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Por qué Hillary Clinton votó a favor de muralla anti-inmigrantes

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El pasado mayo, después de las manifestaciones masivas donde millones de inmigrantes salieron a las calles en varias ciudades de Estados Unidos, la senadora demócrata por Nueva York Hillary Clinton expresó con desdén su desacuerdo ante la propuesta republicana llamando a tomar medidas drásticas contra los trabajadores nacidos en el extranjero.

Las protestas fueron provocadas por la propuesta republicana que penalizaba a los trabajadores indocumentados y a cualquier persona que les proporcionase ayuda.

“Yo no apoyaré soluciones unilaterales que suenan drásticas pero que no resuelven los problemas fronterizos ni tratan con respeto y dignidad a millones de familias que viven y trabajan en nuestro país,” declaró Clinton.

El viernes pasado, sin embargo, ella hizo exactamente eso, votando con el senado republicano y sus colegas demócratas a favor de la detestada ley “Barda Segura” de 2006.

La nueva ley llama a la construcción de una muralla de 700 millas cubriendo toda la frontera entre el Estado de Arizona y México, así como también partes de la frontera mexicana con California, Nuevo México y Tejas. Se estima que el costo de este proyecto alcanzaría $7 billones.

Se han puesto de lado los pretenciosos reclamos de la pasada primavera por parte de demócratas y republicanos, de presentar una nueva reforma inmigratoria que abriera el camino para la legalización de trabajadores indocumentados (que en realidad no ofrecía nada a millones de ellos). Lo único que queda de aquella propuesta es su esencia reaccionaria—represión estatal.

A pesar de eso, varios de los auspiciadores de la ley reconocen que es virtualmente imposible la construcción de la muralla dado el difícil terreno de la frontera entre México y Estados Unidos, y que la muralla no podría detener la migración de aquellos que desean huir de la miseria. Aun el despliegue masivo del ejército norteamericano a lo largo de la frontera sería inadecuado para mantener y defender tal estructura.

El verdadero efecto de esta medida reaccionaria obligaría a los inmigrantes a buscar caminos aun más peligrosos para cruzar la frontera, con el predecible resultado de un incremento de trabajadores que mueren en el intento. A la vez, afectará negativamente las relaciones económicas y sociales de las que depende la vida en la región fronteriza, tanto en el lado mexicano como el norteamericano.

La virtual militarización de una de las fronteras mas largas en el mundo tiene profundas consecuencias políticas. Durantes las décadas de la Guerra Fría, los políticos norteamericanos frecuentemente mencionaban el Muro de Berlín construido por la burocracia estalinista de Alemania Oriental con el fin de fomentar su ideología anti-comunista. Ahora, en medio de sus proclamas sobre una cruzada mundial por la “democracia,” Washington ha decretado la construcción de un muro mucho más grande, que simbolizaría su repudio de los más elementales principios democráticos y humanos por parte del capitalismo norteamericano.

En su respuesta a la nueva ley, Harry Reid, el líder minoritario del Senado, declaró, “Es una vergüenza que el presidente Bush se haya rendido ante el ala derecha anti-inmigrante de su partido” cuando aceptó esta ley. Si es vergonzoso que el presidente republicano ceda ante el ala derecha de su propio partido en materia de política de inmigración, entonces ¿cómo calificar los votos de supuestos “liberales” como Hillary Clinton y otros 25 senadores demócratas? En este punto, Reid mantiene silencio.

Para los demócratas, el voto por la nueva ley de inmigración constituye un acto más de cinismo y cobardía. En muchas maneras se asemeja al voto de este partido en los días anteriores a las elecciones de 2002, cuando le dio al gobierno de Bush por primera vez en la historia el poder de conducir una guerra de agresión contra Irak para no hablar más del asunto en la contienda electoral contra los republicanos.

Esta ley también tiene consecuencias enormes y de gran alcance. En parte, le da el poder al secretario de seguridad nacional para virtualmente “tomar todas las medida que el secretario considere necesarias y apropiadas para mantener el control sobre todo el territorio nacional y las fronteras marítimas de los Estados Unidos.”

Este tipo de lenguaje es equivalente a un “cheque en blanco” dándole al gobierno de Bush el poder de conducir actividades extra-legales y dictatoriales, incluyendo detenciones masivas y guerra contra México y Canadá.

Pero, para no ser nombrados por los republicanos como débiles con los ilegales,la mayoría de los demócratas en el senado apoyó la ley. Lo hicieron bajo la amenaza de la dirección del Partido Republicano, la cual impidió cualquier revisión o discusión de la medida, como también de llamar a una conferencia del comité para introducir cambios en la versión aprobada por la Casa de Representantes que está bajo el control de los republicanos.

Un deliberado llamado a sentimientos anti-inmigrantes

En el caso de Hillary Clinton, su voto tiene un dignificado más profundo. Como contendora principal en la carrera para la nominación del Partido Democrático a la presidencia en 2008, Clinton está buscando el apoyo de los que comparten los sentimientos anti-inmigrantes fomentados por el ala derecha del Partido Republicano.

