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El WSWS recibió esta carta, la cual presentamos aquí en su totalidad, el 15 de noviembre del presente. Le sigue la respuesta de Nick Beams, que originalmente fue escrita en inglés y ahora aparece en castellano.
Editorial Board del WSWS:
En primer lugar pido disculpas por escribirles en castellano. Lo hago porque en mi idioma me expreso con mas seguridad que en inglés. En caso de que necesiten que esta carta sea escrita en inglés, les ruego me lo soliciten.
El tema es la globalización, y coincido plenamente con la caracterización que hace de la misma el WSWS, tanto en el trabajo de Nick Beams como en la nota del 8 de setiembre sobre las protestas contra el WEF en Melbourne, en el sentido de que es históricamente progresiva por liberar las fuerzas productivas de las restricciones propias del estado-nación.
Mis dudas surgen en el nivel de cómo luchar contra el empobrecimiento y la polarización que la globalización ha generado y sigue generando. Uds. plantean que hay que luchar para unificar a los trabajadores de todos los países en base a un programa socialista, para reorganizar la economía en beneficio de los seres humanos y no del beneficio capitalista, y no sobre la base de unos pocos slogans simplistas y campañas militantes. Además critican el oponer el “fair trade” al “free trade”.
Al respecto pienso lo siguiente:
* En el planteo del WSWS hay un vacío entre la situación actual y el objetivo final de la unidad de los trabajadores del mundo.
* Entre el objetivo final y la situación actual tiene que haber un camino, que además del esclarecimiento teórico pasa necesariamente por campañas militantes, que obviamente tienen que basarse en objetivos parciales correctos y no en slogans simplistas.
* La globalización está dirigida por el gran capital mundial y para su propio beneficio. ¿Qué hacemos mientras la misma no sea dirigida por la clase trabajadora del mundo?. ¿Dejamos que siga así o tratamos de que sea lo menos perjudicial para los trabajadores de todo el mundo?
* Lo que está ocurriendo con la globalización es que el nivel de vida de los trabajadores de todo el mundo está siendo empujado hacia abajo, mediante el sencillo mecanismo de desplazar la producción a los países de mano de obra más barata. Ya se están produciendo desplazamientos de países que antes eran los más baratos hacia otros más baratos aún. En esos países los trabajadores carecen de los más elementales derechos como salud, educación, vivienda, seguridad en el trabajo, etc. Frente a eso, los trabajadores de los países con una tradición de lucha que les ha permitido lograr las conquistas que hoy están perdiendo, ¿qué hacen?. A mi me parece que no es erróneo oponer el “fair trade” al “free trade”. Obviamente hay que definir correctamente qué es el “fair trade”. Por ejemplo, luchar por no importar productos de países donde no se cumplan ciertos mínimos derechos de los trabajadores. Un ejemplo de esto es lo que hace tiempo ocurrió en Estados Unidos contra los fabricantes de calzado deportivo (creo que Reebok y Nike) que debido a la presión de grupos de consumidores tuvieron que comprometerse a no contratar terceros que superexplotan a sus trabajadores. Una estrategia política basada en esta idea no solo frenaría la nivelación hacia debajo del nivel de vida de los trabajadores, sino que sería un mecanismo con el cual los trabajadores de los países adelantados (o menos atrasados, como Argentina) defenderían los derechos de los trabajadores superexplotados de los países elegidos por los grandes capitales para bajar sus costos.
Atentamente
HL
Buenos Aires, Argentina
Estimado HL:
Gracias por su carta sobre la globalización. Es una carta que plantea una temática importante. Por favor perdóneme la demora en contestarle.
Usted comienza diciendo que está de acuerdo con el análisis del WSWS acerca de la globalización, la cual es “ históricamente progresiva [sic] ... para liberar las fuerzas productivas de las restricciones propias del estado nación”. Creo que hay que considerar todas las ramificaciones de ese enfoque.
Eso se debe a que contamos con la experiencia de muchas tendencias políticas que proclaman apoyar al internacionalismo, pero que en la practica lo abandonan cuando plantean reclamaciones y programas que se basan en el estado nación, sosteniendo que ésa es la única base “realista” de una lucha política.
