A medida que se agudiza el conflicto dentro del aparato estatal estadounidense, el carácter de las divisiones entre dos facciones profundamente reaccionarias de la elite gobernante capitalista y el Estado se vuelve cada vez más claro.
La guerra alcanzó una nueva etapa el miércoles con la decisión del presidente Donald Trump de revocar el credencial de seguridad del exdirector de la CIA, John Brennan, citando su “conducta y comportamiento erráticos”, “comentarios frenéticos” en la prensa y Twitter y “diatribas imprudentes en Internet y en la televisión”.
La acción contra Brennan provocó amplia oposición dentro del aparato militar y de inteligencia, el Partido Demócrata y la prensa corporativa. La mayoría de los congresistas demócratas y algunos republicanos criticaron la decisión, mientras que exoficiales de inteligencia y seguridad estadounidenses emitieron declaraciones de protesta.
El New York Times, el principal portavoz mediático del Partido Demócrata, inmediatamente puso sus páginas editoriales a disposición de Brennan para responder a la acción de Trump. En un comentario publicado el jueves, Brennan se enfocó completamente en la promoción del mito de la intervención rusa en las elecciones estadounidenses, denunciando las negaciones rusas como “bazofia” y describiendo a Trump como un colaborador consciente y activo de “nuestro principal adversario global” —es decir, un traidor—.
La Casa Blanca dio la primera señal de que le quitaría la autorización de seguridad a Brennan el mes pasado, mientras que el anuncio oficial llevaba la fecha inicial del 26 de julio, indicando que la decisión había sido tomada hace tres semanas, pero no había sido publicada hasta que Trump sintiera que ayudaría para distraer la atención del público del recrudecimiento de la crisis de su Administración.
Pareciera que el anuncio fue hecho porque Trump se sentía bajo presión por la campaña montada por su exasesora, Omarosa Manigault-Newman, quien hizo públicas varias grabaciones de conversaciones con el mismo mandatario, el jefe de personal de la Casa Blanca, John Kelly, la asesora de campaña, Katrina Pierson y la nuera de Trump, Lara Trump.
Manigault-Newman también anunció que había escuchado una grabación en posesión de otra persona, en la que Trump utiliza el peor término racial en contra de los afroamericanos cuando era presentador del programa de telerrealidad “El aprendiz”. Esta acusación fue efectivamente confirmada por una serie de tuits cada vez más ofensivos que culminaron con uno en el que se refiere a su exasesora como “esa perra”. Una de las grabaciones involucraba una discusión entre asesores de Trump sobre qué hacer si se hacía pública dicha grabación en la que Trump utiliza la ofensa racial.
Tal es el carácter de la política estadounidense, la cual ha descendido en cada frente a profundidades de inmundicia y criminalidad.
Por un lado, está Trump, quien personifica la degradación cultural y moral de la clase dominante. El hecho de que su vocabulario incluya el lenguaje del Ku Klux Klan es completamente consistente tanto con el individuo como con las fuerzas sociales que representa—una facción de la aristocracia financiera que busca cultivar un movimiento fascistizante para desplegar en contra de la oposición social y política de la clase obrera—.
En medio de la guerra en Washington, el Gobierno de Trump está intensificando su persecución de los trabajadores inmigrantes, la cual ha sido casi enteramente puesto de lado por la prensa. Esto ha incluido la construcción de campos de concentración modernos para detenidos.
Por el otro lado, Brennan ha emergido naturalmente como el principal vocero de los críticos de Trump en la clase gobernante, siendo el exdirector de la guerra de drones bajo el Gobierno de Trump y el exencargado de la organización de asesinos oficiales, matones e impostores profesionales conocida como la Agencia Central de Inteligencia. Como director de la CIA, buscó bloquear que se publicara en 2014 el reporte de la comisión de inteligencia del Senado que documentaba el programa de tortura de la CIA durante la Administración de Bush.
La carrera de Brennan en la CIA se extiende por tres décadas en las que ha servido, entre otras cosas, como jefe de estación de Arabia Saudita, antes de permanecer por la mayoría de los últimos veinte años en la sede central de la CIA en Langley, Virginia, o en la Casa Blanca de Obama.
Desde que dejó la CIA en enero de 2017, Brennan ha sacado provecho de su carrera en la inteligencia estadounidense, aceptando el lucrativo cargo de “analista” y comentarista para NBC News, donde ha protagonizado la campaña de secciones del aparato militar y de inteligencia, respaldadas por la prensa y el Partido Demócrata, de atacar a Trump por una supuesta indulgencia hacia Rusia. El objetivo no es solo girar la política exterior del Gobierno de Trump, sino crear el marco para criminalizar la oposición interna y censurar el Internet.
Como declaró el Partido Socialista por la Igualdad en la principal resolución adoptada en su Quinto Congreso Nacional el mes pasado, ambos bandos del conflicto, Trump y sus oponentes, son enemigos de la clase trabajadora:
La ruptura con las formas democráticas de gobierno viene acompañada de feroces conflictos al interior del aparato estatal. Cada día el presidente lanza sus invectivas verbales, mientras los demócratas exponen sus fantasías neomacartistas acerca de rusos “sembrando la discordia” en Estados Unidos. No hay nada ni remotamente progresista, mucho menos dignificado, en la oposición a Trump montada por el Partido Demócrata y sectores de los medios. Ellos representan otra facción reaccionaria de la clase dirigente. Se oponen a Trump principalmente argumentando que su política exterior —particularmente en relación con Rusia— está socavando antiguos intereses estratégicos del imperialismo estadounidense.
Es notable que la columna del Brennan en el New York Times, escrito en un lenguaje macartista presentó que las formas democráticas constituyen la principal debilidad de la lucha global contra Rusia. “La política electoral en las democracias occidentales es un blanco particularmente atractivo, ya que diversos políticos, partidos políticos, medios de comunicación, centros de pensamiento y figuras influyentes son fácilmente manipulados, de forma consciente o inconsciente, o incluso son comprados por operadores de la inteligencia rusa. Los mismos derechos y libertades que abrigan las democracias liberales occidentales y que temen las autocracias han sido explotados por los servicios de inteligencia rusos…”.
Al costado de las intrigas palaciegas y la guerra política dentro del Estado, se está desarrollando una fuerza social completamente diferente, en la forma de una serie de huelgas que han comenzado a librarse del control de los proempresariales sindicatos y de una oposición y un malestar cada vez mayores en todas las secciones de trabajadores. Las encuestas recientes han confirmado el colapso del apoyo al capitalismo entre jóvenes y el amplio apoyo al socialismo.
Mientras que ha sido completamente ignorada por la prensa capitalista, detrás de escenas se desenvuelve una operación frenética de la empresa de entrega de paquetes UPS y el sindicato Teamsters, junto con el Estado, para suprimir la oposición masiva de trabajadores al convenio entreguista que será puesto a votación en las próximas semanas. La clase gobernante está aterrada ante la posibilidad de que el surgimiento de la lucha de clases se convierta en un estallido social.
Esta oposición debe encontrar una expresión política consciente. Independientemente de la facción de la burguesía que esté en el poder, su trayectoria va en dirección de formas cada vez más autoritarias y dictatoriales de gobierno. La urgente tarea es construir una dirección socialista en la clase obrera, el Partido Socialista por la Igualdad, para unificar las distintas formas de lucha de clases y protesta social en un movimiento revolucionario para derrocar el aparato estatal entero y el sistema de lucro capitalista que defiende.
(Artículo publicado originalmente en inglés el 17 de agosto de 2018)