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El Partei für Soziale Gleichheit [Partido Socialista por la Igualdad] de Alemania lanzó esta declaración por motivo de las elecciones al Parlamento Europeo. El PSG [PSI] ha nominado a varios candidatos para las elecciones que tendrán lugar en Alemania el 13 de junio. La traducción al inglés de la declaración apareció en nuestro sitio el 27 de marzo. La declaración también será traducida a varios idiomas. La campaña electoral se está llevando a cabo por toda Europa en colaboración con el Partido Socialista por la Igualdad de Gran Bretaña y con otros partidarios internacionales.
1. Los objetivos del Partei für Soziale Gleichheit
El Partei für Soziale Gleichheit se ha postulado para las elecciones europeas que tendrán lugar el 13 de junio. Su campaña electoral se basa en un programa socialista e internacionalista.
Nuestra campaña tiene un objetivo: establecer las bases para la formación de un nuevo partido que represente los intereses del pueblo trabajador y también incluya a los jubilados, los desempleados y a la juventud.
Millones de personas se encuentran profundamente ansiosos e inquietos acerca de la situación política y desean encontrar una salida. La guerra contra Irak revela que todos los problemas irresolutos del siglo pasado ahora irrumpen de nuevo..
Los partidos socialdemócratas han dejado atrás todas sus inhibiciones y se han convertido en los gendarmes de una pequeña clase dominante que despiadadamente se enriquece saqueando a la sociedad. Su política ya no difiere de la de los partidos burgueses de la derecha. Como alternativa a la socialdemocracia fracasada, nosotros presentamos un principio fundamentalmente diferente. Consideramos que las necesidades de la población son primordiales. Nuestras aspiraciones son por una sociedad basada en la igualdad y la justicia sociales. Defendemos todos los beneficios que hasta ahora se han logrado—las jubilaciones, la atención médica, la educación escolar, los empleos y los ingresos seguros—que corren el peligro de ser reducidos. Nos oponemos a las agresiones contra los derechos democráticos básicos y rechazamos las guerras y el militarismo.
Para lograr estos objetivos se requiere un programa que fundamentalmente se oponga al de la socialdemocracia.
* Estos fines no pueden lograrse dentro de las restricciones impuestas por las estructuras nacionales. Requieren un movimiento mundial contra el imperialismo.
La integración e interdependencia de la economía mundial han socavado las bases en que se asentaba política reformista de la socialdemocracia. Ante el dominio que las empresas y las instituciones financieras transnacionales ejercen sobre la vida económica moderna, la orientación de las antiguas organizaciones obreras—la defensa de la industria nacional y el mercado de mano de obra nacional—comprueban ser inútiles. Ello explica por qué estas organizaciones se han virado universalmente hacia la derecha. Si en el pasado trataban de ponerle presión a los patrones y a los gobiernos para extraer concesiones a favor de los trabajadores, ahora le ponen presión a los trabajadores para extraer concesiones a favor de los patrones y así crear condiciones más atractivas para el capital.
La expresión más clara de que el gobierno de Estados Unidos ahora trata de obligar al mundo a obedecer sus órdenes es la incompatibilidad entre la economía mundial y el estado nación. La economía mundial no puede tolerar la soberanía nacional. La conquista de Irak ha sido el primer experimento para dividir de nuevo al mundo y establecer un nuevo orden mundial basado en las formas más bestiales del saqueo y de la explotación capitalista.
Ni aislarse como nación, ni defender agresivamente los intereses nacionales, soluciona el problema de la “globalización”; tampoco le ponen fin al peligro de guerra. Ambas perspectivas son igualmente reaccionarias e imprácticas. Envenenan las relaciones entre los pueblos, alientan las tensiones nacionales y étnicas, y terminan en guerras comerciales que inevitablemente conducen a las guerras violentas.
El PSG tiene otra solución: la creación de un movimiento mundial de los trabajadores que vincule la lucha contra el imperialismo y las guerras con la resolución de los problemas sociales. Se opone a todas las divisiones basadas en consideraciones nacionalistas, étnicas o religiosas. En vez de la unión de las empresas y de los bancos, ofrecemos los Estados Unidos Socialistas de Europa. Aunque hemos postulado candidatos sólo en Alemania, nuestra campaña electoral se dirige a los trabajadores de toda Europa.
Como sección alemana de un partido mundial—el Comité Internacional de la Cuarta Internacional—el PSG colabora íntimamente con sus organizaciones fraternales, los Partidos Socialistas por la Igualdad [PSI] de Gran Bretaña y Estados Unidos. En este último, el PSI ha postulado sus propios candidatos en contra de los Demócratas y los Republicanos para las elecciones presidenciales de este año.
* La defensa de las conquistas sociales y de los derechos democráticos requiere la reorganización de la economía de acuerdo a los principios socialistas.
Durante la década que ha transcurrido desde la disolución de la República Democrática Alemana (Alemania Oriental) y de la Unión Soviética, se ha hecho más evidente que el “libre mercado” no ofrece ninguna solución a los urgentes problemas de la humanidad. La subordinación de todos los aspectos de la vida social a las leyes del mercado y del sistema de ganancias privadas ha tenido consecuencias devastadoras en todos lados.
En Europa Oriental y en la antigua Unión Soviética, la introducción de condiciones capitalistas ha resultado en un deterioro cultural y social que no se había visto nunca durante períodos de paz. Aún cuando la infraestructura social se desintegra y millones viven a borde de la penuria, un grupúsculo de oligarcas controla fortunas indescriptibles. En África y Asia, países enteros se hunden en la pobreza y el caos. En los países capitalistas principales, no cesan las agresiones contra las conquistas sociales de las últimas décadas. El abismo entre los ricos y los pobres es cada vez mayor.
La socialdemocracia siempre ha justificado su defensa del capitalismo con que éste se puede reformar a favor de la clase obrera. De esta filosofía no queda nada. Hoy día, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) y otros partidos de semejante índole por toda Europa dirigen las agresiones contra los beneficios sociales y los derechos democráticos y ya no difieren de sus adversarios conservadores.
