Esta es la tercera parte de una serie de artículos sobre el reciente festival de cine FICUNAM en la Ciudad de México. La primera parte fue publicada 23 de marzo y la segunda parte, el 9 de abril.
En el reciente festival de cine en la Ciudad de México (FICUNAM) se proyectaron películas de Pedro Costa de Portugal (Cavalo Dinheiro), de Jean-Marie Straub, veterano director de "izquierda" de origen francés (Kommunisten, etcétera), de Lisando Alonso de Argentina (Jauja), del documentalista español Hermes Paralluelo (No todo es vigilia) y del brasileño Adirley Queirós (Branco sai. Preto fica[Blanco por fuera. Negro es]), que, sin ser de una sol a escuela, nos dan la oportunidad de discutir ciertas tendencias generales.
Más que cualquier otra cosa, estas diferentes obras comparten un estado de ánimo y de sensibilidad – inmovilidad, resignación, tristeza — aunque se distingan entre sí en muchas otras maneras. ¿Es esto todo lo que tiene para el público actual un supuesto cine "exigente" o "radical"?
Periodos de estancamiento político engendran características culturales particulares, junto con algunas monstruosidades. Por no tomar una perspectiva más amplia de la historia, en reacción a fenómenos efímeros el artista corre el peligro de dejarse atrapar por el impresionismo y el engaño.
Las más recientes décadas se han caracterizado por una inactividad social, relativa, producto (a fin de cuentas) de la parálisis y colapso cada vez más evidente de las organizaciones laborales y social reformistas nacionales en el entorno de una economía globalmente integrada. La desaparición de la Unión Soviética, provocada por la traición, horrible y definitiva por parte de su camarilla gobernante estalinista, ha sido la expresión más dramática de este proceso, acompañada por la definitiva transformación de los diferentes partidos "socialistas" (también de los “trabajadores" y de los sindicatos) en elementos que se han integrado en el andamiaje capitalista.
La clase obrera ha sido objeto de constantes ataques en el transcurso de más treinta años. Sus dirigentes y organizaciones tradicionales están enteramente entregados al enemigo. El rechoque de estas enormes traiciones y sus particulares consecuencias prácticas ha producido una parálisis histórica temporaria. Se trata del inevitable y necesario preludio a la reorientación de las masas humanas por un camino nuevo y revolucionario. Sin embargo, los acontecimientos de las últimas décadas han demostrado ser desalentadores y desorientadores para aquellos intelectuales que, tal vez sin poder admitirlo a sí mismos, creían que la existencia de la URSS, de los partidos socialdemócratas y los sindicatos, de movimientos pequeños burgueses de "liberación nacional", todos servían para amortiguar las duras realidades sociales, creando una "zona de confort" en la que ellos mismos podrían existir e incluso modestamente florecer. Han llegado a las más pesimistas y equivocadas conclusiones sobre la clase obrera y la posibilidad de la revolución social.
Muchos (pero no todos) de la "generación de protesta de 68" y su descendencia espiritual de las generacio nes posteriores simplemente tiraron la toalla y se acomodaron al orden existente. Se dice que existen focos de resistencia. En el mundo del film de arte, por ejemplo, están aquellos que con sus supuestas formas de "innovación" o "rigor" rechazan la banalidad y la trivialidad del cine comercial y animan al espectador a ver el mundo de una nueva y más perspicaz manera.
¿Qué hay de esos "focos de resistencia"?
Pedro Costa, cineasta portugués, nació en 1959. Es creador de varias películas sobre los inmigrantes empobrecidos de Cabo Verde (una isla en el Océano Atlántico y una colonia portuguesa o "provincia de ultramar" hasta 1975) que viven en los barrios pobres de Lisboa. Hice un comentario sobre Ossos en 1998 y Juventude em Marcha en 2006, las dos veces desfavorablemente.
Las películas de Costa son en estáticas, con sus angustiados personajes centrales a menudo moviéndose como heridos, o fantasmas. En Cavalo Dinheiro, Ventura (presencia recurrente o actor en las obras de Costa), uno de los caboverdianos que viven en Portugal, es un paciente en un hospital. Tiene una enfermedad nerviosa, causada quizás por su vida dura y dolorosa.
Recibe una visita de un grupo de amigos, todos compatriotas de él. Uno de ellos dice que pase lo que pase, "nuestra vida seguirá siendo dura ... Seguiremos cayendo del tercer piso; cortados por las máquinas. Nuestra cabeza y pulmones continuarán siendo heridos ... quemados ... locos ... vivimos y morimos así ... es nuestra condición ".
