artículos hacen hincapié en las quejas limitadas que provienen principalmente de elementos de la clase media-alta. Al mismo tiempo, otros artículos se centran en el impacto económico de las restricciones.
En una crítica poco disimulada a China, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, se deshizo en elogios hacia Sudáfrica el pasado fin de semana por su rápida identificación de la variante ómicron y 'su transparencia a la hora de compartir esta información, que debería servir de modelo para el mundo'. Junto con su promoción de la mentira de que el COVID-19 surgió de un laboratorio de Wuhan, Estados Unidos ha culpado repetidamente a China por su supuesta 'falta de transparencia'.
En realidad, los científicos chinos identificaron muy rápidamente el virus que causó la enfermedad y su secuencia genética completa. Las autoridades sanitarias chinas facilitaron rápidamente esa información a la OMS, que fue la base de sus advertencias a otros países. El carácter altamente transmisible y mortal del virus era bien conocido por los gobiernos de todo el mundo, así como las medidas adoptadas en China para suprimirlo.
La administración Trump ignoró deliberadamente y restó importancia a los peligros durante semanas, lo que provocó la rapidísima propagación del virus una vez que apareció en Estados Unidos. Las limitadas restricciones en materia de salud pública, seguidas del levantamiento de esas medidas bajo la presión de las grandes empresas —una política continuada por la administración Biden—, han provocado un horrendo número de muertos, sin parangón salvo en tiempos de guerra.
Mientras Blinken alaba la rápida respuesta y la transparencia de Sudáfrica, la administración Biden, al igual que la mayoría de los gobiernos de todo el mundo, ha optado de nuevo por restar importancia a las posibles consecuencias de la variante de ómicron. Aparte de una restricción a los viajeros procedentes del sur de África, no se ha aplicado ninguna de las medidas de salud pública necesarias, una decisión que sólo puede acelerar la actual ola de infecciones y muertes.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 29 de noviembre de 2021)