El PSG plantea una transformación socialista de la economía, la cual ha de ser determinada por las necesidades sociales y no por los intereses atados a las ganancias privadas de una rica minoría de capitalistas. Los increíbles adelantos de la tecnología han creado las condiciones para resolver los problemas fundamentales de la sociedad: la pobreza, el atraso y la destrucción del medio ambiente. Esto presupone, sin embargo, que esa tecnología se use conscientemente para el interés común y no para promover el principio caótico que forma las bases de las ganancias capitalistas. Con este fin, el motor que hace funcionar a la economía moderna—los bancos y las empresas gigantes—tiene que ser transformado en propiedad social y puesto bajo control democrático.
El PSG se basa en las lecciones del colapso de la Unión Soviética. Lo que fracasó ahí no fue el principio de la planificación, sino los esfuerzos de una burocracia privilegiada para establecer una sociedad, presuntamente socialista, usando métodos despóticos y guiada por la visión limitada del nacionalismo. La democracia obrera y el acceso a los recursos naturales de la economía mundial son condiciones esenciales para establecer una sociedad socialista. El PSG ha predicado este análisis durante toda su historia, no solamente desde la desaparición de la Unión Soviética. Sigue las tradiciones de la Oposición de Izquierda, que desde 1923, bajo la dirección de León Trotsky, ha luchado en contra de la burocracia estalinista y sus perspectivas nacionalistas.
* La realización de un programa socialista requiere un movimiento político consciente compuesto de amplios sectores de las masas trabajadoras.
El socialismo es incompatible con el control burocrático. El verdadero progreso social sólo es posible si las amplias masas de la población activamente participan en la organización de las relaciones sociales y las controlan democráticamente. Pero el estalinismo y la socialdemocracia representan una tradición muy diferente: sus maquinarias burocráticas sofocaron el poder creativo de la clase obrera y su capacidad para influir la historia. Aún durante épocas de reforma social, los partidos socialdemócratas políticamente incapacitaron a sus propios militantes de base. Hoy día estos partidos consisten de maquinarias burocráticas gobernadas por funcionarios que creen que no tienen que rendirle cuentas a nadie de sus acciones.
El objetivo del PSG es acabar con la parálisis que la socialdemocracia le impone al movimiento obrero. Rechazamos todo concepto que se basa en presionar a los partidos reformistas para que viren a la izquierda o en darle ánimo a las capas internas de esas organizaciones que presuntamente son progresistas. Lo único que esa perspectiva lograría sería darle un matiz izquierdista a esas organizaciones, lo cual prolongaría artificialmente sus efectos desmoralizantes.
Millones de personas en Europa creen que la política de los partidos establecidos los ha conducido a un callejón sin salida. Expresan su indignación en numerosas protestas, manifestaciones y huelgas. Pero sólo una perspectiva política clara puede unir esta amplia oposición y convertirla en un movimiento político efectivo. Esto presupone poder comprender las causas y las fuerzas motrices de la crisis actual, así como también las lecciones políticas del Siglo XX.
Crear una situación en que la gente debata amplia y abiertamente todas estas cuestiones es el objetivo de nuestra campaña electoral. Llamamos a todos los que comparten nuestros fines que apoyen la campaña del PSG; que diseminen nuestro manifiesto electoral; que organicen reuniones para debatirlo con los candidatos del PSG; y que contribuyan monetariamente al éxito de esta campaña electoral.
2. Lecciones de la guerra contra Irak
La guerra contra Irak de repente le demuestra al público dos cosas: Estados Unidos, que antes era benefactor de la estabilidad mundial, ahora se ha convertido en el factor desestabilizador más importante; y los gobiernos europeos son totalmente incapaces de desafiar al imperialismo estadounidense.
En su gran mayoría, las instituciones internacionales y las normas establecidas por el derecho internacional luego de la Segunda Guerra Mundial fueron son el resultado de propuestas estadounidenses, las cuales no fueron siempre no completamente altruistas. La pacificación del Mundo Occidental sirvió para facilitar la expansión del capitalismo estadounidense y fortalecer al campo occidental en la Guerra Fría contra la Unión Soviética, pero, aún así, hizo que las relaciones internacionales fueran estables y más fáciles de ser pronosticadas.
Como la guerra contra Irak ha dejado bien claro, Estados Unidos ya no respeta ni a las instituciones ni a las leyes internacionales. Cuando Estados Unidos defiende sus propios intereses, depende exclusivamente de su propio poderío militar. Al mismo tiempo, EE.UU. no deja ninguna duda que la subyugación de Irak es sólo el primer paso. El objetivo final es la reorganización de toda la región y el establecimiento de un nuevo orden mundial que satisfaga las necesidades del capitalismo norteamericano. Ese es el significado esencial de la doctrina norteamericana de guerra preventiva.
La reacción de Europa ha sido el rearmamento. No importa cual sea su orientación hacia la guerra contra Irak, los gobiernos europeos han acordado establecer una industria de armas independiente su propia fuerza militar para intervenir mundialmente y llevar a cabo sus propias guerras preventivas.
El principio del Siglo XXI, pues, cada vez más se parece al del Siglo XX, cuando dos guerras mundiales devastaron a Europa y a grandes regiones del mundo. La causa de éstas fue la incompatibilidad del estado nación con un sistema económico que une a todo el mundo. Los principales marxistas de esa época entendían esto muy bien. A principios de la Primera Guerra Mundial, Trotsky escribió lo siguiente: “El propósito objetivo de la guerra consiste en la destrucción de los centros económicos nacionales actuales en nombre de la economía mundial. El imperialismo no se esfuerza en resolver este problema en base a la cooperación organizada y deliberada de toda la productividad humana, sino en base a la explotación de la economía mundial por la clase capitalista del país triunfante, el cual, en esta guerra, trata de convertirse en un gran poder mundial, no solamente en otro gran poder”.
Sólo existen dos posibilidades para resolver la contradicción entre la economía mundial y el estado nación: la vía capitalista, que consiste en la reorganización del mundo bajo la supremacía del poder imperialista más fuerte; o la vía socialista para superar el sistema de estados nacionales, reemplazándolo con la cooperación de todos los pueblos a base del socialismo.
