La crisis causada por la decisión de Polonia, Lituania y la OTAN de negarles la entrada a miles de refugiados en la frontera con Bielorrusia está entrando en una etapa nueva y peligrosa.
Por varios días, los políticos y medios europeos han acusado al presidente bielorruso Alexander Lukashenko de utilizar a los refugiados como un arma en una “guerra híbrida” contra la Unión Europea (UE). Lo que sucede es lo contrario. La UE y la OTAN están instrumentalizando el destino de los refugiados para amenazar a Bielorrusia y Rusia con la guerra, movilizar tropas, anular derechos humanos elementales e incitar a una turba derechista y fascista.
La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, el presidente estadounidense Joe Biden, la canciller alemana Angela Merkel (demócrata cristiana) y el ministro de Relaciones Exteriores alemán Heiko Maas (socialdemócrata) y varios otros líderes políticos han acusado a Bielorrusia y su aliada Rusia de emprender un “ataque híbrido” contra las fronteras de la OTAN “para desestabilizar a sus vecinos democráticos”.
El ministro de Defensa de Estonia, Kalle Laanet, describió el “ataque híbrido” del Gobierno bielorruso como “el mayor riesgo para la seguridad de la región en 30 años”. El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, afirmó que estaban en juego la estabilidad y la seguridad de toda la UE. El líder de la oposición polaca y expresidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, pidió que se active el artículo cuarto del Tratado de la OTAN, la primera fase de los mecanismos legales que obligan a los miembros de la OTAN a entrar en guerra juntos en caso de ataque.
Polonia ha estacionado 20.000 soldados fuertemente armados, además de su enorme fuerza policial y de protección de fronteras, en la frontera con Bielorrusia. Según la agencia de noticias rusa Tass, se han desplazado unidades blindadas polacas cerca de la frontera. El embajador polaco en Berlín, Andrzej Przylebsni, declaró a la revista de extrema derecha Junge Freiheit: “El primer disparo podría producirse pronto”.
Ucrania también está trasladando 8.500 soldados y policías, así como 15 helicópteros, a los 1.000 kilómetros de frontera con Bielorrusia y planea construir fortificaciones fronterizas por valor de 560 millones de euros.
Polonia y Lituania han sellado sus 1.100 kilómetros de frontera con Bielorrusia con una valla de alambre de púas y han declarado estados de emergencia. Los periodistas, las organizaciones de ayuda e incluso los médicos y las ambulancias tienen estrictamente prohibido entrar en una franja de tres kilómetros de ancho. No habrá testigos ni cooperantes mientras los refugiados son privados de sus derechos básicos, maltratados violentamente y dejados a su suerte para que mueran de hambre y frío sin comida ni refugio.
Los ministros de Asuntos Exteriores europeos tienen previsto decidir la próxima semana sobre nuevas sanciones contra Bielorrusia. Se va a sancionar a las compañías aéreas que lleven refugiados a Bielorrusia, incluidas no solo las bielorrusas, sino también las rusas y turcas.
Esto se está haciendo en conjunto con Estados Unidos. Tras una reunión el miércoles entre von der Leyen y Biden, la presidenta de la Comisión Europea declaró que tenían una evaluación común de la situación, y añadió que Estados Unidos también estaba preparando más sanciones contra Bielorrusia “que entrarán en vigor a principios de diciembre”.
Los motivos de la campaña histérica contra Bielorrusia y el brutal maltrato a los refugiados en la frontera no tienen nada que ver con las amenazas a la “estabilidad” y la “seguridad”.
Desde que el presidente Lukashenko se negó a servir de guardia fronterizo de la UE a causa de las sanciones occidentales, miles de los 12.000 refugiados que se calcula que hay en Bielorrusia han llegado a la frontera polaca, y casi todos quieren seguir hasta Alemania. No se dispone de cifras exactas, ya que el Gobierno polaco prohíbe cualquier investigación independiente. Las autoridades fronterizas alemanas registraron 5.300 refugiados en septiembre y otros 1.900 en octubre que llegaron a Alemania por la ruta de Bielorrusia, lo que supone algo más de 7.000 en dos meses.
En comparación, en el punto álgido del movimiento de refugiados en 2015, cada día llegaban a Alemania 10.000 refugiados, que eran alojados y atendidos.
La OTAN y la UE trabajan sistemáticamente para cercar militarmente a Rusia, como lo han hecho desde la unificación alemana y la disolución estalinista de la Unión Soviética hace tres décadas. Todos los miembros europeos del antiguo Pacto de Varsovia, así como tres repúblicas exsoviéticas de los Estados bálticos, se han incorporado a la OTAN, que lleva años ampliando masivamente su presencia de tropas en las fronteras de Rusia. El riesgo de que las tensiones se descontrolen y se conviertan en un conflicto militar abierto aumenta constantemente.
El ministro de Asuntos Exteriores de Bielorrusia, Vladimir Makeï, se reunió el miércoles con su homólogo ruso, Sergei Lavrov, y declaró a continuación que ambos Estados reforzarían su colaboración “para contrarrestar una campaña contra Bielorrusia desencadenada por Washington y sus aliados europeos en el seno de las organizaciones internacionales”. Rusia envió dos bombarderos estratégicos Tu-22M3 sobre Bielorrusia el miércoles, un día después de que un portavoz de la OTAN dijera al Daily Telegraph que la alianza militar “está preparada para seguir ayudando a nuestros aliados y mantener la seguridad en la región”.
