“ Estaba en un estado de dolor tan indescriptible … Podía escuchar los sonidos de mis hermanos, no solo uno, sino más, uno estaba quejándose, otro estaba vomitando y el otro estaba gritando, ‘¡mi espalda, mi espalda!’”.
“Comenzó a golpear mi cabeza contra la pared con ambas manos. Los golpes eran tan duros que sentía que en algún punto mi cráneo estaba en pedazos … Luego me arrastró a otra caja cuadrada muy pequeña. Con la ayuda de los guardias me metieron a la fuerza en la caja …”.
—Denbeaux, Mark et al., Cómo EE. UU. tortura (2019), Apéndice I: notas de Abu Zubaydah
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El mes pasado, el Centro de Políticas e Investigaciones de la escuela de derecho en la Universidad Seton Hall publicó una investigación intitulada “Cómo EE. UU. tortura” que contiene ocho dibujos importantes sobre la tortura de la víctima Abu Zubaydah.
Los dibujos por sí mismos son una condena poderosa a toda la élite política de EE. UU., la cual no ha rendido cuentas por ninguno de los crímenes documentados.
La investigación es el trabajo de un equipo encabezado por el profesor Mark Denbeaux, quien trabaja como abogado de varios detenidos en la bahía de Guantánamo, incluyendo a Abu Zubaydah. El ensayo recopila material de varias fuentes, incluyendo cables de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, siglas en inglés) y otros documentos gubernamentales, así como la descripción propia de Abu Zubaydah de lo ocurrido, generando una cronología desde “no solo la perspectiva de la CIA, sino de la perspectiva de los torturados”. El resultado es condenatorio.
Las técnicas de tortura de la CIA son catalogadas en detalles comprensivos. Incluyen “confinamiento reducido” en pequeñas cajas, en algunos casos “añadiendo insectos en la caja oscura como otra forma de asustar al detenido encerrado dentro”. Se documenta el uso de soldados mujeres para abusar y humillar sexualmente a los detenidos, con “personal militar de sexo femenino presentándose sin camisa durante las interrogaciones, dando bailes forzados sobre sus regazos, derramando líquidos rojos sobre los detenidos identificándolo como sangre menstrual”.
Un agente del FBI describió hallar a detenidos “encadenados de manos y pies en una posición fetal en el suelo, sin una silla, comida ni agua. En la mayoría de los casos, se habían orinado o defecado encima y habían estado ahí por [dieciocho, veinticuatro] horas o más”.
Se reproducía con un volumen alto música rap todo el día. La práctica ya famosa de “alimentación rectal involuntaria involucraba bombear comida en puré dentro del recto de la víctima por ninguna razón médica.
¿Cómo evitaron ser enjuiciados los perpetradores de estos crímenes bestiales? No es por falta de evidencia.
Hoy es el quinto aniversario de la publicación del “resumen ejecutivo” sobre el programa de tortura de la CIA realizado por la comisión especial de inteligencia del Senado de EE. UU. Este resumen ejecutivo, de varios cientos de páginas, es meramente un esbozo de un reporte completo de 6.700 páginas, incluyendo 38.000 notas al pie de página, el cual ha sido suprimido.
El World Socialist Web Site escribió lo siguiente cuando se publicó el resumen: “Desde el punto de vista legal, los crímenes de guerra y de lesa humanidad documentados en el reporte ameritan el arresto inmediato, la imputación y enjuiciamiento de todos los individuos involucrados en el programa, desde los propios torturadores y sus ‘contratistas externos’ hasta los altos oficiales de los Gobiernos de Bush y Obama que presidieron el programa y buscaron encubrirlo posteriormente”.
Los crímenes perpetrados por el ejército y las agencias de inteligencia en EE. UU. durante la llamada “guerra contra el terrorismo” son atroces, premeditados e involucran una depravación extrema. Estos crímenes se gravaron más aún por los esfuerzos prolongados de encubrirlos, destruir evidencia y obstruir las investigaciones.
