Español

Presidente Bukele captura poderes dictatoriales en El Salvador

El fin de semana pasado, el presidente salvadoreño Nayib Bukele de 39 años afianzó su control de todas las ramas del Gobierno reemplazando a los magistrados de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema y al fiscal general, quienes se habían opuesto a su acumulación de poderes.

Haciendo uso de la oposición masiva a la austeridad y desigualdad social presididas por los partidos que gobernaron El Salvador desde el final de la guerra civil en 1992 —la ultraderechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y la exguerrilla Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)—, Bukele ha logrado garantizar votos masivos.

Presidente salvadoreño Nayib Bukele (gov.sv)

En los comicios del 28 de febrero, su partido Nuevas Ideas (NI) obtuvo una supermayoría de dos tercios con 58 escaños en la Asamblea Legislativa unicameral. Esto se compara a 14 puestos para ARENA y solo cuatro para el FMLN. Además, Nuevas Ideas ganó el 58 por ciento de todas las alcaldías. Al utilizar la Asamblea Legislativa para tomar control de la Sala de lo Constitucional y la Fiscalía General, Bukele ha desmontado los últimos controles institucionales sobre su poder.

A lo largo de su mandato, Bukele también cultivó apoyo en la Policía Nacional y el ejército por medio de ataques a los partidos de la oposición por resistirse a autorizar préstamos masivos para expandir las fuerzas de seguridad. Esto culminó el 9 de febrero de 2020 en una ocupación militar de la Asamblea Legislativa con Bukele a la cabeza.

El mandatario también aprovechó una caída fuerte en los homicidios durante su mandato, que se puede explicar por múltiples factores, para insistir en concederles más facultades y recursos a la policía y el ejército, a pesar de su larga historia de escuadrones de la muerte.

Imitando a Trump y otras fuerzas fascistizantes, ha fomentado hostilidad hacia una amalgama de la oposición política de todos los colores, los pandilleros, periodistas, algunas figuras de la élite empresarial local y el milmillonario judío George Soros.

Su aumento en popularidad es tenue y se basa en gran medida en un pago único de $300 durante la pandemia, un nuevo hospital para pacientes de COVID-19 que no fue finalizado y la administración de casi 1 millón de dosis de la vacuna, una distribución mucho más rápida que sus países vecinos en Centroamérica.

Sin embargo, El Salvador vio el mayor aumento en la tasa de pobreza en Centroamérica en 2020, según la Comisión Económica para América Latina de la ONU. Esto se ha visto reflejado en un aumento exponencial este año en los migrantes salvadoreños detenidos en la frontera de México y EE.UU. Además, todo el istmo centroamericano está viendo un avance devastador de la pandemia.

Un sector de la prensa y la élite política internacional ha denunciado el asalto de Bukele contra la “democracia”. Luis Almagro, titular de la Organización de Estados Americanos y el principal organizador de golpes de Estado de Washington en la región, alegó que Bukele podría “agarrar para el camino donde ya están Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia”.

Sin embargo, Bukele solo ha puesto al descubierto la fachada de democracia que el imperialismo estadounidense y la oligarquía local impusieron tras el final de la guerra civil en 1992. La oposición a las acciones de Bukele por parte de los sectores de la élite gobernante derivan del temor a que inflame la ira social, enemiste a ciertos grupos empresariales o se apoye demasiado en China, que ha suministrado la mayoría de las vacunas de El Salvador.

Como Bukele ha dejado claro en repetidas ocasiones, el giro hacia la dictadura en El Salvador está dirigido contra la resistencia de la clase trabajadora a los dictados del capital financiero.

De hecho, contrató a los mismos políticos venezolanos de ultraderecha implicados en las operaciones de cambio de régimen respaldadas por Estados Unidos contra el presidente Nicolás Maduro para dirigir la campaña electoral de Nuevas Ideas, como informó el medio derechista Globovisi ó n .

Cuando destituyeron a los principales magistrados del país, los legisladores de Nuevas Ideas resaltaron las sentencias que impidieron a Bukele decretar reaperturas económicas sin aprobación legislativa durante la pandemia. “Básicamente, nos están quitando el poder de reactivar la economía”, declaró Bukele en aquel momento.