En 1914 Alemania era la potencia económica más dinámica del continente. Cuando quiso reorganizar a Europa bañó con sangre al continente. Pero existía otra alternativa: la Revolución de Octubre en Rusia. Los victoriosos bolcheviques inmediatamente retiraron a Rusia de la guerra, lo cual los hizo enormemente populares entre las masas trabajadoras de toda Europa. No obstante, el régimen de Stalin aisló e hizo degenerar a la Unión Soviética. Fue este factor, además de las derrotas del movimiento obrero alemán, que en 1939 creó las condiciones para que Alemania intentara subyugar a Europa una vez más. Las consecuencias fueron más catastróficas aún.
De las ruinas de la Segunda Guerra Mundial surgió un orden mundial nuevo y relativamente estable bajo la dirección de la potencia victoriosa: Estados Unidos. Pero
Esto no resolvió las contradicciones fundamentales entre el sistema de estados naciones y la economía mundial. Por largo tiempo, la Guerra Fría con la Unión Soviética amortiguó los conflictos entre las potencias imperialistas. Pero ahora que la Unión Soviética ya no existe, los conflictos han resurgido con violencia creciente. Desde este punto de vista, la guerra contra Irak marca un nuevo punto en la historia.
La crisis del capitalismo estadounidense
Aunque la pandilla derechista que rodea al presidente George W. Bush es responsable por la guerra contra Irak, las raíces sociales y económicas de ésta son mucho más vastas y profundas. Es en realidad la reacción de la clase gobernante a la crisis fundamental del capitalismo, estadounidense e internacional. No importa quien se hospede en la Casa Blanca, la dirección de la política exterior de Estados Unidos no va a cambiar fundamentalmente, tal como lo demuestra el apoyo casi unánime de los Demócratas a la guerra. Detrás del humo creado por las mentiras acerca de la guerra se encuentra el esfuerzo del capitalismo estadounidense para frenar con el militarismo su propia decadencia económica.
Estados Unidos sale de la Guerra Fría como gran potencia única. Actualmente es responsable por casi el 40% de los gastos militares mundiales. Sin embargo, su importancia relativa en la economía mundial hace tiempo que deteriora. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos producía entre uno y dos tercios de las mercancías industriales más importantes, pero ahora la Unión Europea, Japón, Asia Oriental y China se han convertido en serios competidores. Al mismo tiempo, Estados Unidos ha llegado a depender de las materias primas de la economía mundial más que nunca. Un déficit en la balanza de pagos de $400.000 millones; una deuda externa de casi $3.000.000 millones y un déficit presupuestario de $500.000 millones son evidencia que el capitalismo de Estados Unidos se ha convertido en un parásito. Cada vez que se reducen los ingresos de capital nuevo, el sistema se ve amenazado con la posibilidad de un infarto.
El gobierno de Bush intenta lograr tres objetivos con la guerra contra Irak: obtener control de las segundas reservas petrolíferas mayores del mundo; establecer nuevas bases militares en el Oriente Medio con importantes beneficios estratégicos contra sus rivales europeos y orientales; y desviar la atención del público de las tensiones sociopolíticas que azotan al mismo Estados Unidos.
Estas tensiones se han intensificado en lo extremo. El abismo que separa a los ricos de los pobres ahora es mayor en Estados Unidos que en casi en todos los otros países del mundo. Los sectores más ricos de la sociedad acumularon fortunas enormes durante la expansión de la bolsa de valores durante la década del 90. A la misma vez, la pobreza, el hambre y la falta de vivienda en los sectores más pobres de la sociedad siguen aumentando. El sistema de educación pública está al bordo del desastre. 44 millones de personas no tienen seguro médico. Una persona del 1% más rico de la sociedad estadounidense hoy gana 75 veces más que una del 20% más pobre. Durante los últimos 20 años, los ingresos netos de ese 1% más ricos aumentaron 2.5 veces; los del 1% más pobre bajaron un 7%.
Ahora la clase obrera de Estados Unidos se parece a un gigante en cadenas, pero una vez que despierte políticamente, será el adversario más acérrimo del imperialismo de su propio país. Al sistema basado en, y controlado por, los dos partidos burgueses—el Republicano y el Demócrata, ambos dominados por las grandes fortunas— se le está haciendo más difícil controlar a esa clase obrera. Para desviar la atención del público, las aventuras en el extranjero ahora ocurren con más frecuencia y los derechos democráticos son suprimidos sistemáticamente. Ambas actividades forman la piedra angular de la llamada “guerra contra el terrorismo”.
El dilema europeo
Las agresiones del imperialismo estadounidense le plantean a las potencias europeas un dilema insoluble. Si se dejan guiar por Estados Unidos, sólo podrán ser sus vasallos. Si se le oponen, corren el riesgo de dividir a Europa y, a largo plazo, de causar una confrontación militar catastrófica. Las tensiones sociales y políticas internas en ambos casos han de intensificarse.
Cuando la guerra contra Irak comienza, este dilema, además de las rivalidades entre las mismas potencias del continente, dividió a Europa. Gran Bretaña, que desde hace tiempo considera que sus “relaciones especiales” con Washington han de contrarrestar el dominio que Francia y Alemania ejercen sobre Europa, se tira a los pies de Estados Unidos. España e Italia hacen lo mismo, así como también los países de Europa Oriental que irían a integrarse a la Unión Europea este mayo. Los gobiernos derechistas y enormemente impopulares de estos países consideran que Estados Unidos es su protector, punto de vista que contradice al de sus propias poblaciones.
Francia y Alemania inicialmente se oponen a los planes de guerra porque temen que peligren sus propios intereses en el Oriente Medio. Pero desde un principio ésta es una oposición a medias. No es ninguna sorpresa, pues, que el gobierno alemán nunca llega a considerar el cierre del espacio aéreo alemán y de las bases estadounidenses en ese país. Vencido Bagdad, Berlín y París abandonan su oposición. A la misma vez que millones protestan en contra de esta guerra ilegal, los dos países—en la ONU—aprueban la ocupación de Irak. Ahora menosprecian las diferencias acerca de Irak como “diferencias de opinión entre amigos”, aún cuando diariamente emergen mayores detalles de las intenciones criminales de Washington y Londres en cuanto a las preparaciones de guerra: desde las mentiras más descabelladas acerca de las armas para la destrucción en masa, hasta el espionaje contra el mismo Secretario General de la ONU. Hoy día incluso se considera posible enviar a tropas de la OTAN a Irak.
