Este es el discurso de Bill Van Auken, miembro del Partido Socialista por la Igualdad (PSI, Estados Unidos) el 3 de mayo en la celebración del Día Internacional del Trabajador, organizada por el Comité Internacional de la Cuarta Internacional.
En esta celebración del Primero de Mayo del 2015, el Comité Internacional de la Cuarta Internacional reafirma su determinación de luchar por la unidad de los trabajadores norteamericanos, centroamericanos y suramericanos en sus luchas contra su enemigo común, el imperialismo de Estados Unidos y el sistema capitalista.
El crecimiento de la desigualdad social y el ataque incesante contra los derechos sociales y democráticos de la clase obrera en todos los países americanos ahora crean las más poderosas condiciones objetivas para actualizar esa unidad en la práctica.
En el mundo, América Latina sigue siendo la región con más desigualdad social. Alrededor de ciento sesenta y siete millones viven en la pobreza, otros doscientos millones más están al borde de ella. En contraste con de la miseria de las masas, el un por ciento más rico de la región ha acumulado riquezas que asombran. Hay ciento catorces megamillonarios latinoamericanos. Entre ellos tienen una riqueza combinada de cuatrocientos cuarenta mil millones de dólares, cantidad que excede el producto interno bruto de todas menos las cuatro economías nacionales más grandes de Latinoamérica.
Condiciones de enorme pobreza, combinadas con violencia sistémica y resquebrajamiento social, al igual que en otras partes del mundo crean olas de refugiados que huyen de sus hogares, particularmente desde América Central, donde el imperialismo yanqui ha lanzado guerras de represión casi genocidas, diezmando a sociedades enteras.
El Partido Socialista por la Igualdad de los Estados Unidos defiende el derecho de estos trabajadores y jóvenes inmigrantes a vivir y trabajar en el país de su elección, sin tener que sufrir represión y deportación a manos de la policía y de las autoridades de inmigración. La exigencia de nuestro partido por la unidad de los trabajadores inmigrantes y nativos repudia las medidas, tanto del gobierno del presidente Obama, quien ha deportado un número récord de inmigrantes (más de dos millones) como del ala derecha del Partido Republicano, que azuza el chovinismo antiinmigrante.
América Latina es el entorno de las mismas contradicciones fundamentales que son locomotoras de guerras por todo el mundo. El imperialismo norteamericano que desde hace muchos años despectivamente usa el apodo de "patio trasero" en referencia a América Latina, en la actualidad encara retos a su hegemonía cada vez más graves por parte de sus rivales, particularmente China.
El año pasado, bancos chinos aumentaron sus inversiones en América Latina en un setenta y un por ciento. Sus préstamos sobrepasaron a los empréstitos combinados del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. China ya ha superado a los Estados Unidos en el comercio bilateral con Brasil, Argentina, Perú y Venezuela.
En reciente testimonio ante el Congreso de Estados Unidos el comandante en jefe del Comando Sur del Ejército de Estados Unidos comentó, preocupado, que, a la vez que la máquina de guerra estadounidense (Pentágono) se entrega al "pivote a Asia," China conduce su propio "pivote a las Américas".
El imperialismo de Estados Unidos no está a punto de ceder su dominación hegemónica sin más ni más. Para compensar su decadencia económica acelera su belicismo.
En los cien años que desde que se convirtió en una potencia imperialista mundial, tras la guerra contra España de 1898, Estados Unidos ha derrocado a más de cuarenta gobiernos latinoamericanos, sea con su intervención militar directa o por los golpes militares organizados por el Pentágono y la agencia de espionaje (CIA). En años recientes hemos presenciado el intento fallido de derrocar al (fallecido) presidente Hugo Chávez en el 2002, en Venezuela, el derrocamiento de Aristide en Haití en el 2004 y el golpe de Estado del 2009 para reemplazar a Zelaya en Honduras.
Washington sigue interviniendo militarmente en la región, construye solapadamente una red de bases militares y envía soldados para ejercicios militares en todo el hemisferio.
Es misión de toda la clase obrera de todo el continente americano, incluyendo a los trabajadores de los Estados Unidos, derrotar al imperialismo. La amarga lección del siglo XX es que ese encargo no puede encomendarse a gobiernos o movimientos burgueses no importa cuan "izquierdistas" digan ser.