La resolución de perspectivas que el Comité Internacional publicó en 1988 hace hincapié a que “desde hace mucho tiempo ha sido un axioma elemental del marxismo que la lucha de clases es nacional sólo en su forma, pero que esencialmente es una lucha internacional. Sin embargo, dada las nuevas características del desarrollo capitalista, hasta las formas de la lucha de clase deben asumir un carácter internacional. Incluso las luchas más elementales de la clase obrera plantean la necesidad de coordinar sus acciones en el ámbito internacional. Todos los acontecimientos de la economía capitalista global confirman lo correcto de esa postura.
Usted tiene razón cuando se refiere a la necesidad de encontrar un camino que unifique las luchas de los obreros, luchas que surgen de la globalización de la producción que la clase capitalista usa para atacar tanto la posición social de la clase obrera como el objetivo de unirla internacionalmente. Pero ese camino o programa perjudicará a la clase obrera a menos que ésta se base en una estrategia internacional para derrocar al sistema de estados naciones y reorganizar, en oposición a los beneficios capitalistas, la economía mundial a favor de las necesidades humanas. Para elaborar ese programa es necesario, más que nada, oponerse al argumento oportunista que verbalmente apoya al internacionalismo pero alega que, desde el punto de vista del “realismo” o de los primeros resultados, es necesario basar las luchas en el estado nación.
Probablemente usted sepa que la Cuarta Internacional siempre se ha dedicado a la creación de un programa que dirija a la clase obrera de sus luchas inmediatas a la perspectiva socialista. En el documento fundamental de nuestro movimiento, Trotsky escribe: “Es necesario ayudar a las masas en el proceso de la lucha diaria para que encuentren el puente entre las reclamaciones actuales y el programa socialista de la revolución. Ese puente debe incluir un sistema de reclamaciones transicionales arraigadas en las condiciones y en la conciencia actuales de capas amplias de la clase obrera y que conducen inexorablemente a una meta final: la conquista del poder por el proletariado”.
Es probablemente correcto decir que ningún aspecto del patrimonio político de León Trotsky es más criticado por tendencias oportunistas que la cuestión de las reclamaciones transicionales. Estas deben tener como objetivo la construcción de un puente entre la madurez de la situación objetiva—la necesidad histórica del socialismo, que nace de la globalización de la producción capitalista—y la confusión e inmadurez de la conciencia de las masas obreras.
“Por esa razón”, explicamos en nuestras perspectivas de 1988, “no se permite avanzar reclamaciones transicionales contrapuestas a, o aisladas de, las perspectivas socialistas que las engendran.” Los pablistas insistentemente se han esforzado para transformar el Programa Transicional en un documento de adaptaciones oportunistas y evasiones centristas. En eso consiste una de las traiciones principales de los pablistas. O sea que aíslan las reclamaciones, arrancándolas de su contexto realmente revolucionario, y reemplazan a un verdadero programa revolucionario con reclamaciones parciales. Según los partidarios de este concepto revisionista, las reclamaciones transicionales son un método para adaptarse a la conciencia del momento, no para combatir la conciencia atrasada de las masas. En esencia, los que adoptan esa postura niegan que sea necesario luchar abiertamente por una conciencia socialista obrera. Para ellos de nada sirve nutrir pacientemente al movimiento obrero con la fruta de la cultura marxista. Al contrario, les parece suficiente lanzar unas pocas simples reclamaciones como si fueran anzuelos y así engañar a las masas al llevarlas a la revolución socialista sin que sean conocientes de su destino”.
Sobre estas bases voy a dirigirme a los temas específicos que usted plantea. Primero hay que entender que, para que la clase obrera se haga cargo de la globalización y de las fuerzas productivas, mucho depende de lo que nosotros hagamos para fomentar una cultura y enfoque socialistas en el movimiento obrero internacional.
La incapacidad de la clase obrera para luchar por una perspectiva que defienda las condiciones más elementales está vinculada a la destrucción de la cultural socialista y del enfoque socialista en que el movimiento obrero anteriormente se basaba.
Según la perspectiva del WSWS, la misión principal es la restauración de la conciencia socialista obrera. Eso significa ante todo la elaboración de una comprensión y un estudio del siglo veinte y de las tendencias políticas que han dominado al movimiento obrero durante esas décadas.
Eso significa desarrollar una concienciación obrera en cuanto al estalinismo y los muchos partidos comunistas que representan, no el socialismo, sino a su antítesis; a los movimientos nacionalistas como el castrismo, el maoísmo y toda tipo de guerrillerismo que represente los intereses burgueses y no el de los obreros; y a todas las tendencias oportunistas, incluyendo a los morenistas argentinos que se originaron en la Cuarta Internacional y que jugaron un papel fundamental en darle apoyo al control burgués en el periodo después de la Segunda Guerra Mundial. Esa concienciación primero ocurrirá entre los obreros de vanguardia. A través de ellos, se expandirá a otros sectores de la clase obrera.