La servil capitulación de estos países tiene sus razones. Por una parte, Berlín y París se vieron obligados a aceptar el hecho que no se habían preparado lo suficiente para reñir con Washington. Estados Unidos, sin ningún remordimiento, utilizó su influencia política en la vieja Europa para dividir al continente y aislar a los adversarios de la guerra.
Por otra parte, no querían identificarse muy íntimamente con el poderoso movimiento contra la guerra que avanzó por toda Europa y que culminó, del 15 al 16 de febrero, 2003, en las mayores manifestaciones mundiales de toda la historia. Aún cuando estas manifestaciones estaban dominadas, hasta cierto punto, por ilusiones acerca de la política de los gobiernos francés y alemán, tenían la posibilidad de convertirse en movimientos de masas contra la política antisocial de los gobiernos europeos. Esa fue la presión que llevó a Berlín y a París a resolver sus “diferencias de opinión” con Washington.
Esta experiencia demuestra claramente que la oposición a la guerra no puede depender de los gobierno europeos, pues éstos tienen sus propios objetivos imperialistas. La cuestión de la guerra está indisolublemente vinculada a los problemas sociales. Sólo un movimiento capaz de luchar contra las causas de la guerra, es decir, contra el orden social capitalista, puede triunfar.
El enfriamiento de las tensiones entre Washington, París y Berlín no significa que las causas de los conflictos anteriores se hayan resuelto. La lucha por los mercados, por las inversiones, por las materias primas y por la mano de obra barata sigue intensificándose. Crecen los conflictos comerciales entre Europa y Estados Unidos. Inevitablemente tienen que terminar en nuevas hostilidades de mayor violencia.
3. La Unión Europea: instrumento de los intereses comerciales más poderosos
Igual que Estados Unidos, Europa ha atravesado por cambios fundamentales desde la desaparición de la Unión Soviética.
Tras la Segunda Guerra Mundial, el proceso de la unificación europea se basa en dos factores: la alianza transatlántica y la Guerra Fría. Estados Unidos apoya la idea de la unificación económica y política de Europa Occidental para establecer un baluarte de resistencia durante la Guerra Fría. Las revoluciones, como las que ocurrieron tras la Primera Guerra Mundial, tenían que prevenirse a todo costo, y esto se podía lograr por medio de la reconstrucción económica y de la superación de viejas rivalidades entre las diferentes naciones europeas. Aunque los intereses comerciales en gran parte determinaron el proceso de unificación, éste por largo tiempo tuvo que encontrar el equilibrio entre las enormes diferencias sociales y regionales. Los fondos agrícolas y regionales, originados en los cofres de Bruselas, sirvieron para mermar las distorsiones sociales más salientes.
El fin de la Unión Soviética y del Pacto de Varsovia ha eliminado esta situación, con el resultado que las tensiones con EE. UU. y entre los países europeos se han intensificado. El papel de las instituciones europeas entonces cambia radicalmente. La Comisión de Bruselas ahora es sinónimo con la eliminación de los reglamentos, con la liberalización y el desmantelamiento de los derechos de los trabajadores. Es una organización que ya no puede equilibrar las diferencias sociales y regionales, sino que las empeora. Este coloso burocrático, que cuenta con un personal de 40,000—que no obedece a ningún control democrático pero que sirve fielmente a las exigencias de los representantes de las empresas—cada vez más actúa como instrumento obvio de las grandes potencias europeas y de los intereses comerciales de mayor influencia.
El borrador de la constitución europea tiene un objetivo: la codificación de esta situación. Subordina todos los aspectos de la política económica y social a los intereses de las empresas. Vincula las palabras “libertad, seguridad y justicia” a la obligación de proteger “un mercado interno en el que se compite libremente y que no tiene distorsiones”. La Sección 4 específicamente menciona que el libre comercio de “mercancías, servicios y capital” es una “libertad fundamental”. Además, la Unión Europea ha de tener “la autoridad exclusiva” para dirigir la política financiera de la UE y coordinar los programas económicos, sociales y de empleos. En realidad esto es una carta que autoriza ataques globales contra los beneficios sociales para financiar así reducciones de impuestos y crear otros incentivos económicos. El plan constitucional tampoco deja ninguna duda acerca del papel que las instituciones militares y policíacas deben desempeñar: “Hacer cumplir la ley y el orden y conservar la seguridad interna”. Sigue una lista que enumera modestos derechos civiles
Que ese proyecto constitucional no se haya hecho realidad se debe a los intereses contradictorios de las naciones socias. Más importante aún es el temor de los gobiernos que habían respaldado a Estados Unidos en la guerra contra Irak que Alemania y Francia los domine. Pero por otra parte existe un consenso general acerca de los objetivos de la política económica y social. A pesar de la controversia que la constitución causa, la polarización social de Europa sigue aumentando. Ya casi nada queda del muy alabado modelo europeo del bienestar social.
Aumenta la desigualdad social
Actualmente, la Unión Europea cuenta con más de 20 millones de hombres y mujeres desempleados. Este desempleo, sin embargo, no se distribuye igualmente en las naciones de la UE. De acuerdo a las estadísticas publicadas por el Ministerio de Estadísticas de la unión, la tasa de desempleo varía del 3.7% en Luxemburgo al 11.4% en España. Entre los integrantes que en mayo serán admitidos como socios plenos, las tasas más altas de desempleo le pertenecen a Polonia: 19%, o sea, 3.3 millones. Los que más han sido afectados por esta situación es la juventud menor de 25 años. En toda la UE, el 15% de la juventud está sin trabajo. Entre los socios antiguos, España es la nación que tiene la tasa desempleo juvenil más alta: 23%. En Polonia, la tasa de desempleo de la juventud es del 41%.