Los crímenes no se pueden descartar simplemente como la conducta excedida de agentes “corrompidos” de bajo rango. Por el contrario, fueron organizados a sangre fría y en los niveles más altos. La investigación de la escuela de derecho de Seton Hall declara como hecho que “altos oficiales en el ala occidental de la Casa Blanca y la Oficina del Consejo Legal del Departamento de Justicia orquestaron y presidieron con poca efectividad un programa horrible de tortura responsable de la detención e interrogación de incontables detenidos.
Un editorial del New York Times del 5 de diciembre, bajo el título “No miren en otra dirección” es un intento de control de daños tras la publicación de las ilustraciones de Abu Zubaydah. Mientras denuncia la tortura como “barbárica e ilegal”, el artículo busca culpar a los republicanos por el programa de tortura, denunciando al presidente Trump y a “aquellos que piensan como él”.
El Times concluye: “Estados Unidos tiene por mucho el aparato de seguridad más grande de la Tierra, con el mayor alcance. Cuando Estados Unidos perpetra e instiga crímenes de guerra, erosiona el honor, la efectividad y el valor de esa fuerza”.
El Times no intenta explicar cómo llegó a pasar que nadie fue enjuiciado por una conducta que admite que fue “barbárica e ilegal” y que constituye “crímenes de guerra”.
En realidad, el programa de tortura de la CIA fue completamente bipartidista. Jay Rockefeller, el demócrata de mayor rango de la Comisión de Inteligencia del Senado, y la entonces líder de la Cámara de Representantes demócrata, Nancy Pelosi, fueron informados sobre el programa en 2002.
El Gobierno de Obama desempeñó un papel clave en legitimar la tortura y proteger a los criminales de guerra de cualquier procesamiento. Bajo la consigna “ver adelante y no atrás”, los demócratas se rehusaron a buscar enjuiciamientos de los involucrados en el programa o su encubrimiento. El único empleado de la CIA jamás enjuiciado por el Gobierno de Obama con conexión con la tortura fue el analista John Kiriakou, quien fue encarcelado por reconocer públicamente que la CIA estaba involucrada en el submarino (ahogamientos simulados).
Obama se opuso por varios años a publicar el reporte de tortura del senado y asistió a la CIA en suprimirlo. En 2015, el Gobierno de Obama denunció con éxito a la Unión de Libertades Civiles de EE. UU. por prevenir que lo obtuviera bajo la Ley de Libertad de Información.
¿Qué dijo el New York Times sobre estas prácticas “barbáricas e ilegales” en ese entonces? Un titular del 6 de abril de 2002 presumía, “Un maestro terrorista es capturado”. Describiendo el secuestro de Abu Zubaydah en Pakistán sin cargos ni procesos legales de ningún tipo, el Times escribió. “Su captura demuestra que el trabajo arduo e internacional de detective de la actual fase de la guerra contra el terrorismo está rindiendo frutos”.
El 12 de junio de 2002, en un artículo intitulado “Trazos de terrorismo”, el Times continuó su papel de estenógrafo de la CIA: “Casi después de 100 sesiones con interrogantes de la CIA y el FBI en una localidad fuertemente vigilada y no listada, el terrorista capturado Abu Zubaydah ha dado información que los oficiales estadounidenses dicen que es central para los esfuerzos del Gobierno de Bush para prevenir una nueva ola de ataques contra Estados Unidos”.
Esta versión de los eventos, como ya se reconoce universalmente, era una sarta de mentiras. Abu Zubaydah no era ningún alto funcionario de Al Qaeda y puede que ni siquiera haya sido un miembro de la organización. Nunca fue culpado de ningún crimen, ni mucho menos enjuiciado y sentenciado. Hasta el día de hoy, sigue pudriéndose en una celda del capo de tortura en la bahía de Guantánamo sin ninguna posibilidad de ser liberado.
