Esta perspectiva apareció en inglés el doce de septiembre del 2014
En su discurso televisado la noche del miércoles diez de septiembre, el presidente Obama proyectó un conflicto militar abierto e ilimitado en todo el Medio Oriente y todo el mundo.
La amenaza de un grupo terrorista que pocos estadounidenses conocían hace seis meses (el Estado Islámico de Irak y Siria, E. I.), es supuestamente tan grande que requiere una gran movilización de recursos militares y de la red de espionaje de Estados Unidos.
"Esta campaña de lucha contra el terrorismo se libra a través de un esfuerzo constante, implacable para acabar con E. I. dondequiera que exista", de esa manera dejaba en claro Obama que la geografía no limita la nueva intervención militar. Además de Irak y Siria, Jordania, Líbano, Arabia Saudita y Turquía son todos potenciales campos de batalla.
Por otra parte, dado que E. I. se originó con el traslado por la CIA de mercenarios islámicos y armas de Libia a Siria después de la guerra de 2011 de EE.UU. y la OTAN (que derrocó a Muammar Gaddafi), es probable una extensión de esta nueva etapa la acción militar a todo el norte de África y el Sahara, ampliando lo que el gobierno de Bush y Cheney, una vez llamó la "guerra global al terror."
El aluvión de noticias sobre las ejecuciones espeluznantes de dos periodistas estadounidenses por E. I. sin duda ha tenido un efecto al menos temporal sobre la opinión pública estadounidense. Sin embargo, Estados Unidos no va a la guerra para vengar a James Foley y Steven Sotloff, o para expresar su indignación por la decapitación de inocentes. De serlo así, el principal blanco de Estados Unidos sería la monarquía bárbara de Arabia Saudita (el segundo aliado más importante de Estados Unidos en el Medio Oriente, después de Israel) que, de acuerdo con un informe decapitó a ciento trece presos durante el tiempo Foley fue prisionero del E. I.
Las verdaderas razones de la nueva intervención de Estados Unidos en el Medio Oriente son las mismas que las que motivaron la ronda previa de carnicería (del gobierno de Bush y Cheney): la estrategia del imperialismo estadounidense de apropiarse de los recursos petroleros y mantener una posición estratégica dominante en el Medio Oriente y, más en general, en todo el continente euroasiático.
En particular, la intervención contra E. I. representa un esfuerzo de la Casa Blanca para revertir la debacle de la política exterior que sufrió el año pasado en Siria. Hace exactamente un año, Obama presionó ataques aéreos contra el gobierno de Bashar al-Assad, con el objetivo de sustituirlo por un régimen títere. Se vio obligado a retirarse, de manera humillante, por la oposición de Rusia, las divisiones dentro de la misma élite gobernante de Estados Unidos, que aliados claves de Estados Unidos como Gran Bretaña rehusaron apoyar esa campaña de guerra y la oposición popular.
La clase gobernante de Estados Unidos respondió fertilizándole el campo a un enorme aumento de agresión en el Medio Oriente, mientras que organizaba un golpe de estado en Ucrania contra Rusia, golpe que ahora amenaza con desatar una guerra con la segunda potencia nuclear del mundo.
La declaración explícita de Obama de que los EE.UU. está planeando bombardear objetivos en Siria ("no vacilaré en tomar medidas contra E. I. tanto en Siria, como en Irak", dijo) es una manifestación de la determinación de la clase dominante en utilizar la ofensiva que el E. I. desató en Irak (que comenzó en junio) como un pretexto conveniente para terminar lo que empezó.
Inmediatamente después del discurso, se anunciaron planes de mucha más ayuda militar y de entrenamiento para las fuerzas de oposición (sostenidas por Estados Unidos) envueltas en prolongada guerra civil en ese país. La ayuda será a través de Arabia Saudita, uno de los principales partidarios de las fuerzas fundamentalistas islámicas que luchan contra Assad, y un rival regional de Siria e Irán.
No cuenta para nada la promesa de Obama de no utilizar fuerzas terrestres en pos de sus objetivos en el Medio Oriente. Ya, han sido enviados a la región cientos de tropas de las FF. AA. y asesores estadounidenses. Poco antes de que Obama apareciera en la televisión nacional, su secretario de Estado, John Kerry, decía en una conferencia de prensa en Bagdad que las tropas de combate estadounidenses no regresarían a Irak a menos que " evidentemente ocurran cambios dramáticos." En las palabra del ex congresista Lee Hamilton ( del Partido Demócrata, y personaje clave en la política exterior): "Esa es una cláusula de escape de una milla de ancho."
Como siempre, las decisiones que afectan las vidas de cientos de millones de personas las toma a puerta cerrada una pequeña camarilla. Planes previamente elaborados presentados son presentados como un hecho consumado para ser aprobados sin discusión por la legislatura y propagados (en base a mentiras) por los medios de comunicación.
Para la conseguir sus objetivos (lo que Obama denomina los "intereses fundamentales" de la clase dominante de los Estados Unidos) no se atienen a ningunos límites legales. El mismo Obama reconoce que no existe ninguna evidencia que las fuerzas de E. I. (que controlan gran parte del este de Siria y partes de Irak y que invadieron el oeste y el norte iraquí durante el verano), son una amenaza para los Estados Unidos. Lo que dijo fue: "Si no se los controla, estos terroristas podrían plantear una amenaza creciente más allá de esa región, incluyendo en Estados Unidos."
Tales palabras endosan con vigor la doctrina de la guerra preventiva, utilizada por Bush y Cheney para la invasión y conquista de Irak. Esta doctrina es un repudio a las leyes internacionales, que especifican claramente que sólo se puede iniciar una guerra en defensa propia y prohíben a todos los países detonar guerras en base a potenciales futuros peligros. El lanzamiento de esa clase de guerras es el principal delito por el que fueron acusados y condenados los líderes nazis en el Tribunal de Nuremberg después de la Segunda Guerra Mundial.
Funcionarios de la Casa Blanca alegan que Obama tiene "toda la autoridad que necesita" para una escalada de la guerra en el Medio Oriente, citando la Autorización de Uso de la Fuerza Militar [2001] ( Authorization for the Use of Military Force, AUMF), aprobada por el Congreso después de los ataques del once de septiembre del 2001. Obama sigue los pasos de Bush y Cheney, que hicieron uso de la AUMF no solamente como pretexto de acción militar en el extranjero, sino también para justificar el enorme espionaje sobre el pueblo estadounidense y la detención indefinida de personas.
La detonación de una nueva guerra en el Medio Oriente subraya el peligro mortal que encara la clase obrera en esa región, en los Estados Unidos y en todo el mundo. La clase gobernante de Estados Unidos se ha embarcado en una guerra in fin y en constante expansión. En medio de una crisis social y económica que se intensifica, la burguesía intenta resolver sus problemas domésticos y en el extranjero controlando todo el mundo.
Es destino lógico de esa estrategia es la guerra mundial, una catástrofe que puede evitarse sólo con la intervención política e independiente de la clase obrera internacional y la abolición del sistema capitalista.