Un aumento de la pobreza acompaña al desempleo creciente. De acuerdo al último informe sociológico de la Comisión Europea, en 1998 el 20% más pobre de la UE recibió sólo el 8% de los ingresos brutos, pero el 20% más rico recibió el 36%. Ese mismo año, aproximadamente 68 millones de personas fueron afectadas por la pobreza, sobretodo la juventud y los ancianos, y las mujeres jóvenes también. Estas estadísticas no incluyen los efectos de las “reformas” que se han llevado a cabo durante los últimos seis años. Durante ese periodo ocurren drásticas reducciones de sueldo, de la regulación de las horas laborales y de los pagos de los beneficios sociales. Con el fin de reducir impuestos, se han reducido las inversiones en obras públicas, la recapacitación de los trabajadores, la educación adicional, la preparación para desempeñar oficios nuevos, y otros programas para crear empleos.
La crisis de las pensiones y de la salud pública no es el resultado de factores demográficos, sino de esa política deliberada. Es política oficial del estado estimular el desarrollo de empleos que no ofrecen ninguna seguridad—empleos a medio tiempo que pagan bajos sueldos, formas espurias de auto empleo, junto con salarios declinantes y un desempleo en ascenso. Esta política ha destruido las bases financieras para compartir los gastos, del seguro social. Las personas con los ingresos más altos, así como también los que reciben ingresos de sus propiedades y de otras formas de riqueza, ya no participan en el financiamiento del bienestar social. Al mismo tiempo, una cantidad creciente de personas—cuyos ingresos son bajos, que trabajan para sí mismos y no reciben suficiente remuneración por sus esfuerzos y los desempleados—no puede contribuir fondos al bienestar social. De esta forma, la política los gobiernos en cuestión crea un círculo vicioso: crea condiciones que luego son usadas para justificar mayores reducciones en las pensiones y en el sistema de salud pública.
Las agresiones contra los derechos democráticos
Los derechos democráticos también se han convertido en el blanco de la ofensiva junto con los derechos sociales. Los ataques terroristas que ocurrieron el 11 de septiembre, 2001, en Estados Unidos también le dieron a los gobiernos de Europa el pretexto para agredir directamente los derechos básicos. Sólo en Alemania, el parlamento enmendó más de 100 leyes vinculadas a dos tipos de legislación anti terroristas que apresuradamente ya había adoptado.
La mayoría de los cambios jurídicos constituye una agresión contra la población en general bajo el manto de la “lucha contra el terrorismo”, y puede usarse para suprimir las protestas sociales y las opiniones políticas disidentes. Los poderes del estado—las agencias de espionaje, la policía y los gendarmes fronterizos—han sido expandidos con el consecuente aumento de fondos. Por medio del espionaje contra las minorías raciales y las restricciones a las estadísticas que sirven de protección al público, grandes sectores de la población ahora caen víctimas de un espionaje convertido en acción rutinaria.
Las agresiones contra los derechos democráticos comienzan con el tratamiento inhumano de los inmigrantes y los refugiados. Miles mueren todos los años tratando de entrar a Europa. Las detenciones sin juicio en centros de deportaciones, los encarcelamientos en campos de concentración y la disolución de familias enteras, acompañados con el abuso flagrante de las normas políticas y sociales legales, ocurren todos los días en Europa.
Las consecuencias de la expansión de la Unión Europea en Europa Oriental
El 1ro. de mayo la UE se expande de 15 a 25 naciones. Este acontecimiento sólo empeorará las crisis sociales. El abismo entre los países ricos y los países pobres va a crecer bajo condiciones en que no se ha tomado ninguna acción importante para equilibrar las diferencias, tal como habría sucedido en otra época. Los bajos salarios de Europa Oriental serán usados para reducir aún más los niveles de vida de los países más ricos.
La expansión hará crecer la población de la UE un 20%, a 451 millones. El mercado doméstico crecerá un 23%. En cambio, el Producto Interno Bruto (PIB), sólo crecerá un 5%. El (PIB) combinado de los países que van a ingresar a la UE corresponde al de Holanda, aunque los diez países tienen una población diez veces mayor. Su PIB per cápita es menos de la mitad del de los otros socios.
Los folletos muy ilustrados que Bruselas ha publicado con motivo de la expansión se refieren a prospectos de una prosperidad futura que afectará a la vida cultural y económica de Europa Oriental, pero las estadísticas indican resultados muy diferentes. Durante los próximos dos años, la UE ofrecerá ayuda a los nuevos integrantes en un valor de $20.000 millones de euros anuales. En vista de la crisis social y económica que azota a estos países, esta ayuda equivale a una gota de agua en el océano. Esto se puede ver con mayor claridad si analizamos el costo de la reunificación alemana. Desde 1991, la tesorería alemana ha trasladado $50.000 millones de euros al sector oriental del país, poblado por 17 millones de habitantes, lo cual es considerablemente menos de los 75 millones que pueblan a la Europa Oriental. A pesar de esta ayuda, el desempleo en la región oriental del país es dos veces mayor que en la sección occidental.
Al mismo tiempo, la expansión de la UE hacia el este causará estragos en las regiones más pobres de Europa Occidental, los cuales recibirán menos dinero de los fondos regionales de la UE.
Antes de la expansión, la Comisión de la UE ya había tomado medidas que por obligación intensificarán las contradicciones sociales de las nuevas naciones integrantes. A través de una serie de criterios, condiciones y estipulaciones intentó garantizar, en los países que habían estado ligados al sistema soviético, un clima “propicio para la competencia del libre mercado”. ¿Traducción? Ocurrirán enormes reducciones de gastos estatales destinados al financiamiento de los servicios sociales, la privatización de empresas estatales y el cierre de varias ramas industriales y agrícolas que, según las consideraciones, no producen ganancias. Las consecuencias para grandes sectores de la población han sido catastróficas. Las inversiones extranjeras y las subvenciones suministradas por la UE han logrado la prosperidad en los centros comerciales de solamente unas pocas pequeñas municipalidades. Pero en las otras regiones de esos países, las poblaciones cada vez más se hunden en la pobreza y la desesperación.
