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El discurso pronunciado el miércoles por el ministro de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos, Colin Powell, ante el Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la guerra contra Irak es el último acto de una comedia acerca del cinismo y el engaño. El acontecimiento se basó en una gran mentira: que la invasión venidera se debe a que los iraquíes poseen armas para la destrucción en masa y que Bagdad presuntamente presenta una amenaza a la seguridad de los Estados Unidos y a la paz mundial.
Todos los delegados reunidos estaban bien conscientes que el gobierno de Bush se ha comprometido a desatar una guerra por la cual los sectores más reaccionarios de los ámbitos políticos de los Estados Unidos han abogado furiosamente por más de una década. Y no hay nada que Irak pueda hacer para prevenirla.
Es una guerra de conquista colonial, cuyas raíces son los objetivos económicos y geopolíticos basados en el saqueo de los recursos petrolíferos de Irak y en la imposición de la hegemonía mundial estadounidense. A los poderes imperialistas no se le había visto abusar y agredir a países débiles de manera tan burda desde la década de los 30, cuando la Italia fascista cometió el estupro de Etiopía, Japón Imperial se apoderó de Manchurria y Alemania nazi anexó a Austria y al Sudentenland.
La reunión del Consejo de Seguridad se hizo con apariencia engañosa. La prensa estadounidense había promovido el evento como ocasión de suprema importancia en que Powell, hombre del momento, revelaría información que el espionaje secreto había obtenido; información que le comprobaría una vez por todas a los aliados escépticos y a los regímenes árabes indecisos que Irak desafiaba a la ONU y que tenía que ser “desarmada” a la fuerza.
En realidad, el gobierno de Bush tenía pocas ilusiones que los dirigentes internacionales aceptaran, sin la menor duda, las acusaciones recirculadas y los cargos sin pruebas que Powell presentó en su discurso de hora y pico. Su presentación, inconexa, puso en relieve la falsedad de su raciocinio.
El propósito principal de este ejercicio fue alterar la opinión pública en los Estados Unidos, cuya población más y más se opone a la campaña pro guerra de su gobierno. La Casa Blanca y el Pentágono habían concluido que podían hacer desaparecer la ansiedad y la hostilidad hacia sus planes de guerra sólo poniéndole mayor presión sobre la ONU para ésta apruebe y autorize la invasión. Este curse de acción tendría un beneficio adicional: darle a miembros recalcitrantes del Consejo de Seguridad, tales como Francia y Rusia, así como también a dirigentes del Partido Demócrata de los Estados Unidos, una cobertura política para que dejen sus críticas a un lado y apoyen la guerra.
La prensa, servil y enloquecida por la posibilidad de guerra, le había asegurado al gobierno por adelantado su apoyo entusiasta. Se podría depender de ella para pintar el discurso de Powell como que había presentado un caso “devastador” e “irrefutable” que, no obstante su contenido, exigía la acción militar.
El discurso no presentó ninguna prueba nueva o evidencia comprobable para satisfacer las acusaciones de Washington: que el régimen iraquí ha acumulado armas químicas y biológicas y forjado una alianza con Al Qaida. Pero la mayoría de las acusaciones más graves ya han sido refutadas, en varios casos por el espionaje de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña y hasta por los mismos inspectores de armas.
El general Amer Al Saadi, asesor científico principal del régimen iraquí, hizo la siguiente descripción: “Fue una película típica de los Estados Unidos, llena de trucos y efectos especiales”.
Letanía de mentirasDe las mentiras más cínicas de Powell fue la aserción que estaba defendiendo la autoridad de la ONU y la santidad del derecho internacional. Pero al mismo tiempo que se expresaba, los Estados Unidos estaba desplegando más de 100,000 tropas en el Golfo, acumulando cientos de aviones de guerra y formando una armada naval en la región. Sólo la semana pasada el presidente del estado mayor había admitido en público que los Estados Unidos ya tiene tropas en el norte de Irak, lo cual es una infracción de la resolución aprobada por la ONU el noviembre pasado que prohíbe la violación de la soberanía nacional de Irak. Esta es la misma resolución que EE.UU. invoca para justificar su campaña bélica.