Es necesario más que nada inculcar en la conciencia de la clase obrera la comprensión de la degeneración de sus dirigentes. Desde la evolución del oportunismo en la socialdemocracia alemana, a través del desarrollo del estalinismo, con su teoría del socialismo en un solo país, hasta llegar al origen de las tendencias pablistas dentro de la Cuarta Internacional—sus líderes han hecho todo lo posible por sustituir el enfoque internacionalista con una visión nacionalista, frecuentemente reclamando que esa es la “única posibilidad realista”. El resultado de ese “realismo” es la crisis ideológica y política a la que ahora se enfrenta el proletariado internacional.
Por ende, el propósito central es la restauración de un punto de vista socialista en la clase obrera. Eso significa que hay que hacer un análisis histórico de las experiencias del siglo veinte. Sin ese análisis, la clase obrera es como alguien que ha perdido la memoria: no sabe de donde viene, ni donde va va.
Quiero hacer hincapié sobre lo siguiente: no es posible ni contemplar que la clase obrera tome control de la globalización, lo que equivale a la toma del poder político, ni defender seriamente las menores conquistas obreras logradas en el pasado, sin renovar la perspectiva socialista.
No cabe duda que todas las luchas obreras incluirán todo tipo de reclamaciones parciales. Por lo tanto hay que asesorar cada una de esas reclamaciones, así también como las tácticas con que se defienden, dentro del marco de esta indagación: ¿facilitan o interfieren con el proceso evolutivo de una perspectiva socialista e internacionalista en la clase obrera?
Teniendo eso en cuenta, sometamos a crítica la campaña basada en el comercio justo. Usted dice: “A mí me parece que no es erróneo oponer el ‘ comercio justo' al ‘ comercio libre... Por ejemplo, luchar por no importar productos de países donde no se cumplan ciertos mínimos derechos de los trabajadores”. A favor de ese argumento, usted indica que, como resultado de la presión dentro de Los EE.UU., han ocurrido mejoras en las condiciones de los obreros de la Nike. Por eso mismo usted sugiere convertir esa medida en una estrategia política.
¿Hacia donde va la lógica de ese argumento? Los trabajadores norteamericanos deberían organizar una campaña contra la importación de mercancía proveniente de países donde los salarios son mínimos, como Argentina. Según esa lógica, los trabajadores argentinos deberían luchar contra la importación de productos de países donde los salarios son aún más bajos, digamos en Sri Lanka o Indonesia. Por su parte, los obreros de Sri Lanka se opondrían a la importación de mercadería proveniente de Vietnam o de la China, etc. , etc. Claro está que la lista de productos proscritos no se limitaría a zapatos y telas. A fin de cuentas, casi todos los productos—desde aviones Boeing hasta automóviles y computadoras—son productos de países donde los salarios son bajos y los trabajadores no gozan de muchos derechos democráticos.
El resultado inevitable de un programa de mercado justo sería dividir a los trabajadores de acuerdo a sus nacionalidades. En vez de unirlos en una lucha común contra las empresas transnacionales, los esposaría a sus propios estados nacionales, lo cual los vincularía a las fuerzas más derechistas y reaccionarias.
Un ejemplo de esto fue la experiencia de las manifestaciones de Seattle contra el Fondo Monetario Internacional. El programa nacionalista de la burocracia sindicalista de la AFL-CIO, que se opone tanto a la reducción de tarifas contra las importaciones africanas como a la normalización de las relaciones comerciales con China, dominó las manifestaciones. La dirigencia de la AFL-CIO intenta disfrazar sus posturas con la máscara de que defiende las normas laborales y los derechos obreros en los países oprimidos. La verdad es que la dirigencia sindicalista se ha convertido en defensor de los sectores de la industria estadounidense que no puede competir y respalda a políticos reaccionarios de la índole de Patrick Buchanan.
