El pasado 31 de marzo marcó el 57 aniversario del golpe militar respaldado por Estados Unidos en Brasil que derrocó al presidente electo João Goulart e inició 21 años de un brutal gobierno de Estado policial contra la clase trabajadora brasileña.
La fecha fue celebrada por el presidente fascistizante de Brasil, Jair Bolsonaro, con una destitución sin precedentes de su ministro de Defensa y de todo el mando de las fuerzas armadas, con el objetivo declarado de subordinar completamente el aparato militar a la agenda política reaccionaria de su gobierno. El primer acto del recién juramentado ministro de Defensa, el general Walter Braga Netto, fue emitir una orden del día, leída en voz alta la mañana del 31 de marzo en los cuarteles de todo Brasil, que por primera vez llamaba abiertamente a una “celebración” del golpe de 1964.
A propósito de la ocasión, el Archivo de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA) ha publicado una serie de 12 documentos desclasificados de los gobiernos de EE. UU., Brasil y Chile “sobre el esfuerzo del régimen brasileño para subvertir la democracia y apoyar la dictadura en Chile”. Los documentos fueron utilizados y en parte mencionados por el periodista brasileño Roberto Simon en su libro Brasil contra la democracia, publicado en febrero por Companhia das Letras en Brasil.
El material es sumamente revelador en relación con el carácter internacional de los crímenes de la dictadura militar brasileña. Además de servir de modelo, fue, junto al imperialismo estadounidense, un agente activo en la promoción de golpes de Estado y el sostenimiento de regímenes dictatoriales que desató una ola de terror sin precedentes en todo el continente sudamericano.
Mucho antes del golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet contra el presidente de Unidad Popular, Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973 en Chile, el gobierno militar brasileño ya estaba planeando sistemáticamente el derrocamiento violento del presidente electo del país.
El primer documento de la serie publicada por el NSA, con fecha del 22 de septiembre de 1970, es un informe detallado del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil al entonces presidente general Emilio Medici sobre una discusión entre el embajador brasileño, Câmara Canto, y su homólogo estadounidense, Edward Korry, en la capital chilena, Santiago, poco después de la elección de Allende.
Según el documento, los brasileños interpretaron la solicitud de reunión del embajador estadounidense como parte de una “presión indirecta para evitar la toma de posesión de Allende”, en condiciones en las que los esfuerzos del presidente Richard Nixon y la CIA “para evitar la victoria marxista” estaban siendo obstaculizados por otras facciones del Estado apegadas a” la posición 'liberal' de reconocer el resultado electoral”. Korry informó a los brasileños “que su país no tiene la intención de alentar ningún levantamiento militar, pero lo apoyaría con la condición de que 'poco después' se celebren nuevas elecciones”.
El documento brasileño se refiere luego a las dificultades para convencer a los altos mandos del ejército chileno de que era necesario abandonar de inmediato “sus concepciones legalistas” y llevar a cabo un golpe de Estado. “Lamentablemente la mera mención del daño que vendrá con la toma de posesión de Allende no tiene fuerza suficiente para provocar esta reacción. Por tanto, las esperanzas se resumen en la ocurrencia de un hecho nuevo”.
El “hecho nuevo” que animaba las esperanzas de los militares brasileños era un “mitin del movimiento anticomunista Patria y Libertad programado para el 24 de septiembre” que podría desencadenar “enfrentamientos callejeros con la izquierda y obligar así a actuar a los mandos militares”.
El apoyo de los dictadores brasileños a una estrategia golpista en Chile impulsada por pequeños grupos fascistas capaces de desencadenar una guerra civil no terminó con este episodio.
En Brasil contra la democracia, Simon se refiere a una entrevista que realizó recientemente con Roberto Thieme, uno de los principales dirigentes de Patria y Libertad, quien denunció la existencia de estrechos vínculos entre su grupo fascista y la inteligencia brasileña. “En la fase final del gobierno de Unidad Popular, parte de la dirección del grupo fue presuntamente refugiada en Brasil, donde mantuvo contacto con el SNI [Servicio Nacional de Inteligencia de Brasil], y algunos de sus líderes supuestamente regresaron a Chile con la ayuda de los agentes brasileños”, dice el libro.Al describir los planes que se nutrieron durante esos años, Thieme declaró: “Nosotros y los brasileños imaginamos que sería algo así como la guerra civil española, con el nacionalismo viniendo del sur y el marxismo del norte. Ese fue el escenario que vieron los brasileños, y estaban dispuestos a apoyar al ejército rebelde que iba contra Santiago”.
Esta sórdida política internacional del régimen militar brasileño también se revela en un documento, el tercero de la serie del NSA, publicado originalmente en marzo de 1971 por la Embajada de Chile en Brasil. En él, los diplomáticos chilenos le informaron al gobierno de Allende que distintas fuentes les habían informado de la existencia de avanzados preparativos entre los militares brasileños para un golpe fascista en Chile.
Uno de los informantes, un oficial de las Fuerzas Armadas de Chile, informó a la Embajada que había sido contactado por un general brasileño para ofrecer ayuda “para organizar en Chile un movimiento de resistencia armada contra nuestro gobierno, estructurado en forma de guerrillas para combatir lo que él llamó el 'peligro rojo'”.
Una segunda fuente, con acceso a militares brasileños, describió la existencia en la sede del Ministerio del Ejército en Río de Janeiro de “maquetas” de la Cordillera de los Andes, alrededor de las cuales se reunieron “numerosos oficiales del Ejército, quienes se dedicaron a un estudio detallado de esta región geográfica, tratando de determinar qué zonas serían aptas para desarrollar una guerra de guerrilla”. Estos planes tenían pro obeto “la utilización de elementos civiles, excluyendo expresamente la participación de elementos militares”.