Sólo ocho días antes del discurso de Powell, Bush declaró en su discurso sobre el Estado de la Nación que los Estados Unidos no permitiría que “otros” dictaran su política. El presidente, pues, reiteró la postura de los Estados Unidos: que ninguna institución o ley internacional va a restringirlo, y que está preparado para atacar a Irak con o sin el permiso de la ONU. Powel le dio al presidente del Consejo de Seguridad un ultimátum: aprueben la guerra o corren “el riesgo de quedarse obsoletos”.
El ministro de relaciones exteriores comenzó su discurso citando la resolución 1441 y concluyó mintiendo acerca de los motivos de Washington para “empujar” la resolución el otoño pasado. Declaró que “escribimos la resolución 1441 no para ir a la guerra; la escribimos para conservar la paz”.
La verdad es que los Estados Unidos se opuso a que los inspectores de armas regresaran a Irak, pues consideró que su presencia era impedimento a la invasión temprana. Al encontrarse aislado internacionalmente, el gobierno de Bush de mala gana acepto exigencias para una nueva resolución y la reanudación de las inspecciones. Pero insistió en usar un lenguaje provocador que despojaría a Irak de los últimos vestigios de soberanía y le impondría condiciones tan onerosas que, desde el punto de vista práctico, sería imposible cumplirlas. Por consiguiente, los Estados Unidos, bajo la cobertura de inspecciones de armas, creó un nuevo pretexto jurídico para la guerra.
La primera acusación que Powell hizo en su discurso es que los iraquíes están participando en una estrategia complicadísima para eludir las inspecciones y esconder los materiales para fabricar armas y también las fábricas. Para comprobar este alegato, presentó dos audiocintas de conversaciones en árabe entre hombres no identificados. De acuerdo a Powell, esto representaba una confabulación de oficiales militares iraquíes para esconder las armas.
Las cintas, que la gran mayoría de los que las escucharon no podía comprender, se presentaron fuera de contexto y sin identificar con pruebas contundentes a quienes le pertenecían las voces. Aunque las palabras pueden interpretarse de diferentes maneras—en un momento se refieren a un “vehículo modificado”; en otro son instrucciones de no mencionar las palabras “agente para nervios”—no hay la manera de saber si las cintas son verdaderamente auténticas. Pudieron haber sido grabadas en Langley, estado de Virginia [sede de la CIA], o quizás hayan sido palabras de los oficiales iraquíes que han sido cuidadosamente editadas.
Powell entonces mostró fotografías de satélite ampliadas que, según él mostraban “almacenes activos de armas químicas” y camiones que escondían los materiales para fabricar armas. Sin embargo, se vio obligado a admitir que las fotografías “para una persona común son difíciles de interpretar y para mí también” y que sólo “los peritos con años y años de experiencia en la iluminación de mesas podían comprenderlas”.
Los inspectores de armas ya tienen bajo su posesión imágenes de satélite similares, para no decir las mismas fotos. No obstante, sostienen que no han encontrado ninguna evidencia que programas activos en la producción de armas se encuentran ocultos.
La presentación de conversaciones telefónicas interceptadas y de fotografías tomadas por satélites espías plantearon una interrogativa que, a pesar de ser obvia, ninguno de los representantes de la prensa hizo. Washington continuamente vigila casi toda pulgada cuadrada de Irak desde el aire, puede interceptar las conversaciones telefónicas más íntimas, tiene espías por todo el mundo y docenas de inspectores de armas que llegan a las fábricas, oficinas del gobierno, granjas, y residencias privadas sin anunciarse. Si, tal como sostiene los Estados Unidos, Irak esconde vastos almacenes de armas biológicas y químicas y está fabricando armas para la destrucción de masas, ¿por qué el ministro de relaciones exteriores, a pesar del vasto sistema de espionaje de los Estados Unidos, no presentó ni siquiera un solo índice de prueba de estas armas?
Sólo hay una respuesta razonable: el gobierno de los Estados Unidos usa la técnica de la “Gran Mentira”.
Actividades de espionajeLos militares iraquíes tienen bastante razones para desconfiar de los inspectores. Durante la última vuelta de inspecciones se estableció que espías de los Estados Unidos secretamente acompañaban a los equipos de la ONU y usaban el proceso para preparar ataques contra Irak. La información que obtuvieron también se la entregaron a Mosad, agencia de espionaje israelita.