Una razón mucho más fundamental para la última escalada de hostilidades hacia Rusia que las acciones de Lukashenko es la enorme escalada de tensiones sociales dentro de la propia UE.
Un puñado de oligarcas controla ahora la vida económica tanto en Europa del este como occidental. Un pequeño número de milmillonarios se ha enriquecido enormemente con la pandemia, mientras que 1,4 millones de personas han muerto en Europa a causa del COVID-19. La última oleada, que está completamente fuera de control, amenaza con duplicar el número de muertos.
La cuestión de la responsabilidad de la política asesina llevada a cabo por los Gobiernos europeos, que sacrifica despiadadamente la vida humana en aras de las ganancias corporativas, es cada vez más persistente. Esto coincide con una oleada de huelgas contra las insoportables condiciones de trabajo y por aumentos salariales.
La clase dominante responde con el método ensayado de desviar las tensiones sociales hacia el exterior fomentando el nacionalismo, la propaganda de guerra y la xenofobia. El brutal maltrato a los refugiados en la frontera, que millones perciben con sorpresa y horror, sirve para intimidar a la población, acostumbrarla a la muerte, abolir los derechos democráticos básicos y movilizar la pacotilla fascista de la sociedad.
Miles de refugiados, entre ellos mujeres y niños pequeños, están atrapados sin comida, bebidas ni atención médica en los bosques y pantanos de la región fronteriza de Bielorrusia. Muchos no tienen ni siquiera tiendas de campaña ni mantas y están expuestos al frío glacial y a la lluvia. Al menos diez han muerto hasta ahora. El alcalde de un pueblo cercano a la frontera estimó el número real de muertos entre 70 y 200. Los refugiados han denunciado repetidamente el hallazgo de cadáveres en el bosque o en los ríos.
Cualquiera que consiga cruzar la frontera es devuelto por la fuerza a Bielorrusia. Estas devoluciones están estrictamente prohibidas, según la Convención de Ginebra sobre los Refugiados. Sin embargo, el Parlamento polaco les dio su visto bueno. El gobierno polaco del PiS, sometido a una fuerte presión interna por su política de COVID-19, su prohibición del aborto y la crisis social, está cometiendo crímenes contra la humanidad en la frontera bielorrusa.
La Unión Europea, la OTAN, el gobierno alemán, la 'oposición' oficial polaca y gran parte de los medios de comunicación occidentales apoyan estos crímenes, en consonancia con la política más amplia de la UE de bloquear toda la inmigración que ha provocado decenas de miles de ahogados en el mar Mediterráneo.
El ministro del Interior alemán, Horst Seehofer (Unión Social Cristiana), pidió que la UE ayude a Polonia a blindar su frontera. “Llamamos esto una amenaza híbrida, en la que se utiliza a la gente para desestabilizar la UE y especialmente Alemania; eso no debe prevalecer en el mundo”, le citó su portavoz.
El diario conservador FAZ exigió que la UE “siga siendo dura”, “envíe señales claras” e “imponga más sanciones”. Una “solución humanitaria” de dejar entrar a los refugiados a la UE, es “el mensaje político equivocado”.
La junta editorial berlinesa del periódico suizo Neue Z ü rcher Zeitung escribió: “Los polacos han protegido hasta ahora su frontera exterior, que es también la de la UE, por su cuenta. Alemania también podría ofrecer ayuda bilateral en este caso: con agentes de policía, recursos materiales... lo que Varsovia pida”.
La campaña contra los refugiados fortalece a los extremistas de derecha y a los fascistas, que es uno de sus propósitos deliberados. Polonia conmemoró ayer el “día de la independencia”, cuando el futuro dictador Jozef Pilsudski tomó el mando del ejército polaco en 1919. Decenas de miles de ultraderechistas y fascistas marcharon por las calles de Varsovia. El alcalde liberal Rafal Trzaskowski prohibió inicialmente el desfile, pero el PiS intervino para que se celebrara.
Varias organizaciones de derechos humanos como Pro Asyl y Amnistía Internacional han protestado por el maltrato a los refugiados en la frontera polaca, pero sus llamamientos se dirigen a los Gobiernos europeos para que cambien su forma de actuar. Eso no ocurrirá.
La defensa de los refugiados es tarea de la clase obrera. Es la única fuerza social que puede contrarrestar la reacción capitalista y defender los derechos democráticos. Esta lucha es de vital importancia para los trabajadores.
El asalto de las potencias de la OTAN a los refugiados en Bielorrusia desprende un hedor fascistizante. Las brutales fuerzas de seguridad y las bandas fascistas cuya violencia ilegal se vuelca hoy contra los refugiados, servirán mañana para reprimir la resistencia y la oposición de la clase obrera y la juventud.
Como sección alemana del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, el Partido Socialista por la Igualdad (SGP) lucha por unir a la clase obrera sobre la base de un programa socialista a través de todas las fronteras nacionales en la lucha contra la desigualdad social, el militarismo y el fascismo. La construcción del SGP y de las secciones del CICI en los países de Europa es una tarea urgente que debe ser asumida por la clase obrera de todo el continente.
(Publicado originalmente en inglés el 11 de noviembre de 2021)