Aunque tales planes no se llevaron a cabo, los elementos fascistas chilenos cultivados por la dictadura brasileña disolverían su grupo con la ascensión de Pinochet al poder y se unirían a su aparato represivo asesino, que torturó e hizo “desaparecer” a decenas de miles de trabajadores y jóvenes chilenos.
El cuarto documento publicado por la NSA, que data incluso antes de la toma del poder de Pinochet, expone el alcance de las actividades criminales del gobierno militar brasileño en todo el continente y su alineación con los objetivos del imperialismo estadounidense. El memorando del gobierno estadounidense del 9 de diciembre de 1971 —desclasificado y hecho público por primera vez en 2008— relata una discusión a puerta cerrada entre Nixon y Médici durante una visita de Estado del dictador brasileño a Estados Unidos.
Durante la reunión celebrada en la Oficina Oval de la Casa Blanca, Médici describió sus esfuerzos para financiar el régimen dictatorial del general Hugo Banzer en Bolivia y para convencer al dictador paraguayo y general Alfredo Stroessner de que también coopere con los bolivianos para evitar que el país sea tomado por los “extremistas de extrema izquierda”.
El dictador brasileño expresó su preocupación por Argentina, diciendo que en su próxima reunión con su presidente Alejandro Lanusse, hablaría con él “no de presidente a presidente, sino de general a general”. Sus preocupaciones fueron explícitamente igualadas por el presidente estadounidense. Los militares argentinos tardarían otros cinco años en dar un golpe y comenzar su “Proceso de Reorganización Nacional” en la línea del golpe brasileño, elevando la violencia estatal contra la clase trabajadora a los niveles asesinos exigidos por Médici y Nixon.
Sin embargo, el tema principal de la discusión en la Oficina Oval fue Chile. Preguntado por Nixon sobre su opinión sobre la situación política en el país, Médici respondió: “Allende será derrocado por las mismas razones por las que Goulart había sido derrocado en Brasil”. Nixon luego cuestionó si él “pensaba que las Fuerzas Armadas chilenas eran capaces de derrocar a Allende. El presidente Médici respondió que sentía que sí, y agregó que Brasil estaba intercambiando muchos oficiales con los chilenos, y dejó en claro que Brasil estaba trabajando para ese fin. El presidente [de Estados Unidos] dijo que era muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajaran en estrecha colaboración en este campo”.
Para establecer esta cooperación, Nixon propuso la creación de un canal de comunicación extraoficial con el gobierno brasileño, ofreció dinero o “cualquier tipo de ayuda” a Brasil, y concluyó la reunión diciéndole a Médici que “hay muchas cosas que Brasil puede hacer siendo un país sudamericano que Estados Unidos no puede”.
Para 1973, cuando las traiciones sistemáticas a la clase obrera chilena por parte del Partido Comunista estalinista y el gobierno frentepopulista de Salvador Allende habían allanado suficientemente el camino al poder para los militares, los generales estaban completamente preparados para lanzar un golpe.
El sexto documento publicado por el NSA demuestra que los militares chilenos estudiaron cuidadosamente las lecciones del golpe de 1964 en Brasil justo antes de tomar el poder. Según un informe de inteligencia brasileño, altos funcionarios militares chilenos se reunieron en una base aérea en Santiago en agosto de 1973, un mes antes del derrocamiento de Allende y examinaron las medidas tomadas por sus homólogos brasileños en 1964 “para determinar qué podría ser útil en Chile de esa experiencia”.
El grado de colaboración brasileña en la consolidación del régimen militar en Chile queda manifiesto en el relato de un diplomático brasileño mal informado que informó, con sorpresa, de la presencia de “aproximadamente cinco policías” paseando por el Estadio Nacional de Santiago, donde miles de personas fueron detenidos justo después del golpe de Pinochet. La dictadura brasileña brindó apoyo inmediato a las fuerzas de seguridad chilenas en la realización de interrogatorios y torturas a presos políticos.
Esta asociación continuó durante los años siguientes, como dejan claro otros documentos publicados por el NSA. Además de suministrar armas y promover las relaciones diplomáticas de Chile con los países vecinos, Brasilia brindó entrenamiento de inteligencia al ejército chileno, que luego organizó actos terroristas como los atentados con bombas del general disidente Carlos Prats en Argentina y el exministro de Defensa de Allende, Orlando Letelier, en Washington.
Los servicios de la dictadura brasileña a la contrarrevolución continental culminarían con su adhesión a la Operación Cóndor, concebida por Pinochet para la integración de las fuerzas represivas de las dictaduras sudamericanas. El último documento de la serie publicada por el NSA, un “Informe semanal de la situación del terrorismo internacional” de junio de 1976 del gobierno de los Estados Unidos, informa sobre la entrada de Brasil como miembro de pleno derecho en la Operación y su compromiso de suministrarle un sistema de comunicación cifrado, bautizado Condortell.
El encubrimiento de estos atroces crímenes contra la clase obrera históricamente promovido por las direcciones estalinistas, pablistas y morenistas, ha permitido el resurgimiento de los mismos peligros mortales 57 años después de que se inaugurara el ciclo de dictaduras militares en América Latina con el golpe de 1964 en Brasil.
La popularización de estos documentos históricos, que se hacen eco inmensamente de la situación política que enfrentan las masas trabajadoras en Brasil y en todo el mundo, es por lo tanto de extrema importancia. La clase obrera de todos los países debe armarse contra la extrema crueldad con la que la clase dominante está preparada para responder a un peligro desde abajo, que se expone inequívocamente en estos documentos. Por esta misma razón, su publicación se ha enfrentado a un apagón casi total por parte de los medios brasileños, estadounidenses e internacionales.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 16 de marzo de 2021)