Es de notar que representantes de la organización Estudiantes Unidos Contra las Fábricas Explotadoras (USAW) ocuparon la misma tribuna con la AFL-CIO en una manifestación anti China organizada por ésta. Como el WSWS señalara en esa ocasión, “Ya sea a causa del oportunismo político o de la ingenuidad, estos estudiantes forman alianzas con las fuerzas políticas más reaccionarias de los Estados Unidos”. ¿Cómo es posible que una organización estudiantil, que se considera partidaria de los trabajadores super explotados, encuentre causa común con la burocracia sindicalista reaccionaria y el fascista estadounidense Buchanan? Que eso haya ocurrido es consecuencia de la lógica indisputable de un programa político que aboga por el comercio justo. No importa en que lugar del mundo se plantee este programa, las consecuencias serán igualmente reaccionarias. El error básico del enfoque suyo sobre reclamaciones parciales es que parte del marco del estado nación a pesar de que esa es una forma de organización política cada vez más anacrónica bajo los embates del mismo proceso de la globalización de la producción.
Si uno se empeña en aceptar la aparente realidad del estado nación—aceptando así la división de los obreros según normas nacionales—es casi imposible realizar la unidad internacional de la clase obrera que la lucha por el socialismo requiere.
Sin embargo, el desarrollo de la producción transnacional y global señala el camino que la lucha debe tomar. ¿Por qué no organizar campañas sin fronteras por obreros que trabajan para las mismas empresas transnacionales, o apoyar a la lucha de trabajadores de diferentes departamentos de la misma empresa, en vez de exigir restricciones contra los productos importados del extranjero?
No cabe duda que ningún sindicato organizará ese tipo de luchas. Su programa nacionalista y defensivo del sistema de ganancias en todos los países lo incapacitan para elaborar un programa verdaderamente internacionalista. La misión de organizar las luchas de los trabajadores de todos los países ciertamente plantea nuevos problemas y nuevos deberes cuyas soluciones sólo surgirán de las experiencias del futuro. Pero por lo pronto podemos decir desde el principio del proceso que solamente podemos cumplir nuestros deberes mediante la construcción de un partido revolucionario internacional que luche por un programa para derrocar al sistema de producción capitalista.
Así llegamos al último tema, que es de gran importancia. Creo que usted tiene una visión muy angosta del impacto que tiene la economía global. La globalización no sólo quiere decir que las compañías transnacionales pueden mudar sus actividades productivas para reducir los salarios y empeorar las condiciones de vida de los trabajadores. El impacto es mucho mayor. Para la burguesía significa una gran crisis política inminente. La evolución penetrante de la producción transnacional—el desarrollo de un sistema económico internacional verdaderamente mundial—que impone sus reclamaciones sobre todos los países, socava las instituciones políticas burguesas que,tanto en los países avanzados como en los países oprimidos, han controlado la lucha de clase durante los últimos cincuenta años.
Esto es de importancia decisiva para el desarrollo de la lucha por el socialismo. Es incorrecto y una visión muy limitada sostener que la lucha por el socialismo surge sólo de las reclamaciones económicas de los obreros, como si la lucha por el poder político de alguna manera surgiera de la lucha por los sueldos, de las condiciones de trabajo y de las reclamaciones urgentes..
La historia misma revela que el desarrollo de la revolución socialista resulta de grandes acontecimientos políticos y de crisis en que el malcontento revoltoso por los sueldos, las condiciones de trabajo y los derechos democráticos empiezan a encontrar su voz. La Revolución Rusa brota no de las luchas salariales de la clase obrera rusa sino de la crisis política del régimen zarista. De la misma manera, las situaciones revolucionarias que se concretizan en Alemania en 1919 y 1923 salen de una crisis política. La guerra civil española estalla no por las protestas por sueldos y otras reclamaciones, sino por la rebelión organizada por las fuerzas armadas bajo Franco.
Hoy en día la globalización de la producción establece las condiciones de grandes conflictos políticos nuevos. Las masas participarán directamente en luchas en que el control de la sociedad, de la producción y de la distribución de la riqueza social estarán al orden del día.
Hace diez años que representantes políticos de la burguesía recibieron el colapso de la Unión Soviética y de los regímenes estalinistas de Europa Oriental con proclamaciones triunfales. Para ellos, estos acontecimientos representaban la victoria final del capitalismo, la muerte del socialismo e incluso el fin de la historia.
El Comité Internacional de la Cuarta Internacional explicó que el desplomo del estalinismo no significaba el fin del socialismo—estos estados burocráticos no tenían nada de socialista—sino la expresión inicial del impacto de un naciente sistema de producción global sobre estructuras políticas en que la burguesía había basado su dominio durante el periodo después de la Segunda Guerra Mundial. Ese impacto no tardaría en ejercer su presencia en otros lugares del mundo.