En el caso de Polonia, con una población de 39 millones (mayor que la población total de los otros nueve países) este proceso se muestra bien claro. A finales de la década del 80, grandes sectores de la industria pesada del país (acero y muelles), además de la minas y la industria energética, se habían declarado en bancarrota debido al programa de terapia de shock económico. La producción industrial declinó un 50% entre 1988 y 1992. Durante el mismo período, los límites impuestos sobre los salarios de los trabajadores de las industrias estatales resultaron en una reducción de 25% de los salarios reales. Ahora la UE exige el aceleramiento de la privatización y que se cierren las fábricas que todavía no producen ganancias.
En el sector agrícola, la situación es igualmente explosiva. Casi el 20% del pueblo trabajador de Polonia está empleado en la agricultura, cuya productividad es bastante baja. Según los cálculos de la UE, se espera que solamente 100,000 de los 2 millones de granjeros del país sobrevivan el proceso de la expansión de la UE. Una vez que los nuevos integrantes se conviertan en socios de la UE, los granjeros polacos recibirán solamente el 40% de las subvenciones que se le pagan a los granjeros del occidente. Este dinero será destinado a los granjeros más ricos o a las empresas agrícolas que se ubican en las fronteras para asegurar la explotación de las tierras polacas con métodos industriales. Además, se espera que los productos alimenticios del occidente, que son más baratos, inunden los mercados orientales tan pronto se eliminen las barreras comerciales; es decir, no hay nada que evite la eliminación casi total de los intereses agrícolas polacos.
Los intereses comerciales, sobretodo los de Alemania, están muy ligados a la expansión hacia el este, al cual ya usan como mercado para sus propias mercancías y como fuente de mano de obra bien capacitada pero barata. La tajada de exportaciones alemanas a los nuevos integrantes de la UE en Europa Oriental casi equivale a la tajada destinada a Estados Unidos (es decir, un 10%). El comercio total de Alemania con estos países es 40% del total de la UE. Las empresas alemanas han invertido grandes cantidades en Europa Oriental, y éstas emplean un total de 350,000 trabajadores en Polonia, la República Checa y Hungría. Una de las empresas alemanas, Siemens, tiene 95 compañías sucursales con 25,000 empleados. En 1991, la Volkswagen se apoderó de Skoda, fábrica de automóviles checa.
El costo de la mano de obra de un trabajador bien preparado en los nuevos países integrantes equivale a solamente una octava parte del salario de un trabajador similar en Alemania. Pero los salarios no serán nivelados pronto, lo cual se debe no solamente a los altos niveles de desempleo, sino también a una ley que estipula que el libre movimiento de personas sólo tomará efecto siete años después de que un país se integre a la UE.
4. Los Estados Unidos Socialistas de Europa
El PGS firmemente rechaza la Unión Europea, sus instituciones y sus planes constitucionales. También rechazamos los planes para continuar la expansión hacia el este. Pero nuestra oposición no tiene que ver nada que ver con la política de cerrar las fronteras en el este o de rehusar a naciones como Turquía porque eso costaría “demasiado”.
La desaparición de las fronteras europeas y la aplicación colectiva de los enormes recursos materiales y técnicos del continente establecerían las condiciones para vencer la pobreza y el atraso en un tiempo relativamente breve y facilitarían el aumento de los niveles de vida en toda Europa. Pero esto es imposible de lograr siempre que las ganancias y los beneficios de las grandes empresas determinen el proceso de unificación. En su forma actual, la unificación le garantiza al movimiento del capital una libertad sin restricciones en condiciones en que las amplias masas de la población europea se encuentran divididas por las enormes diferencias salariales y en sus normas de vida; en que los inmigrantes son discriminados; y en que los derechos democráticos desaparecen.
La unificación progresista de Europa sólo se puede lograr con el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa. Esto presupone la unificación política de la clase obrera europea. Los pueblos trabajadores de Europa y Turquía son los aliados más importantes en la lucha contra los intereses de las grandes empresas que determinan el curso de la UE.
El PSG rechaza toda forma de nacionalismo y regionalismo. La exigencia por la soberanía nacional o la autonomía regional, sea en Escocia, Cataluña o Padua, no es la reacción adecuada a los dictados de Bruselas. Eso sería equivalente a la substitución de una cárcel central con celdas menores. Éstas exigencias dividen a los pueblos con el nacionalismo y las diferencias étnicas y religiosas y, por consiguiente, facilitan la represión. Estas exigencias inevitablemente conducen a la balcanización del continente y al horror que resultó de la división de Yugoslavia: el nacionalismo homicida, la expulsión de las minorías étnicas y el colapso de la economía. El PSG rechaza toda medida cuyo objetivo sea el establecimiento de nuevas barreras y fronteras básense o en la política o en la economía.
Para lograr la reorganización socialista de Europa proponemos el siguiente programa:
* Por la igualdad social y la justicia
Los buenos empleos, las pensiones, la atención médica y la educación son derechos sociales fundamentales. Debe prestársele mayor importancia que a los intereses de las grandes empresas. El problema del desempleo exige que se establezca un programa de obras públicas para crear millones de empleos en varios sectores primordiales de la sociedad: la educación escolar, la atención a las necesidades de los ancianos, la cultura, y el desarrollo de la infraestructura, sobretodo en el este de Europa. A todo ciudadano se le debe garantizar su pensión para que pueda gozar de su vejez en mejores condiciones; la atención médica generosa y responsable; y la educación libre, incluyendo la universitaria.
Según la lógica ordinaria, los fondos públicos ya no abastecen para estos proyectos, pero la verdad es que los medios sí existen. El problema es que se han distribuido injustamente. Un extenso programa social exige que la economía se reorganice racionalmente para servir los intereses del público, no los de los sectores capitalistas más poderosos. Las empresas y las instituciones financieras más importantes deben nacionalizarse y ser puestas bajo control democrático. A las empresas pequeñas y medianas, que siempre luchan por mantenerse a ras, se les debe garantizar acceso al crédito fácil, con bajos intereses, para que puedan remunerar bien a sus empleados. El financiamiento de estos programas hace necesario imponer altos impuestos a los altos ingresos del capital y de las propiedades capitalistas.