Cinco años después de la publicación del reporte del Senado, ¿dónde están los torturadores y sus coconspiradores ahora? Gina Haspel, quien presidió un complejo de tortura de la CIA en Tailandia y se involucró en la destrucción de las grabaciones de la tortura de Abu Zubaydah en 2005, fue promovida por Trump al cargo de directora de la agencia.
El previo director, John Brennan, quien era un oficial de la CIA de alto nivel durante los Gobiernos de Bush y Obama les ordenó a sus agentes a que se infiltraran en las computadoras de los empleados del Senado para buscar información incriminatoria relacionada a la tortura, ahora tiene el lucrativo puesto de “analista senior de seguridad nacional e inteligencia” de NBC News y MSNBC. Aparece regularmente en los noticieros para agitar a favor de la campaña de juicio político de los demócratas.
James Mitchell, cuya compañía Mitchell Jessen y Asociados recibió un contrato de $81 millones de la CIA para desarrollar e implementar las técnicas de “interrogación mejorada” utilizadas contra Abu Zubaydah y otros sigue libre. Según un artículo de Bloomberg News en 2014, se encuentra retirado y pasa su tiempo libre en kayaks, rafting y alpinismo.
¿Qué les ha pasado a aquellos que han expuesto la criminalidad oficial? Julian Assange se encuentra encarcelado en la prisión Belmarsh de Londres, donde su vida corre peligro en condiciones equivalentes a tortura. Chelsea Manning fue encarcelada y torturada, luego liberada y reencarcelada por rehusarse a rendir testimonio contra Assange ante un gran jurado. Edward Snowden se vio obligado a escapar del país y refugiarse en Rusia.
Los torturadores y sus coconspiradores no han sido enjuiciados, no por falta de evidencia o una justificación legal suficiente, sino porque toda la élite política está implicada en los niveles más altos, incluyendo los demócratas, los republicanos, las agencias militares y de inteligencia, la prensa y todos aquellos que perpetraron el reaccionario fraude de la “guerra contra el terrorismo”.
El hecho de que los torturadores no han sido enjuiciados ha envalentonado a las capas más fascistizantes del aparato estatal, permitiendo que Trump presuma abiertamente su apoyo a la tortura. Trump y sus asesores fascistizantes, atemorizados por el aumento de la oposición social, creen que los métodos propios de la Gestapo que se han implementado durante la “guerra contra el terrorismo” son necesarios para intimidar y suprimir la oposición tanto dentro como fuera del país. Mientras Trump alardea que está a favor de una tortura “muchísimo peor” que la de la bahía de Guantánamo, le dice a la policía en EE. UU. que “no sean demasiado amables”.
Los demócratas y sus aliados están preocupados de que la discusión pública de los crímenes de Estado alimente la hostilidad popular hacia las instituciones que el New York Times describe como “el aparato de seguridad más grande de la Tierra”. Socavaría los esfuerzos continuos de los demócratas para congraciarse y alinearse con la CIA como parte de su campaña de juicio político contra Trump. Más allá, las revelaciones de la tortura de la CIA subrayan la hipocresía de sus intentos para justificar las agresiones y subversión imperialistas estadounidenses en todo el mundo en nombre de los “derechos humanos”.
Debido a esto, la demanda de someter a juicio a los torturadores debe ser avanzada por la clase obrera internacional. Cada individuo que participó en el programa de tortura de la CIA o su encubrimiento en cualquier función, incluyendo aquellos que no intervinieron cuando tuvieron la oportunidad, deben ser arrestados, imputados y enjuiciados.
La batalla por poner fin a la tortura una vez por todas debe conectarse a la expansión de las luchas de la clase obrera internacional para defender y expandir los derechos democráticos y sociales y poner fin a la marcha de la clase gobernante hacia las dictaduras. Todo el orden social existente está implicado en tortura y necesita ser derrocado.
(Publicado originalmente en inglés el 9 de diciembre de 2019)