El Juego del Calamar, una serie coreana sobre supervivencia escrita y dirigida por Hwang Dong-hyuk, se ha vuelto un fenómeno internacional. El martes, Netflix informó de que llegó a ser oficialmente la serie más vista de todas en esa plataforma, con más de 111 millones de televidentes en todo el mundo. Actualmente es el programa más exitoso en Netflix en por lo menos 90 países, desde Argentina y Australia, hasta Egipto, Nigeria, Pakistán, y los Estados Unidos.
El argumento gira en torno a una serie de juegos infantiles en los que cientos de participantes adultos compiten por la oportunidad de ganar una cantidad inimaginable de dinero. Sin embargo, el precio por perder es la muerte. Los contendientes, escogidos por los misteriosos creadores del juego, son las personas más adeudadas y desesperadas. Un puñado de multimillonarios, conocidos como los VIP, miran el juego y votan sobre el éxito y el fracaso de los varios contendientes.
¿Qué hay detrás de la enorme acogida mundial? Sin duda hay muchos factores, pero el central está claro —su representación de individuos desesperados colocados en situaciones desesperadas, las consecuencias de una sociedad desgarrada por la desigualdad social, la codicia y la criminalidad de los ricos, y temáticas sociales relacionadas. La serie es claramente una crítica de la sociedad capitalista, y trata generalmente de temas con los que se confrontan los personajes de una manera humana —a pesar de la premisa brutal y violenta.
Los individuos que compiten en el juego son, con pocas excepciones, personajes compasivos. Abdul Ali (representado por Anupam Tripathi), por ejemplo, es un trabajador inmigrante de Pakistán, que se siente obligado a participar en el juego para mantener a su familia después de que su empleador se negara a pagarle durante meses. Kang Sae-byeok (representado por Jung Ho-yeon) es un desertor norcoreano que espera poder ayudar a su hermano menor y recuperar al resto de su familia que todavía está del otro lado de la frontera. El personaje principal, Seong Gi-hun (representado por Lee Jung-jae), se esfuerza por mantener a su hija y ayudar a su achacosa madre, mientras lucha contra su ludopatía.
El escritor y director Hwang Dong-hyuk explicó recientemente en una entrevista con IndieWire su motivación para escribir la serie: 'Concebí las teorías para el show en 2008. En ese momento estaba teniendo lugar la crisis de Lehman Brothers; la economía coreana estaba muy golpeada, y yo también la pasaba mal económicamente'.
Continuó: 'A lo largo de los últimos 10 años, pasaron muchas cosas: Hubo el boom de las criptomonedas, donde la gente de todo el mundo, especialmente los jóvenes de Corea, se lo jugaban todo e invertían todo su dinero en criptomonedas. Y hubo el ascenso de gigantes tecnológicos como Facebook, Google, y, en Corea, estaba Naver, y están simplemente reestructurando nuestras vidas. Es innovador, pero estos gigantes tecnológicos también se enriquecieron mucho'.
Dong-hyuk añadió, sin embargo, que fue la elección de Trump en los EEUU lo que le determinó a emprender la producción. 'Creo que él se parece un poco a los VIP del Juego del Calamar', dijo. 'Es como si estuviera dirigiendo un espectáculo de juegos, no un país, como dándole horror a la gente'.
El Juego del Calamar es una de una serie de películas y producciones interesantes que llegan desde Corea del Sur, de carácter izquierdista y anticapitalista, y ciertamente la serie habla sobre la catástrofe social en ese país. El desarrollo de la economía surcoreana —uno de los 'tigres asiáticos'— ha creado fortunas para la élite gobernante dentro y fuera del país. A la clase trabajadora, por otro lado, se la ha hecho sufrir lo peor de las crisis económicas que seguirían, primero en 1997-1998 y luego tras 2008.
Corea del Sur tiene una de las mayores tasas de suicidio del mundo, especialmente entre los ancianos. El desempleo juvenil en 2020 se situó en un asombroso 22 por ciento. La deuda de los hogares, en más de 1.800 billones de won ($1,5 billones), ahora sobrepasa la producción económica anual del país. Los trabajadores surcoreanos tienen su propia historia única, una que incluye dictadura, guerra, represión gubernamental (donde se destaca la matanza de Gwangju).
En un episodio se revela que el personaje principal, Gi-hun, incurrió en problemas financieros después de ser despedido del almacén Motor. En un flashback, el público ve a los esquiroles derribando puertas y atacando brutalmente a trabajadores huelguistas, matando a uno por lo menos. Dong-hyuk ha dicho que el personaje se inspiraba en la huelga de la planta de Ssangyong Motors de 2009.
La inclusión de este episodio era claramente una decisión consciente, inspirada por la valentía y determinación de las luchas obreras en Corea del Sur, de las que hubo muchas.
Pero el aspecto que se expresa más poderosamente en el Juego del Calamar no es la unicidad de la historia de los trabajadores surcoreanos, sino la coincidencia de la vida y las condiciones de la clase trabajadora en todo el mundo.
Sin duda es este elemento lo que subyace a la respuesta cáustica de algunos de los principales voceros de la prensa de los EEUU. El New York Times recientemente publicó un artículo en su sección 'Cuadernos de críticos' titulado: '¿No has visto 'El Juego del Calamar'? Esto es lo que no te estás perdiendo'. El autor Mike Hale explica que lo que menos le gustó de la serie es 'su pretensión de relevancia social contemporánea'.