Nuestras predicciones han sido corroboradas. La crisis económica asiática—que afecta también al capitalismo global—produjo la caída del régimen de Suharto en Indonesia (cuarto país de mayor población del mundo) que había durado treinta años. En Europa, la globalización de la producción ha acabado con las viejas estructuras políticas. Los partidos que en otros tiempos eran dominantes, ahora no cuentan con el apoyo de antes. Renacen partidos y tendencias fascistas.
En Los EE.UU.—que por tanto tiempo se consideraba un pantano político y era ignorado por todos los radicales (particularmente en América Latina) por no ofrecer ningún futuro para el socialismo—ahora ocurre una gran crisis política en torno a las elecciones, solamente dos años después del enjuiciamiento político contra un presidente que había sido elegido democráticamente.
Otras muchas sacudidas y sorpresas políticas nos esperan, especialmente en una situación donde todo indica que se avecinan una crisis económica y la posibilidad de una recesión estadounidense.
Se pueden aprender importantes lecciones políticas sobre el desarrollo de un movimiento obrero de masas, aun cuando recién comienza.
Una lección es que la lucha por la democracia va a jugar un papel decisivo en la politización de la clase obrera. Fíjese en la situación de Estados Unidos. Durante estos últimos dos años se ha intentado un golpe de estado constitucional y luego el robo de las últimas elecciones presidenciales. Las viejas estructuras políticas, por medio de las cuales la burguesía ha podido gobernar, más y más se muestran incapaces de suprimir las tensiones sociales generadas por los enormes cambios que la globalización ha causado en la economía estadounidense. Dentro del Partido Republicano tienen gran influencia sectores de la burguesía que, sin ningún escrúpulo, pretenden barrer con todos los impedimentos a su enriquecimiento. Cualquiera que sea el primer resultado de la crisis actual, crecientes capas de la clase obrera entenderán que es imposible defender sus derechos democráticos dentro del marco impuesto por el marchito y flácido liberalismo del Partido Democrático. En otras palabras, se están dando las condiciones para una radicalización de la clase obrera estadounidense.
Todas estas cuestiones tienen un significado mayor. La globalización de la producción y el dominio de los capitales globales presentan los mismos temas en todas partes. Bajo las condiciones que prevalecían anteriormente, cuando los procesos económicos estaban más o menos bajo control nacional, las clases gobernantes podían hacer varias concesiones a las aspiraciones democráticas de las masas. Eso ya no es posible. Como consecuencia de la presión de la competencia internacional, el capitalismo global exige que se creen las condiciones que mejor faciliten la extracción de las ganancias capitalistas.
En los Estados Unidos, por ejemplo, hasta la reclamación fundamental que haya un cuento de votos justo causa que surja una vasta enredadera política en que casi todos los testaferros de la burguesía, quienes exigen que se ignore ese derecho fundamental para que pueda ascender Bush a la presidencia.
Todos los acontecimientos revelan que el dominio del capitalismo mundial se hace más y más incompatible con las viejas normas democráticas que la burguesía ha usado en el pasado. Ello significa que las luchas venideras en los Estados Unidos y en el ámbito internacional revelarán tajantemente que la defensa de la democracia está entrelazada con cuestiones económicas y sociales que son fundamentales; es decir, que no puede haber ninguna democracia genuina en una sociedad donde la riqueza y el poder se concentran en manos de una pequeña élite.
Como previamente he indicado, nuestro movimiento siempre ha insistido en la necesidad de reclamaciones transicionales que formen un puente entre las condiciones actuales y la conquista del poder por la clase obrera. Las lecciones del pasado sólo nos sirven de guía. Un programa para los nuevos deberes y oportunidades que la historia pone al orden del día requiere, más que nada, un análisis completo de la situación económica y política que ahora se desarrolla. La elaboración de ese análisis—aspecto central de la labor de la WSWS —presentará durante el próximo periodo las bases para toda una sucesión de reclamaciones intermedias y parciales con las cuales se podrán organizar más y más las luchas de la clase obrera internacional.
Pero tal programa y sucesión de reclamaciones necesita basarse en el entendimiento que la contradicción principal de esta época está entre el desarrollo de la economía mundial y el sistema anticuado de la nación estados y todas las estructuras políticas que se basan en él. Por eso rechazamos totalmente todos esos programas que abogan por la justicia comercial y las restricciones de las importaciones; programas que, a pesar de las intenciones que los motivan, amarran a los trabajadores al nacionalismo.
Sinceramente
Nick Beames