* Por la democracia y los derechos de los inmigrantes
La defensa de los derechos democráticos y la lucha por la igualdad política para todos es uno de los elementos más importantes en el establecimiento de una Europa socialista. Hay que rechazar todas las restricciones que el pretexto de la “lucha contra el terrorismo” impone a los derechos democráticos. Deben tomarse medidas que restrinjan la omnipotencia de las agencias de seguridad y espionaje.
La lucha por los derechos democráticos no se limita solamente a repeler estas agresiones. De nada vale todo lo que se diga acerca de una verdadera democracia si la riqueza de la sociedad sigue concentrándose en un pequeño grupo de oligarcas, si a la vasta mayoría de la población se le prohíbe la expresión de sus opiniones en los lugares de trabajo, si las grandes empresas continúan su monopolio de la prensa y de los medios de comunicación, y si la cultura y la educación siguen siendo privilegio de este grupúsculo. Las reducciones de los fondos para la capacitación cultural y artística son destructivas en lo extremo para la sociedad. No se puede negar que existe un vínculo muy íntimo entre la glorificación del militarismo, la violencia y el egoísmo por una parte, y, por otra, la destrucción del patrimonio artístico y cultural que hemos heredado del pasado.
La clase obrera europea no podrá defender sus propios derechos democráticos a menos que se haga responsable de los millones de inmigrantes y refugiados que ahora residen en el continente. Los inmigrantes son perseguidos por una razón: dividir a la clase obrera en base de las diferencias étnicas, religiosas y raciales y así atrasar y suprimir a toda la clase obrera. Los refugiados y los inmigrantes representan un sector muy significante de la clase obrera y jugarán un papel muy importante en las luchas venideras.
* Contra la guerra y el militarismo
Las masas de los pueblos trabajadores tienen que encontrar su propia respuesta independiente al peligro que plantea el imperialismo de Estados Unidos. No pueden dejarse engañar por las medidas conciliatorias de los gobiernos europeos hacia Washington. La explosión del imperialismo estadounidense amenaza con llevar a toda la humanidad a la catástrofe. Es la mayor amenaza a la paz.
Abogamos por la disolución inmediata de la OTAN y el cierre de todas las bases militares estadounidenses en suelo europeo.
Cuando los gobiernos europeos se esmeran en hacer paz con Estados Unidos, también buscan lograr sus propios objetivos imperialistas. Es con este objetivo en mente que actualmente construyen una fuerza de ataque europea y una industria independiente de armas, claro, también europea. Rechazamos todos estos planes y exigimos que se retiren inmediatamente todas las tropas europeas de los Balcanes, de Afganistán y de África.
La lucha por los Estados Unidos Socialistas de Europa y la resistencia al imperialismo intrínsecamente están ligados, una con otra, y son responsabilidad de la clase obrera. Una Europa socialista serviría de contrapeso al imperialismo de Estados Unidos. Apoyaría las luchas de los pueblos oprimidos del mundo contra el imperialismo y la opresión y así socavaría la influencia de ideologías retrógradas, tales como el islamismo. Sería sobretodo un polo de atracción para la clase obrera de Estados Unidos, a quien apoyaría para romper las cadenas que los dos partidos burgueses le imponen a la política del país y para establecerse como fuerza independiente en contra del imperialismo de su propio gobierno.
5. El fracaso de las viejas organizaciones de los trabajadores
La socialdemocracia y la burocracia reformista de los sindicatos obreros han reaccionado a la crisis internacional de capitalismo emigrando completamente al campo burgués. Mientras que en el período siguiente a la Segunda Guerra Mundial la socialdemocracia concibe que su misión consiste en disminuir los amplios sentimientos anti capitalistas, a la vez que trata de reconciliar a los obreros con el mercado por medio de reformas. Ahora ha realizado un viraje hacia la defensa del capitalismo a costa de reformas pasadas.
En 1998, la socialdemocracia gobernaba en 11 de 15 países de la UE. Sus victorias en las elecciones eran en gran medida resultado de la desilusión con la política de sus antecesores, los conservadores. Sin embargo, la política de estos gobiernos socialdemócratas sólo se distinguieron de sus precursores en el sentido de seguir una orientación marcadamente derechista. El Nuevo Laborismo de Tony Blair adoptó el programa de Margaret Thatcher. Y la “Agenda 2004” del SPD [Alemania], bajo la dirección de Gerhard Schröder, ha desatado el ataque más generalizado y detallado en contra de los beneficios sociales alemanes desde que el Canciller Bismarck introdujera las reformas del seguro social en el Siglo XIX.
En ese sentido, la política del SPD cuenta con el apoyo del Partido Verde. El movimiento impetuoso de los Verdes hacia la derecha es aún más impresionante que el del SPD. Estos últimos, quienes surgieron de los resabios del movimiento de protesta de 1968, inicialmente abogaban por la defensa del medio ambiente, por una democracia “desde abajo”, por el pacifismo y, hasta cierto punto, por la justicia social. Sin embargo, rechazaron toda afiliación con los intereses de la clase obrera. Hoy, éstos simbolizan esa angosta capa de la clase media que se ha adquirido un status social elevado. Reaccionan con creciente hostilidad a las exigencias de los estratos más bajos por mejorar la sociedad. Para ellos, la “reforma” del estado benefactor es demasiado lenta y tiene que acelerarse aún más. Los pacifistas de antaño están ahora están a favor de un ejército profesional y la intervención de las tropas alemanas a nivel internacional.
Mientras estuvieron encumbrados en el gobierno alemán, la política de los socialdemócratas y de los verdes despejaron el camino para que los derechistas regresaran al poder. En Italia, Silvio Berlusconi se vio obligado a renunciar ante enormes manifestaciones en contra de los reajustes a las pensiones en 1994. Ahora regresa a su cargo luego de una amplia desilusión con cinco años del gobierno de centro-izquierda. En Francia, el gobierno de Lionel Jospin hizo lo mismo para Jacques Chirac.
Las fuerzas de la extrema derecha directamente o indirectamente envueltas en los gobiernos de países europeos—los neo-fascistas, la Liga Norteña en Italia, el Partido por la Libertad de Haider en Austria, el Partido Popular de Dinamarca—no gozan de ningún apoyo de base y han llegado al poder sólo gracias al apoyo de sus camarillas ricas de la clase gobernante que cuentan con acceso a los medios de comunicación. En referencia a esto, un hombre como Berlusconi, millonario y zar con vínculos a la mafia que controla los medios de comunicación, es la regla en estos casos y no la excepción. Estos elementos derechistas sólo pueden asirse al poder porque la izquierda no los desafía.