Significativamente, Ventura imagina el año 1975, un año de levantamiento revolucionario en Portugal, cuando sólo tenía 19. Tal parece que estuvo envuelto en una pelea con cuchillos en ese entonces y requirió puntos. Se encuentra con una mujer, Vitalina, que ha venido a Portugal para el funeral de su marido, tres días muy tarde. Cuando Ventura le pregunta acerca de su casa en Cabo Verde, ella contesta que es "todos se han ido"; los animales o "están muertos" o huyeron; su caballo fue "despedazado" por buitres. Más tarde, cuando Ventura huye del hospital en calzoncillos, soldados lo detienen en la calle, y una tanqueta lo persigue. Ventura visita a su antigua fábrica, que está en ruinas. Un hombre de allí le cuenta que ha estado esperando 20 años para que le paguen. "El jefe se fugó", y la empresa se declaró en quiebra.
Una larga escena final ocurre en un ascensor. Ventura se topa con el maniquí de un soldado, cubierta de pintura metálica, una referencia a la revolución de 1974-1975. El soldado evoca esos eventos, cuando "encaramos a los fascistas." Ventura está cansado, "No puedo trabajar más, no puedo luchar más". Se hace referencia al sufrimiento de la población, sin presentar claramente la posición de cineasta. En un momento, el soldado habla del “día en que aceptemos nuestro sufrir". ¿Por qué haría alguien eso? En otro momento dice: "No pasará mucho tiempo antes de que sepamos por qué vivimos y por qué sufrimos. Sabremos todo".
La película tiene algunos momentos intrigantes y compasivos, incluyendo una serie escenas con caboverdianos en sus viviendas pobres, que hace recordar la colección de fotos de Jacob Riis, de inmigrantes pobres en la ciudad de Nueva York, con que comienza la película. Pero gran parte de Cavalo Dinheiro, incluyendo una sarta de escenas con Ventura caminando por un pasillo y recorriendo la fábrica vacía, es tediosa y casi insoportable. El cine sombrío y sin alegría de Costa sólo sirve para comunicar una o dos emociones. Esta no es una película ligada la vida. Evidentemente el director tiene por fin impresionar.
Como hice notar en el 2006, "En su mejor momento este es el cine de la total pasividad social, que acepta a los oprimidos tal como los encuentra, hace estética su condición y, tal vez sin querer, convierte en una virtud lo que es en verdad una transitoria y efímera ‘necesidad’ social".
Cavalo Dinheiro, sin embargo, trata de eventos complejos e importantes. La fallida revolución portuguesa de 1974 a 1975 fue uno de los episodios más significativos en el período de auge revolucionario mundial 1968-1975.
En 1974, después de décadas de dictadura brutal, hubo enormes levantamientos populares en Portugal. El 25 de abril de ese año, un sector de las fuerzas portuguesas realizó un golpe de Estado, supuestamente en nombre del pueblo. De hecho fue una medida preventiva, para bajarle la barrera a la movilización independiente de la clase obrera y para descarrilar la probabilidad de revolución socialista.
El WSWS comentaría en el 30 aniversario de los hechos, "los trabajadores se hicieron cargo de las fábricas, las oficinas y las tiendas y los campesinos de las tierras de cultivo. Medio millón marchó por la capital portuguesa, Lisboa, … el primero de mayo [1974]. El fervor revolucionario cundió por las fuerzas armadas, hubo soldados y marineros marchando codo a codo con trabajadores portando carteles exigiendo el socialismo".
Con la evolución del movimiento de masas, "huelgas golpearían a todos los sectores de la economía. Trabajadores establecerían comités exigiendo un salario mínimo, la detención de simpatizantes fascistas, el control obrero y el socialismo. El 15 de mayo de 1974, 8.400 trabajadores ocuparon los astilleros Lisnave. Trabajadores de Timex pararon el 3 de junio, continuando la lucha que habían comenzado en noviembre 1973. Dos semanas más tarde, 25.000 trabajadores del CTT se declararon en huelga, paralizando los servicios postales y telefónicos. Ocuparon los medios de difusión y llenaron las páginas de los periódicos con los manifiestos de los partidos de oposición”. Los trabajadores agrícolas sin tierra comenzaron a apoderarse de las grandes haciendas.
Mientras tanto, para ganar un respiro para la clase de poder portuguesa, el Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) instaló una serie de gobiernos provisionales, que incluían representantes de los partidos Comunistas y Socialista. Los estalinistas y socialdemócratas se entregaron de lleno para suprimir la revolución y preservar el orden burgués, ayudados en cada momento en todo por las varias corrientes de clase media maoístas, pablistas y de "izquierda". Todas estas fuerzas aceptaron subordinar el movimiento de masas y de la clase obrera a los militares, con consecuencias desastrosas.
