Esta semana, la Casa Blanca adoptó oficialmente una política de inmunidad colectiva ante la pandemia de COVID-19, declarando efectivamente que el contagio masivo de la población es un bien positivo.
Esto tomó la forma de un respaldo público a la Declaración de Great Barrington, un manifiesto del American Institute for Economic Research libremercadista, que pide el abandono de todas las medidas para contener la pandemia. La declaración se elaboró en estrecha coordinación con el asesor de Trump, Scott Atlas.
La declaración de ocho párrafos no cita ningún dato científico ni intenta defender seriamente su argumento. Se trata, más bien, de una serie de afirmaciones elaboradas retroactivamente a partir de la demanda de la patronal estadounidense de abandonar las medidas de salud pública para contener la pandemia: “Las escuelas y universidades deberían estar abiertas para clases presenciales. Las actividades extracurriculares, como los deportes, deben ser reanudadas. Los adultos jóvenes de bajo riesgo deberían trabajar normalmente, en lugar de hacerlo desde casa. Deberían abrirse los restaurantes y otros negocios. Las artes, la música, el deporte y otras actividades culturales deberían reanudarse”.
El documento no menciona ninguna medida de salud pública para contener la enfermedad, ni pruebas, ni rastreo de contactos ni la cuarentena de los enfermos. No es una omisión, sino algo deliberado. Esto se debe a que, desde el punto de vista de los autores del artículo, los contagios masivos, con sus resultantes muertes masivas, son un bien que debe perseguirse.
Anoche, le preguntaron a Trump en un cabildo televisado si la política de la Administración era de hecho la “inmunidad colectiva”. Respondió aclarando que lo era y repitiendo de nuevo el mantra propuesto por primera vez por Thomas Friedman del New York Times de que “la cura no puede ser peor que el problema”, es decir, que no habrá vuelta a retomar las restricciones económicas destinadas a frenar la propagación del virus.
La aceptación oficial de la inmunidad colectiva es una admisión de que el sabotaje de la Casa Blanca a los esfuerzos de toma de pruebas, su fracaso en proporcionar equipo de protección y su engaño al público fueron diseñados deliberadamente para sacrificar vidas humanas por el bien de la “economía”.
Lo más importante es que la aceptación del documento por parte de la Casa Blanca es una declaración de intención de homicidio en masa. Planea permitir que cientos de miles de personas más mueran en medio de un resurgimiento global de la pandemia causado por el abandono prematuro de los cierres de negocios y otras medidas para contener la pandemia.
La estrategia de inmunidad colectiva ha recibido, con razón, condenas mordaces de las principales organizaciones de salud pública del mundo. El 15 de octubre, la revista médica británica The Lancet emitió una declaración condenando la política como “una falacia peligrosa no respaldada por pruebas científicas”.
Argumentó que “no hay pruebas de una inmunidad protectora duradera contra el SARS-CoV-2 después de una infección natural”. Por lo tanto, “Tal estrategia no acabaría con la pandemia del COVID-19 sino que resultaría en epidemias recurrentes, como fue el caso de numerosas enfermedades infecciosas antes de la llegada de la vacunación”.
The Lancet concluyó de manera contundente, “La evidencia es muy clara: controlar la propagación del COVID-19 en la comunidad es la mejor manera de proteger nuestras sociedades y economías hasta que lleguen vacunas y terapias seguras y efectivas en los próximos meses”.
La declaración de The Lancet siguió a una declaración anterior de 17 organizaciones líderes en salud pública, incluyendo la Big Cities Health Coalition y la American Public Health Association. Ellos afirman: “Si se siguen las recomendaciones de la Declaración de Great Barrington, se sacrificarían vidas de forma arbitraria e innecesaria. La declaración no es una estrategia, es una declaración política. Ignora los conocimientos sólidos de la salud pública”.
La declaración de las organizaciones de salud pública concluye que “No hay pruebas de que estemos ni remotamente cerca de la inmunidad colectiva. Por el contrario, los expertos creen que entre el 85 y el 90 por ciento de la población de EE.UU. sigue en riesgo de contraer el SARS-Cov-2”.