De la misma manera, Powell expresó que la negativa de Irak en permitir que aviones de espionaje U-2 estadounidenses espiaran por todo el país era otra prueba de culpabilidad. Esta exigencia—que una nación se someta a sí misma a actividades de espionaje por otro país—se hizo a la vez que aviones de guerra británicos y estadounidenses conducen bombardeos diarios en las llamadas zonas restringidas impuestas en el norte y sur del país, en violación de la resolución de la ONU en cuanto a Irak . El objetivo de estos ataques es la eliminación de toda la defensa aérea de Irak en anticipación de la invasión de los Estados Unidos.
De todos modos, no es verdad que Irak ha rechazado los vuelos de los aviones U-2. Ha accedido a ellos, pero con la condición que Estados Unidos y la Gran Bretaña suspendan sus vuelos sobre las zonas restringidas mientras los U-2 cumplen su misión. Los Estados Unidos ha rechazado totalmente esa condición.
Como prueba adicional de la falta de cooperación de Bagdad, Powell se refirió a que muchos científicos iraquíes han rehusado participar en la treta de los Estados Unidos para sacarlos del país y darles “entrevistas” con la CIA. Atribuyó la falta de interés en participar en tan grotesco plan únicamente a que Saddam Hussein los ha amenazado con represalias. Que los científicos profesionales de Irak no quieran ayudar a los Estados Unidos a preparar una guerra que va a acabar con las vidas de miles de sus compatriotas y a reducir las ciudades de Irak a escombros no es, según los Estados Unidos, una posibilidad que merece considerarse.
El descubrimiento del espionaje de los Estados Unidos que “mayor inquietud ha causado” es la existencia de laboratorios móviles de armas biológicas que presuntamente se mudan de un lado para otro el país en camiones y vagones de ferrocarril para eludir la detección. Según Powell, la prueba de la existencia de estos laboratorios rodantes ha sido presentada por desertores iraquíes.
El día antes del discurso de Powell, Hans Blix, jefe de los inspectores de armas de la ONU, había desestimado no sólo los cargos que los laboratorios móviles existían, sino también las acusaciones que los iraquíes sacaban materiales prohibidos “por la puerta de atrás” cuando los inspectores llegaban por la puerta delantera. Enfatizó que los equipos de inspección llevan a cabo pruebas muy extensas y delicadas. Toman muestras del aire, la tierra y el agua que revelan rastros de substancias químicas y biológicas en lugares sospechosos, aún cuando éstas han sido eliminadas o trasladadas. Blix expresó que los ejemplares de muestra puestos a prueba—inclusive en lugares que el mismo espionaje de los Estados Unidos había identificado—no habían dado ninguna evidencia de material prohibidas.
En cuanto a las armas químicas y biológicas, Powell acusó al régimen iraquí de fracasar en dar cuenta de miles de litros y cientos de toneladas de material que usara durante la guerra contra Irán hace ya más de quince años. La gran mayoría del material para armas durante este período se usaron en la guerra contra Irán, fueron destruidos en la guerra del Golfo Pérsico en 1991, o fue incinerado por los inspectores de armas durante la última vuelta de inspecciones. De acuerdo al ex inspector, Scott Ritter, explica donde fue a parar entre el 90 y el 95 % de este material.
Aún si fuera verdad que Irak de alguna manera pudo esconder lo poco que quedaba, la gran mayoría de estas substancias tienen un tiempo de durabilidad de cinco años o menos, lo cual indica que ahora serían inútiles. Las instalaciones que Irak tenía para la producción de estas armas fueron destruidas hace ya más de diez años, y no existe la menor prueba que se construyeron instalaciones nuevas, que serían extremadamente difíciles de ocultar.
En cuanto al programa de armas nucleares de Irak, Powell regurgitó todas las antiguas acusaciones de los Estados Unidos —rechazadas por los inspectores de la ONU—que Irak compró tubos de aluminio que, dijo Powell, podían usarse como centrífugos para enriquecer el uranio destinado a la producción de armas nucleares.
Reconociendo que los peritos del campo habían rechazado este alegato, el ministro de relaciones exteriores aseveró que los iraquíes buscaban tubos de mayor calidad y esto, sostuvo, era prueba de su culpabilidad. Hizo notar que la superficie de los tubos del último lote que el espionaje estadounidense había detectado había sido galvanizada. Los peritos del campo nuclear, sin embargo, han señalado que esta galvanoplastia interferiría con los tubos si se usan como centrífugos y que tendría que eliminarse si se usaran para ese propósito.