Las reaperturas, respaldadas en última instancia por todos los partidos políticos, se llevaron a cabo tras una reunión con una facción de los oligarcas tradicionales del país encabezada por el multimillonario Roberto Kriete, el salvadoreño más rico. Se trata de los mismos que han patrocinado los partidos políticos a los que Bukele dice oponerse. No obstante, el presidente anunció que había llegado a una “propuesta ya consensuada con un grupo muy representativo del gran empresariado nacional”.

En una entrevista concedida esta semana al Diario El Salvador, Kriete respaldó la gestión de Bukele y le pidió que utilizara sus nuevos poderes para pasar a la ofensiva: “Modernizar la ley de bancos, modificar el Código de Comercio, modificar todo lo que tiene que ver con incentivos... eliminar la burocracia, eliminar la tramitología y realmente darle la oportunidad al sector empresarial, tanto local como extranjero”.

El Gobierno de Bukele también ha acumulado inmensos préstamos, lo que supone que el pago de intereses a los buitres financieros absorba hasta el 35,6 por ciento de los ingresos fiscales del país este año. La élite gobernante hará todo lo posible para hacer recaer todo el peso de estos costos sobre las espaldas de la clase trabajadora.

Como preparación para la represión masiva, Bukele ha utilizado las audiencias previas al juicio por la masacre de El Mozote de 1980 para tranquilizar a la policía y al ejército. Con una cifra estimada de mil civiles asesinados, esta fue la mayor masacre en América Latina durante el siglo veinte. La atrocidad incluyó que las tropas lanzaran bebés al aire para hacer prácticas de tiro como parte de las operaciones fascistas contra la oposición de izquierdas a la dictadura controlada por los militares y respaldada por EE.UU.

El Gobierno de Bukele ha bloqueado cualquier acceso judicial a los archivos militares secretos relativos a la masacre de El Mozote. En septiembre pasado, con una hostilidad denigrante hacia las masas salvadoreñas, “desclasificó” en televisión nacional archivos que resultaron ser copias de archivos ya hechos públicos y que carecían de cualquier información militar relevante.

En otra maniobra mediática, visitó El Mozote en diciembre para prometer ayuda económica y despotricar contra las administraciones anteriores, así como contra los abogados de las víctimas, por lucrarse supuestamente de la masacre. Viajó a El Mozote en uno de los helicópteros de Kriete.

El 22 de abril, la Embajada de Estados Unidos en El Salvador reafirmó su apoyo a la Administración de Bukele, informando que el Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM) había donado a El Salvador equipo de protección y hospitalario por valor de 431.911 dólares, además de otros 25 millones de dólares en donaciones estadounidenses. “Durante más de 50 años, el Comando Sur ha centrado sus esfuerzos en el desarrollo de los vínculos y el fortalecimiento de su alianza con El Salvador”, señala el informe de la Embajada.

El propio presidente Joe Biden, como senador de EE.UU., fingió oponerse a la ayuda militar no condicionada a la junta salvadoreña, solo para luego “negociar acuerdos para asegurar que la financiación fuera aprobada, como su 'enmienda de 1983' para requerir que el entrenamiento de las tropas salvadoreñas por parte de instructores estadounidenses se llevara a cabo fuera de El Salvador”, como informó recientemente The Intercept.

Durante una reunión a puerta cerrada el lunes con diplomáticos extranjeros, Bukele comparó a los opositores a su toma de la Sala de lo Constitucional con “las decenas de millones de personas [que] pensaban que estaba bien quemar judíos en un horno” en la Alemania nazi. Este comentario, que provocó amplias condenas, solo puede interpretarse como una expresión de insensible indiferencia ante los crímenes históricos del fascismo.

Tanto la pandemia como los huracanes y las sequías exacerbados por el cambio climático que han asolado Centroamérica, han puesto de manifiesto la incapacidad del capitalismo para satisfacer las necesidades más básicas de las masas trabajadoras. La respuesta, tanto de la élite gobernante salvadoreña como del imperialismo estadounidense, es un avance acelerado hacia la dictadura.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 7 de mayo de 2021)

Loading