En esta materia, que ha sido empleada para fomentar xenofobia y reacción nacionalista, los republicanos se encuentran divididos políticamente. El chauvinismo anti-inmigrante entra en conflicto con a los intereses de la oligarquía financiera de los EE.UU., el sector más influyente en las filas republicanas, que necesita explotar una continua fuente de mano de obra barata y una reprimida fuerza laboral inmigrante.

Clinton quiere usar esta fisura, oponiéndose desde la derecha al liderazgo republicano. Esta es una calculada medida estratégica que se viene desarrollando desde varios años.

Por ejemplo, en una entrevista del 2003 en la radio de Nueva York WABC, ella declaró: “Ud. sabe, yo estoy fuertemente contra inmigrantes ilegales.”

Continuando con un lenguaje ofensivo contra los nacidos en el extranjero, dijo: “La gente debe de dejar de emplear a inmigrantes ilegales. Quiero decir, vengan a Westchester, a los condados de Suffolk y Nassau, deténganse en las esquinas de Brooklyn o del Bronx. Y verán cantidades de gente esperando ser recogidas para trabajar en jardines, construcción y labores domésticas.”

Los cálculos políticos de Clinton en materia de inmigración, así como también con la guerra en Irak, derechos democráticos y cuestiones sociales, se basan en el monopolio político ejercido por los partidos Democrático y Republicano, ambos organizados por y para las corporaciones y la élite millonaria.

El pensamiento de la senadora de Nueva York y sus asesores políticos responde a la siguiente línea: “Aún si el voto a favor de la muralla anti-inmigrantes incomoda a los latinos y otros grupos, ¿qué van a hacer al respecto, votar por los republicanos?” Por otro lado, apelar al sentimiento anti-inmigrante podría ganarle apoyo entre el ala derecha republicana o por lo menos disminuir la hostilidad de estos hacia ella.

Su principal preocupación, obviamente, no es la re-elección en noviembre, con las encuestas dándole 30 puntos de ventaja sobre su oponente republicano. Más aún, en Nueva York, donde hay una de las concentraciones más grandes de inmigrantes en el país, una oposición intransigente a esta ley auspiciada por los republicanos le habría dado mayor popularidad que su voto a favor de la mencionada ley.

Clinton tiene los ojos puestos en la carrera presidencial del 2008, y es evidente que intenta ganar la nominación en base a la plataforma más derechista en la historia de su partido. Como demostró su voto a favor de la ley la semana pasada, Clinton intentará incentivar ataques contra los inmigrantes como parte de su falsa “guerra contra el terrorismo.”

Las consecuencias políticas de esta cínica y cruda estrategia política van mas allá de una posible mejoría para Clinton en las encuestas. Sirven para instigar sentimiento anti-inmigrante y fortalecer dentro del propio gobierno el desarrollo de métodos dictatoriales y autoritarios.

El apoyo de Clinton a la muralla en la frontera resalta una verdad política fundamental. Es imposible defender los derechos de los trabajadores inmigrantes y de la clase obrera en su conjunto fuera de un reto directo al monopolio político ejercido por los dos partidos controlados por las grandes corporaciones.

Este es el objetivo político de mi candidatura al senado de los Estados Unidos así como de la campana que a nivel nacional está conduciendo el Partido Socialista para la Igualdad (PSI). Nuestro objetivo al retar a Clinton y los partidos Democrático y Republicano en las elecciones de noviembre es sentar las bases políticas para la creación y desarrollo de una partido socialista de masas de la clase obrera.

Tal movimiento puede ser construido sólo en base a los principios más solidos, en primer lugar el principio del internacionalismo socialista. El PSI llama a unificar las luchas de los trabajadores de las Americas con la de los trabajadores del mundo.

Dentro de los EE.UU., la cuestión central del internacionalismo es la defensa de los derechos de los trabajadores inmigrantes. El PSI apoya el derecho de los trabajadores de cualquier país de vivir donde deseen. Rechazamos cualquier intento de cerrar las fronteras para impedir el paso de trabajadores cuando las corporaciones transnacionales y los bancos demandan que estas fronteras sean abiertas para facilitar la explotación de mano de obra barata.

El PSI demanda el reconocimiento de plenos derechos para los inmigrantes, incluyendo el derecho a la ciudadanía para los 12 millones de trabajadores indocumentados que los demócratas y republicanos quieren convertir en chivos expiatorios para dividir a la clase obrera. Llamo a poner fin a los ataques contra los inmigrantes, incluyendo las redadas en las fábricas, los centros de detención y las deportaciones.

Hacemos un llamado a trabajadores, estudiantes, jóvenes y profesionales que sienten repulsión por las políticas anti-democráticas y anti-inmigrantes de Hillary Clinton, los demócratas y republicanos, para que voten por el PSI en las elecciones de noviembre, estudien el programa del partido y se unan a la lucha para desarrollar una alternativa socialista que es necesaria para poner fin a la guerra, la opresión y la pobreza en EE.UU. e internacionalmente.