Las acusaciones pertinentes a Al QaidaPara darle mayor peso al caso de los Estados Unidos, Powell reiteró las acusaciones, ya desacreditadas, que Irak secretamente ayuda a los terroristas de Al Qaida. Al principio, ciertos funcionarios de los Estados Unidos sostuvieron que Irak había sido cómplice de los ataques del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington. Citaron varios informes acerca de una reunión que había tomado lugar en Praga entre el presunto líder del complot, Mohammed Atta, y un diplomático iraquí. Pero luego funcionarios del espionaje estadounidense y checo repudiaron esta “evidencia” por ser falsa.
Pero un informe de la British Broadcasting Corporation el día anterior del discurso socavó las nuevas “pruebas” de Powell con un documento del espionaje británico que repudiaba toda relación entre el régimen iraquí y Al Qaida.
El caso que Powell presentó para establecer la existencia de esta relación se basaba en la improbabilidad: la existencia de un grupo islámico en el nordeste de Irak—donde los Estados Unidos vigila las zonas restringidas a los vuelos e Irak no ejerce ningún control—y acusaciones que figuras vinculadas a Al Qaida habían sido vistas en Bagdad.
Dos fuentes imputaron estos cargos sin pruebas. La primera consiste de las autoridades kurdas en el nordeste del país, que luchan en una guerra civil limitada contra los islamitas y tienen, pues, suficiente causa para vincularlos al régimen de Saddam Hussein.
La segunda, como admitió Powell, consiste de los prisioneros detenidos por las fuerzas estadounidenses en Afganistán o secuestrados de otros países y entregados a los gobiernos aliados para ser interrogados. A esta gente se le mantiene incomunicado, en reclusión solitaria, sin imputársele cargos o enjuiciarlos y sin acceso a abogados. Numerosos informes, inclusive varios en la prensa estadounidense, han admitido que a estos prisioneros se les ha torturado psicológica y físicamente. El testimonio de estos individuos, aún si se pudiera comprobar independientemente, no tendría ninguna credibilidad.
Finalmente, como prueba que “Saddam Hussein y su régimen no cesarán sus actividades hasta que alguien lo pare”, Powell repitió la acusación que el régimen iraquí intencionalmente masacró 5,000 hombres, mujeres y niños kurdos en 1988 con armas químicas.
Pero estos alegatos de Powell de nuevo fueron comprobados falsos con la evidencia que anteriormente se había obtenido y que prueba lo contrario. Esta evidencia la ofreció Stephen Pelletiere, analista político de antigüedad con la CIA durante la guerra entre Irak e Irán. En una columna publicada el 31 de enero en el New York Times, Pelletiere respondió a esta misma acusación cuando Bush la hizo en su propio discurso sobre el Estado de la Nación.
El gaseamiento de los civiles kurdos en el pueblo de Halabja tomó lugar en medio de una batalla entre las fuerzas iraquíes e iraníes. Ambas usaron armas químicas contra las tropas de la otra. “Los civiles kurdos”, escribe Pelletiere, “que murieron tuvieron la mala suerte de encontrarse atrapados entre dos fuegos, pero nunca fueron el blanco principal de Irak”.
Pelletiere entonces hizo notar que la Agencia de Espionaje del Ministerio de Defensa de los Estados Unidos condujo su propio análisis del incidente y produjo un informe en el que acusaba a los iranís—no a los iraquíes—de haber usado el gas que mató a los kurdos.
A esto sólo debe añadírsele que el aliado de Powell al norte de Irak, Turquía, por más de una década ha conducido una sangrienta guerra contra su propia población kurda.
A los pocos minutos del discurso de Powell, dirigentes Demócratas del senado, tales como Joseph Biden, del estado de Delaware, y Diane Feinstein, de California, proclamaron que estas acusaciones contra Irak eran innegables y así prepararon el camino para que su partido se ponga en línea con la guerra que está a punto de estallar en pocos días o semanas.
Esta trayectoria de los Demócratas fue completamente predecible. Pone en relieve el hecho que toda oposición a la carnicería inminente en Irak y a las guerras del imperialismo en el futuro no pueden basarse en ningún sector de los ámbitos políticos gobernantes. Requiere la lucha por la movilización independiente de la clase obrera en unidad con los trabajadores y las masas oprimidas a nivel internacional contra el sistema capitalista que engendra el militarismo y la guerra.