La derrota electoral el domingo del Gobierno de Syriza (“Coalición de la Izquierda Radical”) puso fin a una experiencia estratégica para la clase obrera griega e internacional.
Cuando el primer ministro Alexis Tsipras asumió el poder hace cuatro años, prometiendo anular el Memorándum con la Unión Europea (UE), toda la pseudoizquierda de clase media declaró que la victoria del partido constituía un triunfo masivo para la clase obrera y una alternativa “radical” al capitalismo.
Estas fuerzas defendieron a Syriza como un modelo para todos los partidos y líderes políticos “del 99 por ciento” —desde Podemos en España al Partido Laborista de Jeremy Corbyn en Reino Unido y el autoproclamado “socialista” de Estados Unidos, Bernie Sanders—.
En cambio, Syriza impuso el conjunto de medidas de austeridad más profundas en la historia moderna, a excepción del Partido Comunista estalinista duranta su disolución de la URSS. Al mismo tiempo, convirtió a Grecia en un Estado cuasipolicial y llevó a cabo la política más agresiva contra refugiados de toda Europa.
Cuatro años después, un electorado frustrado y empobrecido expulsó a Tsipras del poder. Con una abstención masiva, la odiada Nueva Democracia (ND) de derecha ha vuelto al poder.
Un silencio ensordecedor reina en el Cuarto Poder español, el Socialist Worker británico y la revista Jacobin estadounidense en cuanto a las razones detrás de esta derrota. Sin embargo, era el resultado predecible de la rotunda traición de Syriza de sus promesas electorales. Desde llegar al poder en enero de 2015, ha firmado cada memorándum de austeridad, rescate bancario y recorte social exigido por la UE.
Estos cuatro años han vindicado el análisis del Comité Internacional de la Cuarta Internacional (CICI) sobre la brecha de clases que separa a los trabajadores de los partidos “populistas de izquierda” de la clase media adinerada. Estas organizaciones no tienen nada que ver con el socialismo. Si los profesores universitarios, operadores mediáticos y burócratas sindicales a la cabeza de Syriza pudieran hablar honestamente sobre lo que piensan sobre ser votados fuera de sus cargos, dirían: “Misión cumplida”.
En 2012, cuando Tsipras viajó a Washington como una audición para la CIA en medio de un aumento en la oposición de la clase obrera a la austeridad de la UE impuesta por ND, el WSWS advirtió: “En las luchas de clases venideras, Syriza se enfrentará a los trabajadores como el enemigo. Su objetivo, esté en el poder o fuera, es contener la oposición popular a las políticas de austeridad y mantener el dominio del capital financiero sobre la clase obrera”.
Cuando Syriza quedó electa en enero de 2015, tras un año de huelgas y protestas contra la austeridad, el WSWS escribió que Syriza representaba “un enorme peligro. A pesar de su fachada izquierdista, Syriza es un partido burgués basado en las capas acomodadas de la clase media… Mientras que su líder, Alexis Tsipras, le promete a los votantes una reducción (muy pequeña) de la austeridad en Grecia, nunca se cansa de prometerles a los representantes de los bancos y Gobiernos en el exterior de que no tienen “nada que temer” de un Gobierno de Syriza”.
Por el contrario, el profesor del King’s College y exmiembro de Syriza, Stathis Kouvelakis escribió en la revista Jacobin en el momento: “El triunfo electoral de Syriza ha dado esperanza al movimiento radical de la izquierda y los trabajadores europeo, ofreciéndoles una inmensa oportunidad”. Admitió que su “orientación estratégica hacia la UE no está clara” y que el Gobierno de coalición con el partido ultraderechista Griegos Independientes era “algo malo”. Sin embargo, predijo que habría una lucha: “El momento de la verdad ha llegado”.
Esto fue igual de fraudulento de la promesa electoral de Tsipras de acabar con la austeridad de la UE. Lejos de apostar a una lucha, Syriza se vio sorprendido y molestado por las manifestaciones de masas de trabajadores que estallaron luego de su elección. No tenía la intención de movilizar la ira de la clase obrera tras décadas de austeridad de la UE, desde la restauración estalinista del capitalismo en la Unión Soviética en 1991 y especialmente desde el derrumbe de Wall Street en 2008.
Syriza no apeló a la oposición más amplia en la clase obrera europea e internacional. En cambio, el entonces ministro de Finanzas de Syriza, Yanis Varoufakis, hizo giras en las principales capitales europeas para negociar una política un tanto modificada. Varoufakis le dijo luego al Observer que en estas negociaciones, durante las cuales elogió públicamente a la canciller alemana, Angela Merkel, como la “política más astuta” de Europa, había propuesto políticas económicas “tradicionales thatcheristas o reaganescas”.
Es por esto por lo que —una vez que Berlín, Londres y Paris indicaron que no aceptarían ninguna ralentización en la austeridad— Syriza capituló rápido y, atropellando sus promesas electorales, firmó un nuevo memorándum de austeridad con la UE el 20 de febrero de 2015. Syriza contaba con todos los poderes al mando para hacer una apelación internacional al descontento de la clase obrera, pero no quiso hacerlo. Para imponer los tipos de ataques propios de Thatcher o Reagan contra los trabajadores británicos y estadounidenses en los años ochenta, no podía tolerar una ola de huelgas y luchas de la clase obrera.