Prosigue: 'La disposición es un comentario sobre la rígida estratificación en clases de Corea del Sur, y una alegoría bastante obvia: Perdedores en el juego amañado de la economía coreana, los jugadores tienen una oportunidad de ganar en una lid (supuestamente) más basada en el mérito e igualitaria del juego del calamar, pero con el riesgo de una muerte casi segura'.
Para el Times, los temas de la serie se parecen mucho a los domésticos —no solo en relación con el 'juego amañado de la economía coreana ' (subrayado nuestro)— sino para la sociedad capitalista en su conjunto.
La madre del personaje principal se ve obligada en cierto momento a ir al hospital, muy consciente durante un tiempo que probablemente se esté muriendo. Sale del hospital en contra de las indicaciones de los médicos porque sabe que no se puede permitir pagar el tratamiento. No hace falta vivir en Corea del Sur para reconocer la situación. ¿Cuántos millones de trabajadores luchan por tener atención sanitaria en todo el mundo?
Cada participante del programa está en un pozo financiero, sin opciones disponibles para salir, sin importar cuánto lo intenten ni qué estén dispuestos a sacrificar. Se podría argumentar que no hay otro sentimiento con el que se identifiquen más los trabajadores, uno prácticamente universal.
En los EEUU, la deuda estudiantil pendiente por préstamos está entre $902 mil millones y $1 billón. Muchos trabajadores mueren sin haberla pagado en su totalidad. Las donaciones pagadas de plasma se han triplicado de 12 millones por año en 2006 a 38 millones al año en 2016. Eso es, los jóvenes en particular se han puesto a vender su sangre, un proceso que le pasa una seria factura a la salud del donante, especialmente a donantes asiduos y durante mucho tiempo, para pagar sus cuentas.
Sin duda estos temas tienen eco entre los trabajadores indiferentemente de su origen étnico o nacional, o su género o raza. en la era de la globalización, los trabajadores son capaces de ver más fácilmente que antes las semejanzas de sus experiencias, y también de sus explotadores. Quizás en ningún momento esto ha sido más claro que el el último año y medio, mientras el mundo se tambaleaba por una pandemia global que ha impactado de una manera u otra a todas las personas del planeta.
Cualquier serie que aborda esos temas ciertamente ha empezado con buen pie. Pero hay que preguntarse, ¿acaso se ha puesto el listón demasiado bajo?
Es cierto que en general, la serie encuentra una conclusión esperanzadora ... pero apenitas. En muchas escenas el mensaje parece claro: 'La gente común' no es cruel e indiferente por naturaleza. Pero otras escenas y conclusiones enturbian las aguas. Parece que el propio director no confía plenamente a cuál de los dos bandos caerle encima.
Tantas películas están dominadas por las narrativas de masoquismo y misantropía. Estas historias no solo parten de una premisa falsa y peligrosa, sino que producen narrativas salvajemente simplistas y predecibles con las que uno no se siente para nada identificado. Pero lo cierto es que la vida es mucho más compleja. La gente no nace buena o mala. La barbarie no es la condición natural de la humanidad.
El Juego del Calamar tiende hacia una perspectiva diferente, pero no siempre acierta. A los contendientes, por ejemplo, se les da la opción al principio o en cualquier momento, de terminar el juego si la mayoría vota por ello. Después del primer juego, en el que mueren cientos de personas, los contendientes, horrorizados por lo inhumano del juego, votan —con una mayoría de un voto— irse. Pero, teniendo ante sí una situación desesperada en casa, deciden volver, y luego proceden a participar en juegos en los que no solo arriesgan la propia vida, sino que a veces requieren que 'ganen' asegurándose de que otros mueran.
¿Es verdaderamente el caso que la gente, por más desesperada que sea su situación, participe de buena gana y a sabiendas de un juego de masacre masiva y barbarie con la esperanza de que, al final, terminen en la cima y resuelvan todos sus problemas con una montaña de dinero? Si es así, ¿qué dice esto sobre la visión del director acerca de la humanidad?
Este elemento del argumento tiende a socavar el mensaje más básico que la serie intenta transmitir, que a pesar de las condiciones salvajes que se les imponen, la mayoría lucha valientemente por mantener su humanidad, negándose a rendirse ante la brutalidad de todo ello.
Luego está el hecho de que la catástrofe social a la que se enfrentan los contendientes se presenta generalmente en términos individuales, con soluciones individuales. Todos los que participan en el juego son abandonados a su suerte, con la excepción de algunos de sus compañeros contendientes, la mayoría de los cuales terminan muertos.
Aunque no se diría de mirar la prensa del sistema, estamos viviendo en medio del surgimiento del mayor movimiento huelguístico en los EEUU en décadas. Este movimiento de la clase trabajadora en el centro del capitalismo mundial es parte de una tendencia mayor a nivel mundial. Todavía está en sus etapas iniciales, y hay una inmensa confusión entre los trabajadores sobre todo tipo de cuestiones sociales y culturales. Pero hay todos los motivos para el optimismo y no la desesperación.
El final de la primera temporada del Juego del Calamar es prometedor. Seong Gi-hun parece decidido a poner fin a los juegos para siempre. Cómo lo hará está por verse. Quizás el director dirija su atención a la agitación de la clase trabajadora para inspirarse.
(Publicado originalmente en inglés el 14 de octubre de 2021)