Finalmente, no existiendo una dirección revolucionaria, la élite portuguesa y sus representantes políticos lograron desgastar y desmoralizar al proletariado insurgente y restaurar el "orden". La traición de la revolución portuguesa (y que posteriormente la burguesía española fue capaz de lograr la conversión del franquismo en "democracia", habiendo marginalizado a la clase obrera) jugó un papel clave en la reestabilización del capitalismo europeo y mundial y en la transformación de la dinámica geopolítica.
En Cavalo Dinheiro, Costa hace malabarismos con esos acontecimientos históricos mundiales. En primer lugar su prisma es casi exclusivamente la de los inmigrantes de Cabo Verde, o la parte de ellos con los que ha estado en contacto. En entrevistas, explica que Ventura y sus compañeros inmigrantes se escondieron tras el golpe militar de abril de 1974, temeroso de lo que el ejército iba a hacer. Pero, ¿Coloca Costa (en línea con la actitud de la izquierda portuguesa de ese entonces) un signo de igual entre ejército y la masa del pueblo, tal como sugiere la escena en el ascensor? Uno no adquiere ni la menor idea viendo este film. En cualquier caso, las cintas de Costa no evidencian ningún interés en las condiciones o en la suerte de la mayor parte de la clase obrera en Portugal, una de las más pobres y oprimidas en Europa y, en la actualidad, víctima de salvajes medidas de austeridad.
Es evidente que el director no tiene en mente ni hacer un estudio coherente de los eventos 1974-1975 ni destilar lecciones de esa época, cosas que serían insuficientemente poéticas e insuficientemente amorfas. En una entrevista Costa observó que "si la revolución hubiera tenido éxito, ni Ventura ni los otros habrían permanecido en el mismo abandono y en la misma infelicidad de los últimos treinta años". No va más allá. Sus películas visiblemente evitan la noción de que fuerzas políticas y sociales cargan con la responsabilidad de la derrota de 1975. Como muchos de sus contemporáneos de cinematografía, Costa sigue siendo evasivo e inconexo en las cuestiones más importantes.
En esa misma entrevista, Costa continúa, de manera significativa: "El pasado [es decir, el período de 1974 y 1975] es fraterno, utópico, romántico. ... El presente es resignado, lamentable, mediocre".
Incluso si ese fuera el caso (en verdad es una malísima y terrible interpretación de las circunstancias actuales), no justificaría el arte "resignado" y "mediocre" de Costa. De hecho, la contemporánea corriente sombría de cineastas tiende a adoptar el enfoque más superficial, más reduccionista y no innovador del esteticismo antidialéctico: La vida es triste y lamentable por lo tanto, ¡el arte debe seguir su ejemplo! En contraste la misión del artista que esté inmerso en la vida, es quizás dar un paso atrás para mejor transmitir a los demás la verdad de la situación, no simplemente su aspecto superficial.
Jean-Marie Straub, cineasta radical, cabeza de corcho
Pedro Costa reclama como una de sus influencias o inspiraciones al imposible Jean-Marie Straub (cuya socia en cine de toda la vida, Danielle Huillet, falleció en 2006) y, de hecho, hizo un documental sobre la obra de Straub y Huillet en 2001 llamado Où gît votre sourire enfoui? (¿Dónde yace tu sonrisa escondida?).
Straub y Huillet durante varias décadas, a partir de la década de 1960, crearon una serie de películas que para el público eran de un hermetismo casi total, bajo la supuesto categoría de cine "marxista" o "brechtiano".
En 2002, yo comenté con irritación: "Operai, Contadini (Trabajadores, Campesinos), dirigida por el bien conocido equipo de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet, es un absurdo. Un grupo de artistas, presumiblemente no profesionales, se encuentra en el bosque y lee monólogos durante dos horas. El guión proviene de la pluma de Elio Vittorini (Le donne di Messina), un escritor italiano de izquierda (1908-1966). Cuenta la historia de un grupo de italianos que, al final de la Segunda Guerra Mundial, decide construir una nueva vida social sobre las ruinas de un pueblo abandonado en el norte de Italia. Varios dramas sobrevienen, incomprensible para todos, hasta para el vidente más masoquista. Una cinta desconecta, insoportable, pura charlatanería. ...
"Con Operai, Contadini (¡nada menos!) Straub y Huillet nos azotan con su ‘programa máximo’: Dos horas de tonterías ininteligibles. ¡Pensar que la gente educada aguanta todo eso en festivales de cine!
"Esto pasa por arte 'dialéctico', ‘arte comunista’, frases del que introdujo la cinta ... En verdad, Straub y Huillet han perfeccionado el 'efecto alienación’; esta nueva obra lo confirma. Han sido incapaz, sin embargo, aun después de décadas de trabajo, de dramatizar siquiera las emociones o situaciones humanas más elementales (y de convencer a nadie de nada). Straub y Huillet pertenecen a la intransigencia artística. ...