A lo largo de la primavera de 2015, Syriza buscó formas para justificar las decenas de miles de millones de euros en ataques sociales que estaba preparando. Según la Unión Europea amenazaba con cortar sus créditos a los bancos griegos y obligar a Grecia a reestablecer una divisa nacional para evitar un colapso de su sistema financiero, Tsipras organizó un referéndum sobre austeridad de la UE para julio de 2015. Este referéndum, como lo reportaría el admirador de Syriza y pablista, Tariq Ali, fue para Tsipras “un riesgo calculado. Pensó que el campo del ‘Sí’ ganaría y planeaba renunciar y dejar que los títeres de la UE tomaran el Gobierno”.
El primer intento de Tsipras de retornarle el poder a la derecha fracaso. El “No” obtuvo el 61 por ciento de los votos, con los trabajadores votando abrumadoramente en contra de la austeridad. Tsipras y Syriza luego ignoraron este resultado de su propio referéndum y decidieron imponer un paquete de austeridad de 13 mil millones de euros de Berlín y Bruselas.
Esta decisión estuvo arraigada en los intereses de clase a los que sirve Syriza y estuvo encarnado por la significativa riqueza de sus propios líderes. El WSWS notó que en el momento, “El legislador de Syriza, Dimitris Tsoukalas (con ahorros personales en 2013 declarados en más de 1 millón de euros), el ministro de Finanzas Tsakalotos (cuyo portafolio de acción supera los 500.000 euros), el ministro de Economía Giorgios Stathakis (426.000 euros invertidos con JP Morgan), el exlíder de Syriza Alekos Alavanos (350.000 en ahorros, un portafolio de acciones y 11 propiedades de bienes raíces) y el exministro de Finanzas Yanis Varoufakis (cuya esposa Danae Stratou es una millonaria) no se puede imaginar ni tolerar romper con la UE porque, como el resto de la élite gobernante griega, perderían gran parte de su riqueza si Grecia saliera del euro y sus activos pasaran otra vez a la fuertemente devaluada moneda nacional”.
¿Qué significó esto para los trabajadores en Grecia? Fue el colapso económico más grande en Europa desde la restauración estalinista del capitalismo en la Unión Soviética. La producción económica se precipitó un cuarto, los ingresos más de 30 por ciento y las pensiones 50 por ciento, según la tasa de pobreza aumentó a 35 por ciento. La tasa de desempleo se mantiene en un nivel de 18 por ciento y más de 40 por ciento para los jóvenes, incluso después del surgimiento de la “gig economy” de empleos informales que Syriza promocionó entusiásticamente. Uno de cada tres trabajadores griegos trabaja por un salario a tiempo parcial de 317 euros por mes, la mitad del salario mínimo oficial.
La austeridad de la UE presidida por Syriza ha destruido millones de vidas, haciendo retroceder a la clase obrera varias décadas. Al poner fin al seguro de salud universal, han aumentado rápido las muertes por enfermedades prevenibles o por cánceres descubiertos hasta las etapas más avanzadas por la suspensión de exámenes. En los lugares de trabajo, los trabajadores se ven rutinariamente obligados a pagar de vuelta parte de sus salarios a sus empleadores como una precondición para hallar empleo o tienen que trabajar sin paga por largos periodos de tiempo. Cientos de miles de griegos se vieron obligados a dejar el país para encontrar trabajo.
Aquellos que dicen que esto era inevitable ante una batalla desigual entre Grecia y toda la UE solo se están engañando a ellos mismos y a otros. Los últimos años han visto el mayor resurgimiento de huelgas y protestas sociales en toda Europa e internacionalmente en décadas. Estos incluyen la primera huelga nacional docente en Polonia desde la restauración estalinista del capitalismo en 1989, las protestas de los “chalecos amarillos” en Francia, y las huelgas contra el congelamiento de salarios de la UE en Alemania, Portugal y Bélgica.
El Gobierno de Syriza se rehusó a apelar y movilizar esta oposición en la clase obrera internacional por estar dirigido por una camarilla de gánsteres pequeñoburgueses determinados a salvar la riqueza de los bancos y enriquecerse.
Una preocupación clave del Gobierno de Syriza desde 2015 ha sido perfeccionar las técnicas de represión policial contra los trabajadores. Mientras establece campos de concentración para refugiados que escapan de las guerras imperialistas en Siria e Irak, Tsipras también ha fortalecido la policía antidisturbios y cultivado una relación con el carnicero de la revolución egipcia de 2011, el dictador militar y general Abedfatah el-Sisi. No cabe duda de que, apenas Tsipras deje su cargo, perseguirá los planes ya creados para él para volverse personalmente rico.
Los cuatro años de Syriza en el Gobierno han ofrecido lecciones políticas devastadoras y costosas para la clase obrera internacional. La tarea presente es extraer las conclusiones políticas de estas lecciones.
Esta experiencia demuestra inmemorablemente la imposibilidad de combatir un orden capitalista en bancarrota votando a favor de partidos “populistas de izquierdas” e implementando reformas dentro del capitalismo. La traición llevada a cabo por Syriza, cuya base de clase es la pequeña burguesía enriquecida, será repetida si partidos similares llegan al poder en otras partes. El camino adelante es adoptar la perspectiva del marxismo clásico, es decir, el trotskismo: la movilización revolucionaria del poder industrial y económico pleno de la clase obrera internacional para asumir el control de la vida económica y el poder estatal.
La lucha por esta perspectiva exige una nueva dirección revolucionaria en la clase obrera. Esta dirección es el CICI, que demostró por medio de su oposición a Syriza que fundamentalmente su perspectiva y orientación de clases hacia la clase obrera son correctas. La tarea central ahora es la construcción de secciones del CICI en Grecia y en cada país.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 9 de julio de 2019)