La confusión sobre la naturaleza de la Revolución Cubana, y los intentos de replicar la misma, impulsando la guerra de guerrillas, resultó en la traición de la ola de luchas revolucionarias que existían en América Latina en el período que siguió a la Revolución Cubana.
La corriente revisionista pablista y su variante morenista en América Latina jugaron un papel clave en esta traición. Estas fuerzas rechazaban la esencia revolucionaria de la clase obrera, hicieron suya la perspectiva de que el castrismo en Cuba había establecido un estado obrero, y que el guerrillerismo nacionalista pequeño burgués representaba un nuevo camino de aplicación general al socialismo.
El reciente acercamiento entre el imperialismo estadounidense y el régimen cubano, garantizado por la Cámara de Comercio de Estados Unidos y con el aval de la Cumbre de las Américas de la OEA el mes pasado, pone el dedo en el renglón bajo la verdadera naturaleza de ese régimen y de la revolución que lo llevó al poder. Hoy tenemos la oportunidad de elaborar un balance de esa experiencia histórica.
Los pablistas y morenistas rechazan ese concepto esencial de Carlos Marx, que "la emancipación de los trabajadores será obra de los propios trabajadores." Sostienen en cambio que el socialismo puede triunfar sin la intervención activa y consciente de la clase obrera, y que la construcción de un partido revolucionario marxista, que lucha para desarrollar en el proletariado la conciencia imprescindible para la toma del poder político, ya no es necesario.
Sólo el Comité Internacional de la Cuarta Internacional ha combatido esos enfoques revisionistas; continua avisando que las consecuencias políticas de estos van mucho más allá de Cuba y siguen acarreando consecuencias catastróficas para la clase obrera.
Nuestra prognosis ha sido confirmada. La promoción del guerrillerismo castrista desvió secciones radicalizadas de los jóvenes de la lucha por la dirección revolucionaria de la clase obrera. Los lanzó al combates suicidas contra las fuerzas armadas. Esto ayudó a las burocracias estalinista, socialdemócrata y nacionalistas burguesas mejor mantenerse en control del movimiento obrero y suprimir las luchas revolucionarias de los trabajadores. Simultáneamente creó el pretexto para imponer dictaduras fascistas y militares. El resultado neto fue la derrota de un poderoso auge revolucionario en toda América Latina, lo que contribuyó a la supervivencia del imperialismo en un período de intensas crisis revolucionarias a nivel internacional.
La campaña del Comité Internacional contra ese enfoque pablista sigue siendo intransigente. Está armada con la teoría de la revolución permanente de Trotsky e insiste que la lucha para derrotar al imperialismo sólo triunfará bajo la dirección de la clase obrera, su conquista del poder y la extensión de la revolución por todo el mundo.
Las condiciones para su realización están detonando en toda América Latina. Basta con notar la situación política en México y Brasil, los dos países más grandes de la región, que representan más de la mitad de su población y PIB. En México, la masacre y la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa ha provocado levantamientos con largo alcance. Se ha desacreditado a todos los partidos políticos, incluidos los de supuestas "izquierdas", como el PRD y Morena. Todos ellos están enredados en este crimen histórico, que es una manifestación directa de los métodos empleados por el imperialismo y la burguesía mexicana en su contrarrevolución social.
En Brasil, después de más de 13 años en el poder, el Partido de los Trabajadores está totalmente desacreditado, empantanado en el escándalo de corrupción de Petrobras, ataques a los derechos de los trabajadores y condiciones sociales y teniendo que responder a las movilizaciones derechistas en la calle a la vez que se mueve rápidamente hacia la derecha.
Al igual que en México, los Estados Unidos y todo el mundo, la clase de poder brasileña utiliza desnuda violencia estatal, como se vio durante el salvaje ataque de la semana pasada por la policía militar en protesta por los profesores en la sureña ciudad de Curitiba. No es una casualidad que en estas condiciones, el vocero principal del gobierno del PT sea un tal Miguel Rosseto, previamente el miembro líder del movimiento pablista en Brasil.
Que la burguesía en América Latina reclute a tales elementos para defender su dominación, es un síntoma de profunda crisis y de la explosión que se avecina de la lucha de clases.
La cuestión decisiva en anticipación de esa ola venidera levantamientos revolucionarios es la construcción de un liderazgo socialista e internacionalista de la clase obrera, de las secciones del Comité Internacional de la Cuarta Internacional en todos los países del hemisferio, en lucha por un proyecto en común: Los Estados Unidos Socialistas de América.