"No queda más que decir sobre de Straub y Huillet. Tanto peor para aquellos que insistan ser engañados".
La absurdidad continúa con Kommunisten, la más reciente de Straub. Una pantalla en negro, monótonas voces sin cuerpo; dos figuras inmóviles de espaldas a la cámara, etcétera. Un film insoportable.
Claro está que la perspectiva de Straub no tiene nada en común con el marxismo revolucionario. Es un hombre que ha dicho: "Para mí, la sociedad industrial es la barbarie" (y que también se colocó el cascabel de “¡viejo estalinista!”, luego del colapso de la Unión Soviética). La corriente de Straub tiene mucho en común con la antimarxista Escuela de Frankfurt de Adorno, Marcuse y Horkheimer, y a través de ella, está ligado al pensamiento irracionalista e idealista.
Jacques Rancière es un notorio ex izquierdista posmodernista, pero con mucho acierto opinó que Straub y Huillet se habían alejado de "conexión obrera del comunismo". La reemplazaron con una creciente fascinación con "una base campesina, y ecologista”. Rancière también comentó, en el 2004, acerca de la pareja: "No sé si es apropiado hablar de misticismo. Lo que es seguro es que tratan de retornar a esos panteísmos de la época romántica. El marxismo de los Straub se encarrila hacia Heidegger y se distancia del de Brecht de hace treinta o cuarenta años ".
De España, de Argentina, de Brasil
De España llega Hermes Paralluelo (quien considera a Pedro Costa como una influencia importante). Su extrañamente titulada No Todo es Vigiliaes una cinta situada en la frontera que separa el documental de la ficción. Tiene que ver con sus abuelos, Felisa y Antonio, casados desde hace 60 años y que se acercan al final de sus vidas. El cineasta puede sinceramente desear investigar la vejez, la enfermedad y la muerte, para mí la película es bastante aburrida y, al mismo tiempo, explotadora. Abstrae en gran medida el elemento social, y las condiciones impuestas a las personas mayores por el sistema de lucro. Las reemplaza con artificios obvios e intrusivos.
Lisandro Alonso es un cineasta argentino (nacido en 1975), conocido por La libertad (2001), Los muertos (2004) y Liverpool (2008). Esas películas se caracterizan por la falta de diálogo y de interacción entre los personajes y por muchas vistas naturales. En 2008, comenté: "Alonso tiene un dote visual, pero debe dejar de engañarse a sí mismo de; su moderación cinemática no es más que una evasión de los elementos más complicados de la realidad."
Jauja es una película un poco más ambiciosa, una película de época, que ocurre en la década de 1880 en la Patagonia, en el sur de Argentina, en tiempos de una campaña militar para acabar con la población aborigen. Viggo Mortensen es un ingeniero danés, cuya hija se fuga con un joven soldado. La película en cierto momento se hace casi mística y deja de ser interesante.
Branco sai. Preto ficade Adirley Queiros examina la vida de tres desgraciadas personas que viven en las afueras de Brasilia, capital de Brasil. Dos de ellas resultaron heridos en una redada policial en una discoteca en 1986: uno está paralizado, otro perdió una pierna. Hacen lo mejor que pueden en un ambiente duro y feo. El tercer personaje ha sido aparentemente "teletransportado" a la zona, y funciona como una especie de agente secreto; tal vez es un extraterrestre.
La ira y el resentimiento legítimo se desembocan a manera de ataques terrorista contra edificios oficiales, de manera deliberadamente primitiva, al estilo absurdo de las caricaturas. Hay algo aquí, pero, como en las otras cintas, el drama es demasiado débil y no logra destilar el trajín de las vidas de los personajes de alguna manera convincente.
Como comenté en el foro 03 de marzo en el festival FICUNAM, en respuesta a muchas de estas películas: "No me convence que haya nada que sea formalmente innovador en películas que me parecen simplemente sombrías o tristes, o que están paralizadas, y sufren de estreñimiento (si se me permite la expresión), sin movimiento, sin vida. ...
"Estas son las cosas que me entusiasman: Más vida, más vivacidad, más emoción, más drama en el llamado cine independiente, todas derivan de una mayor apreciación de las cuestiones históricas, de la situación contemporánea, y creo que a su vez son cosas ligadas a un renovado ambiente social. Podemos discutir y podemos hacer apelaciones a un nuevo cine, polemizar en el internet, pero también entendemos que tiene que ocurrir un gran movimiento social que barra con el actual estado de cosas y que también quiebre el escepticismo y el pesimismo que existe entre los intelectuales".
Continuará