Añade: “Hemos visto el fracaso del experimento de inmunidad colectiva en naciones como Suecia, que tiene la tasa de mortalidad más alta de los países nórdicos”, concluyendo: “Es ilógico ignorar la salud pública y las pruebas científicas cuando están en juego tantas vidas”.
Como lo dejó claro el Dr. William Schaffner, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Vanderbilt, “De dos a seis millones de muertes es un cálculo perfectamente razonable del número de personas que morirían si EE.UU. procediera con su política de inmunidad colectiva”.
El apoyo abierto de la Casa Blanca a la inmunidad colectiva es una declaración de guerra contra la clase obrera por parte de la oligarquía capitalista. Deja en claro que el capitalismo ya no respetará ni siquiera la pretensión de que todas las vidas humanas tienen valor. Si los trabajadores no aceptan volver a los lugares de trabajo donde el virus se esté propagando rápidamente, se verán obligados a hacerlo por medio de la coacción económica o la violencia de la extrema derecha y del Estado.
Por eso la promoción de la inmunidad de la manada ha ido acompañada del corte de toda la ayuda federal de emergencia y el fin de las restricciones a los cortes de servicios públicos y
Por eso la promoción de la inmunidad colectiva ha ido acompañada del fin de toda la ayuda federal de emergencia y de las restricciones a los cortes de servicios públicos y a los desalojos. Esta semana, los líderes de ambos partidos dejaron claro que no tienen ningún interés en aprobar otro paquete de asistencia económica, mientras que un estado tras otro está destripando todas las protecciones para los trabajadores vulnerables.
Con la revelación la semana pasada de un complot muy avanzado de una milicia para asesinar a la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y al gobernador de Virginia, Ralph Northam, ha quedado claro que un sector de la clase dirigente considera la movilización de organizaciones fascistas como un arma necesaria para hacer cumplir la política de la oligarquía financiera.
Si bien el Gobierno de Trump ha encabezado la política de contagios masivos, cuenta con el amplio apoyo de toda la clase gobernante. Biden, cuando se le preguntó en su propio cabildo televisado el jueves por la noche cómo habría respondido él a la pandemia, solo respondió que se necesitaban más recursos para permitir la reapertura de los negocios y las escuelas. Los demócratas no proponen ninguna medida para contener la propagación del virus, y Biden rechazó cualquier regreso a un “cierre”, por el cual se entiende un cierre de la producción no esencial para proteger a los trabajadores.
En cuanto a las organizaciones pseudoizquierdistas dentro y en torno al Partido Demócrata, la revista Jacobin, afiliada a los Socialistas Demócratas de EE.UU. (DSA, sigla en inglés), ha promovido públicamente a Martin Kulldorff, uno de los principales autores de la Declaración de Great Barrington, que afirmó absurdamente que la inmunidad colectiva es una posición “de izquierda”.
El hecho de que la política de inmunidad colectiva haya encontrado apoyo dentro de la oligarquía capitalista así como entre los sectores de la clase media-alta refleja la profunda desorientación de esta capa social. Como en los años 30, varios sectores de la clase media, desorientados por eventos cataclísmicos y hostiles al marxismo, gravitan hacia el “culto a la muerte” y la violencia encarnada en los movimientos fascistas.
Los trabajadores de todo el mundo deben apoyar la postura categórica y valiente adoptada por los expertos en salud pública en oposición a la política de la clase dominante de inmunidad colectiva. Pero esta lucha no se ganará con argumentos.
El impulso de la clase dominante para permitir la infección masiva de la población solo puede ser impuesto mediante la violencia. En respuesta, la clase obrera debe aprovechar su propia fuerza social y política en oposición a esta política homicida.
Los trabajadores deben formar comités de base en cada fábrica y lugar de trabajo, luchando por proteger su propia salud y seguridad. La lucha contra la pandemia no es fundamentalmente solo de índole médica, sino también política. Es inseparable de la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
(Publicado originalmente en inglés el 16 de octubre de 2020)