Ante estos hechos, todo el que sostenga que las viejas y fracasadas organizaciones obreras representan “el mejor de los dos males”; que pueden ser obligadas a responder a las necesidades de los obreros; o que bajo la presión de manifestaciones en las calles sus capas progresistas surgirán de nuevo, causa un grave daño a la clase obrera. Numerosas experiencias durante los últimos años demuestran que tales nociones son ficticias y que sólo sirven para encadenar a los obreros al orden burgués. La misión nuestra no consiste en congregar a las llamadas fuerzas “izquierdistas” dentro de, o que rodean a, semejantes organizaciones, sino en darle a la clase obrera, que por largo tiempo ha carecido de opciones, un papel independiente y una voz política. Esto requiere el establecimiento de un nuevo partido que permita a la clase obrera participar en acontecimientos políticos como fuerza independiente.
6. El PSG y la “izquierda” radical
Esta orientación fundamental distingue al PSG de todas las otras organizaciones izquierdistas. Aunque muchos se llamen a sí mismos socialistas, se limitan a ejercer presión sobre la maquinaria burocrática de los sindicatos y sobre los partidos reformistas.
El PSG considera que una ruptura total con estas organizaciones es el requisito esencial para el desarrollo de un amplio movimiento socialista.
La “izquierda” radical tiende a glorificar las sindicalistas, sin hacer ninguna crítica a la política de los dirigentes. Alientan la ilusión que es posible resucitar la línea reformista que estaba de moda durante las décadas del 60 y del 70, y se muestran radiantes de alegría con cualquier político socialdemócrata que exprese un punto de vista ligeramente diferente. Semejantes agrupaciones representan un obstáculo en la senda hacia una nueva perspectiva socialista, hecho comprobado por toda una serie de experiencias recientes.
Durante cinco años, la Rifondazione Comunista (los comunistas Reconstituidos, PRC) en Italia buscó la manera de reducir la distancia entre el temperamento militante de la clase obrera y el gobierno de centro-izquierda que manejaba el poder. A la par que sus seguidores se movilizaban en las afueras del parlamento y criticaban verbal y ásperamente al gobierno, el PRC aseguraba que el gobierno tuviera la mayoría necesaria para imponer un drástico programa de austeridad y lograr que Italia reuniera los requisitos según los criterios de Maastricht para unirse a Europa bajo una única moneda.
Sin embargo, esto no impidió que muchas organizaciones se sumasen a las filas del PRC, presentando a la organización como modelo a ser imitado por la izquierda europea. Entretanto, el PRC ha afirmado claramente que se unirá a la coalición de centro-izquierda en las próximas elecciones generales y que estaría listo para ocupar cargos ministeriales en caso de producirse una victoria.
En Alemania, muchas organizaciones izquierdistas han adoptado la misma actitud hacia el Partido Socialista Democrático (PDS). A pesar de sus raíces estalinistas, este partido, que gobernaba Alemania Oriental en el pasado, es descrito como el “partido que ha desarrollado una política para los oprimidos, explotados y desposeídos de privilegios bajo el capitalismo”. Mientras tanto el PDS hace todo lo posible para disipar este punto de vista, y, en colaboración con SPD en el gobierno de la municipalidad de Berlín, ha impuesto un programa de reducciones presupuestarias radicales.
En Gran Bretaña, varias organizaciones izquierdistas se han unido para establecer una nueva agrupación llamada “RESPECT,” centrada alrededor de la figura George Galloway, antiguo miembro Laborista del Parlamento. Galloway fue expulsado del Partido Laborista porque, debido a sus conexiones con varios regímenes árabes, se opuso a la guerra contra Irak. Tiene fama de oportunista que personalmente rehúsa usar el término “socialista” para describir su política.
En Francia, dos organizaciones que erróneamente se auto denominan trotskistas—la Lutte Ouvrière (LO) y la Ligue Communiste Révolutionnaire (LCR)—sostienen posturas similares. Luego de la desilusión que se produjo con los Partidos Socialista y Comunista franceses, últimamente han podido ganar bastante apoyo electoral. El voto combinado de las dos organizaciones fue del 10% durante la primera ronda de votos en las elecciones presidenciales del 2002, pero no estaban preparados para luchar por una perspectiva independiente. En el transcurso de la segunda ronda, cuando millones se tiraron a las calles para manifestarse en contra del neofascista Le Pen, el LCR abogó por un voto a favor del Gaulista Chirac. A su vez, la LO adoptó una postura totalmente pasiva. Ambas organizaciones rechazaron el llamado por un boicot a las elecciones, lo cual habría negado a las elecciones toda legitimidad y preparado a la clase obrera para las luchas futuras.
Las raíces del PSG vienen de una larga tradición marxista cuyo núcleo es la emancipación política y cultural de la clase obrera. Esta tradición incluye los primeros años de la socialdemocracia que educó a generaciones en el espíritu de Marx y Engels, y de Lenín, Rosa Luxemburgo, y Karl Liebknecht, quienes se opusieron a la degeneración de la socialdemocracia y a su capitulación ante la burguesía al iniciarse la Primera Guerra Mundial. También incluye a la Oposición Izquierdista dirigida por Léon Trotsky que luchó en contra de los crímenes de Stalin y en 1938, al fundar la Cuarta Internacional, creo las bases para restablecer el movimiento obrero internacional.
Cuando la socialdemocracia y los Partidos Comunistas estalinistas dominaban al movimiento obrero, era posible aislar esta tradición Marxista. El fracaso político de estas organizaciones, sin embargo, abre un nuevo período histórico en que la Cuarta Internacional encontrará un público creciente. Su sitio en la maya mundial, el World Socialist Web Site [wsws.org] es un instrumento que no sólo es leído por decenas de miles de personas en todo el mundo, sino que ha llegado a convertirse en la voz auténtica del marxismo.